Ignacio Tamagno nació en 1989 en el Hospital Privado de Córdoba. Es el quinto de siete hermanxs pero el segundo entre lxs cuatro que lograron sobrevivir al parto. Para que ello fuera posible, su mamá guardó cama los ocho meses que tardó en nacer, tiempo en el que también tejió un telar lleno de casitas vacías.
Sus primeras etapas de vida (infancia y adolescencia) transcurrieron en Villa María, ciudad agropecuaria del sureste de la provincia de Córdoba de la que llegado el momento supo escapar. Allí recibió mucho amor. Pero también fue testigo temprano de violencias que todavía lo persiguen. Estudió primario y parte del secundario en un colegio técnico lechero, católico, donde sufrió el permanente acoso de compañerxs y docentes. Finalmente logró ser expulsado.
Entonces lo llevaron a trabajar al campo. Su primer trabajo fue de matarife. Primero de conejos, en el criadero del campo, pero muy pronto aprendió a matar de todo menos personas. La escritura y la actuación han sido sus grandes refugios y sus pequeñas conquistas. En ese tránsito pasaron muchas cosas, pero lo importante, o lo que él quiere referir, es que dejó de matar para crear pequeños otros mundos (como su mamá). Por experiencia, entiende que la cultura se construye como un privilegio pero trabaja, desde y como puede, para construirla como un bien común.
Actualmente es escritor y director de teatro, y dirige un proyecto de cronicado y autodocumentación colectiva junto a comunidades migrantes de diferentes ciudades y partes del mundo. Su trabajo lo mantiene en una situación de tránsito casi permanente: rara vez pasa más de treinta días seguidos en la misma ciudad. Ha vivido en diferentes lugares de la Argentina, España y Dinamarca; envió estas líneas desde Uruguay.