—Si este Congreso eligiera no acompañar de forma mayoritaria en esta propuesta que les extiendo, sepan que eso no detendrá el proceso de cambio— advirtió Milei hacia el final de su discurso en la apertura de sesiones —Lo vamos a hacer solos. Lo vamos a hacer a nuestra manera.
Más confiado que nunca, como si todo lo que pasó la semana pasada no le hubiera movido un solo pelo, el Presidente se apartó de a ratos del papel donde tenía escrito su discurso para arrojar sin leer algunos comentarios, chistes o insultos. Hizo un balance exitista del año de gestión y anticipó algunos de los proyectos de ley que se vienen: reforma laboral, baja de edad de imputabilidad, ley de seguridad, y un nuevo acuerdo con el FMI.
—En función de la predisposición de este Congreso, de la dinámica de la campaña electoral, y la secuencialidad económica será en este período legislativo o a partir del 11 de diciembre de este mismo año— se animó a anticipar, en un recinto donde casi todos eran suyos. Casi la mitad de las bancas estaban vacías por la ausencia de más de 160 legisladores y legisladoras de la oposición.
El 10 de diciembre de 2023, el día que Milei asumió la Presidencia de espaldas al Congreso, un referente parlamentario que entonces era opositor, soltó:
—Sin nosotros no va a poder hacer nada.
Pero se equivocó. Milei trajo consigo su propia forma de construir poder, con los métodos más tradicionales, acompañados del látigo discursivo que amplifica por redes sociales y medios afines. Y al que tantos dirigentes —propios y ajenos— todavía le temen.
Los Milei, los Menem, Caputo y Francos alcanzaron su propósito principal en el terreno legislativo: neutralizar al Congreso. A su modo, con la expertise de los que provienen de la casta, más las ínfulas de los hermanos que prometen refundar la Argentina bajo insultos y amedrentamientos, lograron apaciguar los ánimos de ese Poder que venía a comérselos crudos. Con tropiezos y algunos vaivenes, consiguieron desorientar a los entendidos de la política.
Su método es el caos. Negocian, retroceden, vuelven a negociar, cortan el diálogo y sorprenden con una ametralladora de anuncios, algunos para desviar los debates que los incomodan, otros para dar la batalla cultural. En el afán por confundir a los adversarios, castigan en público a prácticamente todos, pero luego los llaman de manera individual para propinarles algún elogio.
Al oficialismo, casi nada de lo que le interesa pasa por el recinto. Se animaron a legislar por DNU cada vez que quisieron, a gobernar por segundo año consecutivo sin un Presupuesto propio y hasta designaron a dos miembros de la Corte Suprema de Justicia —Ariel Lijo y Manuel García Mansilla— mediante un decreto, pese a la resistencia del Senado a acompañar los pliegos de los postulantes.
¿Ganó o perdió? Es la pregunta que 15 meses después se hacen en todo el arco político. En el oficialismo, la respuesta es casi obvia: “no la vieron”, “fenómeno barrial”, “domamos”. En la oposición, se quejan de que “se llevó puesto al Congreso” y “bajó la calidad institucional al máximo”, pero se contentan con que el presidente tuvo que recurrir a vetos y decretos ante la dificultad de alcanzar consensos. Los más moderados prefieren hablar de un “empate”.
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Los datos dicen que en el último año el Poder Ejecutivo nacional consiguió aprobar 38 leyes que llevan su marca. Lo hicieron después de un gran naufragio con el primer debate de la Ley Bases, que les sirvió de termómetro para saber hasta dónde había margen de negociación. La intervención de Guillermo Francos, entonces ministro del Interior y ahora jefe de Gabinete, no bastó pese a ser un gran conocedor de las artimañas de la casta a la que él mismo pertenece hace casi medio siglo. Fue precisa la intervención de Karina Milei y Santiago Caputo. Como primera medida, el presidente difundió en su cuenta de X una lista negra de “traidores” y “enemigos”, en la que figuraban los nombres y apellidos de 60 diputados de distintos bloques.
—No quiero aparecer nunca más en las listitas de Milei —señaló un legislador radical que con el correr de las semanas modificó el sentido de sus votos.
No fue el único. En junio de 2024, cinco meses después de la votación fallida, otros tantos diputados señalados por el mandatario votaron a favor de la ley que el Gobierno considera su gran tesoro legislativo. La mayoría de los capítulos del texto fueron deshilachados, pero quedó intacto su corazón: el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI).
—Son más pragmáticos de lo que se cree. —apunta uno de los legisladores que suele sentarse en la mesa de negociación con el Gobierno. —Les preocupa más la agenda comunicacional que lo que se vota.
