Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica. Potencias que, a fuerza de procurar y defender sus espacios de autonomía, se convirtieron en protagonistas de algunos de los principales procesos internacionales contemporáneos. Sus nombres suenan a futuro o, cuanto menos, disputan desde el no-Occidente los sentidos de la política y la economía internacionales.
Estos países, asociados bajo el rótulo de BRICS, acaban de aceptar el ingreso de Argentina. Le debemos la posibilidad a Brasil, único miembro americano hasta el anuncio. Este socio gigante, que procura asumir el lugar de conductor principal de los destinos de nuestra región, nos tiró un salvavidas cuando más lo necesitábamos. Con este gesto político, apuesta por que Argentina encuentre en el Sur Global (esa identidad de límites difusos que, a grandes trazos, puede incluir a los países de África, América Latina y Asia) un espacio de referencia y estabilidad desde el cual poder sostener sus compromisos exteriores.
El ingreso al BRICS abre la posibilidad a pensar una política exterior de mayor flexibilidad en términos internacionales y discutir la necesidad de un alineamiento rígido con Estados Unidos.
Breve historia de los BRICS
El vocablo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) fue articulado por primera vez en noviembre de 2001 por Jim O’Neill, jerarca de la financiera estadounidense Goldman Sachs para describir el potencial económico de estos países que podrían llegar a convertirse en los “ladrillos” más importantes y dominantes del escenario económico global para el 2050. En el mismo año en que se ponía en evidencia la crisis de hegemonía estadounidense (solo unos meses antes Estados Unidos había sufrido los atentados terroristas que darían inicio a la Guerra Global contra el Terror), desde el propio corazón económico del mundo occidental comenzó a identificarse a los principales actores emergentes de un mundo cada vez más multipolar.
Tiempo después, y por motivos independientes a los de O´Neill, el famoso acrónimo se convirtió en realidad geopolítica. El primer encuentro de los cuatro países tuvo lugar en el marco de una cumbre de la ONU realizada en 2006. En 2009, mientras los efectos de la crisis financiera del año 2008 insistían a nivel global, se llevó a cabo la primera “Cumbre de los BRIC” en Ekaterimburgo, Rusia. Con la incorporación de Sudáfrica, en 2011, la agrupación pasó a denominarse BRICS.
La imagen del BRICS como un espacio político monolítico se resquebraja al constatar que persisten entre algunos de sus miembros importantes conflictos territoriales y políticos no resueltos.
Este edificio no derivó ni en un acuerdo económico o comercial ni en una institución con reglas diplomáticas formalizadas al estilo ONU ni mucho menos en un ordenamiento con características supranacionales obligatorias. Es más bien un agrupamiento o foro de países distintos entre sí, nucleados por su carácter de economías emergentes y por la expectativa de coordinar posiciones y acciones para potenciar su influencia en los asuntos globales. Las coincidencias en torno de agendas de reclamos al occidente político (mayor cooperación económica y social, nuevas reglas para el sistema monetario y financiero internacional, mayor incidencia del Sur Global en la toma de decisiones que afectan a la política global) surgieron de manera paulatina, tras un largo proceso de búsqueda y diálogo. Los BRICS interpelan al mundo buscando ampliar el juego de la política internacional. Sin exagerar el grado de legitimidad internacional de esta expectativa, la agrupación consolidó un lugar relevante en el imaginario global y constituye una voz de peso en el planteo de alternativas a mecanismos de cooperación asociados con las instituciones del llamado “Orden Liberal Internacional”.
El foro creó algunas pocas instancias formalizadas de cooperación, a partir de las que busca apuntalar su relevancia en una nueva arquitectura económica internacional. Uno de ellos es el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), con sede en Shanghai: una alternativa para el financiamiento de proyectos de desarrollo e infraestructura por fuera de los organismos multilaterales dominantes como el FMI y el Banco Mundial. Otra iniciativa de trascendencia fue el Acuerdo de Reservas de Contingencia (ARC), diseñado para evitar presiones de liquidez en el corto y mediano plazo, corridas financieras y alentar una mayor seguridad financiera global. Desde hace ya un tiempo la agrupación propicia el uso de monedas propias en el intercambio comercial entre sus miembros, evitando así el paso por el dólar estadounidense. Incluso Brasil llevó a la última cumbre en Sudáfrica la propuesta de acuñar una moneda común para estos intercambios.
El BRICS en la política internacional
El BRICS se caracteriza por su flexibilidad tanto en términos de funcionamiento como en sus aspectos normativos. Esto permite que convivan en ella Estados sumamente heterogéneos. Quizás los únicos dos elementos que comparten todos sus miembros (los originales y quienes fueron invitados a sumarse) sean su condición de “economías emergentes” y su no occidentalidad, en el sentido de que ninguno de ellos es parte de Europa ni de América del Norte. Por lo demás, la organización política, social, económica y cultural de los países que lo integran muestra un nivel de heterogeneidad que puede resultar difícil de comprender para quienes piensen la cooperación internacional solamente desde la perspectiva de la experiencia histórica “occidental”.
La imagen de esta agrupación como un espacio político monolítico se resquebraja al constatar que persisten entre algunos de sus miembros importantes conflictos territoriales y políticos no resueltos, como es el caso de las disputas por sus fronteras entre China e India. Esto aplica también a algunos de los nuevos invitados. Arabia Saudita e Irán mantienen intensas disputas políticas y militares en el Medio Oriente desde la irrupción de la revolución iraní de 1979. Del mismo modo, el país persa y Emiratos Árabes Unidos mantienen conflictos sin resolver respecto de la soberanía sobre una serie de islas en el Golfo Árabe/Pérsico.
