La causa D'Alessio


Informar, ocultar, operar

Horacio Verbitsky aprieta enter a la 1:03 de la mañana del viernes 8. Publica una primicia: Carlos Stornelli, el fiscal de la causa Cuadernos, acusado de extorsión. Sebastián Lacunza analiza la reacción de los medios hegemónicos; relee sus coberturas, entrevista a editores, piensa en los dueños de esas empresas y en sus vínculos con el poder. Traza un TEG de personajes, voces, intereses, territorios y puentes entre política, Justicia y periodismo. ¿Cuánto de información y cuánto de operación hay detrás de las noticias?

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El periodista, con largo recorrido en La Nación, busca una palabra para expresar lo que siente un sector de la redacción: “No es derrota; diría que es desazón, hartazgo, cansancio…”.

Había pasado una semana desde que Horacio Verbitsky publicara en El Cohete a la Luna la primera nota sobre la presunta extorsión cometida por el especialista en narcotráfico Marcelo D’Alessio en favor del fiscal principal de la causa Cuadernos, Carlos Stornelli.

No bien se difundió la aparente trama de aprietes al empresario agropecuario Pedro Etchebest, en la madrugada del viernes 8 de febrero, el diario de la familia Saguier pareció quedar bajo los efectos del Capitán Frío: congelado.

Con las horas, Stornelli armaría respuestas escuetas en entrevistas con radios, hasta que a media mañana pudo hilvanar un primer relato ante la consulta de Jorge Lanata.

Infobae se lanzó a denunciar una “operación” montada por “el blog del exjefe de Inteligencia de Montoneros, señalado por el periodista Gabriel Levinas como doble agente”, mientras Clarín y la agencia oficial Télam daban aire a palabras de Stornelli que desmentían una acusación sobre la que esos medios habían preferido no informar.

Enfrente, El Destape se solazaba con los audios y las capturas de Whatsapp que demostraban, de mínima, una relación impropia entre el fiscal federal y el extorsionador en su nombre. La web de Página 12 exhibía un despliegue de notas y recuadros con audios e imágenes.

Los reflejos inéditos del sitio online de Página 12 tenían un motivo. El periodista Raúl Kollman había tenido acceso a los audios e imágenes días antes, por lo que la producción estaba lista y sólo aguardaba la luz verde de su fuente, que no llegó a tiempo.

El primer allanamiento dispuesto por el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, el miércoles 6, y un tuit de Elisa Carrió en defensa de Stornelli, en la noche del jueves, precipitaron la publicación de El Cohete a la Luna. Con el cuerpo principal escrito 10 días antes, Verbitsky apretó “enter” a la 1:03 del viernes 8.

En la mañana siguiente, entre licencias y vacaciones, la redacción de Perfil.com — nunca numerosa — lucía especialmente despoblada. Su editora general, Úrsula Ures Poreda, quien se inició en 2011 en el desangelado horario de trasnoche, tiene experiencia en remontar contenidos.

Los sitios líderes no reaccionaban, lo que en Perfil suele ser visto como una oportunidad, pero las aristas de la nota de Verbitsky demandaban tiempo, primero para comprender su densidad, y luego para tratar de sumar actualizaciones.

“Era raro que ciertos medios se apresuraran a describir una ‘operación’, cuando había pruebas de que un personaje oscuro — D’Alessio — estaba, al menos, pidiendo plata”, dice Ures Poreda. “El criterio de presunción de culpabilidad que se aplica a los detenidos de los Cuadernos, por más sospechas lógicas que generen, se transformaba en convicción de inocencia en el caso de Stornelli”, razona la editora, tras lo cual repite el rezo de que Perfil tiene autoridad para señalarlo porque denunció los desmanejos de Julio De Vido y su gente cuando no estaba de moda, en 2005.

“Fue una opereta. Fraguaron al competencia para tener un juez K en Dolores (en referencia a Ramos Padilla)”, dijo a Anfibia esa mañana una fuente de Comodoro Py con acceso a pormenores del expediente Cuadernos. ¿Y la profusión de fotos en Pinamar, la intrepidez de D’Alessio y las respuestas de Stornelli ante propuestas turbias? “No tengo explicación sobre eso. Yo elijo con quién me reúno, cómo y dónde”, puntualizó.

La coima millonaria supuestamente confesada por la viuda de Daniel Muñoz al juez federal Luis Rodríguez anegaba el mismo día los portales de mayor difusión. Así las cosas, los pasillos de Comodoro Py se poblaban de metáforas entre sinceras y cínicas sobre la cloaca desbordante que afectó al edificio en el regreso de la feria. “Hay que cambiar todo y empezar de cero”, dijo un juez federal a Anfibia.

