Como viene ocurriendo desde 2021, el festival anual de VOX reunió en España a la familia numerosa de las (ya no tan) nuevas derechas, cuyos lazos también vimos estrecharse en encuentros a nivel global como la CPAC Estadounidense. La cita, difícilmente equiparable a otra cumbre en suelo europeo, fue ideada como un espectacular arranque de campaña para las elecciones al parlamento europeo del próximo 9 de junio. Convocó a dirigentes que décadas atrás eran marginales y hasta ajenos a la política pero hoy ocupan o disputan la centralidad de la esfera política. Si bien participaron figuras como la primera ministra italiana Giorgia Meloni y la histórica dirigente francesa Marine Le Pen, el evento estuvo marcado por el claro protagonismo de Javier Milei, que aprovechó la oportunidad para tildar de “corrupta” a la esposa del presidente español Pedro Sanchez generó un conflicto diplomático entre España y Argentina. Hoy el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, anunció que retirarán a su embajadora en Buenos Aires.
En una insólita muestra de afecto, Milei ensalzó ante su público español su estrecha amistad con el líder de VOX, Santiago Abascal: “Cuando yo era un ser despreciable el único que me abrazó fue Santiago Abascal”. ¿Pero puede una amistad personal sostener una alianza política marcada por profundas diferencias de partida? ¿Qué tan parecidas y qué tan distintas son las experiencias de VOX y la de la Libertad Avanza?
Tanto la existencia de VOX como la de La Libertad Avanza resultan impensables fuera del contexto de crisis que capitalizaron para emerger. Santiago Abascal sacó a la extrema derecha del ostracismo político capitalizando el descontento de la españa conservadora; fundamentalmente, ante el auge del independentismo catalán, la irrupción de PODEMOS y la creciente fuerza cultural del movimiento feminista. Irrumpió en la escena política ocupando el espacio vacío que había dejado la aparente ‘claudicación’ de la derecha existente en cuestiones clave para su base social. Sin embargo, el telón de fondo de esa escena fue una crisis de representación mucho más profunda. Un resquebrajamiento que llevó al congreso español a fragmentarse en un mosaico de más de veinte partidos que, hablando seis lenguas distintas, cada cual parece hablar su propio idioma.
Javier Milei llegó a la Casa Rosada en un contexto de desafección política y con el oficialismo del ex presidente Alberto Fernández que arribó al término de su mandato con los niveles de aprobación de Fernando De La Rua. Pero a eso se le sumó un proceso general de desgaste del debate público planteado por los partidos mayoritarios y el desmembramiento de Juntos por el Cambio como la opción de la derecha argentina.
En ambos casos la fórmula discursiva del éxito es similar. Una retórica disruptiva y antagónica con ciertos timbres populistas donde el eje abajo-arriba se reensambla a conveniencia propia y según el contexto. En España, esta enunciación anti-elitista de la política enfrentó a “la España que madruga” contra “los pijo-progres” (en criollo, los hippies con OSDE) y la “nobleza catalana”, mientras que en Argentina este discurso encasilló a “la casta” como antagonista.
En Milei, lo que hay abajo es más difuso: “la gente de bien”. Sin embargo, aunque a su retórica anti-colectivista le cueste formular un nosotros, seguimos hablando de un discurso legitimado en ese abajo-arriba. Un discurso que bajo una retórica anti-elitista termina privilegiando en sus decisiones políticas concretas a los económicamente más poderosos, es decir, a los de arriba.
Las semejanzas se extienden a sus estrategias contra rivales cercanos. Tanto VOX como LLA se destacaron al abrir nuevas grietas para señalar las diferencias frente a sus adversarios más cercanos. Para los de Abascal, esto pasó por apuntalar la idea de que “la derechita cobarde” del Partido Popular (PP) era parte del “consenso progre” o las “oligarquías globalistas”, mientras la operación de los libertarios, aunque un poco más zigzagueante en sus acuerdos de gobierno, se refleja en apodos que señalaban al partido de Macri como “Juntos por el Cargo” y el mantra de que “una Argentina distinta no es posible con los mismos de siempre”, que también incluía a JxC en etapa electoral.
En la articulación de estos discursos, y en el despliegue de sus estrategias políticas, es crucial la apuesta de ambos partidos por las redes sociales, donde su falta de cuadros y militantes se compensó con el apoyo de bots, granjas de trolls y nuevas celebridades digitales. Entre estas últimas, destaca el papel de streamers e influencers que, convertidos en ideólogos y propagandistas, cumplen un papel central en lo que ellos mismos denominan como “batalla cultural”.
En España, más de 40 creadores de contenido “anti-progresista” amasan más de 100 mil seguidores cada uno. Juntos, suman más de 9 millones. Mientras, en la primera vuelta de las elecciones Argentinas, sus homólogos argentinos sumaban más de 12 millones. Tanto VOX como LLA arraigan su trabajo ideológico a través de fundaciones y think tanks globales como Atlas Network o la Fundación Disenso, pero este fenómeno digital —entre otros— acerca notablemente a ambas experiencias.
La forma en la que estos espacios emergieron en el debate público en cada país, el discurso disruptivo, antagónico, y el uso del espacio digital son territorios comunes. Sus discursos sobre el cambio y las miradas que tiene sobre lo nacional, sin embargo, son bien distintos.
Tal vez las diferencias de origen de cada partido sean importantes a la hora de entender los diferentes discursos sobre el cambio que plantean. VOX apareció en la escena pública en 2014 como una escisión del PP. Su objetivo fundacional era el de ser una suerte de correctivo, un grupo de presión que forzase a la derecha mayoritaria a recuperar compromisos ideológicos que creían traicionados; de la defensa de la ‘familia tradicional’ y el ‘derecho a la vida’ a la oposición de cualquier política de verdad, justicia y reparación con los crímenes de la dictadura. En última instancia, la aspiración de VOX es recuperar un orden que consideraba natural e ilegítimamente profanado.
