Dos horas antes de que el Secretario General de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte, Juan Carlos Schmid, leyera el documento consensuado por las cinco centrales obreras, Adriana una militante de UPCN Anses caminaba por Chacabuco. Llevaba enrollada bajo el brazo la bandera que pedía “Paritarias del 40%”. Se detuvo como si hubiera visto un enemigo:
—La puta madre —dijo.
Al frente, una banda de ATE Avellaneda con bombos empezó a corear: “Olé, olé, olá a los noventa no volvemos nunca más”. Adriana tomó del hombro a una chica:
—¿Ellos no marchaban por Independencia?
A pesar de la unificación de las centrales cegetistas programada por los líderes sindicales para el próximo 22 de agosto, la geografía de las bases se movía disgregada como fragmentos de un rompecabezas que recién se unirían frente a la Facultad de Ingeniería. Los cuadros de UPCN marchaban por Independencia, los de ADU por Chile, los partidos políticos (MST, PO) entraban por la zona sur de Avenida Colón junto a la CTA. El espacio preferencial lo tenía el gremio de Camioneros. La frase “Moyano conducción” se repetía a lo largo de las quince cuadras verdes. Verdes por las pecheras, verdes por las sombrillas, verdes por las banderas.
Diego, un dirigente de Camioneros San José, con una campera de hilo desabrochada, le dijo al compañero que cargaba las banderas verdes del gremio:
—Y… ¿Quién va a dirigir la CGT única?
—Huguito por supuesto— le contestó el otro..
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Desde la asunción del macrismo el 10 de diciembre se sabía entre las esferas del sindicalismo que la variable de ajuste iban a ser los trabajadores. El Gobierno intentó contener las demandas invitando a las CGT a la Casa Rosada y destrabando dinero de las Obras Sociales. Sin embargo, la celeridad con que fueron aplicadas las medidas económicas que disminuyeron el salario real, desbordó esa contención. Hoy, contaron a Anfibia militantes de las centrales obreras, el descontento social abarca a todos los sindicatos.
El gremio de Aceiteros pidió un aumento del 38%, la UOM del 35% y la CONADU del 40% retroactivo a marzo. Los cálculos no son desconocidos por el Gobierno: la menor tasa de interés de los bancos no baja del 40%. Por eso las paritarias del 30%, divididas en dos etapas, parecen un chiste para los presentes. No los une el amor: lo remarcó el comunicado firmado por los líderes del gremialismo argentino: “Los aumentos de los servicios y la canasta básica desbordaron la capacidad adquisitiva de los trabajadores”.
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Por los 140 parlantes instalados alrededor del palco, el locutor pidió que los compañeros bajaran los estandartes para que pudieran ver a los que se acercaban por las avenidas. Banderas argentinas con los logos de la CGT y CTA, con la cara de Perón, la sonrisa de Evita. Antes de empezar, con un minuto de silencio, se recordaron a los mártires del gremialismo: Perón, Evita y Rucci.
La palabra que más mencionan los líderes sindicales es unidad: unidad frente a las medidas de ajuste, unidad de presión para apoyar la ley anti-despidos y la paritaria, unidad como estrategia para recuperar poder. Sin embargo, hubo algunos desacuerdos: Gerónimo "Momo" Venegas, de la UATRE, fue excluido del acto porque, según aseguraron fuentes de la organización, "en el próximo mes despedirán a 920 afiliados de todo el país". Por otra parte, horas antes del acto, Luis Barrionuevo (que ya había aclarado que no participaría de la conducción unificada) se bajó. Si bien firmó y ayudó a consensuar el documento que se leyó, no les avisó formalmente a los otros gremios que no marcharía. Prefirió hablarle a la prensa. En una nota publicada por el diario Clarín dijo: “No tenemos nada que ver con estos que marchan” y dijo también que no habían acordado que se sumaran los partidos de izquierda y los militantes kirchneristas. El domingo al mediodía compartirá un locro con el Presidente Mauricio Macri.
Ante la pregunta de Anfibia sobre qué opinaba de esta actitud, Juan Carlos Schmid dijo: “Si él decide no participar, nosotros seguiremos adelante con la unidad de la CGT, pero la intención es que estemos todos”.
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Ver a los líderes de cuatro centrales obreras en un mismo acto para el Gobierno es una advertencia: allí, de frente a las banderas, entre los bombos y los cánticos, estaban unidos los viejos opositores mirando a los trabajadores, el sector de la población más afectada por la política económica.