Y sin embargo, en La Nación, de D’Alessio y Stornelli, nada.

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El silencio fue ininterrumpido hasta que Joaquín Morales Solá levantó al muerto el domingo con la afirmación de que “la Justicia determinó que la operación contra Stornelli salió de la cárcel donde están los exfuncionarios” de los gobiernos de los Kirchner.

El periodista que siente desazón cita esa frase para expresar incredulidad sobre cómo puede ser lanzada sin ningún anclaje en la realidad. 

Otro colega, con similar nivel de frustración, alude a contingencias de un febrero difícil. Editores de vacaciones que podrían haber marcado otra agenda y el grave conflicto originado en el cierre de la planta impresora. Como desde hacía días el diario se imprimía en El Litoral, en Santa Fe — hasta que se den las condiciones de producirlo en la planta de Clarín —, la edición del domingo debía cerrar al mediodía del viernes. Semejante sinsentido complicó una hoja de ruta razonable, pero ello no explica — reconoce el periodista — la ausencia en la web de los diálogos imprudentes entre Stornelli y su colaborador.

En la redacción de Libertador 101 ensayan más razones. Entre ellas, que como la causa Cuadernos surgió del periodista de La Nación Diego Cabot, y éste trabajó codo a codo con Stornelli para dar origen al expediente, otorgar cabida a una denuncia de que el fiscal avanza sobre la base de extorsiones sería insoportable.

El éxito de la investigación de Cabot consolidó un rumbo que ya venía imponiéndose sobre una línea que bregaba por mayor distancia del gobierno de Macri. Para voces con trayectoria y otras criadas en democracia, un gobierno conservador electo por el voto popular y sin el lastre cultural del peronismo o el radicalismo — es decir, el sueño dorado de Bartolomé Mitre si hubiera vivido hasta los 198 años — significaba todo un desafío para la capacidad crítica y el profesionalismo del medio.

La prueba — coinciden los críticos — no fue superada. La variedad de columnistas se angostó (la última nota de Beatriz Sarlo en La Nación fue un perfil crítico de Gabriela Michetti en julio de 2013) y, dentro de la poca variedad, se destacan plumas que se muestran más convencidas de la gesta épica de Macri que miembros del gabinete.

A la vez, cambios frecuentes en un suplemento dominical —antes Enfoques, hoy Ideas, fusionado con Cultura — redujeron espacios para firmas alternativas y diferentes perspectivas.

No se trata — aclaran todas las fuentes consultadas — de una situación monolítica o asfixiante. La Nación cuenta con decenas de periodistas con experiencia y espíritu crítico que saben por dónde filtra una dirección editorial. Fue en La Nación — remarcan — donde se publicaron las informaciones clave sobre el papel en el Lava Jato de la empresa Iecsa (que era y probablemente sea de los Macri) y el jefe de la AFI, Gustavo Arribas. Fue el mismo diario — reconocen — el que omitió otros temas cruciales y se ocupó de no dar continuidad a sus propias primicias.

Entre las firmas más conocidas, Hugo Alconada Mon y Carlos Pagni mantienen altas dosis de autonomía con respecto al relato predominante. Ninguno de los dos es nacido y criado en la casa.

Alconada Mon — llegado a La Nación en 2002 — proviene de una familia radical de La Plata, se siente de centroizquierda y sus primeros pasos como periodista fueron en El Día de su ciudad. Pagni — 2006 — había arribado desde Mar del Plata a Ámbito Financiero en el inicio del menemismo, donde se forjó como un experto en narrar una política sin próceres, atravesada por intereses, miserias y vanidades. Es decir, la antítesis de las deidades de la tribuna de doctrina.

Quiso la casualidad que ambos estuvieran de vacaciones cuando Verbitsky cantó “Extorsión”. De hecho, la primera nota alejada del desprecio, o la versión oficial de Stornelli, o las escuchas de Inteligencia obtenidas por la Coalición Cívica, fue “Las ocho incoherencias del acusado de extorsión”, firmada por Alconada Mon el jueves 14, seis días después de que se conocieran las andanzas del especialista en narcotráfico.

De todas formas, el mayor peso de la frustración no radica en prácticas periodísticas cuestionables o sesgos oficialistas. Los editoriales que procuran la impunidad del terrorismo de Estado o denuncian a “las abuelas abortistas que finalmente no lograron su criminal propósito” se transforman en una carga difícil de sobrellevar para muchos.

