Nació en 1978 en Bologna, Italia, pero creció en Buenos Aires. El italiano fue el primer idioma que habló. El castellano todavía lo sigue aprendiendo, dice. Cuando llegó a la Argentina tenía 5 años y un acento centroamericano. Había pasado 6 meses tansicionales en la Nicaragua sandinista. Lo primero que recuerda de este país es una plaza enorme llena de gente con banderas rojas y blancas; y celestes y blancas. Bombos y cánticos. Y que ese día su madre no quiso comprarle ninguna banderita, por más llanto y pataleo.
Trabajó de cualquier cosa. Fue preceptor de un colegio, bachero en un restaurante, repositor en un supermercado, ayudante de plomero, cadete en varias empresas, conserje en un hotel. Su fragmentaria currícula, de la que tantas veces renegó, hoy le permite animarse a escribir de lo que sea. En un viaje escolar a Puerto Madryn se enloqueció con la fotografía. Soñó con ser Robert Capa.
También soñó con ser futbolista. Su mayor -y único- logro fue probarse en la cancha de Argentinos Juniors, sobre el mismo pedazo de tierra donde debutó Diego Maradona. Antes del partido, el técnico le dijo a los chicos. "Esta es la mejor categoría del club. Para entrar van a tener que se mejores que los nuestros". La prueba duró 20 minutos. El técnico ni lo miró. A los pocos años entendió todo. Era la 78, la misma que Juan Román Riquelme. Ahora se conforma con jugar en todos los partidos que lo inviten y con ver al River de Gallardo.
Siente que siempre fue periodista, pero que recién se dio cuenta cuando empezó a escribir en la corresponsalía porteña de El Tribuno de Salta. También integró la producción del noticiero de América 24 y las redacciones de Crítica de la Argentina y el diario Crónica. En el medio estudió Ciencias Políticas, Comunicación Social y Letras. Lo único que terminó fue un terciario de Periodismo. También publicó en Crisis, Caras y Caretas, Brando, InfoJus Noticias, L´Espresso de Italia, y la mexicana Letras Libres. Escribió en las secciones de Sociedad, Cultura, Policiales, Política.
Lo aburren los libros sobre periodismo y putea con cualquier cosa que se traduzca en España. Su lectura está prácticamente copada por la literatura. Lee todo lo que encuentre de Antonio Di Benedetto, Juan José Saer, J.P Donleavy, Raymond Carver, Roberto Bolaño, y Osvaldo Soriano. El Traductor, de Salvador Benesdra, le partió la cabeza. Ahora cree que la cosa pasa por Samanta Schweblin, Federico Falco y Mariana Enriquez. A veces escribe ficción.