Cuando tenía 12 años a Daniel Merle le regalaron su primera cámara. Era una de esas chiquitas y la llevaba todo el día colgando del cuello. Mientras los compañeros de la escuela se divertían pateando una pelota Daniel jugaba a ser fotógrafo. Para los padres era un juguete más; para él era lo más importante que tenía.
En la adolescencia se devoraba los fascículos de Fotógrafos Argentinos del Siglo XX, del Centro Editor de América Latina y las revistas FotoMundo y Fotografía Universal. A los 16 empezó a colaborar en medios y poco al tiempo entró como reportero gráfico en la Agencia fotográfica SIGLA de Buenos Aires.
En 1979 empezó a trabajar en el diario La Nación, en su revista dominical, donde llegó a ser editor en jefe. También ocupó, durante tres años, el mismo cargo en la revista Viva del diario Clarín. Colaboró con la Agencia de Noticias Reuters y el diario New York Times.
Su primera muestra individual de retratos fue en 1985, en la porteña Galería Benzacar, y a partir de ahí expuso en diferentes festivales y participado en publicaciones colectivas.
Ama la montaña: estuvo a punto de alcanzar la cima del Aconcagua. En Buenos Aires se mueve en su bicicleta plegable y está tranquilo en su casa porque lo custodian Félix y Nano, sus gatos.
Su blog sobre fotografía en lanacion.com es lectura obligatoria para cualquier interesado en los debates contemporáneos sobre la imagen y el arte.
En 2014 fue miembro del jurado de primera ronda para el World Press Photo que se realizó en Amsterdam.
Hoy es la docencia, con el taller FotoDoc y el Nano Festival de Fotografía lo que ocupan la mayor parte de su tiempo. El mundo Merle se divide entre lo digital y lo analógico, entre las tarjetas de memoria y los rollos, entre enseñar y seguir aprendiendo cada día.