Tras infinitos cambios, el Gobierno se llevó la Ley Bases y el Pacto Fiscal y mantuvo intacto el DNU 70/23, después de que la Cámara de Diputados decidiera no rechazar el decreto, como sí lo hizo el Senado. Con la ayuda del PRO, los radicales y los partidos provinciales, ratificaron los vetos a las dos principales leyes que promovió la oposición. El único revés de impacto fue el rechazo del DNU que le otorgaba 100 mil millones de pesos a la SIDE para fondos reservados. Un dardo directo para Santiago Caputo. Por primera vez, el Parlamento reunió los números para una medida de esa envergadura.
El miedo que Milei provocó entre los dirigentes que por años hicieron culto de la corrección política fue la primera señal que los libertarios recibieron para avanzar en un terreno que les era desconocido, pero que estaban dispuestos a conquistar. El PRO se rindió a sus pies de manera incondicional. Sin siquiera tener que conformar un interbloque, los casi 40 diputados del partido amarillo le aseguraron al oficialismo el doble de legisladores “propios” dispuestos a votar cada pedido de la Casa Rosada. De la mano de Silvia Lospennato, rápidamente convertida en una de las principales armadoras, le aportaron el saber parlamentario que ningún libertario poseía.
En el macrismo tuvieron en claro desde un comienzo que no tenían opción. Estaban acorralados por su propio discurso. ¿A dónde iban a ir? ¿En qué se iban a transformar? ¿Con quién y con qué iban a confrontar? Para sobrevivir, no les quedó más remedio que pegarse a quien había interpretado más cabalmente a su electorado.
—Quedamos en un no lugar—, se lamenta un diputado macrista que en otras épocas supo gozar de un alto protagonismo en la Cámara baja. —No somos oficialistas, pero tampoco opositores.
Con el PRO desactivado en el terreno legislativo y varios de sus diputados —como Cristian Ritondo y Diego Santilli— trabajando en tándem con La Libertad Avanza, Karina Milei y Caputo fueron detrás de la UCR y los partidos provinciales que responden directamente a los gobernadores. Más rápido de lo que pensaban lograron que la bancada radical que conduce Rodrigo De Loredo estallara por los aires. Marcaron el rumbo los cinco diputados “con peluca” que se inmolaron por los libertarios para blindar primero el veto a la Ley de movilidad jubilatoria —que les valió un asado en la Quinta de Olivos— y después otro veto al financiamiento universitario.
—Gran parte del año legislativo estuvo signado por los continuos avances de la oposición que buscaba entorpecer el programa de gestión planteado por el presidente, atacando el equilibrio fiscal, indispensable para que prosperen las políticas que el país está necesitando —reflexiona el diputado Pablo Cervi, uno de los primeros radicales que se pintó la cara de violeta.
Sólo doce correligionarios optaron por mantener a flote las históricas banderas del partido centenario. Bajo el nombre de Democracia para Siempre, apelando a la mística alfonsinista, se atrincheraron en un bloque aparte desde el que pretenden ser la contracara de los “topos del Estado”.
—Milei decidió en el primer minuto de su gobierno doblegar las instituciones, aprovechando la debilidad del sistema político y de representación. En el Congreso logró sacar dos grandes leyes —analiza Pablo Juliano, presidente de la bancada del radicalismo disidente—. Pero también logró romper las distintas fuerzas de oposición. Nosotros decidimos armar una nueva bancada porque veíamos cómo algunos radicales votaban haciendo oficialismo clandestino.
Al igual que Francos, Eduardo “Lule” Menem —actual subsecretario de Gestión Institucional— les acercó a los Milei las herramientas de la política tradicional y el pragmatismo que necesitaban para gobernar. Desde un inicio, con bajo perfil, se encargó de aceitar el vínculo con los legisladores y los gobernadores de los distintos partidos. A muchos de ellos los conocía desde hacía tiempo. Por teléfono, con un viaje a alguna provincia o una simple reunión en su despacho de la Casa Rosada, su misión fue siempre la misma: convencer a los opositores de que acompañen al Gobierno, casi siempre bajo promesas nimias. A su manera, hizo uso de lo que aprendió por su paso en el Senado cuando asesoraba a sus tíos Eduardo y Carlos Menem. De a poco, se convirtió en el garante de Karina Milei, en la sombra de quien hoy está en el centro de todas las miradas por el criptogate.
