El neuquino Marcos Urdapilleta es uno de los tantos jóvenes entusiastas que, a la vez de estudiar la carrera de Letras, trabaja para mantenerse: es empleado administrativo en un estudio de abogados. Y le queda tiempo para participar, todos los martes, del taller de lectura y escritura Heterónimos y para armar el trabajo de archivos y difusión del Congreso Gombrowicz.
Antes de recomendar un libro, piensa en el tipo de persona que tiene enfrente. Últimamente, sugirió a lectores diferentes Ferdydurke, y Nadie nada nunca, de Juan José Saer.
Tuvo varios perros, pero desde que el último desordenó todo su cuarto y destrozó varios de sus libros, prefiere las tortugas. Son más tranquilas, dice.