Ensayo

Teoría queer


¿Tanto puede un nombre (de varón)?

Paul B. Preciado es un ser singular en la vanguardia teórica contemporánea. Invitado por la oficina cultural de España, visitó Buenos Aires y congregó a cientos de jóvenes académicos y militantes que llenaron sus dos talleres en el CCEBA y el MALBA. Lejos de la performance y de sus provocadores enunciados sobre la revolución de los cuerpos, apeló a la pedagogía tradicional para monopolizar la palabra. ¿Cuánto de colonial hubo en sus intervenciones? Un grupo de investigadoras pone en discusión la figura de un intelectual trasnacional y lo acusan de subsumirse y seguir asumiendo un universal masculino.

Foto de portada: Sébastien Dolidon
Fotos de interior: Armando Camino

La primera “estrella intelectual” del siglo XX en Estados Unidos, Susan Sontag, gestó la indistinción entre la persona y el personaje. Paul B. Preciado, ex Beatriz, teórica queer devenida transfeminista, hoy es casi un pop-star con un look atildado de metro sexual más cercano al de un director técnico del Barcelona que al de una activista antisistema.

Preciado irrumpió en escena con el Manifiesto contrasexual, prácticas subversivas de identidad sexual (2000). Siguiendo la estela de Judith Butler y Michel Foucault, el trabajo promovía la deconstrucción de las prácticas sexuales naturalizadas y del sistema de género existente (a cada cuerpo le corresponde un sexo y sólo uno, a cada sexo un género y sólo uno y las prácticas serán heterosexuales). A partir de entonces, sus diagnósticos filo-políticos atrevidos y documentados, su escritura atractiva, las apariciones mediáticas persistentes y oportunas, sumado a un no sé qué de destape a la española (lesbiana replegada por familia franquista católica, académica brillante que se enamora de explosiva cineasta ex trabajadora sexual mientras se autoadministra testosterona en busca de una desidentificación con su sexo-género de origen),  confluyeron en  un cóctel tentador para la sociedad del espectáculo.

En una de sus intervenciones más recientes, en enero de 2015, Preciado escribió en un periódico: “he empezado el año pidiendo a mis amigos cercanos, pero también a aquellos que no me conocen, que cambien el nombre femenino que me fue asignado en el nacimiento por otro nombre. Una deconstrucción, una revolución, un salto sin red, otro duelo. Beatriz es Paul”.

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¿A quién se dirige ese pedido? Estrictamente no somos amigos cercanos ni aquellos desconocidos. En todo caso, somos algunas de las que leyeron a quien firmaba como Beatriz Preciado. ¿Nos interpela? Tanto usar todos, todas y todes y ahora vuelta a la neutralidad falsa del genérico (masculino). Si a Preciado desde este año le apetece ser Paul, ¡voîlà! Pero ¿Porqué tanto ahínco en un autobautismo deconstructivo, y seguirnos subsumiendo y asumiendo un universal masculino? Un desliz significativo y ya tropezamos con la piedra del patriarcado.

La página en Facebook  “Beatriz Preciado Fans” tiene unos 1200 miembr*s (50 se sumaron en las últimas 72 hs). Entre ell*s ya se está debatiendo si no deberían cambiar también el sujeto de su fanatismo: olvidar a esta mujer y ser fans del señor Paul, el recién nacido. ¿Tanto puede un nombre (de varón)?

Cinco meses después del anuncio, Paul expone algunas ideas en el CCEBA que está colmado. A su lado, están sentadas dos de las integrantes del grupo transfeminista Post-Op, Majo Pulido y Elena Urko.[1]  Detrás, se proyectan videos de estas activistas post porno, de performances callejeras y de talleres en los que se explora la diversidad funcional como una posibilidad para generar otras prácticas sexuales no normativas. “El único proyecto político que podemos y debemos compartir de manera transversal es la transformación del deseo”, dice. Cuando termina de hablar sobre su iniciación en el post porno, queda claro que la obra del filósofo que era Beatriz y ahora es Paul quiere ser emancipatoria o no ser nada.