La Libertad Avanza nació en 2021 con un outsider que desembarcó en la arena de la política desde los paneles televisivos y el cambio propuesto es con un proyecto de ruptura que viene a inaugurar un orden nuevo junto con una actualización de la narrativa histórica argentina. La insistencia en que una Argentina distinta no era posible con los mismos de siempre y la impugnación de un supuesto “siglo de la decadencia” fueron el reflejo de ese imaginario adanista que distingue a los libertarios de VOX.
Estas diferencias fundamentales en la cosmovisión de ambos partidos se refleja también en la puesta en escena de sus proyectos políticos. En la campaña presidencial argentina, los actos de Milei arrastraban un aura carnavalesca donde la anti-política tomaba una inusual estética de salón del cómic. En su público resultaba más fácil encontrar cosplayers con pelucas despeinadas o disfraces de león que con banderas argentinas.
El “nuevismo” con el que avanza el Caballo de Troya mileísta contrasta con la noción de “la España viva” que defiende VOX, donde lo nacional se piensa como una reserva moral, un legado dinástico o una “unidad de destino en lo universal”: un orden cerrado a defender contra el que lo cuestiona o lo profana. Abascal no se retrata con peluches de Pochita (la mascota libertaria) sino con un yelmo de conquistador.
Así, en las apariciones públicas de VOX puede verse a las banderas aspadas del imperio español ondeando sin complejos, como si el entusiasmo político de pertenecer surgiese de reconocerse o reencontrarse en lo perdido más que en buscarse en lo nuevo. Así, el joven interpelado por VOX cree encontrar la transgresión en recuperar una identidad que siente proscrita —sea escribiendo un “¡viva Franco!” en un chat de Twitch o rescantando la simbología falangista en sus memes— mientras el libertario promedio disfruta de su pastiche de funko-pops de Milei, latas de atún, imágenes hechas con IA y banderas libertarias. Quizás por eso La Libertad Avanza no sentía reparo alguno en hacer sonar por los altavoces del Movistar Arena hasta jingles de Gelatina.
Ganando terreno en la ruptura más que en la continuidad, los libertarios se permiten el lujo de exponerse irónicamente a la auto-parodia. Del otro lado, en los actos de VOX, el hilo musical se compone de himnos militares y policiales o canciones de rock ochentero clamando “ser de nuevo un imperio”.
Estas escenas podrían parecer anecdóticas. Pero hablamos de diferencias profundas que se expresan también en los ejes sobre los que se articula su discurso. Si la tendencia de las nuevas derechas globales es la de tener una retórica de defensa de lo nacional, particularista, antiglobalista con contenidos xenófobos, en materia económica la de Milei va en el sentido contrario. Así, la libertad y el economicismo neoliberal son los ejes orientadores del discurso del presidente argentino. El ellos son los burócratas, los vagos, los ñoquis y los funcionarios; aquellos que no estrechan la mano invisible del mercado.
En el acto de VOX, la oposición nacionalista a la Unión Europea fue explícita. Le Pen dijo que, tal como existe, hoy la UE es una “burocracia desconectada” de los problemas de cada país y su gente. Hablando del rol de los intereses nacionales en el conjunto, Meloni aseguró que “para que lo libre funcione, además de libre tiene que ser justo”. También se escuchó a líderes de las juventudes de Abascal estallar contra el discurso económico del libertario: “Aplaudir el fin de los derechos laborales abogando por un ‘libre’ contrato entre empresario y trabajador es indigno”, dijo Elsa Almeda, portavoz de la organización juvenil Revuelta.
Juan Ramón Rallo, el economista liberal con quien Milei inauguró su visita a España, también marcó las diferencias entre los proyectos. “Defienden políticas económicas radicalmente distintas. Le Pen encarna más bien la tradición peronista”, dijo criticando la mirada de la francesa.
En el discurso de VOX, lo nacional se extiende a cada ámbito de la vida pública: lo propio frente a lo ajeno, “la España viva” y los “enemigos de España”. Desde esa lógica, los ellos son siempre extranjeros. Así, la izquierda es “venezolana”, el feminismo es “un experimento de campus americano” y el ecologismo “una imposición de Bruselas”.
Esta diferencia entre el antiglobalismo europeo y el discurso de Milei impacta en la forma que toman los distintos discursos. Mientras el presidente argentino hablaba en la campaña de la libertad para contaminar un río, VOX apunta contra la imposición de la política verde por parte de la “dictadura de Bruselas” (es decir, la Unión Europea).
VOX es una fuerza nacionalista y conservadora que, más allá de su retórica antiglobalista donde habla de los trabajadores, tiene un proyecto económico liberal en contra de la organización sindical y a favor la baja de impuestos a los más ricos. La Libertad Avanza es una fuerza liberal que aboga por la desaparición del Estado que en lo económico elude cualquier forma de defensa de lo nacional, favorece a los sectores más concentrados con sus medidas económicas y apunta contra cualquier forma de organización social intermedia. Como expresan las cuitas internas entre Milei y Villarruel, las divergencias entre estas familias políticas de liberales y conservadores, o de antiglobalistas, tal vez sean difíciles de conciliar en el largo plazo.
Enfrentar el auge de la extrema derecha global pasa por articular una respuesta política a la altura, una respuesta que también genere afectos y pasiones capaces de disputar la iniciativa política que hoy ostentan a muchos niveles. ¿Pero es eso posible sin entender a fondo la compleja diversidad con la que se presenta este fenómeno?