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Hoy el bar de la esquina de la redacción abrió más tarde. Es un bar enorme; un poco sobrio, un poco frío, pero preparan esos cafés ricos que muchxs pasamos a buscar cada mañana, antes de las nueve. El incendio de la redacción de Anfibia no llegó a pausar toda la cuadra pero casi. El bar, sí, tuvo que permanecer cerrado hasta que los peritos lo autorizaran a abrir. La primaria de enfrente, en cambio, pudo empezar las clases en horario. La calle San Martín, ya de por sí es muy angosta. Y eso se nota más si estacionan un camión de bomberos, una combi roja del 911, ponen cintas con rayas rojas y blancas que prohíben el paso, hay policías por todos los costados mirando hacia arriba, hacia una ventana, la nuestra. Los anfibios que íbamos cayendo también nos sentíamos en una de Marvel, hasta que nos reconocíamos entre nosotros y nos empezaban a temblar las piernas. ¿Estás bien? ¡No nos dejan subir! ¿Qué pasó? ¿Nos dejarán pasar a sacar nuestras cosas de los lockers? Las primeras fotos eran todas imágenes-manchón. Así les decimos a las fotos muy oscuras que evitamos poner en las notas anfibias pensando que son ilegibles para quien nos lee desde el celular. El mensaje de Cristian: “Perdimos casi todo”. Nuestra redacción reducida a una foto-manchón. Hacemos zoom con los dedos, tapando con el cuerpo el reflejo del sol, miramos bien y sí, se quemó todo. Los bomberos y policías de la comisaría división 1D nos dicen que van a darle el tratamiento que le darían a una embajada o a un juzgado, porque entienden la relevancia política del lugar dañado. Y aseguran que todo empezó por un cortocircuito. La policía ya permite entrar al edificio. Corremos, uno a uno y en círculo once pisos por escalera. Somos un témpano. Somos periodistas llegando a un incendio. Pero no para cubrirlo. No es estado físico. Es desesperación y shock. O resiliencia. Tampoco podemos entrar. ¡A trabajar! Nos vamos al bar de la esquina a pensar cómo seguir.
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Escribe un amigo: “Esto solo fue un incendio, ustedes siempre han sido un fuego”.
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Nos llevó más de tres años volver a tener una redacción, después de la pandemia. Con un esfuerzo enorme la Asociación Civil Cronos, nuestra organización sin fines de lucro aliada de la Universidad Nacional de San Martín en la creación y gestión de Revista Anfibia- alquiló este espacio nuevo, hermoso. Al lado del entonces Ministerio de Ambiente. Frente a un local de discos de música clásica. A medio camino entre el Borges y el CCK. Lo estrenamos en julio de 2023. Ahí nos vemos, todos los días, las 24 personas que formamos parte del staff fijo de la revista y también hacemos Anfibia podcast, Anfibia Chile, la maestría en Periodismo Narrativo, los talleres, el Laboratorio de Periodismo Performático, la performance Testosterona, el Festival Futuro Imperfecto y la colección Futuro Anfibio. Acá, entre estas paredes, bajo este techo, detrás de estos escritorios, escribimos el guión de Sin Control, el podcast de Milei, y cubrimos la elección presidencial. Acá escuchábamos al team Testosterona ensayar y repasar la letra. Acá hicimos media parte de Archivos Puga, por los 50 años del Golpe en Chile. Acá recibimos a los becarios de Futuro imperfecto, el nuevo espacio de pensamiento con colegas de América Latina. Acá celebramos que la Maestría en Periodismo Narrativo pasaba a ser 100% virtual, y nos permitía llegar más lejos. Acá volvimos a compartir el mate, nos reímos de varios chistes malos para soportar lo distópico de esta realidad, rogamos silencio de radio en medio de una entrevista, pedimos consejos al compañero de enfrente, hicimos catarsis colectiva, preparamos pochoclos y cantamos feliz cumpleaños. La mayor parte del peso de una redacción no está a la vista. Respecto a lo que sí estaba a la vista en Anfibia podríamos enumerar, por ejemplo, los pétalos rosa chicle de la plantita que pusimos en el comedor, el locker amarillo, tipo industrial y canchero, los fierros de Podcast, una TV gigante, un proyector, nuestras laptops y las PCs de la UNSAM, las sillas de escritorio, los paquetes de galletitas para compartir, la pashmina de backup contra el frío del aire acondicionado, el calendario de Macanudo (casi a estrenar), la biblioteca llena de libros de ensayos de ciencias sociales y de colecciones propias. Los libros de consulta de dudas gramaticales. Los helechos traídos en el invierno pasado para llenar de verde la redacción. Éramos conscientes de que lo hacíamos mientras, en todo el mundo, los medios deciden prescindir y desarticular sus redacciones presenciales para abaratar costos. Acá trabajamos de cerca, frente a la misma pantalla, con los compañeros que se sumaron en el último tiempo y a los que sólo veíamos a través del Meet. Los anfibios confiamos en lo que no se ve pero se siente, se sabe: la potencia de encontrarnos, la construcción colectiva, el hacer y pensar juntos, la politicidad del cuerpo en acción.
