En la reciente gira presidencial por Europa para negociar los términos de la deuda, una de las noticias más comentadas fue qué hacía el ministro de Economía cuando terminaba su jornada laboral. “A Guzmán le gusta caminar de noche por París”, titularon los diarios. ¿Cuándo fue que los economistas se convirtieron en las estrellas de las ciencias sociales? Durante la dictadura militar, mientras los “Chicago Boys” se prestaban como los tecnócratas encargados de implantar el nuevo modelo en la Argentina -con la maquinaria de la represión detrás. Entonces, y sin lugar para el debate, los economistas empezaron a tener relevancia y participación en la esfera pública.
Hoy, en democracia, las discusiones económicas son parte de la normalidad en un gobierno de coalición que enfrenta una pandemia y tiene que renegociar el pago de la deuda. En 2019, con la vuelta del peronismo al Ejecutivo en el marco de una coalición, numerosos economistas heterodoxos llegaron a puestos claves: la gran novedad, Martin Guzmán y su grupo formado en la Universidad de La Plata. Además de ser el Ministro de Economía más joven de la historia, es uno de los académicos con mayor proyección a nivel internacional y el discípulo del premio nobel Joseph Stiglitz. Podría haber seguido su carrera en la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York pero eligió el barro de la política y cumplió el sueño que tenía desde que era alumno en la Facultad de Ciencias Económicas platense. Esa trayectoria rara en la política lo es también para los economistas heterodoxos argentinos, acostumbrados a otros modos de construir poder.
En 2020, la figura de Guzmán encajó perfectamente en un gobierno de coalición, formó buenos lazos con todos los sectores y logró un excelente canje de la deuda. En su gira con el presidente Alberto Fernández, mostró los lazos internacionales y el reconocimiento que tiene de parte de los economistas más prestigiosos del planeta.
Martin Guzman no es solo el “Ministro de la deuda externa”. Impuso su perspectiva macroeconómica a la mesa de coordinación económica, en la cual sobresale el tipo de cambio real alto, una preocupación por el déficit fiscal que combate con impuestos progresivos y concepciones como la inercia inflacionaria que lo emparentan con el pensamiento de economistas como Daniel Heymann, asesor del Ministro en el Ministerio de Economía, profesor en La Plata y la UBA, y cercano al CEDES. ¿Es esto heterodoxia? El propio flou sobre los límites de la heterodoxia nos permite asumir que “es heterodoxo quien dice serlo”, tal como ocurre con el peronismo. Asumiendo esa definición, la riqueza del pensamiento heterodoxo local encuentra dos raíces importantes: FLACSO y CEDES/UBA.
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Durante el alfonsinismo -como señala Mariana Heredia en el libro Cuando los economistas alcanzaron el poder- una nueva tecnocracia heterodoxa sin pertenencia partidaria orgánica se incorporó al equipo de asesores del Ministro Juan Vital Sourrouille (José Luis Machinea, Roberto Frenkel, Daniel Heymann). Varios de ellos -que durante la dictadura se habían refugiado en espacios como el CEDES- dialogaban con la corriente del “nuevo keynesianismo” a nivel global (Joseph Stiglitz, George Akerlof, Janet Yellen y Axel Leijonhufvud). Los que estaban más relacionados con la gestión alfonsinista se fueron incorporando en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA, hegemonizada por los radicales desde 1983 (y hasta hoy). Muchos de ellos asesoraron al ministro Machinea en 1999 retomando varios aspectos del “ajuste heterodoxo” que pone el foco en lo fiscal: una de los puntos clave porque según sus críticos porque afectan el crecimiento y la recaudación.
En paralelo a esa corriente, en 1986 Eduardo Basualdo, Daniel Azpiazu y Miguel Khavisse publicaron el libro El nuevo poder económico. Los autores de FLACSO centraron su análisis sobre los grandes grupos económicos y mostraron que no era posible una vuelta al modelo de la sustitución de importación por los cambios estructurales que habían ocurrido durante la última dictadura. Estos estudios enfocados en los procesos de concentración del capital analizaron el gasto estatal como prenda de unidad entre los grandes grupos locales y los acreedores externos, y empezaron a mostrar los efectos macroeconómicos de los procesos de fuga de capitales y de endeudamiento. Esta escuela de pensamiento se vinculó con la CTA y otras organizaciones sociales y fue inspiración de propuestas económicas como la del Frente Nacional contra la Pobreza en 2001.
El estallido de 2001 fue sin dudas un fin de un ciclo para la heterodoxia argentina, en particular para los economistas que quedaron involucrados con la gestión económica de De La Rúa. En el marco de la FCE se hizo notorio un corte generacional con los nuevos economistas más orientados hacia la izquierda, críticos de la gestión nacional y también de la gestión en la facultad. Se puede ubicar el big bang de la nueva heterodoxia durante la discusión por el nuevo plan de estudios de 1995, en el cual la FCE proponía darle a la carrera un fuerte sesgo neoclásico que venían implementando los gobiernos de la Convertibilidad. Entre las posturas opuestas a esos cambios estuvieron el grupo TNT (Axel Kicillof, Augusto Costa, Cecilia Nahón, Paula Español, Javier Rodríguez entre otros) y quienes luego trabajarán en FLACSO y FIDE (Matías Kulfas, Martin Abeles, Cecilia Todesca).