Preciado presentó al activismo post-porno como una experiencia de resistencia y de transformación: una “resexualización” de los espacios y los cuerpos. Performances en la vía pública de escenas eróticas, talleres en los que se exploran partes íntimas de todos y de cada quien, participantes con algunas discapacidades motoras o visuales que sensibilizan diversas zonas erógenas poco habituales. En otras palabras, entender y practicar el sexo de una forma distinta a la forma “normal” y normalizante. “Una auténtica revolución en el nivel mismo de los cuerpos (somatopolítica) porque allí se altera el funcionamiento del sexo como instrumento de la política moderna”.

Si esta revolución de la corporalidad surge de alianzas estratégicas entre distintos lenguajes —el filosófico, el artístico, el sexual— y distintos ámbitos —la universidad, el museo, la calle—, Preciado afirma que su trabajo y el de las activistas es complementario. Este gesto vuelve a poner en cuestión cómo se vinculan el lenguaje teórico y el de las prácticas: una propuesta que conceptualiza la crítica de la norma y las formas de resistencia, ¿debe anclarse en la acción para ser legítima? La laboriosidad del trabajo conceptual, ¿necesita completarse con el impacto y la inmediatez de la acción? Algo de esto resuena en sus advertencias para que las prácticas post porno no adopten solo la forma de una estética; las actividades de taller tienen sentido porque allí se trata de resignificar y desmontar las identidades sexuales: No se trata de poner un dildo por aquí o una cadena por allá, sino de hacer una experiencia de des-identificación de las identidades normativas.

En Sudamérica hubo lúcidas a-propiaciones de sus conceptos por parte de numeros*s activistas. Vari*s presentes en la pública del CCEBA, algun*s incluso con pertenencia académica. Incluso las mismas Post Op ¿ejemplificaban? la idea de “revolución que viene” en su manera de hacer posporno. Sin embargo, el discurso paulino emanaba desde el púlpito progresista de la tarima del CCEBA para decirnos lo que ya le leímos. Igual  fuimos tod*s muy respetuos*s del monolingüismo al que nos sometió. Por lo pequeño del espacio, el ambiente parecía el de un recital. Una de las compañeras hispánicas dijo: “es como los Rolling estar aquí”. Se trataba entonces de una “bestia pop”. Paul, héroe libertario, emerge con su pluma/voz para señalarnos el camino: “Los saberes que las feministas adquirieron en los años 60/70, serían hoy muy interesantes para los colectivos homosexuales; ahí se abre una nueva transversalidad de intercambio de técnicas de resistencia y de modos de gestión de la subjetividad”.

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En la obra de Preciado, la idea de que es posible utilizar la pornografía para hacer una crítica del poder tiene una justificación teórico-política precisa. En Testo Yonqui (2008), su segundo libro publicado, sostiene que desde la segunda guerra mundial el capitalismo desarrolló un régimen de producción del cuerpo y de subjetividades —un nuevo sistema somatopolítico, es decir, de la relación entre cuerpo, poder y verdad— regulado por las modernas tecnologías biomoleculares y digitales, y administrado por industrias farmacéuticas y pornográficas. En su dimensión farmacológica, el poder contemporáneo transforma “nuestra depresión en Prozac, nuestra masculinidad en testosterona, nuestra erección en Viagra, nuestra fertilidad/esterilidad en píldora, nuestro sida en triterapia”; y en su dimensión pornográfica hace del sexo y del cuerpo un espectáculo público que circula en el mercado como un bien comercializable. Entonces, lo que justifica una crítica a través de la pornografía resignificada, es que el poder al que se quiere enfrentar es, él mismo, pornográfico. No se trata de criticar desde afuera del orden político sino utilizar sus propias herramientas cargándolas de significados nuevos.