En dos oportunidades, gran parte de la redacción rechazó los editoriales No más venganza Niñas madres con mayúsculas, publicados el 23 de noviembre de 2015 y el 1 de febrero de 2019 respectivamente. También lo hicieron organismos de derechos humanos, Amnistía Internacional, la Unesco y Mariano Obarrio. Sólo faltó que Amalia Granata expresara su repudio.

La demostración de la disidencia implica coraje, refuerza la solidaridad entre colegas y traza una raya, pero también desgasta y exhibe una grieta con la dirección del diario.

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Ante la protesta, la respuesta de la empresa es respetar la disonancia sin provocar despidos en lo inmediato, pero al poco tiempo, otro editorial insiste sobre argumentos igualmente revulsivos.

El fantasma que recorre el diario dice que desde la partida de Germán Sopeña, un liberal aperturista con oficio a cuestas, que murió en un accidente de avión en 2001, La Nación no volvió a encontrar un jefe editorial con espaldas suficientes para mediar entre propietarios con semejantes ideas y una redacción con matices. Pasaron 18 años.

 

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Para Daniel Hadad, La Nación y Clarín actúan como ejércitos con jerarquías, manuales de procedimiento y armamento pesado, mientras que Infobae se parece más a un grupo guerrillero, con mayor dinámica y milicianos multifunción. Ello le permite, por ejemplo, albergar voces disonantes y le genera menos ataduras institucionales, que sabe explotar ahora que el propio Hadad liberó a su medio de ciertos condicionamientos personales.

La apelación a ejércitos y guerrilleros fue utilizada por Hadad a la hora de explicar por qué Infobae sacó a la luz que Techint, la empresa más importante de la Argentina, estaba implicada en las aparentes coimas anotadas por el chofer Oscar Centeno, un dato que en un primer momento fue ocultado por La Nación, el juez Claudio Bonadio y el fiscal Stornelli.

Sin embargo, la respuesta de Infobae ante la información de El Cohete a la Luna sobre la presunta extorsión perpetrada por Stornelli se pareció más a la disciplina del Ejército soviético que a los barbudos de Sierra Maestra: estricto repliegue sobre la versión oficial del fiscal, ataque en toda la línea contra la insurrección y discurso único.

Al menos tres cronistas cubren los tribunales federales para Infobae, pero ninguno firmó hasta el jueves 14, cuando una nota dio cuenta de allanamientos en propiedades del allegado a Stornelli y la aparición de denuncias precedentes por extorsión. Esta vez, no hubo referencias a blogs, montoneros, o Levinas, ni siquiera a El Cohete a la Luna o Verbitsky. Antes, sólo Ernesto Tenembaum se había permitido una mención al tema en un párrafo de su columna dominical, como quien planta bandera.

Una voz que dirigió paso a paso la cobertura del affaire D’Alessio  - Stornelli afirma que la ausencia inicial de información en Infobae obedeció a la “rareza” del caso. “Nos desayunamos por la nota de otro medio, que a su vez era sobre un personaje desconocido, y con nuestras fuentes muy cerradas”. “Nosotros le damos despliegue cuando podemos aportar valor propio; en este caso, reprodujimos los dichos de Stornelli y novedades concretas en los expedientes, hasta que hoy (por el jueves 14) publicamos los allanamientos a D’Alessio”.

Infobae abordó el caso como “la operación contra Stornelli”. Pasados los días, la editora concede que “no fue la expresión más feliz”.

Los periodistas del sitio se chocaron con la negativa de las aliadas de Elisa Carrió Paula Oliveto y Mariana Zuvic a compartir el contenido de escuchas de apariencia ilegal a exfuncionarios kirchneristas presos. Ambas dirigentes de la Coalición Cívica, que plantaron una denuncia en Comodoro Py, habían asumido un compromiso de exclusividad con Clarín.

“La prueba del criterio con que nos manejamos son nuestros tres periodistas en Comodoro Py”, argumenta la editora.

Otras voces que conocen el funcionamiento de la redacción de Palermo suman elementos, aunque a ninguno le conceden un papel decisivo: la relación amistosa entre Hadad y Stornelli, otro tanto con Claudio Bonadio; el vértice común en Alejandra Rafuls, una lobista que actuó como asesora del fiscal cuando se desempeñó como ministro de Seguridad de Daniel Scioli; y la mención de Verbitsky a Mario Montoto, un exmontonero transformado en empresario de seguridad, que es señalado por el especialista en narcotráfico como propietario del 50% del sitio.