Fuera de esos grupos, durante los años noventa la Cátedra Libre Poder Económico y Derechos Humanos a cargo de Nora Cortiñas, articulada por Felisa Miceli y Guillermo Wierzba entre otros, se convirtió en un espacio para varios de los economistas más críticos del neoliberalismo dentro la Facultad que no lo tenían en las aulas. El Plan Fénix fue clave para darle legitimidad a las políticas económicas del nuevo gobierno de Néstor Kirchner. Figuras como Aldo Ferrer, Jorge Schvarzer, Alejandro Rofman, Héctor Valle, Mercedes Marcó del Pont, Benjamin Hopenhayn y Abraham Gak entre otras, un grupo con raíces en la FCE de la UBA, fueron un puente importante entre la crisis del neoliberalismo y las nuevas políticas llevadas adelante luego de 2003.
La nueva generación fue ganando cada vez más peso en los debates públicos y la gestión del kirchnerismo, sobre todo los que venían de FLACSO. La construcción política y académica de esa nueva heterodoxia argentina, que tomó dimensión con la apertura de varias carreras de grado y posgrados en las universidades públicas del conurbano, se consolidó con el florecimiento de numerosas agrupaciones estudiantiles (El Germen, La Mella), de docentes (Cátedra Nacional de Economía Jauretche, Grupo Luján) y de militantes profesionales (La Gran Makro, AEDA, CEPA o el Geenap) a los que se sumaron centros de investigación (CEMOP, CEFIDAR, CCC, además de varios centros CONICET) que permitieron formar cuadros técnicos y multiplicar la investigación académica.
La escala que tomó la economía heterodoxa en Argentina durante estos años es sin lugar a dudas excepcional a nivel internacional, sobre todo por el acceso que tuvieron a la gestión pública. Ese avance sólo fue posible porque el sistema político en crisis necesitaba de las ideas económicas nuevas. En ese sentido, no solo el kirchnerismo sino gran parte del peronismo ha asumido que los objetivos de soberanía política, independencia económica y justicia social encontraban herramientas adecuadas en las ideas de economistas que en los noventa estaban limitados a asesorar partidos de izquierda o sindicatos combativos.
Tanto ha cambiado la relación entre muchos de esos heterodoxos y la política que hoy es bien visto para un economista ser orgánico a un partido o movimiento social. De la misma forma, el bagaje teórico y los lenguajes que esta amplia comunidad utiliza han cambiado: el retorno a la literatura estructuralista es una constante, así como la incorporación de bibliografía poskeynesiana desde una óptica adaptada a los problemas locales, y más recientemente las lecturas en clave de género. La modelización matemática no es vista como algo imprescindible, y se volvió a la escritura más enlazada con las ciencias sociales, y sobre todo se trató de hacer la economía comprensible al público en general y al militante en particular.
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En términos académicos el marco conceptual de disputa con los actores dominantes (el sector agroexportador y los grandes grupos económicos) de FLACSO fue funcional a la necesidad del kirchnerismo de argumentos para explicar el modelo de crecimiento con equidad social. La fuerte marca que dejaron los estudios sobre privatización y tarifas de los servicios públicos, la fuga de capitales y el endeudamiento externo sin dudas nutrieron las políticas públicas orientadas hacia a una renacionalización de varias empresas concesionadas, el congelamiento de las tarifas, el control de cambios y el desendeudamiento.
Con el nuevo gobierno, esta corriente fuerte dentro del kirchnerismo debe convivir con una visión macroeconómica más cercana al CEDES, y hasta ahora lo hizo bien. Esa convivencia fue facilitada por el hecho que varios funcionarios fueron deconstruyendo ciertos aspectos del marco conceptual de FLACSO. En ese sentido el libro de Matías Kulfas Los tres kirchnerismos muestra que ciertas formulaciones económicas incorporadas por los militantes requieren una renovación porque quedaron desfasadas respecto de las discusiones actuales de los economistas heterodoxos. Varios conceptos de extracción flacsiana como los de inflación oligopólica o reticencia inversora, o la fuga de capitales exclusivamente centrada en los grandes grupos económicos, han sido puestas en discusión dentro de la heterodoxia dando lugar a un mejor entendimiento de los problemas económicos del país y sus soluciones. La difícil herencia luego de cuatro años de macrismo hace aparecer los 12 años de kirchnerismo como una excepción en la historia reciente de Argentina, algo difícilmente repetible, pero que compatibilizaba con las ideas de FLACSO. Las preguntas respecto al rol de los grandes grupos económicos y del sector agroexportador en un modelo de desarrollo argentino son las que debaten los economistas heterodoxos, y también la coalición política.
El futuro de la coalición requiere una síntesis política pero también va a necesitar una síntesis en la posición de los economistas heterodoxos de distintas extracciones, y quien mejor pueda hacerla tendrá ventaja en esta gestión. La generación del 95 está bien ubicada para realizar esa síntesis, tanto por su construcción académica y política dentro de la heterodoxia nacional e internacional como por sus relaciones con el sistema político y el sector empresario. En ese sentido, las políticas públicas llevadas adelante por el Ministerio de Desarrollo Productivo buscando un cambio estructural en términos productivos, es resultado de numerosas investigaciones sectoriales llevadas adelante en los últimos años.
Es sintomático del peso de esa generación el lugar preponderante que tiene Axel Kicillof y su grupo en la política actual. Desbordando su perfil de economista con formación clásica en Economía Política, cercano a las ideas de FLACSO y de práctica keynesiana durante su gestión como Ministro de Economía, se transformó en el economista kirchnerista por antonomasia, y un sinónimo de “la heterodoxia”. La gran victoria que lo llevó a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires se construyó sobre la base de un discurso económico crítico del neoliberalismo, el lugar donde sin dudas se siente más cómodo. Hoy su cargo lo obliga a medir el equilibrio de la coalición, que es clave para su futuro político y para el desarrollo del país. Porque más allá de las posiciones políticas y lecturas teóricas, la expansión del universo heterodoxo argentino depende de los resultados económicos que logre la gestión que termina en 2023.