Esta heterogeneidad también se manifiesta en las relaciones y alianzas que los miembros de la agrupación mantienen en el plano internacional. No debe pensarse que se trata necesariamente de una alianza anti-Estados Unidos. Ese clivaje, que podría parecer determinante al pensar las estrategias de proyección internacional de China y Rusia, se vuelve irrelevante al considerar las buenas relaciones que India, Sudáfrica e incluso Brasil gozan con la potencia norteamericana. Pensar el BRICS requiere dejar a un lado las dicotomías y, en cambio, prestar atención a matices, complejidades y agendas multifacéticas. Esta heterogeneidad da cuenta de otro modo de lidiar con la diferencia en la política internacional, de la posibilidad de coexistir con ella y en ella: ni un único régimen político, ni un único modo de relacionarse con la religión, ni un único modo de relacionarse con los otros, ni un único modo de desarrollo posible.
El comercio no se desarrolla en un vacío social, implica un paulatino crecimiento del conocimiento mutuo.
¿Quiénes fueron invitados a sumarse a la agrupación, además de Argentina? Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Etiopía e Irán. Los cuatro primeros, aliados estratégicos de Estados Unidos. El último, uno de sus enemigos. Con solo observar un mapa e identificar el espacio que ocupan estos países se pueden intuir algunos de los factores que abonan a su importancia estratégica y geopolítica: ocupan las costas del Golfo Árabe-Pérsico, del Mar Rojo y del Canal de Suez, todas vías de navegación centrales para el comercio internacional. Hace algunos meses China logró que dos de los recientes invitados (Arabia Saudita e Irán) firmaran un acuerdo para poner fin al conflicto que existe entre ellos desde la revolución islámica en Irán y que no cesa de tener sus réplicas en la región mezzo-oriental. De este modo, el gigante asiático avanza en la estabilización y el cuidado de sus rutas comerciales y establece las condiciones políticas necesarias para el desarrollo de sus inversiones.
El BRICS en la política (exterior) argentina
Fue tal la importancia del ingreso de Argentina al BRICS que llevó a la reaparición pública de Alberto Fernández luego de las PASO. Una de las dimensiones más destacadas en su discurso fue la relevancia comercial y financiera para nuestro país de los miembros del BRICS. No está de más repetir algunos datos del BRICS ampliado: más del 40% de las exportaciones argentinas tienen por destino algún miembro de la agrupación, el PBI conjunto representa aproximadamente el 26% de la actividad económica mundial, en sus países vive cerca del 46% de la población del planeta, es responsable por el 43% de la producción de petróleo y 40% de la de gas. Se abren, así, posibilidades de aumentar el comercio exterior y vías de financiación alternativas al FMI.
Ser parte de los BRICS no otorga per se ninguna preferencia comercial. Pero es esperable que una mayor intensidad de contactos entre los países produzca nuevas formas informales de facilitación de comercio. El comercio no se desarrolla en un vacío social, regido de manera perfecta por las supuestas “reglas del mercado” de eficiencia y asignación perfecta de recursos. La repetición de reuniones entre las comitivas enviadas a cada cumbre (compuestas por agentes estatales y no estatales, especialmente empresariales), así como la multiplicación de agendas de debate y coordinación a través de distintas rondas de diálogo, implica un paulatino crecimiento del conocimiento mutuo. Bajado a tierra, esto quiere decir que nos conocemos más y mejor, que sabemos quiénes producen qué, qué intereses tiene cada miembro, qué sectores estratégicos quiere desarrollar cada uno y qué oportunidades de cooperación mutuamente beneficiosa pueden surgir (comerciales, científicas, tecnológicas, políticas, etc.).
Un eventual acceso al NBD representa una alternativa para que Argentina resuelva necesidades financieras urgentes. Instrumentos financieros y monetarios como el ARC podrían, también, disminuir los problemas de balanza de pagos, corridas y desestabilizaciones cambiarias.
Finalmente, para un país con restricción externa (dolarizada) como Argentina, sumarse a la desdolarización del comercio que se viene impulsando entre los miembros del BRICS abre la posibilidad de respirar. Argentina ya tiene algunos avances al respecto con Brasil y China. Incorporarse a la agenda del BRICS podría dar un nuevo impulso a las negociaciones ya iniciadas, así como incorporar esta agenda a la relación con los otros países miembro.
Posibilidades abiertas
La importancia para Argentina de Estados Unidos es indiscutible en múltiples dimensiones (económica, militar, cultural, política). Lo que sucede en la potencia norteamericana nos impacta de lleno. Ahí está nuestro yunque que toma la forma de FMI para recordárnoslo y para no dejarnos olvidar cada una de nuestras imposibilidades.
En el marco de este mundo más plural y heterogéneo que se está imponiendo a pasos firmes, el ingreso al BRICS es una ventana que se abre, la posibilidad de tomarnos un respiro. Es solo oportunidad abierta para Argentina: posibilidades económicas, posibilidades de juego político. Por supuesto, posibilidad no es garantía y dependerá de qué es lo que los distintos actores involucrados puedan hacer con ella.
Foto: Telam