Cuando era un estudiante de bachillerato, Prometeo Lucero fotografiaba marchas estudiantiles con una Kodak 110 rota, por puro gusto. Años después, en la carrera de diseño gráfico, reprobó la materia fotografía. Ya en la carrera de periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, se dio cuenta que para narrar las historias que quería contar, lo mejor era el fotoperiodismo. Se compró una réflex. Sacó centenares de fotos. Hizo cursos y talleres. Hoy es un fotoperiodista independiente especializado en temas de migración, derechos humanos y medio ambiente.
Sus coberturas fotográficas para Greenpeace han sido difundidas por agencias internacionales como Reuters, AFP, AP, EFE, y publicaciones como The Washington Post, Wall Street Journal, Los Angeles Times, Yahoo! News, Terra; también en diarios, revistas y portales mexicanos. Suele colaborar en la revista Proceso, El Universal, La Jornada, Milenio, Marie Claire, Animal Político, entre decenas de medios.
En 2012 publicó Dignas, voces de defensoras de derechos humanos en México (Brigadas Internacionales de Paz) y prepara otro sobre historias vinculadas a los derechos humanos en varios estados mexicanos. Lucero obtuvo premios y menciones y sus fotos participaron en distintas exposiciones.
Autocrítico implacable, casi nunca queda conforme con las imágenes que consigue. Una vez sí le gustaron sus fotos. En Guerrero, logró sumergirse en un ritual indígena nahua. Se trataba de un baile milpa, en el que las mujeres adornaban mazorcas con pan y subían a los cerros a danzar para agradecer las lluvias y la cosecha. Al concluir ese trabajo, Lucero se dijo sí, esta vez sí lo hice.
La vida de fotoperiodista lo tiene de acá para allá y a veces extraña su casa. Sobre todo, hecha de menos a su bonsai.