Su foto preferida, de las miles y miles que ha sacado, es un paisaje de la cordillera Quimsacruz, en Bolivia. En la imagen se ve un horizonte de montañas que poco a poco se va perdiendo entre los matices de la luz del atardecer. No es casual. A Juan Gabriel Estellano, además de disparar sus cámaras, le apasiona la escalada en roca, en todas sus variantes. Cuando sube las montañas hace ejercicio, respira otro aire, piensa con claridad.
Estellanos tiene 25 años. Nació en Montevideo, luego de que su familia se fuera exiliada primero a México y después a Uruguay. En el ’94 volvieron a La Paz. De chico le gustaba la fotografía. Solía quitarle a su madre una cámara marca Chinon y examinarla de arriba a abajo. Cuando creció le regalaron una Zenit. Hizo cursos y talleres. Se anotó en la Academia Nacional de Bellas Artes pero a los seis meses dejó todo para dedicarse a la escalada en roca. Viajó por muchos países, sin dejar de sacar fotos. Se inclinó por los temas sociales y la fotografía documental.
En 2006 publicó sus primeras fotos en periódicos y revistas de distintos países. También trabajó en producciones de cine y televisión haciendo tanto la fotografía fija y asistencia de cámara. Es parte del colectivo boliviano de fotografía Sinmotivo.
En el 2011 fue parte del proyecto Viaje al corazón de Bolivia, un recorrido de siete semanas en el que retrató la vida en el campo boliviano.
Cuando no toma fotos ni escala, Estellano dibuja, lee, juega ajedrez o fútbol. En sus épocas de pizzero en un restaurante, aprendió a amasar y a cocer en horno de leña unas pizzas sabrosísimas.