Un martes, mientras Josefina Licitra reporteaba su crónica para Anfibia, la vaca Rosita, que al parecer no gusta del show business, le dio un topetazo. En los días que siguieron, Josefina trató entonces de hacer algo contra lo que luchó durante toda su vida: aburrirse. Y pidió, casi imploró, que no le pasara nada, que las horas se sucedieran sin hechos destacables: quería tener por lo menos un día normal.
La vaca no era un mamífero cualquiera, sino un ejemplar clonado, particular, único en el mundo. Periodista con estilo, Josefina celebró la exclusividad tomando ibuprofeno 600.
Le gusta escribir y en sus crónicas eso se nota. Se nota mucho. Y es muy sensible. Cosa que también se nota. Como en la que escribió sobre el presidente uruguayo José Mujica. O la otra, la de la chica de quince años, líder de una banda de secuestradores; una historia larga con la que ganó el premio de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) en 2004.
Josefina publicó en muchos diarios (Clarín, La Nación, Perfil, Crítica) y en montones de revistas, argentinas y de otros países. También da talleres. En su casa y en la Fundación Tomas Eloy Martínez. Tiene muchos alumnos. Los alumnos de Jose dicen que es una excelente maestra. Hoy, si alguien quiere ir a sus talleres, tiene que mandar un mail y esperar que haya un lugar.
En 2011 publicó el libro de no ficción Los Otros. Una historia del conurbano bonaerense, y en 2007 publicó –también en el terreno de la no ficción- el libro Los Imprudentes. Historias de la adolescencia gay lésbica en Argentina (Editorial Tusquets, colección Andanzas) y, en 2014, El agua mala (Editorial Aguilar). Sus crónicas también salieron en montones de antologías. Y a pesar de que sabe (en parte por eso decidió elegir el oficio) que el periodismo le permite ir a lugares y conocer cosas que de otra forma jamás podría, nunca pero nunca se hubiera imaginado que un día el comportamiento de una vaca la pondría furiosa.