Durante el servicio militar, desesperado por no volverse loco con esa disciplina rígida, ese servilismo verticalista y absurdo, Camilo Sánchez escribía. Escribía versos detrás de la boleta de cambio de guardia. Así, sin darse cuenta y aunque hoy tampoco lo reconozca, se fue transformando en poeta.
¿Qué es la poesía?, se pregunta. ¿Un arbolito sin hojas que da sombra?, desde algún lado le responde Juan Gelman.
Tuvo suerte en periodismo: en sus 40 años de profesión, compartió redacciones con Gelman, Osvaldo Soriano, Miguel Briante y Tomás Eloy Martínez.
Le tocó hacer cientos de entrevistas: a Olga Orozco, José Narosky; al Polaco Goyeneche y Ricky Maravilla; a Leonardo Favio, Armando Bo, Mirtha Legrand y Rita Cortese.
Escribió crónicas de 80 líneas y de 25.000 caracteres.
Escribió Haroldo Conti, biografía de un cazador, con Néstor Restivo, publicado en 1985, y reeditada en 2002 y en 2006. Ese mismo año, junto a Silvana Perl, presentó la instalación Voces del Delta en la muestra “En el ojo del Tigre”, en el Centro Cultural Recoleta
Fue diez años crítico de teatro.
Escribió la novela La viuda de los Van Gogh, editada por Edhasa, Argentina (2012) y Unionsverlag, Alemania (2014) y que este año saldrá en Marcos & Marcos, Italia; y en Ediciones de la Sierra Madre, México.
Si lo apuran, diría que hoy podría elegir a Edgar Bayley, Enrique Molina, René Char, Peter Handke y Andrés Rivera como su delantera de escritores ideal.
Y ya está. Como suele decirse, ninguna vida entra en quinientos caracteres. ¿O sí?