Michelle Regina Aparecido Di Paula Rocha está de pie a 50 metros de la valla amarilla y mira el barro. Los ojos se humedecen. El pelo teñido de rojo permanece atado tirante en una cola alta. Está de brazos cruzados parada al costado de un patrullero de la policía militar de Minas Gerais. Respira fuerte. Desde adentro del carro, un oficial del batallón de Ibirité tiene los antebrazos sobre el volante. Está atento y puede suponerse algo de comprensión en la mirada. Entre ellos dos hay una señora que se desentiende de la marcha y le hace alguna pregunta al hombre. Él asiente.
—Mi primo murió ahí.
—Mi prima también -dice Michelle.
El policía señala “ahí” con el mentón. “Ahí” es el barro.
—Encontraron un dedo -levanta el índice-, hicieron el ADN -hace el gesto de pinchar la yema-, con eso ya supieron que era él. Y pararon. Todo el resto está ahí.
—De mi prima también. Encontraron la mitad. Ella sigue ahí -dice Michelle y el brazo izquierdo señala el barro ahora aplastado por el avance de una máquina excavadora.
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25 de enero de 2019. 12:28. ¿Qué ocurrió?
Fuimos enterrados por el lodo y por la ganancia de una empresa asesina que no tiene un ápice de humanidad al triturar y enterrar a los trabajadores de esta comunidad y de tantas otras. La Vale nos mató a 270 y destruyó a 600 personas en Córrego do Feijão, acabó todo un modo de vida rompiendo familias.
Cuanto dolor y tristeza todo, parece mentira que después de 365 días continuamos siendo enterrados por el lodo.
Hoy 365 días después, se refuerza la crueldad, de 270 personas 11 todavía no fueron encontradas.
Seguimos siendo masacradas por el dolor y el abandono de la empresa que hizo de nuestra comunidad un cementerio. Todos los días sacudimos un poco de lodo e intentamos seguir, algunos días mejores otros no tanto, pues somos consumidos por tamaña tristeza y saudade, saudade de nuestros familiares, amigos, de nuestra comunidad, de nuestras vidas.
Brumadinho es nuestra Mariana[1], sólo que en proporciones mayores. Vale hizo de Mariana un laboratorio para sus prácticas crueles y hoy amanecimos con la certeza de que nosotros unidos debemos luchar por justicia para que Brumadinho y Mariana no se repitan.
Juliana Cardoso, 38 años, Córrego de Feijão.
Carta leída el 25 de enero de 2020 ante afectadas y afectados por represas de Brasil que marcharon por Córrego do Feijão para recordar a las víctimas de Brumadinho.
Antes del rompimiento de la represa nuestra vida era calma, una vida alegre, todo el mundo se encontraba en las calles, conversaba. Después del día 25 perdimos nuestra tradición como pescadores. Perdí a mi padre. De mi padre no encontraron los restos mortales, encontraron pedazos. Nuestra comunidad acabó y la Vale no hizo nada por nosotros. Yo tuve que salir de la propiedad donde producía orgánico porque todo está contaminado; tuve que salir por la salud de mis hijos, la contaminación les dio problemas en la respiración. Es un juego estratega de la Vale para cerrar los negocios y quedarse con todo. Para ir a comprar un litro de leche, para llevar a mis hijos a la escuela debo ir muy lejos. La reparación no está terminada, no es solo indemnización, entonces nuestra lucha es constante. Es por eso que estamos aquí, por eso está aconteciendo esta marcha porque debemos conseguir la unidad de lo colectivo en la comunidad. El pueblo está unido y la Vale se va a encontrar con nuestras agallas.
Adilson Lopes Silva, 36 años.
Productor orgánico, Córrego do Feijão.
El conductor de un camión que fue arrastrado por el lodo sobrevivió y se quedó sin trabajo. Era empleado de una empresa tercerizada por Vale, que hoy no trabaja más en la mina, y Vale no lo reconoce como trabajador. Está desocupado, sin indemnización. Deprimido. Con una familia que alimentar.
