La tierra se incendia. El colapso climático ya comenzó. La solución, simple, es tan antigua como el mundo y está debajo de nuestros pies. El suelo, ese manto gigantesco, puede estabilizar el clima. La supervivencia no dependerá de trasladarse a geografías de altitud, alejarse de las costas, buscar fuentes de agua potable, o autoabastecerse de energías, sino de regenerar los suelos, construir comunidades, de restituir y cuidar el lazo social.
En 2024 la Universidad Nacional de San Martín dió forma a un laboratorio de políticas públicas en el marco del programa “Palancas: la revolución de las pequeñas cosas”, donde más de 150 personas de diferentes ámbitos se reunieron para pensar soluciones simples a problemas concretos. El programa duró cuatro meses, pero el proyecto echó raíces.
Libros, territorio común
El tiempo que habitamos se acelera. Es un tiempo difícil para leer y también para pensar políticas públicas a largo plazo desde territorios que tienen que atender a una multiplicidad de focos de incendio, acuerdan las coordinadoras de la mesa Promoción de la lectura y acceso al libro en las adolescencias, Gisela Pérez -que también es presidenta de la Biblioteca Popular La Carcova y especialista en Gestión y Dirección de Organizaciones sin fines de lucro- y Mariela Frías, directora general de la Biblioteca Central de la UNSAM y licenciada en bibliotecología.
La propuesta que idearon colectivamente, “Puntos de lectura”, busca crear entornos de intercambio entre jóvenes de entre 11 y 18 años para compartir prácticas de encuentro con la palabra a través de actividades recreativas y culturales. El proyecto se propone que los propios actores territoriales gestionen las estaciones de lectura para que puedan ser apropiadas colectivamente, impulsar liderazgos, proyectos de vida y potenciar la pertenencia y participación de lxs jóvenes en el desarrollo comunitario.
— La literatura es la mejor excusa para pensar lugares de encuentro para los pibes y pibas en el espacio público como el territorio de lo común, que iguala y, a la vez, es el lugar de lo plural, de lo diverso —dice Paula Kriscautsky, una de las participantes de la mesa.
Además de docente y fundadora de la biblioteca popular “Del otro lado del árbol” de La Plata, Paula se presenta como mamá de Pilar. La biblioteca que dirige nació como un espacio de promoción de la lectura infantil tras la muerte de su hija.
"La literatura es la mejor excusa para pensar lugares de encuentro para los pibes y pibas en el espacio público como el territorio de lo común, que iguala y, a la vez, es el lugar de lo plural, de lo diverso".
Los puntos de lectura se ubicarán en plazas, esquinas, ramblas, baldíos. El proyecto busca rehabiar espacios abandonados. Paula habla de:
— Diferentes capitolios que alojen a las y los pibes. Lugares amigables para esa franja etaria que se empieza a sentir excluída de casi todo, lugares en los que puedan confiar.
Las coordinadoras piensan en un dispositivo básico inicial, construído con material sustentable, con wifi libre, reposeras, mesas, sillones y libros. Una semilla que germine y que, al entramarse en cada territorio singular, en cada suelo, construya una identidad propia, situada. Son puntos de transformación de la experiencia lectora, pero también potencia de futuros en función de los deseos y necesidades particulares de los suelos comunitarios donde se planten.
— Las bibliotecas populares somos aliadas de los clubes, de las escuelas. A veces los pibes se ratean y vienen a la biblioteca, dentro de la transgresión, hay un corredor seguro —dice Paula.
El mundo de los libros es transversal a muchas prácticas y significados, que exceden la actividad misma de la lectura. También, dicen las coordinadoras, son ventanas para imaginar otros universos:
— Pensamos a los libros no sólo como un lugar de conocimiento sino como posibilidad. En el medio de la urgencia, las adolescencias se van quedando sin espacios de escucha, de apoyo, de recreación, por eso nos pusimos rápidamente de acuerdo en quiénes serían las y los destinatarios del proyecto.
Cocinas soberanas
La fina capa que envuelve al planeta aporta casi todas las funciones de los ecosistemas necesarios para la existencia de la vida en la Tierra. Proporciona el 95% de los alimentos, pero el modelo que prima es el de la agricultura productivista, el complejo agroindustrial, el extractivismo neocolonial. Regenerar el suelo es posible desde la ecología política de la agricultura regenerativa, en los territorios y comunidades. Para los coordinadores de la mesa Promoción de alimentación y cultura saludable, Guillermo Suárez Piuma -director y creador de la Diplomatura en Alimentación y Cultura Saludable, economista y diplomado en agricultura orgánica regenerativa- y Juan Ignacio Peralta -responsable académico de la diplomatura, docente y coordinador del Programa de Alimentación y Cultura Saludable de la UNSAM- comer es un acto político. No sólo es producir, sino también distribuir, preparar, consumir, desechar. La trazabilidad de los alimentos es clave. Guillermo y Juan Ignacio hablan del punto de Arquímedes: ese punto de partida confiable para razonar, un recurso heurístico, el ojo de Dios para ver, desde una posición específica, la relación con todas las demás. Para la Diplomatura en Alimentación y Cultura Saludable de la UNSAM, los comedores comunitarios son el punto de Arquímedes.