El otro Menem, Martín, aprendió pronto a ocupar su lugar como presidente de la Cámara de Diputados. Atrás quedaron los tiempos en los que recibía con un beso a cada opositor en la puerta de su oficina para luego encerrarse en otra contigua, mientras los dos vicejefes de Gabinete, Lisandro Catalán y José Rolandi, se ocupaban de las conversaciones con los jefes de bloque. Después de más de un año en su cargo, participa de esos encuentros, se mueve más suelto ante los quehaceres administrativos y parlamentarios, y hasta ahora dio sobradas muestras de lealtad. Hasta se animó a restringir el acceso a la prensa en el recinto durante el acto de apertura de sesiones ordinarias. Se transformó así en uno de los principales depositarios de la confianza de Karina y tiene en claro que no es él quien decide, sabe que el poder está en otro lado. Todo ganancia para el Gobierno.
—Martín es un gerente y administra la gerencia de la Casa Rosada —apunta un diputado que tiene diálogo permanente con el riojano.
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Otro triunfo de La Libertad Avanza fue lograr que se diluyera la discusión por la visita de seis legisladores libertarios a Alfredo Astiz y otros genocidas en el Penal de Ezeiza en julio de 2024. La oposición ni siquiera pudo votar un repudio conjunto en el recinto. Amagó con una posible sanción durante un plenario de comisiones, pero finalmente todo quedó en la nada.
Por primera vez se rompió así un consenso democrático que —hasta la llegada del gobierno libertario— impidió que los legisladores, cualquiera fuera el partido político al que pertenecieran, reivindiquen sin pudor a los represores. Milei, con su jugueteo permanente con el negacionismo, y una vicepresidenta que todavía defiende sus reuniones en el pasado con Jorge Rafael Videla y otros tantos criminales de lesa humanidad, corrió al extremo los límites de un Congreso. Lejos quedan los tiempos en que los legisladores impidieron, en 1995 y 2005, que Antonio Domingo Bussi y Luis Patti asumieran como diputados, por el papel que jugaron durante la última dictadura.
En el último tramo del año, La Libertad Avanza impuso un debate que otros oficialismos en el pasado quisieron dar y no pudieron: la suspensión de las PASO. El objetivo de Milei era más ambicioso, directamente quería eliminarlas, pero los opositores no estaban dispuestos a tanto y solo se suspendieron por este año.
En esta discusión Milei encontró la herramienta perfecta para infiltrarse en el peronismo mediante los gobernadores. Ya había anulado al PRO, desarmado al radicalismo y convencido a un puñado de mandatarios de esos partidos y otros provinciales para que intervinieran en su favor mediante las bancadas de diputados opositores, incluidas las de Innovación Federal y de Encuentro Federal. En el Senado, apostó a lo mismo. Sólo le faltaba hacer tambalear a Unión por la Patria.
Hacía mucho que ya contaba con el apoyo de los gobernadores peronistas Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Raúl Jalil (Catamarca). Faltaba el resto. Para el debate de las PASO, se sumaron Ricardo Quintela (La Rioja), Gerardo Zamora (Santiago del Estero) y Sergio Ziliotto (La Pampa). Sus legisladores se repartieron entre abstenerse y votar a favor. Los legisladores del Frente Renovador, que conduce Sergio Massa, optaron por esta última postura. También en el Senado se dividió el voto dentro del peronismo en el debate para dejar de lado las primarias.
Los 34 integrantes de Unión por la Patria, sin embargo, sí se mantuvieron cohesionados cuando se votó la creación de una comisión investigadora para que determine el accionar de Milei en la mega estafa de la cripto #LIBRA, que el mismo Milei promocionó desde su cuenta de X. El PRO y los radicales fueron, una vez más, los que salvaron al oficialismo. Por orden de los gobernadores de la UCR, varios senadores de ese partido dieron vuelta su voto y rechazaron el proyecto. El caso más llamativo fue el del jefe del bloque del radicalismo, Eduardo Vischi, que puso su firma en la iniciativa y luego votó en contra de ella. Se necesitaban dos tercios. Al resto de la oposición le faltó sólo un voto para cumplir su cometido.
En la noche de la apertura de sesiones, con los legisladores de Unión Por la Patria, la izquierda y varios dialoguistas, la voz de la oposición la llevó un solitario Facundo Manes, legislador del bloque radical Democracia Para Siempre. Después de interrumpir el discurso de Milei para exigirle que leyera la Constitución, recibió insultos y chicanas del Presidente y él también tuvo que dejar el recinto. En el pasillo se enfrentó con Santiago Caputo que bajó del palco, lo increpó y luego se perdió entre los suyos. Un enjambre de periodistas rodeó al neurólogo, que después de denunciar que un hombre de Caputo le había pegado dos piñas, se preguntó:
—¿Qué, vamos a perder la república por bajar la inflación?
En las puertas de un año electoral, Milei parece apostar a seguir su juego y dejar dormido al Congreso.