Allí ocurrió [señala hacia el hueco que quedó en el verde]. Del otro lado está la Represa II, que está en riesgo. Si revienta puede ser peor que la anterior porque solo contiene agua. Y el agua avanza más rápido que el lodo.
Moisés Borges, Movimiento de Afectados por Represas de Brasil (MAB).
Aquí en casa, desde que te fuiste, nadie más volvió. Sólo ahora que has vuelto. En las casas de otras personas ya no puedo hablar con seguridad. Hace mucho tiempo que no veo a ningún periodista en la calle informando. No puedo hablarte en la casa que estábamos construyendo. Como la losa está al mismo nivel que la calle, donde estaría la puerta, podemos ver todo el barro. Por eso ya no queremos ir allí. Si fuera a hacer una terraza, u otra casa, estaríamos allí mirando, siempre recordando lo que pasó.
Perdí a mi primo, a amigos, vecinos y compañeros de trabajo.
Perdí mi trabajo en Brasanitas [empresa tercerizada de Vale, responsable de la limpieza de los vagones de carga MRS Logística]. Seguí cobrando el salario hasta agosto de 2019 y me despidieron. La MRS envió una carta a Brasanitas exigiendo que nos despidan. La abogada del sindicato está corriendo para ver si puede conseguir ese proceso de tres años de estabilidad, pero el trámite está un poco trancado.
Celso Henrique de Oliveira, 21 años. Córrego do Feijão.
El 25 de enero de 2019 cambió de turno en el trabajo. Hace un año estaba en la casa donde iba a vivir con su prometida, antes de que se rompiera la presa. Ahora habla en la casa de sus padres, donde vive.
Quería casarme por la iglesia, Celso tiene mucha familia y yo también. Mi deseo era reunir a todos. Pero luego las cosas pasaron y no hubo forma de unirlas, nadie tenía ánimo. Por eso lo dejamos allí.
Laíssa Carvalho da Silva Oliveira, 17 años. Córrego do Feijão.
Se casó con Celso dos meses después del rompimiento de la Represa I.
Vivo en la zona rural de Brumadinho. Hace 400 años que mi familia vive aquí. Yo me siento afectado por el crimen de Vale porque mató a 272 personas, algunos eran amigos míos, los conocía desde niño. Nos criamos juntos y estudiamos en Primaria. Tres eran vecinos del pueblo.
La mayoría somos pequeños agricultores rurales, producimos maíz, porotos, café, tabaco, leche, gallinas, caballos, vacas para la leche, la gente produce para subsistencia y lo que sobra lo comercializa. Estamos a 27 kilómetros de la represa.
Antes del crimen ambiental tenía que andar unos 50 minutos para llegar a la zona comercial y comprar lo que no puedo producir en casa. Después, la calle fue interrumpida por varios días y para llegar a Brumadinho había que dar una vuelta de tres horas para ir y otras tres para volver. Se desvalorizó el precio de mercado de nuestros productos porque están contaminados y la gente no quiere contaminar a sus familiares.
Yo estoy contra la minería. A quien le gusta la minería dice que es un mal necesario, yo digo que es un mal predatorio. Trabajar en las minas es un subempleo, están contaminando la naturaleza, poniendo sus vidas y la de otras personas en riesgo. Por mí, cerraría todas las minas de Brasil.
Algunos me dijeron que estaban miedosos de trabajar en la presa, pero por presión de los jefes tenían que trabajar. “Vos querés que perdamos nuestro trabajo”, me decían. Hoy están muertos.
Gilmar Matosinhos Martins, zona rural de Brumadinho.
Este lugar debería estar abierto como un memorial. En esta casa verde se guardan los trofeos de un grupo de trabajadores que jugaban al fútbol en esa cancha. Me enteré de muchas historias así cuando vinimos con el MAB. Estuve un mes y diez días. Después del rompimiento vinimos a acompañar a las familias a organizarse. El rompimiento se llevó casas, se llevó culturas, la gente estaba llorando, los helicópteros en todo momento sobrevolando los tejados.