Por eso, la primera propuesta apuntó a promover la transición hacia una alimentación y cultura saludable y sustentable en comedores populares e instituciones encargadas de brindar asistencia alimentaria a la comunidad por medio de instancias de formación -y posterior formación de formadores/as- vinculadas a la diplomatura, e intercambio de saberes y estrategias. El objetivo, además, es elaborar una cartografía socio-económica de productores locales, actores, e instituciones que aportan a la economía circular para facilitar el acceso a materias primas, espacios de reciclaje y proyectos sustentables. El modelo para esa transición es el propio comedor de la universidad que, a través del Programa de Alimentación y Cultura Saludable de la UNSAM, implementó menús saludables y vegetarianos por defecto; formación del personal en la diplomatura; y el rediseño edilicio de la cocina hacia una versión más segura y sustentable, acondicionando espacios para procesar residuos y potenciar el ahorro energético.
El menor impacto ambiental de las dietas vegetarianas, la compra que prioriza la estacionalidad y a los productores locales abarata costos y reduce la huella de carbono al acortar las distancias del transporte -kilómetro cero-. La separación de residuos en origen, en colaboración con las cooperativas y recicladores fortalece la economía local y el entramado comunitario.
Todos estos ejes de trabajo son previos a la implementación del Palancas. La UNSAM viene desarrollando programas de promoción de la alimentación saludable también en su espacio educativo en el interior de la Unidad Penal N.° 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense (CUSAM) y en su secundario técnico. La Diplomatura en Alimentación y Cultura Saludable, creada en 2019, ya tiene más de 250 egresadxs:
—Buscamos formar formadoras, el 99% son mujeres, y son las que están a cargo de los comedores populares —cuenta Guillermo, que dirige también el proyecto de alimentación saludable y sustentable del comedor MENSA de la universidad.
Ellas no son sólo referentas en los comedores sino del barrio. Cocinan, organizan, administran recursos escasos, acompañan a otras mujeres frente a situaciones de violencia de género a juventudes criminalizadas y cuidan de las infancias. Comer es un lugar, la mesa echa raíces y crea un mundo.
Comer es un lugar, la mesa echa raíces y crea un mundo.
Una de ellas es Elvia Suárez, además de referente es egresada de la diplomatura y participó del Palancas. Elvia vive en Saldías, que aunque está pegado al barrio Padre Mugica parece lejos por la falta de colectivos. La dificultad para llegar a Retiro complica las compras, en Saldías no hay productores de frutas y verduras con bolsones económicos. Cuenta que en el 2020 muchxs vecinxs se quedaron sin fuente de ingresos, por eso armaron una huerta comunitaria en un baldío, también implementaron un compost, que les da tierra fértil para el cultivo, comenzaron a vender plantines y crearon un emprendimiento de composteras portátiles de material reciclado que venden dentro y fuera del barrio.
— La diplomatura me reencontró con mis raíces —dice Elvia.
Recuperó recetas que le devolvieron la memoria al paladar de su Perú natal. Migró a los 19 años, hoy tiene 46. Además de adecuar los menúes incorporando platos tradicionales y sabores a partir de materia prima estacional y disponible, el proyecto también se propuso reducir el uso de recursos y el impacto ambiental y promover cambios en la manera de producir, comprar, cocinar, alimentarse y desechar. Elvira cuenta que:
— En los comedores y merenderos estábamos acostumbrados a comer siempre harinas, ahora tratamos de incorporar verduras y aprendimos a aprovechar todo, no se tira ni una hojita. También aprovechamos mejor el gas, gastamos menos porque tenemos más conocimiento de las técnicas de cocción.
El comedor que gestionaban se transformó hace dos años en un merendero porque lo que llegaba no alcanzaba. Hoy completan los paquetes de galletitas que les mandan con lo que sacan de la huerta.
La segunda idea en la que trabajaron son los kioscos saludables en las escuelas apunta a diseñar y acercar herramientas a las Cooperadoras Escolares de Gral. San Martín, para acompañar la reconversión del comer, ofreciendo una mayor proporción y variedad de alimentos de alta calidad nutricional (frutas, verduras, bebidas naturales y snacks saludables). La propuesta incluye un relevamiento inicial; capacitaciones a estudiantes, docentes, cooperadoras y personal auxiliar; desarrollo de estrategias conjuntas; establecimiento de un fondo de financiamiento para la reconversión y capacitación legal para las licitaciones que realizan las cooperadoras.
