Fotos estudio: Sebastián Freire
Fotos obra: Prensa Teatro Nacional Argentino y Prensa "Todo tendría sentido si no existiera la muerte"
Una maestra de pueblo se entera que va a morir y decide concretar su deseo de hacer una porno: son tres horas en tensión, donde la intimidad y la épica no resultan antagonistas. En otro teatro Encarnación Ezcurra –la descripción más común y menos justa es decir “la mujer de Rosas”- hace un monólogo de furia pasional cuando se entera el avance de los salvajes unitarios y el desprecio que tiene que pagar por ser mujer. En otra sala Lorena Vega dice que va a contar una historia de su familia y habla del vínculo con su padre imprentero, una vida que también es el retrato de una generación. Todas estas escenas, con ella de protagonista, pasan en la última semana.
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Quienes vieron Imprenteros sabrán de qué se trata lo que sigue, porque algo de esto ya fue contado en la obra. Lorena Vega nació en una familia humilde y muy trabajadora de Flores que vivía arañando la clase media, sin llegar al punto de la necesidad pero tampoco con el excedente para opciones que se alejaran del sentido práctico de la subsistencia: comida, educación, tener un techo y, como un lujo, ir al cine. Su padre no era buen negociante y más allá de la energía que todxs ponían en la imprenta casi siempre había deudas. Su mamá, formoseña, era modista y tenía una marca distintiva en las fotos que tomaba: solían quedar fuera de foco, con sus protagonistas recortadxs o con encuadres enigmáticos para lo que se espera en un álbum familiar.
Imprenteros fue gestada en el taller de biodrama de la actriz y directora Vivi Tellas. ¿Qué es biodrama? Una fusión para poner en escena la vida misma y mostrar el arte que habita en las cosas. La intimidad, el presente y la sumatoria de recursos son algunas de las constantes que aparecen en las producciones del género que se presentaron en los últimos años: historias simples en apariencia como la vida de dos amigos senegaleses que conversan, unas guías turísticas que provocan con nuevos recorridos, un escritor al que le descubren una enfermedad o la vida institucional de un grupo de empleados de teatro. El biodrama es “un documental en vivo”, según resumió Tellas frente a una sala TED.
Ahora supongamos que esta nota es un biodrama. Acá aparezco yo, Matías, y le pregunto a Lorena Vega qué significa mezclar periodismo y performance. Imagino que va a haber alguien leyendo, por eso uso algunas reglas básicas para que funcione el pacto de lectura. Porque si no escribiera para ser leído quizá lo haría todo a la vez y en asociación libre como en mi anotador mental. Lorena Vega: mirada de luna india, pelo intenso de rulos, una boca que ríe y achica los ojos, como diciendo vos me entendés, que habla rápido, que sabe lo que dice porque ya lo dijo, pero ahora que no lo había dicho habla más lento. Vuelvo a la pregunta y escucho que ni es una pregunta. Lo que dije fue “periodismo y performance”.
Lorena contesta, dice textual:
- Me enciende la investigación, el cruce de elementos y el riesgo en las propuestas. En relación al periodismo y la performance creo que, por un lado, me pasa lo mismo: cuando se encuentran dos elementos que aparentemente no irían juntos es donde siento que emerge la zona incómoda, la que llama la atención, la que hace como un corte en la lectura habitual, y eso logra que se ponga de relieve algo que hay que mirar de otro modo. Por otro lado hoy está muy presente lo de poner en escena y no solo en los ámbitos tradicionales: hoy poner en escena, mostrar y montar es algo que sucede habitualmente.
La escena donde hablamos ahora sucede en el Petit Colón, un café en diagonal al obelisco y a dos cuadras del teatro Cervantes donde Lorena estuvo ensayando hasta recién La vida extraordinaria, que se repondrá en septiembre. Lorena toma una tónica para bajar y sigue:
- Lo más cotidiano es lo que pasa en las redes: las fotos, las selfies, las historias de Instagram “acá comiendo esto”, “acá haciendo esto” son una muestra de que todo el tiempo se arma escena. Lo que pasa en las obras es que hay como un colador que, depende quién lo mire y quién lo esté contando, pueden lograr una extracción de un modo de ver las cosas. Las situaciones que son materia periodística también son un escenario de algo. Y la performance de un abordaje periodístico puede hacernos resonar con un tema por ponerlo fuera de su área habitual.
En el próximo párrafo pasamos a la tercera persona pero ya todos sabrán quien escribe. Lo mismo que en el biodrama: un poco ficción, porque se reconstruye desde las subjetividades, y otro poco real, porque es basado en datos objetivos de “la vida real”.
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A los 15 años Lorena tuvo su primer romance con el teatro en un taller que se hacía en una escuela del barrio. Los lunes empezaron a ser el día más esperado de la semana, la conexión con un territorio mágico donde ser otra, ser la misma, se volvió algo recurrente: “Me arrojé sin más. Lo que recuerdo con mucha claridad es el impacto que me generó lograr una ausencia de mi vida cotidiana y de la realidad como materia presente y habitar otra lógica, otro universo, la sensación de un mundo paralelo”. A pocos meses de empezar la profesora la convocó para una obra que se llamó Modelos de madre para recortar y armar y trataba de relatos sobre relaciones con las madres.