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“La escritura no es resultado de una inspiración tan inexplicable como individual sino una forma de trabajo material de cuerpos concretos en contacto -tenso, volátil, irresuelto- con otros cuerpos en tiempos y lugares específicos.” Cristina Rivera Garza, Desapropiación para principiantes. El periodismo, igual.
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Cuerpos, laptops, celulares, cables, auriculares, medialunas, café, latitas de Coca, hojas con logo de comisarías… todo está en acción y de modo promiscuo, ahora, en nuestra mesa del bar de la esquina, horas después del incendio. Nuestros ánimos pasan de la eficiencia quirúrgica (esto es un incendio pero somos periodistas) al modo sensible, a la necesidad de encontrar un argumento ante la contundencia del acontecimiento. Balbuceamos. Leila cita a Ailton Krenak: “él dice que nadie sale solo al mundo, que nadie sale a explorar el mundo solo”. Nuestra redacción es la promesa del trabajo en equipos de: equipo de editores, equipo de redes, equipo de arte, equipos que construyen juntxs, anticlima de una época de individualismo extremo. Cristian rodea a la palabra siniestro. “¿Lo siniestro se está apoderando de todo? Mientras lo siniestro está sobre uno, uno más que nunca está siendo uno en los otros, existe en el otro a través de las materialidades, de la materialidad de los cuerpos, de la materialidad del lugar, de la materialidad de los objetos, de las historias, incluso de la materialidad del afecto. Hoy sentimos tanto dolor porque vinculamos este espacio a la pérdida de algo que se nos antoja propio, y porque es muy injusto perderlo todo, y más en este momento en el que estamos reorganizándonos para hacerle frente a este momento jodido”. “Yo estoy recordando una parte de Testosterona”, agrega Ale.” Cuando él dice ¿qué me quitaron cuando me quitaron el vestido? Pues si nos preguntamos ¿qué nos quitan al quitarnos este espacio? Nos quitan la posibilidad de resistir juntos.” Francesca acaba de sumarse a la mesa. Volvió frustrada: son las 3 de la tarde y todavía no puede entrar a sacar fotos. “Las imágenes que tengo son tibias porque no nos dejan pasar, están haciendo el peritaje. No puedo ver la escena, no puedo entrar al espacio que habitamos todos los días. Un espacio que ya no es propio ni privado. Hoy se hizo completamente público algo íntimo.” En la entrada de nuestra redacción hay un charco negro. A Francesca las pisadas que se fueron formando a medida que el agua se evapora le recuerdan al texto Los peces de Hiroshima, de Fontcuberta. El fuego se llevó la oficina, y con él la forma y el color. Todavía olemos a humo. También los que siguieron trabajando desde sus casas, presentes en el bar a través del meet, porque necesitábamos estar juntos.
Una redacción es algo más que lo físico. Es poner los cuerpos juntos como sea. Durante todo el día, también, recibimos el apoyo de autores y autoras de la revista, que pusieron a disposición sus abrazos y su trabajo. Una redacción también puede ser un sustantivo abstracto.
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“Datos de la ocurrencia:
A LAS SIETE DE LA MAÑANA APROXIMADAMENTE, VECINOS DEL EDIFICIO INFORMARON AL ENCARGADO OLOR A QUEMADO. ACTO SEGUIDO, EL ENCARGADO REVISÓ PISO POR PISO, HASTA LLEGAR AL PISO 11. DONDE DESCUBRE HUMO SALIENDO DE LA PUERTA Y HUMO QUE SE VISUALIZABA A TRAVÉS DEL VIDRIO DE LA MISMA. SE COMUNICA INMEDIATAMENTE CON LOS BOMBEROS E INFORMA AL ENCARGADO. QUIEN A SU VEZ COMUNICA AL PERSONAL DE LA OFICINA. LOS BOMBEROS LLEGARON INMEDIATAMENTE Y COMENZARON A APAGAR EL FUEGO. APROXIMADAMENTE A LAS 8.15, COMPAÑEROS PUDIERON SUBIR PARA VER LOS DAÑOS OCASIONADOS, LA DESTRUCCIÓN TOTAL.”
Eso dice la denuncia.