Un mes atrás las dos CTA comenzaron una agenda de lucha en común, las tres CGT avanzaban hacia la unificación del liderazgo. Pero la nueva CGT, ¿será opositora, de negociación o acompañará al gobierno de Mauricio Macri? ¿La dispersión interna, el encuentro en una sola central de los viejos peronistas, militantes del Frente para La Victoria, del Frente Renovador y quienes apoyaron al PRO contribuirá a una unidad de lucha contra el ajuste o buscará calmar a las masas? ¿Cuál será el rol de los trabajadores en el proceso de unificación?
El líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Antonio Caló, dijo que no participarán de la conducción unificada. Sin embargo, los analistas concordaban: Moyano manejó mejor la comunicación. Mencionó que se retiraría de la CGT y, al mismo tiempo, planteo la posibilidad de ser presidente de la AFA. Sin embargo, la dinámica del poder cegetista es más compleja. Para ser ungido Secretario General, el líder camionero necesita el apoyo y los votos de los gremios de servicios para equilibrar la fortaleza de los sindicatos industriales. En 2012, éstos dos grupos lo abandonaron y crearon una CGT paralela y dentro del FPV.
En el palco frente al monumento Canto al Trabajo, rodeado por un vallado y 140 guardias con camperas negras y la pechera de Camioneros, la primera frase que pronunció Schmid fue:
—Unidad de acción.
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Alrededor del Monumento se amontonaban viejos militantes sindicales con pancartas de UPCN, UOM, ATE, UOCRA, jóvenes recién llegados a la lucha gremial, mujeres y varones con banderas del Partido Obrero, Kolina y Movimiento Evita. En total, según los organizadores, 350 mil personas.
Juan José Acuña, presidente de la Agrupación Mercado Central Los Descamisados, apoyaba el brazo en la valla, escuchaba con atención y pedía silencio a los gritos. Cuando empezó a sonar el Himno argentino, Mariela, una matrona de 40 años que sostenía una de las banderas, puso los dedos en V.
Schmid agarraba los papeles del comunicado para que no se los llevara el viento. Enumeró los cinco puntos que las centrales obreras piden al gobierno: declarar la emergencia ocupacional por los despidos, eliminar el impuesto a la ganancia, extender la asignación universal por hijo para los trabajadores, obtener el 82% móvil para los jubilados y la vigencia del derecho de huelga sin protocolo de seguridad.
Aunque sonaban estridentes, las bocinas no lograban tapar el grito de “Camioneros, camioneros”.
—Uh. ¡Cómo le están dando al gobierno! —dijo Carlos de Camioneros Tierra del Fuego.
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Martín, que no quiso decir el apellido, caminaba a la izquierda del vallado que separaba el palco de la multitud. Militó en la CGT desde que empezó a trabajar como panadero. Su padre también era sindicalista y marchó a Ezeiza durante el regreso de Perón.
—Tendríamos que haber ido a la Plaza de Mayo— le dijo al compañero que sostenía la bandera.
El escenario para hacer la concentración no fue decidido al azar. La primera opción era la Plaza de Mayo: demasiado confrontativo con el Gobierno Nacional. La segunda, las puertas del Congreso. También hubo discusiones. Finalmente, el coqueteo con el macrismo y los vínculos de algunos gremios con los funcionarios PRO inclinaron la balanza a favor de una estrategia intermedia: tirar y aflojar para medir al Gobierno en una huelga que no es un paro, en un espacio público lejos de los enclaves de poder, pero desbordado.
La elección del Monumento en Avenida Independencia y Paseo Colón, a media cuadra de la sede histórica de la CGT, fue la primera movida en una partida de ajedrez. Así, los sindicatos eligieron presionar, demostrar fuerza, convocatoria y unidad sin ir al choque y disimularon esta estrategia apelando a la liturgia peronista: estamos acá porque estos símbolos son los nuestros.
—Pese a todo, nos reunimos los que estaban a favor de la candidatura de Macri y los que estuvimos en contra— dice Martín.
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Hace dos días, Luli subía acelerada las escaleras de mármol del edificio de la CGT. Atravesó los salones donde fue velado el cuerpo de Evita en 1952, saludó al Turco, uno de los locutores del acto, y a Juan Pablo Maldonado, militante petrolero en la secretaría adjunta de la CGT, y se sentó para terminar de diagramar el operativo de la marcha.
Desde hace cuatro años, con letra prolija, Luli escribe las actas de la CGT Azopardo.
—Esta vez, tenemos que usar walkie-talkies —dijo— No puede ocurrir lo que nos pasó en San Vicente.