La pasión, si adolescente, doble. Y la expectativa de Lorena fue enorme, llenó la función de gente: familia, amigos, conocidos de conocidos, un montón. Pero a las dos funciones de pronto se cortó el ciclo y el shock fue tan fuerte que la pasión tornó a odio. Puteó y dijo nunca más voy a hacer teatro. Eso la alejó un año de actuar y decidió que iba a estudiar comunicación. Hizo el CBC y llegó a cursar unas materias, que después le sirvieron cuando se pasó a Artes Combinadas. Al otro año el teatro volvió junto con el amor: un novio que era más grande -un músico que curtía mucho la movida cultural- le regaló para el cumpleaños un seminario intensivo de clown. La primera reacción fue cortante: ni en pedo vuelvo a actuar. Pero aflojó. Y fue genial porque se dio cuenta que la cosa iba por ese lado y se metió a fondo. “Voy a hacer teatro en serio”, dijo y se creyó.
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Lorena tiene una trayectoria todo terreno en actuación. Participó en más de 30 proyectos junto a directorxs destacadxs del teatro como Mariano Tenconi Blanco, Mauricio Kartun, Alejandro Catalán, Matías Feldman y la lista sigue y es muy larga. Fue galardonada con muchos premios, entre otros, con “Yo, Encarnación Ezcurra” ganó el ACE a Mejor Actriz en Unipersonal. En cine también la lista es larga y va de películas más alternativas como “La Paz”, de Santiago Loza, a otras más clásicas como “Hermanos de sangre”, de Daniel de la Vega. En TV hizo un recorrido ecléctico que la llevó a participar desde producciones como El Marginal a programas de aire como La Pelu, donde hizo durante dos años el personaje “Buchonelli”, la policía del barrio que le alcahueteaba los chismes a Flor de la Ve. Este resumen es muy injusto, pero si alguien quiere ver su carrera en detalle este link le hace mérito a su currícula.
Si bien su carrera pasó por los grandes teatros se la ve cómoda en el circuito off, donde la experimentación tiene más puertas abiertas. A fines de los ’90 fue parte del Grupo Sanguíneo junto a Martín Piroyansky, Juan Pablo Garaventa y Valeria Lois, una usina de juego y profesionalismo que se mantuvo por nueve años. En el terreno de la performance la primera incursión que tuvo fue de puro lanzada. Lorena había ido a Cemento, cuna de los rockeros y la mística under noventosa, y escuchó al grupo ‘Entre las medias’, una fusión de pop y soft rock que la sacudió por lo rara. “Me parecía que era una banda que tenía otro vuelo, otra propuesta sonora y escénica. Cuando los vi le pedí a mi amiga que me siga, me mandé a los camarines y les dije a ellos: ‘Che, nosotras tenemos un dúo; hacemos performances con bandas de rock’. Me pidieron que explicará y dije ‘Bueno, mirá, nosotras escuchamos los temas y pensamos… hacemos como unos recorridos en el espacio’”. El chamuyo fue creíble y funcionó: acompañaron a la banda en las siguientes presentaciones.
Más acá en el tiempo Lorena estuvo como intérprete en Todo lo que está a mi lado, la performance que dirigió Fernando Rubio donde el espectador se metía diez minutos en una cama con el performer y tenía un momento de intimidad colectiva. El mismo Rubio fue el tutor del primer Laboratorio de Periodismo Performático en 2018, una edición en la que participaron seis proyectos que se pueden ver acá.
El Laboratorio, una realización conjunta entre Anfibia y Casa Sofía, promueve el cruce entre la investigación periodística y las artes desde una matriz innovadora y explorando nuevas formas de contar historias. Una de las claves en la convocatoria de Anfibia señala que en el periodismo performático hay que poner el cuerpo pero esto no significa hacer teatro. Significa, por ejemplo, generar un objeto que circule, hacer una intervención callejera, montar un dispositivo con videos en algún lugar: “Cuando un cuerpo se pone en movimiento para contar una historia empieza a nacer el periodismo performático. No venimos a vivir para contarla. Vamos a contarla mientras vivimos”.
Para Lorena, el LPP es una oportunidad de arriesgar a un nuevo campo de acción para intervenir en las subjetividades: “En mi caso cuando abordo un material descubro niveles de empatía por distintos motivos. ¿Cómo explicarlo? Para mí es algo que tiene que ver con una posición en la vida. Por supuesto que uno va haciendo ajustes en relación a sus pensamientos y a las cosas que va viviendo, pero hay algo a explorar... si vos estás parado de un modo en la vida, las cosas las mirás desde ese lugar y tu mirada te hace particular frente a otras formas de contar”.
¿Y si tuvieras que elegir entre forma y contenido?
―Para mí abordando un material emerge la mirada que uno tiene sobre el mundo y seguro que también las contradicciones. Me importa mucho la forma pero no tengo predeterminado el mensaje, me descubro siempre encontrando materiales que habitan un lugar de conmoción -de reflexión- sobre la existencia humana. En definitiva, me parece que siempre se trata de eso. De las formas de existir.
Volvemos al juego. Si esto fuera un biodrama performático el autor aclararía que no hay punto final sino puntos suspensivos en el texto que es la vida de Lorena Vega. A partir de septiembre, los proyectos seleccionados serán parte de la historia. Un nuevo campo para dar la batalla sensible.