Con cierto orgullo teórico y práctico Preciado señala que el error del “feminismo antipornografía” consiste, justamente, en dejar el control de una tecnología de producción de placer y subjetividad tan potente como la pornografía a un Estado patriarcal.

Preciado no esconde la admiración ante la capacidad transformadora del activismo. Ha participado de algunas de las obras realizadas por Post-Op y por otras guerrillas trans,  y dice que su “condición conceptual” de filósofo político se ve desbordada por la “radicalidad corporal” con la que estas prácticas “transforman para siempre la ciudad”, la institución o el cuerpo.

En cuanto al escenario del MALBA una chica contaba "fue un hit. Dos cuadras de cola, dos salas atestadas, gente a los gritos que quedó afuera. La presentación fue espectacular, muy lúcida. Además de divertida y provocadora. Terminó con aplausos de pie, ovaciones, aullidos. Genial”.

Si bien la masa del discurso fue sustancial el eje de lo dicho ya había sido escrito, sólo que desde el podio del MALBA, quizás con un público que no es tan seguidor de este tipo de discursos, suena como algo nuevo: “es absolutamente necesario golpear a Foucault con un bastón feminista y también anticolonial [...] la reproducción sexual está en el centro de la biopolítica. De ahí que a partir del siglo XVIII la figura central es la ficción histórica de la madre reproductora, y el útero es el objetivo central de las técnicas de gobierno”.

Preciado, en sus disertaciones públicas refiere los resultados de sus revulsivas conclusiones (“las manos y el pene son dildos de carne, y no el dildo, un pene de plástico”, “la privatización del ano genera plusvalía moral”, “la farmacopornografía es un régimen político”) apelando a una pedagogía tradicional expositiva con diapositivas de fondo, ningún espectáculo performático ni vuelo efectista. Es como si la ex Beatriz recurriera a sus credenciales burguesas de teórica trasnacional para hacer penetrar e inocular su discurso subversivo.

En el mejor de los casos Paul repitió lo que conocíamos de Beatriz; en el peor, hizo de cuenta que no se la había leído y monopolizó la palabra. Androcentrismo. No importa la condición identitaria del sujeto que enuncia androcéntricamente, en cuanto este centrismo es la cómoda ubicación desde la que ficcionaliza el discurso filosófico. Centralidad eurocéntrica colonial hegemónica que no se desmonta con pronunciarse “varón anti-normativo”. El Centro Cultural de España era el sitio del enunciador, independientemente del lugar geográfico: el barrio de Recoletos (sic), un no-lugar metropolitano que bien podría haber sido Nueva York, Barcelona, París. Es decir, el contexto de enunciación no se problematiza, el sitio parece neutro, el barrio no connota, el país no se menciona. Es curioso ir a hablar a gentes y no con ellas.

La propuesta política apenas esbozada en el MALBA resultó naif, con el deseo y la buena voluntad como motores, pero al menos parece prender en los jóvenes corazones argentinos libertarios. Preciado genera fans. Probablemente porque la audiencia que modeliza y moviliza no sea su lectorado crítico, sino quienes apuestan al fetiche de la presencia y eligen someterse a una larga cola para que su eminencia (nos) arengue desde el escenario de un museo privado. No fotos, no grabadores. Sí, quiere ser todavía el dueño de su acting, controlar el flujo de información. Paul –reiteraban sus guardianes- pidió específicamente que no se tomaran imágenes suyas.