“Es totalmente falso; Infobae es 100% de Hadad”, dice la editora. Montoto es íntimo amigo del empresario periodístico pero no tiene ninguna injerencia en la redacción, coinciden diversas fuentes.

En su página, Infobae incluye contenidos de otros medios, uno de los cuales es la revista de temas militares y de Inteligencia DEF, propiedad de Montoto. Por esa vía, el experto en narcotráfico D’Alessio se coló en Infobae, gracias a una entrevista con profusión de elogios cuya primera línea afirma: “En Marcelo D’Alessio conviven multitudes”. Bien mirada, la definición resulta precisa para describir a un portador de tantas fantasías.

 

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Todavía hoy, el periodista de Clarín Daniel Santoro habla con admiración de los conocimientos sobre narcotráfico de Marcelo D’Alessio. “Es impresionante lo que sabe de metanfetaminas, tiene todo el mapa de la marihuana en la cabeza. Aprendí muchísimo de él.”

No obstante, el fundador del Foro de Periodismo Argentino (Fopea) se siente defraudado por alguien a quien le abrió las puertas de su casa y luego — según entiende — utilizó su nombre para alardear ante el empresario Pedro Etchebest. “Abusó de mi confianza y tiene que responder ante la Justicia.”

En medio de vacaciones que vio alteradas por una denuncia que le causa “dolor personal”, en especial porque menciona a su pareja, Santoro reprocha a Verbitsky la difusión de su domicilio.

En 2017, un experimentado periodista de policiales presentó a D’Alessio ante Santoro como una fuente con conocimiento del Triple Crimen de General Rodríguez, un caso que dio lugar a múltiples operaciones políticas y periodísticas.

Luego, la relación ganó fluidez. El especialista en narcotráfico se transformó en fuente del capítulo sobre la empresa estatal de energía Enarsa en el libro “El Mecanismo, la corrupción kirchnerista: contratos energéticos, delatores y Odebrecht”, publicado en septiembre pasado (la versión de D’Alessio ante Etchebest es que el libro fue escrito por ambos). Dos meses más tarde, el experto sería expositor junto a Santoro en un seminario de Fopea.

Santoro no creyó todos los alardes del especialista; le parecían presunciones de un personaje simpático. El periodista aclara que su fuente nunca sacó credenciales de pertenecer a la DEA.

Para el editor de Clarín, el testimonio de D’Alessio sigue siendo valioso en la causa sobre la importación de gas natural licuado, y por ese motivo lo acercó a Stornelli hace cuatro meses.

El expediente de gas licuado brindó a Julio de Vido y Roberto Baratta la única buena noticia judicial en los últimos tiempos. Entonces,  la Cámara Federal dispuso en marzo de 2018 la libertad de ambos al quedar claro que la detención ordenada por Bonadio se basó sobre un informe malversado por un perito. Pero fue también el instrumento que encontraron Bonadio y Stornelli para quedarse con la causa Cuadernos, sin enviarla a sorteo. 

Para Santoro, la nota de Verbitsky es una operación, probablemente orquestada por exfuncionarios, pero también por empresarios.

La presunción coincide con la fuente de Comodoro Py familiarizada con el expediente. “Enemigos que parecen irreconciliables se pueden juntar perfectamente a organizar esto”, afirma la voz en alusión a grandes empresarios.

El periodista de Clarín, premio Moors Cabot 2004, cree que le pincharon el teléfono a Stornelli porque la denuncia del empresario Etchebest exhibe capturas de whatsapps que — según interpreta — no formaron parte del intercambio con el falso agente de la DEA.

Quienes justifican a Stornelli argumentan que a un funcionario judicial le toca lidiar con charlatanes y malandras, incluso durante sus vacaciones, aunque conceden que el fiscal se mostró llamativamente amable con el influencer D’Alessio.

Las justificaciones cesan a la hora de explicar por qué Stornelli supuestamente negociaba con un malandra la realización de una cámara oculta ilegal para después fraguar una presentación ante la Fiscalía, o el motivo por el que el fiscal habría aceptado las gestiones de D’Alessio ante “este sujeto Pedro (Etchebest)”.