En 2006, durante la inauguración del Mausoleo de Juan Domingo Perón, los teléfonos no andaban y, en medio de las balas, los compañeros quedaron incomunicados. 40 militantes fueron heridos.
—Roberto los va a conseguir.
Roberto es creador de Infocamioneros y lleva la prensa de Hugo Moyano. Él introdujo a las redes sociales en el sindicalismo peronista. En el acto del 9 de julio de 2011 (una de las mayores concentraciones sindicales del gremialismo cegetista que movilizó a 300.000 personas) llevó los celulares, envió las gacetillas y los comunicados de prensa. Desde ese entonces, los actos obreros no lograron convocar tanta gente. La marcha de este viernes fue la más numerosa en años.
Roberto, Luli y Rodrigo, de Panaderos, coordinaron las acreditaciones: prensa y sindicalistas. En la cocina del acto explicaron a Anfibia que cada central aportó los mismos fondos, tuvo la idéntica cantidad de accesos al palco y aceptó el documento central. En un escenario de 52 metros de largo con tres gradas, cada una de ellas tuvo treinta credenciales.
A Juan Pablo le suena el teléfono. Lo llaman para pedirle entradas al palco. Políticos importantes.
—Ya te dije, son sólo son 10 para cada central en cada uno de los tres palcos. En el principal, las Comisiones Directivas, en los laterales; secretarios generales e invitados. Voy a intentarlo, pero no te prometo nada.
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En los últimos veinticinco años el número de sindicatos que participan en el edificio histórico de la CGT descendió año a año. Hoy sólo lo hacen 117 asociaciones nacionales, el resto de los tres mil gremios se congregan en las cuatro centrales, dos de ellas también peronistas. El proceso de unificación parece el sueño idílico de un viejo militante sindical que recuerda la frase de Perón “la unidad nos da la fuerza y la solidaridad la cohesión”. Las medidas de ajuste parecen haber logrado lo que no hizo la simbología y los sentimientos del peronismo.
En pleno proceso de reunificación, la sede de Azopardo 802 se convirtió en el teatro operativo de una acción inédita de los trabajadores sindicalizados. Es edificio racionalista muestra señales de reparación: las membranas del techo, las cocinas y baños de los pisos intermedios están en obra. Los salones están recién pintados.
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Por Independencia marchaba la columna de la Asociación de Trabajadores del Estado con panfletos y pancartas que pedían por la reincorporación de los trabajadores despedidos en el Estado. “La unidad de acción es una respuesta al clima laboral que se está expandiendo, los gremios deben escuchar a los trabajadores que no llegan a fin de mes y a los despidos. No podemos estar divididos frente a lo que se viene”, dijo a Anfibia Daniel Catalano, secretario general de ATE-Capital. Tenía un asiento en los 10 puestos reservados a la CTA en el palco.
Mientras el gobierno advirtió a los gremios que planea vetar la ley anti-despidos, las centrales obreras convocaron a la marcha sin “cese de actividades” con la palabra “paro” en la punta de la lengua. Los únicos gremios que declararon la huelga total fueron ATE y CONADU. La CGT de Moyano le contestó al gobierno que si vetaba la ley anti-despidos, la movilización se iba a transformar en una huelga.
En 48 horas, el Gobierno Nacional sufrió dos micro golpes peronistas: la aprobación en la Cámara de la ley anti-despidos y, ahora, esta movilización, una demostración de fuerza sindical para la que, al parecer, no estaban preparados. Como decía Perón, “donde la fuerza represiva esté, nada; donde no esté esa fuerza, todo”.
Desde ATE afirman que no pueden negociar con 35 mil despedidos en el Estado. Las universidades no están en una situación distinta.
Entre los manifestantes, Pablo corea en contra de los despidos. Trabaja como investigador y docente universitario, marcha en la columna de CTA con las banderas a favor de subsidios. El sindicalismo universitario declaró paro, con cese total de las actividades, porque los presupuestos de la educación pública están paralizados desde el año pasado. Las autoridades nacionales no dan señales para una negociación que les permita pagar las cuentas.
Pablo empezó a militar en el sindicato hace dos años. Desde diciembre, observó que las asambleas del gremio se duplicaron, jóvenes que nunca habían militado en el sindicalismo se acercaron y las discusiones ideológicas entre “troskos y compañeros”, que son parte del paisaje nativo de la CTA, dieron paso a una estrategia de acción conjunta.
