A Pablo Vasco, por su lucha
Las minorías son gasto. Lo dijo Domingo Cavallo a principios de los 90 cuando se creó el Consejo Nacional de la Mujer.
Hoy hay plata, pero para solventar las exportaciones agropecuarias, regalar nuestros bienes comunes a las empresas que están destruyendo el planeta y seguir pagando la estafa de la deuda externa que tomó el ministro Luis Caputo.
Como la guita es para los ultra ricos corporativos que parasitan el Estado mientras un yosapa y su troupe cossplayer administran deseos e intereses de sede extranjera, todo lo que implique o exija una redistribución distinta es puesta bajo la mira de la motosierra mileísta y sus cómplices radicales, del PRO y gobernadores peronistas.
Ante la indiferencia de las organizaciones históricas que fueron parte de la reconstrucción de la gobernabilidad post crisis de 2001, el sábado 25 de enero miles (en su mayoría jóvenes) materializaron una asamblea popular convocada por pequeñas organizaciones, grupos, militantes independientes y artistas.
Aquellas orgas post 2001 aún cumplen funciones en el plano jurídico (presentando denuncias y amparos); de lobby político local e internacional (en diálogo con los poderes judiciales y legislativos y denuncias en organismos con la OEA), y en la histórica Marcha del Orgullo: es necesario hacer converger las luchas en las calles que hoy son motorizadas por esta nueva generación de grupos y las organizaciones históricas en un proceso que, es previsible, no será fácil.
También fue llamativa la ausencia de organizaciones políticas del campo nacional y popular. La izquierda sí estuvo presente. Y quienes no somos jóvenes no podemos dejar de recordar (y espero haber aprendido) que la política de mera agitación sin organización llevó a que las “asambleas populares” y el “piquete y cacerola la lucha es una sola” sean un “hit veraniego”, al decir de uno de los sostenedores de la actual etapa, Miguel Ángel Toma. Sin embargo, hay que reconocer que la dinámica asamblearia permanece como un recurso, una gramática posible de reeditar. El 25 fue una acción directa, un sano y productivo desborde de la representación tradicional.
En su artículo “La acción colectiva en Argentina”, Leandro Gamallo hace un maravilloso mapa de cómo fue mutando esa acción que no es mediada por instituciones “dominantes”. El recorrido va desde el “golpe de estado hiperinflacionario” contra Raúl Alfonsín (harían bien en tener pudor lxs radicales abrazadxs hoy a sus verdugxs) hasta la tercera ola neoliberal del macrismo.
Desde los piquetes, pasando por el “que se vayan todos”, Gamallo reflexiona sobre cómo el peronismo kirchnerista reconfiguró el mapa de las disputas: construyó una nueva base social contenciosa que incluía a gran parte de los movimientos surgidos en la resistencia a la segunda ola neoliberal/neoconservadora (menemismo).
Con los gobiernos de Néstor y Cristina, estos movimientos, que habían surgido con la modalidad de cierta horizontalidad, carácter asambleario y “acción directa”, se articularon con el Estado. Así se conformó una nueva base social que enfrentó, junto con la administración de gobierno, a los sectores conservadores del agro y del capital más concentrado. Todo en el contexto de un modelo económico neodesarrollista y distributivo que no pudo y no llegó a cambiar el patrón de acumulación internacionalizado y financiarizado.
En este marco, el movimiento popular que resistió en los 90 se transformó. La destrucción del empleo formal y el consecuente debilitamiento de las organizaciones sindicales; la multiplicación de “actores contenciosos”, como los medioambientales (recordemos las pasteras de Gualeguaychú, la lucha contra contaminación de minas a cielo abierto y el glifosato), indígenas (conflictos por territorios ancestrales), los feminismos y las diferencias sexo genéricas, especificó luchas, pero se debilitaron al no saber transversalizar agendas. Este movimiento no consiguió una fórmula de articulación como sí lograron fuerzas políticas y sindicales en otras partes del mundo. En la administración Kirchner, al quedar por fuera expresiones de estos colectivos que no fueron sumados a la nueva administración del Estado (que no es más que un “estado de cosas”, como afirma Alain Badiou), lo que conocemos como “sectores populares” sufrió un movimiento doble contradictorio: empoderamiento de un sector y debilitamiento general.
Paralelamente a esta dispersión de lxs actores contenciosos populares, se conformó una base social conservadora de carácter “ciudadano”. La integraron sectores medios, medios altos y altos que mostraron una gran potencia de movilización y que comenzaron su raid en el gobierno de Néstor Kirchner con su tema predilecto: la seguridad. Su cabeza de lanza fue el falso ingeniero Juan Carlos Blumberg.
Más adelante en el tiempo, el conflicto por las retenciones móviles consolidó una base social también contenciosa, pero por derecha, que no encontró expresión electoral hasta la llegada del zorro de ojitoz zeleztez.