Paula Das Neves, ex Presidente del Colegio de Nutricionistas de Buenos Aires, formó parte de la mesa y señala el carácter integral de las políticas públicas alimentarias, la importancia de incorporar una pluralidad de actores y la necesaria atención a todas las aristas. La seguridad alimentaria es multidimensional, no sólo tiene que ver con los costos sino también con el acceso a los alimentos saludables:
— Incluso en un contexto de crisis se pueden pensar estrategias para mejorar la disponibilidad, ampliar el acceso a la información de la calidad nutricional, utilizar de manera más eficiente la energía, entre otras cosas— dice Das Neves.
Una polifonía que incluya a referentas de los comedores, tecnólogxs en alimentos, antropólogxs sociales hace más eficaz el proceso, reduce costos, aumenta el aprovechamiento, y mejora la calidad nutricional al tiempo que conoce y reconoce la cultura alimentaria de la comunidad.
Cuando Guillermo habla del comedor MENSA de la universidad sonríe, dice que está cerca de la meta de residuo cero gracias al compostaje y la alianza con la cooperativa de reciclaje Bella Flor:
— Acá todos hacemos todo, separamos, compostamos, limpiamos. No hay un chef ejecutivo en nuestra cocina. El concepto de circularidad permea todas las prácticas y genera conocimiento, empatía, respeto por el trabajo del otro.
Además del trabajo de lxs recuperadores, cuando se habla de producción orgánica, sustentabilidad o alimentación saludable a veces se omite que la mano de obra de quienes cosechan, cocinan, trasladan, se encuentra fuertemente precarizada. Comer saludable no es un acto individual.
Cuando se habla de producción orgánica, sustentabilidad o alimentación saludable se omite que la mano de obra de quienes cosechan, cocinan y trasladan se encuentra fuertemente precarizada. Comer saludable no es un acto individual.
La red del suelo
La micorriza define la relación simbiótica entre un hongo y las raíces de una planta vascular. Establece un sistema de comunicación que les permite estar alerta de lo que pasa alrededor y ayudarse entre sí. Gracias a esa compleja y extensa red de filamentos que está debajo de casi toda la superficie terrestre son capaces de resistir mejor los estreses ambientales que afectan al suelo. Bajo el microscopio, la micorriza recuerda a las conexiones neuronales del cerebro.
La mesa de “Abordajes de problemas de salud mental y consumos problemáticos”, encabezada por el psicoanalista Rafael Arteaga -coordinador del Observatorio de consumos problemáticos y adicciones de la UNSAM y supervisor del Programa de Salud mental y adicciones- elaboró, en el marco del Palancas, una propuesta de creación de un centro de demanda espontánea y atención inmediata en y para el territorio. Estará a cargo del Observatorio de Consumos Problemáticos CEP-SCCyT-UNSAM e implementará programas de capacitación en atención de salud mental y en consumos problemáticos vehiculizado por un equipo interdisciplinario. Destinado a promotorxs de salud, organizaciones sociales del territorio, clubes, escuelas, tomadorxs de decisiones y a otras personas que puedan formarse como efectores, apunta a recibir la demanda de consultas de usuarixs de consumos, sus familiares y allegadxs. La propuesta busca que la comunidad se convierta en protagonista en los ámbitos de planificación, creación, formación y capacitación brindando el saber propio de la convivencia con lxs destinatarixs junto con los diferentes ámbitos de intervención. Se trata de un dispositivo de atención territorializada donde la asistencia no se halla al alcance de la población:
— Aspiramos a que sean de fácil accesibilidad, tanto para quienes decidan incorporarse para la formación como para quienes deseen realizar una consulta —explica el coordinador.
La creación del centro apunta a generar un alivio en momentos en que usuarixs y allegadxs se hallan en una situación de incertidumbre que las cuestiones burocráticas, como la obtención de un turno en el sistema público o privado de salud, no debe agravar:
— Es necesario que pacientes o familiares que consultan lo hagan en el momento preciso en que el objeto de consumo vacila respecto de la funcionalidad que venía cumpliendo y para esto es preciso que dicha demanda encuentre su oferta a tiempo— dice Arteaga.
Territorializar las respuestas y generar soluciones localizadas permite establecer un sistema de comunicación y ayuda mutua, como una micorriza, una simbiosis que tiene a la autonomía como elemento central.
