Cuando era un niño Axel Alexander jugaba con las cámaras antiguas de su papá. Le interesaba el trabajo de laboratorio: disparaba, revelaba, contemplaba. A los 17, transformó su inquietud en trabajo como fotógrafo profesional. Durante mucho tiempo hizo fotos para Clarín; hoy divide su tiempo entre trabajos comerciales y ensayos fotográficos. Realizó muestras en el Centro Cultural Ricardo Rojas, en la Biblioteca Nacional y el Instituto Goethe, entre otros.
Ha viajado por todo el mundo y lo sigue haciendo. En Buenos Aires es una pequeña leyenda urbana. Quienes han salido con él, cuentan que es muy posible que al tomar un taxi los conductores lo reconozcan y sin mediar palabra le pregunten: "¿a tu casa?".
Alexander cree que fotógrafos son aquellos que se toman un tiempo para contemplar un atardecer con o sin cámara son fotógrafos. “Los amantes de la luz y del tiempo, alejados de las técnicas, los manuales y los métodos. Es maravilloso saber mirar”, dice.