En todo este proceso hubo sumas y restas. Ganancias y pérdidas. Leerlo a la distancia nos da claves para pensar por dónde continuar la lucha, reveer errores, imaginar nuevas estrategias. La principal es repensar la necesaria unidad de los sectores populares contra una nueva ola neoliberal que es novedosa porque ya no es neoconservadora, ahora tiene el color (la guita y el aparato global) de las banderas fascistas y de una internacional reaccionaria que, sólida y envalentonada, se reúne a cara descubierta en sus clubes predilectos: CPAC, Davos, Trilateral, Sociedad Mont Pelerin, entre otros.
Asamblea y la falacia de la distracción
Llama la atención esa imposibilidad para pensar la novedad y la repetición en las disputas sociales. Apenas terminó la masiva asamblea fue y es profusa la letra revoleada en notas de análisis y hasta en los foros de opinión de diarios y revistas. La cantinela aburre por lo vieja, sesgada y peligrosa: fragmentación del sujeto popular, agenda particularista, conflicto “cortina de humo” y bla, bla, bla.
Este discurso no es novedoso, lo tuvo y lo escupió demasiado rápidamente y por igual cierta izquierda, progresismo y pensamiento Nac & Pop durante los 90 y con más matices en la “década ganada”.
—Dejen de ser burguesitos y burguesitas. Salgan a las calles— gritó desde el micrófono Georgina Orellano, secretaria general de AMMAR, el sindicato de lxs trabajadorxs sexuales. ¿Esta es una apelación meramente simbólica que no hace a las relaciones de producción?
“Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”. ¿Esta reivindicación de las políticas de memoria de todes les presentes es particularismo LGBT+?
“Adonde está que no se ve esa famosa CGT”. ¿Que personas LGBT+ y transfeministas llamen al paro general no es, en definitiva, una lucha interseccional?"
“El Laura no se vende” (en referencia al cierre asesino del Hospital Laura Bonaparte) ¿no es un grito contra las políticas de saqueo?
“¡Jubilades! ¡Jubilades!”. ¿Alguien cree que no hay jubilades LGBT+ los miércoles cuando el mamarracho de Patricia Bullrrich manda a pegar a les viejes?.
Esa insistencia obsesiva de creer que la diferencia (de género, edad, étnia, sexo genérica, de procedencia, de apariencia) no son pivotes que excusan políticas de desigualdad y redistribución negativa fue y es hartante y/o intencional. Y lo más certero: es conservadora porque intenta secundarizar las luchas que fueron exitosas durante el proceso de expansión de derechos en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Milei tiene un núcleo duro del 38/40 por ciento. No es novedoso ese 30 por ciento, que fue el que gatilló en la Patagonia Trágica y el de las Ligas Patrióticas. Los que bombardearon Plaza de Mayo para derrocar a Perón, lxs que apoyaron distintas dictaduras, lxs genocidas del 76, la mafia policial y lxs que no se animan a poner en caja a las distintas policías tan efectivas en liberar zonas para el choreo y para el gatillo fácil y a los torturadores de los servicios penitenciarios (a quienes les pagamos el sueldo mientras usan las cárceles como corrales vejando todo derecho).
Lo peligroso y novedoso es ese porcentaje que se suma al 30 y que hoy está dando consenso a políticas aún cuando lxs perjudican.
Es necesaria una nueva “reafiliación popular”, es necesario pensar, como también se dijo en la asamblea, modos de hacer política acorde con estos tiempos de una virtualidad deshumanizante sin caer en el idealismo desgastante de insostenibles asambleas permanentes. Hay que ser creativxs y no temer a la dimensión poética de la política.
Lo nuevo siempre está naciendo y, allí donde aparezca, la motosierra fascista irá por él. Por lo que es necesario ser más cuidadosxs con los nuevos brotes que traen esperanza y construyen lucha. Es un imperativo político, pero también ético: no hay nuevas sinfonías que no repitan acordes pasados, por eso todxs somos necesarios para fortalecer un nuevo proceso político emancipatorio que sea reflexivo sobre nuestras biografías, prácticas, acuerdos y deseos. Nuestras vidas están en juego (los 60 muertos por falta de medicamentos, sabemos, es un subregistro, también hubo suicidios, enfermedades, pobreza) y no podemos darnos el lujo de esperar elecciones o ser engranajes de carne de formatos organizacionales que ya caducaron como forma de lucha.
Esta asamblea, como los encuentros en la Ex Esma, en el Hospital Laura Bonaparte, la marcha universitaria y las tantas y no publicitadas asambleas e iniciativas que se están forjando, es brote de lucha y futuro deseado.
Son tiempos de irracionalidad, negación de la prueba (el discurso del Milei en Davos es del mismo género que la afirmación de Trump de que en un pueblo de Gringoland lxs haitianxs comían perros), y de una supremacía de los sentimientos sobre la evidencia. Por esto, nuestra tarea es que la vida en abundancia siga derramando con todxs aquellxs para quienes igualdad y diferencia no son antónimos, son solidarios en los discursos, en las calles, en las plazas y en las casas.