La Palanca busca brindar a cada comunidad independencia para generar y proponer proyectos atendiendo a sus particularidades, ganando en especificidad, velocidad en la atención y, al mismo tiempo, dar forma a un espacio de diálogo orientado a promover el desarrollo de estrategias innovadoras. Se busca generar una red de actores que puedan elaborar un diagnóstico conjunto sobre la situación de salud mental y consumo problemático en el territorio y articular estrategias basadas en sus conocimientos situados. Territorializar las respuestas y generar soluciones localizadas permite establecer un sistema de comunicación y ayuda mutua, como una micorriza, una simbiosis que tiene a la autonomía como elemento central.
Entramar nidos
— Los esfuerzos aislados no van a ser suficientes en un momento de crisis como el actual, necesitamos pensar en diversidad, salir de los muros institucionales— dice Ana de Mendonça, directora del Centro de Primera Infancia “El jardín de la montaña”.
La palanca Hacia el reconocimiento y valorización del trabajo de jardines comunitarios recoge luchas y militancias que se vienen dando hace años. Para la co-coordinadora de la mesa, Laura Bor -licenciada en educación, profesora, y coordinadora de la Tecnicatura en socialización y desarrollo de la primera infancia de la UNSAM- el proyecto le pertenece a la comunidad y retoma lo que se viene construyendo desde hace tiempo en el territorio, con las personas que trabajan diariamente en esos espacios.
Se busca avanzar en el reconocimiento de las tareas pedagógicas y de cuidados mediante la creación de un registro para la inscripción de jardines comunitarios a nivel local. Pero no se trata sólo de reconocer su función educativa, o de cuidado, sino también su papel fundamental en la restitución del derecho a la nutrición, la salud, la identidad o el acceso a la documentación. La inscripción permitirá la gestión de cuatro recursos indispensables: la obtención de la clave única de establecimiento educativo (CUE), que les permitirá a las familias solicitar las asignaciones correspondientes a la ANSES; insumos y materiales educativos que actualmente son autogestionados por cada institución; acceso a instancias de formación y capacitación para el personal; y la habilitación para la realización de prácticas profesionales de estudiantes de los Profesorado de Educación Inicial, permitiendo fusionar experiencias entre jardines comunitarios y oficiales.
Registro y formalización no están exentos de la tensión entre institucionalización y autonomía. Mario Cruz -que además de ser parte del Programa de Articulación Territorial de de la universidad y fundador del Centro Cultural y Deportivo “Los Amigos de Villa Sarmiento” que tiene un merendero, un comedor, una consejería para personas migrantes y el jardín comunitario de la Montaña es co-coordinador de la mesa- dice que pensar una política pública requiere una mirada integral para incluir tanto a los espacios que quieren formalizar como a los que no. La solución intermedia que propusieron es un primer paso en el camino a la formalización que respeta las lógicas, modalidades de trabajo, organización e impronta propia de los jardines comunitarios frente a los espacios insertos en el sistema educativo formal:
— Hubo de todo en la discusión —dice Mario— llantos, bronca, porque las compañeras no son reconocidas en su saber o los propios jardines no son reconocidos como espacios educativos por estar por fuera del circuito oficial.
En los debates muchas veces aparece la falsa dicotomía entre cuidado y educación, que conceptualiza al cuidado comunitario como asistencia, como si los jardines comunitarios carecieran de proyectos pedagógicos:
— Pensar una educación sin cuidados es perder el sentido mismo de la educación —dice Laura.
Los proyectos pedagógicos surgidos en las organizaciones del territorio dan respuesta a una demanda insatisfecha en el marco del sistema educativo: la escasa oferta de instituciones de educación inicial. Son espacios comunitarios de crianza, cuidado y educación consolidados durante años, proyectos educativos sostenidos, legitimados y valorados por la comunidad. La falta de asignación de recursos se conjuga con el no reconocimiento de los saberes -y formalización- de sus trabajadoras. La palanca que diseñaron aborda esas realidades en tiempo de incendios.
Lo que era una montaña de basura ahora es un jardín para 55 chicxs, con un patio arbolado lleno de mariposas y colibríes
La directora del jardín de la Montaña habla de un cuento que escribieron el día de su inauguración. Dice que lo pegaron en la entrada otra vez porque:
— Ya estamos tan establecidos que a veces se olvida lo que fue levantarlo. Parece que siempre hubiera sido siempre así.
Lo que era una montaña de basura ahora es un jardín para 55 chicxs, con un patio arbolado lleno de mariposas y colibríes.
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Para sobrevivir en la tierra hay que plantar semillas que echen raíces y arraiguen los suelos, nutrir el micelio de las tramas de cuidado comunitario, narrar mundos más justos y habitables con nuevos lenguajes e imaginarios.
Los proyectos que UNSAM diseñó para Palancas Argentina se presentarán el 5 de mayo a las 17 hs. en el Teatro Tornavía del Campus UNSAM