Nunca fue a New York, no sabe lo que es París, pero se jacta de conocer bastante su provincia, Misiones, y sus “cien caminos de mágico rubí”.

Casi todo lo que escribió y escribe, desde el periodismo y la ficción literaria, tiene que ver con la tierra roja.

A los 18 años migró a Buenos Aires para estudiar periodismo. En esos años se dio cuenta que allí, como cantaba Gieco, “los zapatos son modernos, pero no lucen como en la plaza de un pueblo”.

Durante su primer empleo fijo en el diario Primera Edición no escribió una sola letra: fue intercalador de suplementos en la imprenta. Hasta que un día le aceptaron una nota y terminó ingresando como redactor estable. Fue corresponsal de pueblos, fundó una revista de investigación periodística (la ya extinta Superficie) y cuando su hija Victoria Gaia nació, comenzó a escribir cuentos. En 2016 publicó Urú con otros relatos. En 2018, a través de la editorial porteña Maten al mensajero y su colección de microrrelatos  Gong! lanzó Toma; y en 2020 volvió al formato de la short fiction con Descubiertero. Sus últimos dos libros son investigaciones periodísticas con pretensiones de novela de no ficción: El caso Dorneles (2022) y Presente (2023).

Profesa activamente la religión xeneize y si tuviera que salvar un solo libro de un incendio, ese sería La cofradía de la uva, de John Fante.