Francisco Cantamutto nació en Bahía Blanca, en un hospital medio oscurecido porque justo era la guerra de Malvinas. Primero de cuatro hermanes, creció en el campo, a 25 kilómetros de la ciudad que visitaba a diario para ir a la escuela, y más tarde a la universidad.
Entre campo y ciudad durante 24 años, un poco de ninguna parte, un poco de ambas, una formación cultural algo híbrida, llena de recuerdos que combinan cortes de luz con inundaciones, cosecha de melones y tardes haciendo nada con amigues.
El rock lo acompañó desde siempre, le puso ritmo y letras a ese tránsito por la vida. Más tarde, se animó a armar mis propias letras y formó parte de la cooperativa editora El Calamar. Vía poesía, con recitales, pintadas, y muchos mates compartidos, aprendió los rudimentos reales de la construcción de prácticas políticas colectivas.
Los primeros pasos junto a la CTA resistiendo el ajuste, FM de la Calle, la radio comunitaria, centros de estudiantes, los compañeros de INCOB que recuperaron su propio frigorífico, probar con cooperativas y emprendimientos, la Sociedad de Economía Crítica. Un cocoliche de experiencias que sigue siendo una marca de trayectoria.
México lo cobijó gratamente por años, y así se latinoamericanizó. Regresaron al país con su pareja, pasó por distintos lugares y cuando nació su hijo, volvieron a Bahía.
Mientras todo eso ocurría terminó de estudiar economía y un doctorado en ciencias sociales. Trabajo en la Universidad Nacional del Sur y en CONICET.
Siempre medio patadura pero poniéndole ganas.