Igor Meirelles, Altamira, Pará.
Militante del MAB.
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La Represa I tenía 87 metros de alto construidos con la técnica “montante”: se aumenta la altura del primer dique de contención de residuos con nuevos muros hechos por la acumulación de tierra y desechos tóxicos. Desde afuera se ve como una escalerita de pasto, una montaña cortada, pero por dentro es líquido: lodo, plomo, mercurio, cadmio, zinc. Un batido tóxico que se agita con la actividad minera cercana.
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Mi prima se llamaba Sueli Marcos. Trabajaba en el depósito de la mina desde hacía doce años. Tenía 40 años y dos hijas, de nueve y 19 años, ahora viven con su abuela. Los bomberos encontraron la mitad de ella, de la cintura para abajo, quince días después.
Ella no hablaba mucho de su trabajo. Es prestigioso trabajar para Vale. Nadie pregunta, pero dicen “Ahhh, trabaja para la Vale”. Pasa lo mismo donde yo vivo. Si decís que sos de Santa Izabel, que sigue siendo vista como un leprosario, la gente se aleja, pero si decís que trabajás para la mina, ahhh.
La Vale hizo el funeral a cajón cerrado y puso una foto encima. Duró media hora. No permitió que fuera mucha gente. Fue muy triste. Nadie merece morir de esa forma tan trágica. Ahora van a hacer un memorial, el nombre de Sueli va a estar ahí, y ni siquiera nos avisaron. Es un acto de un mercenario para otro mercenario. Vale y el gobernador tienen en común que no les interesa el pueblo.
Michelle Regina Aparecido Di Paula Rocha, Colonia Santa Izabel, Betim.
¿Que nuestra comunidad no tiene resistencia a la Vale? Todo lo contrario. La Vale se muestra como si fuera una pobre empresa acusada de un crimen. Pero la Vale es asesina, mató, y no se hace cargo de las personas que trabajaban allí. Esa mina estaba a punto de cerrarse porque no había más mineral. El único mineral rico era el que estaba dentro de la presa. Hay otra que está en riesgo, la de Congonhas, que es mucho más grande que Brumadinho, pero no se ha hecho nada para evitar otra tragedia. Todo lo que les importa es el beneficio. El ser humano nada. Sólo somos números. Nuestra comunidad está abandonada: las calles están llenas de agujeros, las personas tienen las casas en venta y, a la vez, en riesgo de derrumbe. Mi marido está ahí y no lo creo. El dinero no vale más que la vida. Nosotros no vamos a desistir hasta que vayan presos los culpables, responsabilizados por ese crimen. Porque fue un crimen; accidente es cuando algo no se puede prevenir.
Ana Paula de Santos Assis, 33 años, Córrego do Feijão.
Cuando oímos la noticia de que el río Paraopeba se había estropeado nos sentimos muy mal porque allí donde vivimos tienes la naturaleza, los niños, los peces. Es un dolor muy grande sentir que el río, ahora, no es lo mismo. Todo está vinculado aquí a la minería, todas las personas, desde aquellos negros que vinieron de África, todos ellos sufrieron mucho. Hay mucha exclusión y separación de clase. Quienes estamos abajo somos las principales víctimas de las mineras. Los pobres somos los principales afectados.
Sandra de Assis Reis, Entre Ríos de Minas -donde nace el Paraopeba-.
Profesora de Historia y Coordinadora del Foro de Vivienda Popular.
Pescaba mucho surubí, tilapia, dorado, gurimatí y mandi con traína. Vivo al margen del río Paraopeba. Juatuba tenía mucho turismo, pero con el problema de la Vale acabó todo, los comercios cerrando, la gente no sale más, no come más pescado. Cuando vi el río con lodo fue muy preocupante, hasta hoy lo es. En casa somos cinco, tenemos que comprar agua para tomar, no tenemos energía, no tengo trabajo.
