Cuando era chica, Gloria Ziegler buscaba arañas. Las sacaba de sus huecos, las metía en un frasco y, después de mirarles las patas un rato largo, las dejaba salir, las veía irse. Gloria siempre quiso ver las cosas en detalle, entender mundos íntimos, saber cómo son las personas de cerca.
Ziegler trabajó como niñera, vendedora, cajera, empleada administrativa y analista de créditos. Pero luego, se fascinó por historias que parecen simples. Desde entonces, no paró de escribir. Su primer perfil fue sobre el fiscal del juicio a las Juntas Militares. Luego vino Anabela, “La chica mimada del cine porno argentino”.
La autora, que no se pierde un capítulo de Dr. House, canta a todo pulmón los temas del Indio Solari y pasa sus ratos de ocio entre libros y tejidos de lana, publica sus crónicas en revistas como La CosaSoleComunicaG7 yPlaneta Urbano.
Ya no busca arañas, ahora su radar detecta personajes. Una vez que los elige,  se detiene en sus particularidades, busca llegar hasta las últimas consecuencias. Escarba en memorias y archivos el día de un partido, la última muleta. Si el personaje se escapa, ella no se rinde. Sigue atenta, y espera. Otras de sus presas periodísticas fueron un doble argentino de Luis Miguel y un físicoculturista ciego.
Dentro de esos universos ocultos que se revelan ante sus ojos, también se encontró con Ángel Sánchez, un árbitro que colecciona los objetos que los hinchas le tiran en la cancha; Sin dejar escapar los pequeños detalles, recurrió a historiadores y jugadores para rastrear la fecha de ese partido que no permanece en la memoria del juez coleccionista: el día que una muleta, la única pieza que no logró exhibir en su pequeño museo, quedó tirada en el pasto.