De chica, Malena Azcona leía un libro por día. Luego, creció, tuvo menos tiempo: empezó a escribir y fue al taller de Hebe Uhart donde escribió cuentos deliciosos (que guarda celosa).
Sigue leyendo: hasta que se mudó, su biblioteca estaba estrictamente ordenada alfabéticamente. Hoy, Kafka se sucede por Dorothy Parker, Carson McCullers se apoya en Onetti y Simone de Beauvoir queda apretada entre Felisberto Hernández y John Cheever. Tiene pendiente ordenarla: lunes a lunes, se dice que lo hará el fin de semana que viene.
Periodista, trabajó como correctora de textos, productora de noticiero, redactora de la revista Debate y editora del Portal del Sur. Hoy, colabora como free lance en distintos medios.
Acostada, al irse a dormir, antes de cerrar los ojos, se piensa buceando en un arrecife de coral: la paz subacuática, los dos calamares que la siguen, el ruido de su respiración, de los peces comiendo en las rocas, el azul intenso de la profundidad oceánica.