María de Fátima Pureina, Juatuba
Estoy triste. El agua está muy sucia. Yo estoy jubilada por invalidez desde 2003, tengo artrosis y problemas de columna. Mis dos hijas se mudaron a Juatuba hace once años porque sus maridos iban a trabajar con los peces y yo fui con ellas para estar con las crianzas. Ahora el agua está muy sucia y hay que pagar. Cinco litros nos cuestan diez reales [2,5 dólares].
Un amigo de mis hijas trabajaba en Vale. Viaja mucho y gracias a Dios ese día no estaba ahí, sino podría haber muerto. Hoy no tiene empleo, lo perdió.
Tomasina, Juatuba
Acompañar, escuchar, orientar, esa es nuestra función.
Los desechos mineros tienen metales que matan ríos y envenenan personas, entonces muchos problemas de salud comienzan a surgir a partir del rompimiento. La pérdida de la vivienda, de los ingresos, de los planes de vida, llevan también a una enfermedad mental. Todo el mundo, de una forma u otra, adolece por esa causa.
Abordar la salud en forma integral implica, en casos como el crimen ambiental de Brumadinho, considerar las alergias en la piel por el contacto con el barro tóxico; asma, rinitis y otros problemas respiratorios por el contacto con el polvo; la contaminación en la sangre, con pequeñas dosis de cinco, seis, ocho metales pesados durante mucho tiempo; los problemas cognitivos que pueden desarrollarse en el Sistema Nervioso Central por consumir o estar en contacto con agua contaminada. Las depresiones que se producen por el shock de perder a seres queridos, familiares, amigos, compañeros de trabajo, y por el cambio en la forma de vida: es la sensación de que el mundo acabó.
En los datos estadísticos del sistema único de salud se percibe un aumento de abortos espontáneos; una parte puede estar siendo causado por la contaminación con metales pesados. También hay un riesgo para aquellas que ya tenían un embarazo en curso. Eso también lo vimos en otros mamíferos como las vacas, las personas que crían estos animales ya han informado de pérdidas de esos embarazos.
Como ocurrió en Mariana, las empresas no quieren admitir que el colapso y la ruptura de represas causan daños a la salud porque saben que las formas de reparar esos daños son más complejas y costosas. Se necesita información.
Cuando un hecho así ocurre, las pérdidas recaen mucho más sobre las mujeres porque, en general, el hombre busca otro trabajo y la mujer es quien va a tener que cuidar día a día la casa donde viven, cuidar del ambiente que ahora está contaminado, las enfermedades de la familia como un todo, inclusive del marido que perdió el empleo, todo acaba recargando a la mujer. Las mujeres tienen una dificultad mayor de recolocarse en el mercado de trabajo porque una situación muy común es que el hombre trabaje en alguna actividad de minería y la mujer se ocupe de la casa y eventualmente hace algo para complementar, como la pesca artesanal o vender comida en la feria: en muchos casos esos ingresos se tornan mayores que los del marido.
La mayoría de las personas organizadas en MAB son mujeres, porque ellas están más acostumbradas a organizarse. Eso ayuda a compensar la desigualdad de género que vivimos en nuestro país.
La parte más linda de nuestro trabajo es cuando la gente consigue recuperar su dignidad y cambiar el luto por la lucha en derechos humanos.
Zé Geraldo Martins, Belo Horizonte.
Encargado de Salud del MAB.
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Coro de residentes del Asentamiento PA Queima Fogo (Pompeu) y de Cachoeira do Choro (Curvelo), a 245 kilómetros de Brumadinho
Yo necesitaba mucho el agua del río. Me hacía bien para mi columna y para aliviar la trombosis en mis piernas. Tenía depresión y corría al río.
