Por Ana Laura Esperança*
Fotos: Victoria Gesualdi
La programación exquisita de los encuentros con lectores de Anfibia en la feria del libro terminó en una charla de lectores con la escritora Claudia Piñeiro.
Ella llegó a la cita puntual. Enseguida tomó asiento en un sillón, junto al editor Federico Bianchini, frente a un público que fue ganando miembros. La charla arrancó con la diferencia entre ficción y no ficción. “Trabajar una crónica implica respetar la inclusión de datos, uno no puede dar las cosas por sentado: debe exponerlas. En ficción se puede trabajar la forma de otra manera: con más indicios y sugerencias”, comentó Piñeiro.
La siguiente pregunta fue en relación a su descubrimiento como escritora. Si bien se recibió de contadora y ejerció durante diez años antes de dedicarse de lleno a la escritura, comentó que no es contadora, que sólo fue lo que estudió, y que esto fue casual. Sus padres habían estudiado lo mismo sin graduarse y nadie en su familia tenía que ver con el mundo de las letras. Sin embargo, lo que no fue casual en su destino fue la escritura, que siempre se manifestó como un deseo recurrente: “siempre me gustó escribir. Mientras trabajaba como contadora saqué una licencia para terminar una novela que mandé a un concurso y quedó entre diez finalistas. Eso fue un espejo de lo que siguió”.
Con ese impulso empezó a estudiar seriamente. “Iba al taller de Guillermo Saccomano. Lo bueno de un taller es el entrenamiento que te da”. Asegura que la recomendación de lecturas es fundamental. Si el profesor es bueno, sabe reconocer en cada uno su potencial y orientarlo a desarrollar eso, recomendando libros particulares.
Contó que, muchas veces, las críticas eran duras. Volvía llorando. “Por ahí despedazaban tu material. Uno saca su tu estómago lleno de venas y sangre, lo deja sobre la mesa y espera que le digan que es hermoso y no, no pasa eso”.
Para ella, lo fundamental de un taller es ver qué críticas sirven y hacer algo constructivo con eso. En cuanto a la crítica especializada, hay cosas que comparte y cosas que no. “Me acuerdo que leí una crítica que decía que Betibú transcurría durante el menemismo, y me pregunté ¿pero, qué libro leyó?”.
El rincón de Anfibia va convocando más asistentes. Desde distintos ángulos del stand, grandes lentes fotográficos enfocan su teleobjetivo sin detenerse. La lectora Carolina Dimopoulos le pide a Claudia que cuente qué la nutre para inspirarse. “Lo fundamental es la literatura. A veces se está trabado en un punto, y leer a otros, ayuda a entender cómo resolver ese escollo. Leer da mucho de técnica”. También subraya la gran fuente de inspiración que es el cine: “el cine fue al siglo XX lo que la literatura al siglo XIX. Entrenó a un lector que se familiarizó con la elipsis y con un ritmo cinematográfico que puede trasladarse a la novela”. Asegura que lo fundamental, el lenguaje, es personal.
Siguiendo la rueda de preguntas, se habla de libros fetiche, a lo que responde mencionando escritores que le gustan mucho, como John Coetzee, recientemente agasajado junto a Paul Auster por la Universidad de San Martín y sobre el que Piñeiro escribió una reseña para Anfibia. También menciona a David Grossman, autor de La vida entera. “Los clásicos como Dostoiesvski ni los nombro, porque son escritores de la literatura universal, ya estarían implícitos”, señala.
Cada vez que tiene que escribir por encargo se quiere matar. Las risas frente a la respuesta son muchas. “Cada vez que tengo que presentar un encargo, me pregunto ¿por qué acepté hacer esto? Creo que si pudiéramos, los escritores sólo nos abocaríamos a las novelas. Pero bueno, uno tiene que vivir. De todas formas, hay encargos que disfruto mucho, como la reseña sobre John Coetzee. Son cosas gratas, porque a uno le interesa el tema”.
Claudia Piñeiro es autoexigente y escribe con obsesión. Cuando está escribiendo, está absorta en eso, tiene la cabeza tomada por la novela, y desearía dedicarle todo el tiempo. “Por ahí estoy cenando con amigas y de repente me sobreviene una idea para la novela y quiero ponerme con eso”.
El micrófono pasa a un chico del público que le pregunta sobre la construcción de personajes, a lo que señala como lo más importante. Habla de la trama por la que pasan los personajes, un andamiaje que los va construyendo a medida que avanza la historia: “los personajes se arman en la trama, ahí se expresan situaciones límite, decisiones difíciles que tienen que tomar, y eso permite entender quién es el personaje, a partir de la acción”.
Otra de las preguntas se refiere a lo que dijo una vez sobre la profesión: “Escribir te pone a salvo”.
Y explica que la escritura es su cable a tierra. Si no, vive atormentada por temas de sus hijos o cualquier otra cosa de la vida. “Mis hijos me preguntan a veces: mami ¿no estás escribiendo?”. Y los lectores se ríen.
Cuenta que corrige mucho: “si voy por el capítulo 3, vuelvo al 1, voy por el 4 y vuelvo al 1. Sobre todo con la novela policial, para chequear las pistas. Cronológicamente vuelvo atrás todo el tiempo, para cuidar el tono de la novela, que no quede fracturado”.
El encuentro va llegando a su fin. Le preguntan cómo reconoce el potencial de una buena idea. “Cuando una idea es consistente se me presenta una y otra vez, tiene fuerza y sola se va instalando hasta que empiezo a trabajarla”. Por eso no cree en los disparadores; eso sería forzar a escribir sobre algo que a lo mejor no tiene llegada en quien escribe.
Del público preguntan: ¿qué te gusta más de la no ficción? “Me gusta mucho el ensayo. Me gusta Steiner, María Moreno, Barthes. Por lo que trabajo, me meto en otros géneros. Ahora estoy con ensayo psicológico y leyendo a Lacan”.
Claudia dice que nunca lee sus novelas una vez publicadas, que no le gustaría encontrar en ellas ningún error. Y cierra su discurso describiendo la relación escritor editor, explicando que en general no tiene conflictos, siempre y cuando una edición no deforme algo central del texto. “La edición hay que bancársela”, dice y sonríe amable.
*Ana Laura Esperança es licenciada y profesora en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y colaboradora de varias revistas culturales independientes.