Crónica

Experiencias feministas que resisten


Una república de fueguitos

En un intento de mapeo colectivo, Jésica Rivero repasa algunas de las experiencias y políticas públicas que, a lo largo de la Argentina, resisten la embestida conservadora de un gobierno nacional de ultraderecha y siguen transformando, para bien, las vidas de mujeres y diversidades. ¿Como sería un mapa con división politica y feminista? Una república llena de fogones que indican: aquí alguna pensó, allá otra creó, por aquí muchas inventaron.

Amanece en el Valle de Santa María, en la provincia de Catamarca. Lorena Monroy agarra el poncho y la mochila. Guarda la botella de agua, un poco de pan, frutas, y sale de su casa. Camina hasta la camioneta comunitaria que la llevará en la parte de atrás, con la cara al viento, durante las tres horas que tardará en atravesar los primeros kilómetros del viaje. Lo coordinó durante muchos días con sus hermanas indígenas de la Comunidad de Las Vallas, a 3600 metros sobre el nivel del mar. Allí todxs la conocen. Saben que es la hermana que comparte folletos y libros sobre métodos anticonceptivos y cómo conseguirlos. Son los materiales de Cuerpos y Libertades, un proyecto de la organización Católicas por el Derecho a Decidir en Argentina.

La camioneta se detiene en  la localidad de Pozo de Piedra. Lorena baja y se encuentra con una de las guías indígenas con las que acordó la visita. Se abrazan y encomiendan su don espiritual a las ancestras. Desde ese punto van a caminar durante doce horas. Se detienen al costado del lecho del río que les marca el camino varias veces. Toman agua, abren una lata de picadillo. Descansan y avanzan. Detrás de ellas avanzan algunos burros de carga en los que llevan desde ropa y comida hasta toallitas femeninas. 

Cuando llegan a Las Vallas hablan con otras y otros sobre la causa de las mujeres y de sus derechos reproductivos y no reproductivos. Es la forma que Lorena encontró para evitar las dos palabras que, de nombrarlas, podrían causar una expulsión de la montaña y de la comunidad: feminismo y aborto. 

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Mapear es representar las partes de un todo, dice la Real Academia Española. En los inicios de 2000, el proyecto Iconoclasistas llevó su idea de mapeos colectivos a distintos territorios para generar narraciones críticas y contrahegemónicas. Estos mapeos colectivos visibilizan aquello que está oculto, desvalorizado o que simplemente no se conoce. 

¿Cómo sería un mapeo feminista? ¿Es la política feminista un todo? ¿Cuáles son sus partes? ¿Cómo se construyen?¿Quienes las componen? 

Para un mapeo colectivo, el lugar geográfico es relevante pero no es lo central. Lo que importa es qué hacen en el territorio quienes lo habitan. ¿Como sería un mapa con división politica y feminista?

En 2015 el Ni Una Menos superó la barrera de la simple consigna. Hoy funciona como contraseña para entenderse con un otrx. En 2018, con ese antecedente callejero, el debate por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito se instaló con fuerza. 

Si el Ni Una Menos es una contraseña y el Aborto Legal una marea, el mapeo feminista es un mar de fueguitos. Una república llena de fogones que indican: aquí alguna pensó, allá otra creó, por aquí muchas inventaron. Más lejos, cruzando este río, aquella armó red y en esa montaña otra lo puso en práctica. Muchos fueguitos que se encienden siempre con otra. Siempre con otre. 

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Lorena integra el proyecto Cuerpos y Libertades desde sus inicios en 2019. Es una de las 25 mujeres y diversidades de pueblos originarios que por iniciativa de Católicas por el Derecho a Decidir en Argentina (CDD) recorre territorios alejados de los centros urbanos para apoyar el liderazgo de indígenas, campesinas y afrodescendientes. El proyecto, que está activo en 14 provincias, se enfoca en el acceso al derecho al aborto y los derechos sexuales y reproductivos. Para ella, se trata de hablar de libertades y territorios: el cuerpo también es la tierra. 

Alto Valle del Cajón, Ovejería y Las Vallas son algunas de las comunidades a las que llega Lorena luego de atravesar una escala infinita de verdes en subida y bajada. Hacia el encuentro con sus hermanas en la Alta Montaña de su provincia, Lorena sube a camionetas y burros. Dependiendo de la comunidad a la que vaya, camina entre siete y doce horas bajo el cielo intenso, los senderos de agua y el sol que enciende los calores. En sus caminatas siempre está acompañada por otras mujeres. Juntas admiran la belleza del paisaje pero también se mantienen en alerta. En invierno, la nieve es la gran enemiga. En verano, el río. El año pasado la crecida la arrastró junto a sus compañeras. Ella recuerda: salimos de milagro.

Como efecto del trabajo en las comunidades, en 2021 se formó una Red de Lideresas Indígenas del Valle y la Red de Mujeres Indígenas de Catamarca. Ahora hay otras mujeres indígenas que atraviesan la montaña para llegar con aquella información desconocida y algunas veces prohibida. 

La conversación se abre en cada lugar de una manera particular. A veces compartiendo una comida, otras en ronda mientras se teje. Luego deviene en talleres y capacitaciones. 

