Era un niño tímido y los relatos de fútbol lo sacudieron. Tal fue esa pasión que se imaginó torneos de fútbol y después de básquet, donde Mannarino era quien hacía los relatos y los comentarios. Le costaba darse con la gente y descubrió que uno de los pocos libros que su padre guardó en un depósito que estaba al lado de su pieza, tenía una mordedura de rata. El libro era “A sangre fría”, de Truman Capote. Lo leyó y nunca más paró: se entregó por completo a la religión de la lectura. Porque escribir, dice, es antes que todo ser un lector voraz, devoto y fiel de literatura.
Perdió a su mascota, un pequinés llamado Stich, en el temporal que destrozó La Plata. Adoptó luego a Rayo, de su amiga Mariana Dopazo, a quien conoció cuando nadie creyó que el represor Etchecolatz tenía una hija dispuesta a cambiarse su apellido.
Fanático de Gimnasia y Esgrima de La Plata, una vez recibido de periodista y licenciado en Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata, se metió en el Profesorado de Historia de la Facultad de Humanidades, carrera que está terminando en inagotables exámenes de forma libre. Actualmente es docente de la Facultad de Comunicación Social de la UNLP, ha dirigido y escrito obras de teatro, y se gana la vida, dice, escribiendo como free lance de temas tan variados como crónicas de viajes, retratos de personajes e historias de vida, crítica de libros y discos, y reporteos en profundidad sobre tramas judiciales.
Por su texto "Marché contra mi padre genocida", publicado en Anfibia, recibió numerosas menciones y reconocimientos. Sus crónicas y perfiles forman parte de diversas antologías y de medios nacionales e internacionales. En 2022, fue nominado como finalista entre cientos de textos por su investigación sobre el hundimiento del ARA San Juan, y fue uno de los pocos argentinos que quedó entre los diez seleccionados del prestigioso premio García Márquez en la categoría Texto.