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Si el dónde no contaba en el discurso de Preciado, tampoco lo hacía el cuándo: 5 de junio, a dos días de la concentración por “Ni una menos”, se publicaba la decisión de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación de abrir un registro nacional de femicidios. Pero claro, Paul dejó sentado que la “feminidad” era algo del feminismo y de los estudios de género en los institutos universitarios, y al decir “feminidad” se escuchó el desprecio. Un día después, en su segundo discurso “recoleto” en el MALBA, arengó en abstracto a “organizarse para hacer algo”: su desinterés por la audiencia fue manifiesto, especialmente por el contexto de recepción donde las transversalidades militantes gestaron y se están gestando en múltiples facetas. ¿Hay alguien ahí, encarnando el discurso sentencioso que como agua bendita arroja a los “infieles” de la colonia? Porque aquí, en la “audiencia”, hay muchas personas que compartimos que el feminismo no es singular, que su sujeto político no es "las mujeres" como a priori esencial, es un sujeto ex-céntrico, en cada coyuntura da cuenta de un proceso histórico. Una cosa es decir que "no solo las mujeres" son el sujeto del feminismo y otra hacer de cuenta que las mujeres no existen y no forman parte de él. 

Para Paul “las feministas” y “los homosexuales” son conjuntos disjuntos porque ignora sus conjunciones sudacas, que de ningún modo son exhaustivas pero sí muy histórico-políticas. Resulta curioso que la última pregunta que se escuchó en el CCEBA: “¿Cómo se apropia el transfeminismo del cuerpo masculino estándar, de lo fálico, cómo lo transforma, lo incorpora, le da un nuevo discurso?”, solo haya provocado perplejidad. Preciado atina entonces una clarificación: “el transfeminismo no existe sino como un conjunto de prácticas de resistencia, desborda la denominación queer, su estrategia clave no es la identificación sino la des-identificación”.

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Sin poner a competir las esferas que Preciado nos propone mezclar —el discurso y la acción— tal vez podemos contar su relación de otra manera; tal vez podamos pensar que se trata, más bien, de una “radicalidad teórica” que desborda la condición corporal y por eso activa formas corporales diversas. Las largas colas y las horas de espera para “ver” al líder teórico del post porno parecen consolidar la idea de la legitimidad por la práctica, como si a la lectura de sus trabajos le faltara algo o como si la “tibieza” de la teoría tuviera que entrar en el verdadero calor del cuerpo a cuerpo con el ídolo para realizarse. Aunque no hay que engañarse, un escenario y butacas es la mejor puesta en escena de la distancia.

Contra el imperativo de productividad y la conminación al “hacer” que nos gobiernan, tal vez sea oportuna una reivindicación humilde de la bastardeada “vida académica” en la que Preciado, nos guste o no, viene desarrollando su trabajo, tan o más transformador que las prácticas que apadrina. Otro Paul muy preciado —Michel Foucault, anterior a este Preciado que nos encanta— nos advirtió: la real perversión del poder no es que nos reprime sino que nos hace creer que nos libera.

Hay salto sin red cuando Pre-ciado (o ¿Postciado?) enuncia: Lo más importante no será la transexualidad sino las relaciones que ese proceso de transformación active y que hasta ahora estaban capturadas por la norma. Esa matriz normativa que establece la coherencia entre sexo, género y deseo sexual debe desguazarse y quedar abierta a la transformación sin cristalizar en ninguna identidad fija porque somos y estamos en un proceso, en relaciones en un constante devenir. Pero ¿es algo pasar de Beatriz filósofa a Paul filósofo? ¿Es un paso? ¿Paso de tango? ¿O contradanza?

El desafío conceptual en tanto manifestación de un compromiso político no se puede divorciar de su situación. La ficción política de "ser mujer", en cada tiempo y lugar, puede costarle la vida a demasiadas corporalidades.

Se podría decir: Preciado, nos gustas cuando escribes, porque estás más presente.

[1] Post-Op es el nombre del grupo de estas artivistas creado en 2003 en Barcelona. Es un grupo interdisciplinar que investiga sobre género, sexualidad y post-pornografía desde una perspectiva queer transfeminista. Su trabajo abarca performances, realización de talleres e instalaciones, la videocreación o la acción directa. Desde ese mismo año se conocen con Preciado, cuando participan de la Maratón Posporno que organizó en el MACBA, Barcelona.