Y aunque ya no esperábamos nada de vos, aun así, nos volvés a defraudar.
En un contexto donde lo que prima es la sensación de que todo se va a la mierda cada día un poquito más, es fuerte imaginar un presidente golpeador. ¿Cómo digerir esto? El dirigente que nos representaba a todos y todas, el que hasta hace poco era la autoridad máxima del peronismo y de la nación, hoy es denunciado por violencia de género. Es fuerte. Pero es real. ¿Qué hacemos con esto?
Primero lo primero.
Siempre vamos a bancar a la mujer que denuncia. Siempre vamos a repudiar los hechos de violencia. Ahora esperamos que la justicia actúe rápido y de modo ejemplar.
Después hay dos niveles de problemas. Lo que significa el caso hacia el interior del peronismo, con los antecedentes que ya tenemos. Y el carancheo feminista de los libertarios. Y además saber que va a seguir pasando y ningún espacio político queda por fuera. Sería raro que una sociedad machista y violenta no engendrara violentos. Pero claro, ahora el violento es quien fue nuestro Presidente. ¿Qué hacemos con esto?
Habrá que tener cuidado porque la magnitud del caso potencia la violencia en nuestra sociedad. Y reaviva en los sectores más revulsivos, conservadores y liberfachos el odio al feminismo y a las feministas. Sí, porque el machismo, en su más obvia versión, da vuelta el argumento para hacer responsable a las mujeres (o al movimiento feminista) de no evitar su propia desgracia. ¿Y dónde están las feministas ahora? Gritan como energúmenos los libertarios en las redes sociales, escondidos detrás de sus pantallas.
Esa es la fortaleza que debemos cuidar. Porque hay una historia, hay lucha y hay organización. Las compañeras están en las calles, en las plazas, en las asambleas y en los barrios organizándose para resistir las políticas de ajuste de este gobierno hambreador y violento.
Ellas lo vienen diciendo desde hace mucho: la violencia machista no distingue partidos políticos o espacios, nadie está exento de estas prácticas. Si así lo fuera tendríamos un pedazo de la sociedad viviendo en otra sociedad. El fin de la violencia machista es una utopía con la que camina el feminismo, pero lejos estamos de vivir en esa realidad.
Fabiola, te acompañamos. Bancamos tu valentía y la de todas las mujeres que se animan a denunciar. Las víctimas de la violencia machista no denuncian cuando quieren, sino cuando pueden. En mi militancia en los barrios populares aprendí de mis compañeras, hace muchos años, que a quienes sufren violencia siempre se las acompaña, sin exponerlas ni revictimizarlas.
La creación del Ministerio de las Mujeres y la implementación de políticas públicas de género no volvieron feminista a a nadie. Son el resultado de la lucha de millones de mujeres y feminismos que generación tras generación fueron construyendo una síntesis de lo que el estado debe hacer para prevenir este tipo de violencias y tantas otras. De hecho, que exista la posibilidad de que una mujer víctima de violencia machista por parte de un hombre ex presidente denuncie, es resultado de las condiciones que generó este movimiento.
Pero el feminismo es mucho más que una política pública, es un movimiento que vino a interpelar al conjunto de la sociedad para cambiarla. Su disputa de sentido es más profunda y tiene que ver con el proyecto de sociedad en el que queremos vivir. Para nosotres, los y las peronistas, es parte del famoso proyecto nacional por el que generaciones dieron su vida y es muy injusto con la historia que un mediocre como este tipo, que además es un violento, nos tape el bosque.
Ninguna compañera feminista debe pedir perdón, porque este es el pueblo de Juana Azurduy y Remedios del Valle. Es el pueblo de las sufragistas de principios del siglo pasado. Es el pueblo de Eva Perón y las descamisadas. De compañeras como Victoria Walsh y Claudia Falcone, de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Es el pueblo de Norma Pla, de las piqueteras y las maestras de la carpa blanca que pusieron de rodillas las políticas neoliberales de los 90, tan parecidas a las de ahora.
Este es el pueblo del movimiento feminista mas grande de Latinoamérica, ejemplo en el mundo. Por eso tanto miedo, por eso tanto ataque.
Yo siempre digo que nuestro pueblo no merece el presidente que tenemos hoy. Cada día estoy más convencido de que tampoco nos merecimos el que tuvimos ayer.
Por último me pregunto: ¿Cómo se encuentra fortaleza ante una desilusión así? Mirando en perspectiva, esta y todas las malas, pero también la historia de lucha de nuestro pueblo, ahí está la fuerza que necesitamos para salir adelante. Seguro aparezcan más violentos dentro y fuera de nuestro Movimiento. Pero tranqui, nunca serán tantos como las mujeres organizadas.
Los violentos de ayer, hoy y mañana no definieron ni definen la totalidad de nuestras prácticas y posibilidades. Mucho menos nuestras agendas políticas.