En tres meses 4.000 nuevas personas se sumaron a ATE-Capital, uno de los gremios que nuclea a los trabajadores más afectados por las olas de despidos. La misma situación vivió la UOCRA. Este recambio generacional abarca a los distintos gremios e involucra a las actividades privadas y dentro del Estado. Hoy los nuevos militantes piden a los gremialistas la defensa del último bastión de las capas medias y populares de la Argentina: el trabajo.
Pablo levanta el puño en alto y pide por el incremento de los subsidios a las universidades. Se pregunta cómo harán para pagar los sueldos a los docentes cuando el presupuesto de la universidad no alcanza para pagar las nuevas facturas de luz.
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Las columnas divididas por el vallado, la seguridad de Camioneros, las bombas en la avenida de 9 de Julio. El clima parece a punto de desbordar, mientras los sindicalistas empujan hacia adelante, la discusión interna no se resuelve. El liderazgo de Hugo Moyano sigue en pie mientras se debate una futura unidad que desde la segunda línea de los gremios consideran estratégica como necesidad, aunque imposible en la práctica.
Los militantes en la calle defendían una reacción conjunta a las políticas de ajuste, mientras se escuchaba la mención a que el sindicalismo “debería cambiar sus estrategias frente al neoliberalismo”.
En las dos centrales no peronistas creen que el escenario de conflicto laboral da para un tiempo largo. No se pueden mantener las divisiones internas mientras avanzan las políticas de ajuste y endeudamiento, la caída del salario ya se siente en los bolsillos de sus afiliados y muchos perdieron sus puestos de trabajo. Los líderes de la CTA creen que el ajuste recién empieza.
ATE tuvo conflictos abiertos en quince provincias en lo que va del año, después de la marcha del 24 de febrero vieron que algunos compañeros eran reincorporados, la estrategia de presión en algunas situaciones generó una respuesta.
“Hicimos actividades en conjunto con la CTA y nos fue bien. Hay que ver cómo reacciona la gente a los discursos más radicalizados. Esta marcha es un termómetro”, dijo a Anfibia Rodrigo Frutos, militante de la Federación de Panaderos y de la CGT.
Las bases parecen más radicalizadas que la comandancia. Guillermo, que bordea los 35 años y fue despedido el 26 de enero de la Secretaría de Prensa de la Jefatura de gabinete, marchaba en la tercera columna de la CTA por la Avenida Colón. Siente que la unificación es al mismo tiempo una respuesta pero también una estrategia de supervivencia.
—Sino reaccionaban, las bases iban a devorar a los líderes sindicales— dijo.
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Sin un índice de precios fijados por los organismos estatales, analistas privados calculan que la inflación del 2016 no estará debajo de los 45 puntos. Según Nuria Susmel de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, sólo en abril los productos básicos subieron un 6% por la quita de los subsidios.
Cacho García no necesita las estadísticas porque lo siente en su bolsillo. Desde las políticas de ajuste llegar a fin de mes se transformó en una tarea olímpica.
Como delegado de la UOM en Lugano en los setenta fue uno de los 47 militantes de la Juventud Sindical Peronista detenido en 1976. Después, los capataces no lo dejaron volver a la fábrica.
—Si con Saúl Ubaldini frente a la CGT le hicimos un paro a la dictadura militar el 27 de abril de 1979: ¿cómo no vamos a reunirnos en democracia?
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Juan Pablo atajó una botella grande de agua mineral que le tiraron desde el palco. Tomó un trago y un "seguridad" de campera de cuero se la arrebato. El acto estaba por terminar. Juan escuchaba las últimas palabras cuando un ex diputado se le acercó y le preguntó por su padre que siempre organizaba estos mitines. En el cielo, le dijo. Se fundieron en un abrazo de un minuto hasta que sonó la marcha peronista y no pudieron escucharse más, pero siguieron abrazados. Hay algo íntimo en estos rituales sindicales que escapa a la mirada de las otras clases sociales. Los códigos secretos sobre los cuales se construyen esas lealtades de muta defensa sólo ellos los conocen y tal vez sea una de las razones de su supervivencia.
Germán enrolló las pancartas de Camioneros de San José. Con 40 años, un metro ochenta y 120 kilos, cargó las varas y las banderas en un chata a punto de rebalsar. Saludó con las dos manos a uno de los compañeros que se acercaba. Otros diez militantes se despedían con los dedos en V.
—¿Para vos hay un nuevo liderazgo en los gremios? —preguntó tímido.
—Qué me estás diciendo, pibe… Dirigente sindical hay uno sólo.