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La primera redacción de Anfibia fue en la calle Piedras, cerca del Parque Lezama, con sedes alternativas en el mismísimo departamento de Cristian Alarcón, sobre la Avenida Caseros, y por qué no el bar Yerbabuena, si acaso se cortaba la luz. Luego, la dirección de Revista Anfibia fue en un departamento antiguo de San Telmo. Seguro muchos ustedes la conocieron: generamos talleres, encuentros y presentaciones. Desde ahí hicimos, también, coberturas memorables, como el intento del macrismo de darle 2x1 a los genocidas, la primera fase de la legalización del aborto. Era un departamento de techos altos y escaleras de mármol de Carrara. Fuimos vecinos, entre otros, de un hostel y de un grupo evangélico. Festejábamos los cumpleaños pidiendo milanesas napolitanas XL, delivery de Prosciutto. El lugar nos fue quedando chico; tanto, que para tener conversaciones telefónicas más serias algunos optábamos por encerrarnos en el baño. Estaba a dos cuadras del Ministerio de Desarrollo Social, los días de movilizaciones, bombos y redoblantes éramos los primeros en enterarnos. Ahí nació Anfibia Podcast, con un grabador adentro de un vaso y muchos sueños. Ahí trasnochamos desplegando el layout de Anfibia Cuerpo, uno de nuestros libros en papel. Nos íbamos a mudar pero llegó la pandemia.
“En el periodismo el lugar importa. La ciudad o el país desde el que escribimos marcan nuestros textos. Pero también ese espacio más íntimo, la redacción, que es más que un lugar. Más que algo físico.” Uno de las cosas que perdimos en el fuego fue el ejemplar del libro de ensayos Futuro Imperfecto, ¿hacia dónde va el periodismo? que reúne textos de los editores y directores de medios de América Latina que participaron de nuestra Beca Cosecha Anfibia. La cita es de Ander Iñaki Oliden, entonces editor, hoy director de eldiario.es. Con él, para su ensayo, pensamos y repensamos el lugar simbólico que tienen las redacciones no sólo para los periodistas sino para todo un país, para una sociedad: allí nacen los textos que les ponen palabras a las épocas, a las vidas y a los mundos. La pausa a la presencialidad que impuso el covid las volvió a poner en valor. Ante mayor precarización de nuestro oficio, mayor indigencia y privilegios de clase para poder ver y narrar más allá.
En dos meses, “nuestra banda de garage pituca y futurista”, como la describió Sonia Budassi, cumple 12 años. Una revista con base en una universidad pública, un dispositivo cultural, un laboratorio de producción de sentido que combina el lenguaje pop con la rigurosidad de un paper, una provocación a la conversación de las audiencias.
Del incendio de esta mañana, la zona de la redacción que más sufrió tiene la forma de un rectángulo largo, largo. Ahí trabajábamos frente a frente. Ese pedazo era en sí la redacción. A las 18:09 el policía que custodiaba le entregó a Seba Ortega lo poco que se rescató. Nos viene a pasar esto justo ahora, en este contexto, y cuando todavía nos retumban los cantitos que gritamos ayer en el abrazo colectivo a la agencia Télam.
A fines de 2023, una de las visitas que tuvimos en esta casa fue la del croata Srećko Horvat. Por tercera vez, el filósofo fue aliado de uno de nuestros programas. Una de las tantas ideas que nos deja tiene que ver con otros imaginarios para entender el apocalipsis: ¿y si se trata de una revelación, no de un final?
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Anfibia tiene un cuerpo. Y no es sólo el nuestro.
Fuerza, estoy
Qué espanto! Si piensan que podemos hacer algo, ¿me avisas?
Total solidaridad. La tristeza es menor a la convicción de que volverán a salir adelante.
Más recargados que nunca.
Qué desgracia. Desde ya, si hay algo en lo que pueda ayudar, por favor avisame!
Si podemos ayudar en algo, acá estamos al otro lado de la cordillera ❤️
Qué horror. Mi abrazo y comprensión porque lo viví. Mucha fuerza
No tengo dudas de que todos juntos -ustedes, y nosotres les lectores- vamos a poder recuperarnos de esta. ❤️
Qué tristeza enorme, duele el alma!
Se puede colaborar de alguna manera?
Toda mi admiración, sé que no han parado y que no lo harán a pesar del momento tan adverso
Desde La Habana, Washington, San Pablo, París, Lima, Berlín, Santiago de Chile, Madrid, Ciudad de México, Austin, Bogotá, San Salvador, Nueva York, Río de Janeiro, Montevideo, La Paz, Miami, Barranquilla, Guatemala, Quito nos escribieron periodistas, lectores, autorxs, amigues. Compañerxs de Tiempo Argentino, Corta, eldiarioar y Hecho en Buenos Aires nos ofrecieron sus espacios.
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Ale, Pato y Seba entraron a ver los rastros, como para constatar la realidad. A ver que sí, que eso había pasado. Todo hollín, todo tizne. Mesa a mesa revisaron los rastros. El sofá, los lockers, la biblioteca reciente, todo escombro. Es difícil ver los objetos, son nuestras huellas dejadas en ese espacio. Una gorrita de SipreBa, libros de consultas gramaticales, una tortuga ninja, un muñequito de Los Simpson del director de arte, mates, termos. Todo de un color uniforme negro mate, negro opaco. Hay objetos que producen llanto, algo se desprendió, algo se rompió, aún no sabemos qué.
En el piso, en medio de las cenizas terminamos de escribir esta nota desde la única computadora que sobrevivió al incendio, la última nota desde esta redacción, a las 20:38, mientras tres policías hacían la entrega legal de lo que quedó.