En la casa de Leila Guerriero suele haber animales en plan de rehabilitación: iguanas que necesitan sol para reforzar el calcio, víboras angustiadas, gatos siameses con algún problema de nutrición. Una vez, incluso, un pájaro aterrador al que debían alimentar con una jeringa. Ahora hay una zarigüeya bebé, que un cliente de la veterinaria de su marido compró en la feria de Pompeya y no supo qué hacer con ella. Está en su casa, hasta que crezca, para después soltarla en el campo. La cronista cree, cada vez que la mira lo piensa, que es un animal bastante feo.
Leila publicó en muchas revistas y diarios internacionales: argentinos, italianos, alemanes, peruanos, colombianos y hasta ucranianos.
En 2005 publicó el libro Los suicidas del fin del mundo (Tusquets) y en 2009, Frutos Extraños (Aguilar Colombia y Argentina) que, en 2012, publicó Alfaguara en España.
Trabaja mucho: cuando se sumerge en un texto, lo que pasa a su alrededor se borra: Leila Guerriero encapsulada, concentrada en las letras es ella y su computadora. En 2010 su texto El rastro en los huesos, publicado en El País Semanal y Gatopardo, recibió el premio CEMEX-FNPI. Tiene muy pocos momentos para el ocio, pero no lo cuenta como una pérdida sino como la forma en la que le gusta hacer las cosas.
Atea, nunca necesitó de la idea de dios. Tampoco piensa tener hijos.
En 2013 publicó su tercer libro, Plano americano, en Ediciones Universidad Diego Portales, Chile, una recopilación de veintiún perfiles de personas iberoamericanas relacionadas con el arte y la cultura.
Editora para cono sur de la revista Gatopardo y directora de la colección Mirada crónica, de editorial Tusquets argentina, tiene sus propios fanáticos. Los estudiantes de periodismo la miran embelesados. Hace no tanto, en la redacción de un diario, un pasante llegó a decir: “Si sale el muñeco de Leila, me lo compro”:
En cualquier momento, en su kiosco más cercano, “Leila editora” articulada: merchandising de Anfibia.