Dentro de un sendero acotado, Clarín mostró mayor soltura. Ricardo Roa, por caso, no fue muy contemplativo con el fiscal. El segundo jefe de la redacción de Clarín dio por ciertos el vínculo entre Stornelli y D’Alessio y la extorsión, y hasta ratificó a Verbitsky, al afirmar que existió la declaración de un exfuncionario kirchnerista que metería al empresario Etchebest en el expediente Cuadernos, algo que tanto Stornelli como su par Carlos Rívolo niegan con énfasis.

Roa también describió que D’Alessio vendía acceso a Stornelli, sin absolver a ninguno de los dos, y aportó un apellido que — según el editor — cierra el círculo: Montoto.

Para el jefe editorial, la relación de amistad entre el empresario de seguridad y el fiscal nació durante el paso de éste, entre 2007 y 2010, por el gabinete de Scioli.

El texto de Roa es cruel con D’Alessio. Lo califica de “abogado trucho y fabulador”. En las seis columnas que el allegado a Stornelli escribió en Clarín desde 2017 — la última hace un mes —, el crédito decía: “abogado, experto en lucha contra el narcotráfico”.

 

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Verbitsky no tiene televisor en su casa, no se interesa por notas sobre cómo los medios construyen, omiten u operan (“prefiero leer un libro o ir al cine”), y sólo chequea “en diagonal” lo que dicen sus rivales (“son las mismas cosas de siempre que ya están demostradas como falsas, y ahora las repiten porque no pueden hablar de lo que les preocupa: una cantidad de pruebas que tienen una contundencia sin precedentes, y que desmoronan todo lo que vinieron construyendo”).

La edición principal de El Cohete a la Luna está a cargo de Verbitsky en el contenido, y del escritor Marcelo Figueras en la curación del lenguaje digital, cada uno desde su casa o estudio.

“Extorsión” (con título en rojo para despertar a los más distraídos) requirió un cuidado especial porque incluyó más de 30 registros audiovisuales y capturas de pantalla que habían sido recolectados por el empresario Etchebest en sus diálogos con D’Alessio. Además, los intercambios para la edición debieron ser discretos para evitar “que los muchachos nos leyeran”.

Verbitsky dijo que no pudo terminar de chequear algunos datos, y ello fue utilizado por sus rivales para denunciar debilidad en la investigación. El director de El Cohete aclara: “Quise contactar a Cabot para ver si ratificaba que el escribano general del Gobierno había designado a un colega para certificar la digitalización de los cuadernos de Centeno, y no lo pude ubicar” (Cabot respondió para esta nota que la versión de D’Alessio es falsa). También hubiera querido ver en detalle las participaciones del especialista en narcotráfico en programas de América, TN, América 24 y Crónica TV, e indagar sobre el curso brindado en Fopea.

Para Infobae y Clarín, el sitio de Verbitsky es un blog. “En todo caso, deberían preguntarse por qué lo que llaman un ‘blog’ puede generar una noticia de este calibre, y qué pasaría si ellos se dedicaran a hacer periodismo en serio”, argumenta Figueras.

Aunque sea por pocas horas, Página 12 quedó atrás de la primicia de Verbitsky.

Nora Veiras, jefa de redacción el diario, valora “solidez” en la denuncia. ¿No cabe tomar distancia sobre las fanfarroneadas de un personaje como D’Alessio, así como Página 12 evitó dar por válidas las presuntas anotaciones de Oscar Centeno?: “No son lo mismo fotocopias de cuadernos supuestamente escritos por un chofer, de los que no se pudo corroborar ni siquiera la fecha, que capturas de whatsapp con conversaciones reales, filmaciones y fotos”. “Las causas del Memorándum con Irán y de la muerte de Nisman sentaron un hito de manipulación, nadie cree en la Justicia, y estos registros, que por supuesto tienen que ser corroborados, confirmarían las peores sospechas sobre los Cuadernos”, sugiere.

Verbitsky dejó Página 12 luego de publicar, en agosto de 2017, que entre los adherentes al blanqueo de capitales organizado por la Casa Rosada estaban un hermano, el mejor amigo y el empresario favorito de Mauricio Macri. Acto seguido, algunos medios hicieron saber que al Presidente le gustaría enviar a la Luna a 562 personas, con Verbitsky incluido en el cohete, al tiempo que Fantino abrió Animales Sueltos con la advertencia de que el titular del sindicato de encargados de edificios, Víctor Santa María, jefe de Página 12, terminaría preso, con alusiones imprecisas a la mafia. Fue el final para la labor del principal columnista del diario durante 30 años.

Veiras: “No va a cambiar mi respeto por él. Que Horacio no esté más en Página, es una pérdida para Página, pero también para Horacio”.