Mi esposa es una guerrera y yo también lo soy porque estoy con ella. [Llora] Quieren pagar auxilio solo para quien vive hasta a un kilómetro del río, pero los afectados somos todos aquí. El río está a 5 kilómetros. Mi esposa recibió auxilio, pero no yo ni mis hijas, ni nadie más de la comunidad. Vale no explicó esa diferencia aunque la comunidad presentó todos los papeles. Aquí la gente lucha para todo el mundo, el asentamiento es para todos. Antes del crimen de Vale era todo más fácil de vender. Esto afectó los ingresos [dice caminando entre unas veinte vacas que pesan 500 kilos cada una]. La gente pasaba y compraba chancho, queso, huevos, estiércol. Ahora no aparece nadie.
El fin de semana iba hasta la parcela de mi hermana, sobre el río. Se acabó. Nadie toma baños. La gente perdió mucho. El agua del río está marrón, a veces se ven peces… muertos. La tristeza es grande. Siento esperanza de ver alguna vez el río que vi, ir a nadar con libertad, a pescar, que las niñas jueguen, pero en este momento nuestro cotidiano es muy difícil.
Cuando una ve al río pasar parece que los problemas se van [dibuja olas con sus manos].
Quería conectar a los tres pozos del asentamiento unos tubos para irrigación y hacer mi huerta. Ahora no puedo. Vale nos trae 90 litros de agua mineral para toda la semana. En mi casa somos nueve.
Tengo un hijo especial, el quinto audífono que tuvo se le rompió hace un año. Desde entonces no le puedo comprar otro porque no hay trabajo. No hay piauí. No hay turismo. No recibo ayuda porque vivo a 200 metros del kilómetro. El kilómetro es el límite que marcó Vale determinar quiénes reciben la ayuda de emergencia durante un año.
Parece un pueblo fantasma. Las puertas están cerradas. En los bares solo hay moscas. Era el paraíso. El río era como un papá y una mamá. La Vale está tirando nuestra propia vida.
Residentes Erliete Rocha de Campos, Alexandro Magela de Olivera, Leandro Magela de Olivera, Tatiane Olivera, Eliana Marques, Elisabeth de Fátima.
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Mientras pagaba ayudas de emergencia a 108 mil personas, que no superaron los 6,5 billones de reales en total, en 2019 Vale recibió 7,2 billones de reales por parte de accionistas como bancos y fundaciones internacionales. Las y los afectados por Vale exigen: que no se detenga la búsqueda de las once personas que restan ser identificadas bajo el lodo tóxico derramado hace un año; garantizar que todos los afectados, sin discriminación, reciban la ayuda de emergencia -que consiste en un salario mínimo para personas adultas, la mitad para jóvenes y un cuarto de ese monto para niños-; que se homologuen de forma inmediata los contratos de las asesorías técnicas independientes y se apruebe el Plan Nacional de Afectados por Represas de Brasil que se tramita en el Senado Federal.
Al mediodía del primer aniversario la Iglesia de Córrego do Feijão ofrece una misa y pide a quienes se manifiestan que la prioridad en los bancos de madera sea para los familiares de las víctimas. Una decena de familias están allí, el resto en Brumadinho. Cada núcleo familiar viste remeras que tienen el rostro sonriente de la persona que perdieron y su nombre o algún mensaje de fe. El cura dice algo de que ellas y ellos no murieron, sino que resucitaron y están junto a Dios, e invita a rezar afuera, sobre el pasto de la cancha. Se toman de las manos, se abrazan fuerte, lloran, se quedan en silencio.
Suenan 272 campanadas. La última a las 12:28.
[1] Mariana es el nombre de una ciudad de Minas Gerais. El 5 de noviembre de 2015, las represas de residuos mineros Fundão y Santarém de la empresa Samarco, ubicadas en el municipio de Bento Rodrigues, a 35 kilómetros del centro de Mariana, colapsaron y causaron 19 muertes -14 eran trabajadores de la compañía Samarco Mineraçao S.A, coparticipada por la brasileña Vale do Rio Doce y la anglo-australiana BHP Billiton-. Se consideró el mayor desastre ambiental de Minas Gerais hasta el crimen de Vale en Brumadinho.