A muchas de las mujeres de las comunidades, las políticas públicas les llegan pero no las entienden. Aunque los consultorios médicos tienen anticonceptivos o información para el cuidado de su salud, no alcanza. La lengua aparece como una barrera.

Algunas de las lideresas y cacicas que participan de estos encuentros son fundamentales para encontrar un lenguaje común. A través del proyecto crearon material de lectura sobre derechos sexuales y reproductivos, aborto y violencias de género en lengua originaria de los pueblos Wichí, Chorote, Guaraní, Qom y Mapuche, entre otros. Las autoras de estos materiales de lectura son ellas.

Para Mónica Menini, integrante de CDD y coordinadora de Cuerpos y Libertades, la interculturalidad y la interseccionalidad son indispensables para pensar desde los feminismos, pero no desde lo declamativo sino desde lo práctico. 

—La interseccionalidad nos permite un ida y vuelta, en el que nos transformamos nosotras y  transformamos  al otro.

La red de Cuerpos y Libertades parte de la idea de reivindicar las lenguas y las medicinas tradicionales que habitan los territorios indígenas y campesinos en todo el país. Como la interseccionalidad, el respeto tambien es un ida y vuelta para poder hablar de derechos sexuales reproductivos y no reproductivos, de aborto, anticonceptivos, ESI y violencia de género.

CDD lleva realizadas cuatro Consultas Previas Libres e Informadas, algo que les da mucho orgullo. La consulta es un derecho de los pueblos indígenas reconocido por el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Mónica cuenta que se usan para hacer consultas sobre tareas de infraestructura y de obra pública en las comunidades, pero no sobre los temas de la agenda feminista. Ellas las usaron justamente para eso: hablar de derechos y feminismos.

—Las encuestas que hicimos nos demuestran que hay una gran aceptación sobre la Educación Sexual Integral. Pero también un pedido: que se la nombre como Educación Sexual con Identidad.

Entre las comunidades QOM, Mocoví, Wichí, Chorote y Mapuche ya hay mujeres escribiendo sobre Educación Sexual con Identidad. Con ese material, Católicas realizará los nuevos manuales que Lorena y otras lideresas cargarán sobre burros para atravesar montañas y hablar en un lenguaje común. Serán parte de la colección de textos y audio libros que traducen a lenguas originarias los protocolos para la interrupción voluntaria y legal del embarazo y para la atención de víctimas de violaciones sexuales, entre otros temas específicos.

Los protocolos de atención de las personas con derecho a la interrupción voluntaria del embarazo con adaptación sociolingüística que crearon desde CDD  junto con las lideresas indígenas fueron incorporados a los materiales del ministerio de Salud de la Nación durante la anterior gestión de gobierno. 

—Tendríamos que haber pasado a otra etapa de toda esta gran articulación, pero bueno. Acá estamos —reflexiona Menini— Las mujeres indígenas son un sujeto político con el que los feminismos no han hablado durante mucho tiempo. 

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A 842 kilómetros de Catamarca una mesa se llena de platos, vasos y algunos cubiertos. En Rosario, Santa Fe, el local recién estrenado de la Cooperativa Juntas y Unidas se llena. Es la una del mediodía. 

—¡Traé un mantel! —grita una y entre risas le avisan que no hace falta. Las chicas, dice Yanina Saucedo, están listas. Ella organizó la juntada. También es la encargada de responder los mensajes que llegan a las redes sociales de la organización. Los temas a conversar son un montón: van a participar de la Marcha del Orgullo en su Ciudad y tienen que ocuparse de la ropa, los puestos de la feria, hablar con otras organizaciones. Además tienen que estudiar y ahora, mientras hablan, también van a comer. Forman un semicírculo, se amontonan entre las palabras. Alguien pregunta por el aceite, otra abre una puerta. Llegan más chicas.

A la Cooperativa Juntas y Unidas la parió un grupo de travestis en Rosario en 2017, con apoyo del Programa Andres, una ONG dedicada a la prevención y el tratamiento de las adicciones, y el acompañamiento de la Subsecretaría de Igualdad y Género provincial. Cada una llegaba con su propia mochila: algunas en situación de consumo problemático, otras en situación de calle. Todas con necesidad de aprender algun oficio que les de una alternativa al trabajo sexual. A ninguna le alcanzaban las políticas sociales existentes. Aún sienten que no alcanzan pero hoy existe la cooperativa propia.

Carla Ojeda está en una punta de la mesa. Cuenta que reconocer  sus saberes en el campo de los cuidados es reconocer sus propias experiencias. Muchas vuelven a nacer cuando son expulsadas de sus casas por vivir su identidad tal como la sienten. Y esa elección la pueden sostener porque se tienen entre sí. Entre travas. 

—Aprendimos a cuidar en la calle, en la esquina, en los hoteles donde nos curamos las heridas. Hay un saber de cuidado colectivo que nos nutre y eso es lo que compartimos.

El gran hito de la cooperativa fue la pandemia: salieron a ofrecer su trabajo como cuidadoras. La demanda fue mucha y sumaron a otras travestis y trans.

Desde el acompañamiento para hacer las compras hasta preparar el almuerzo, se dieron cuenta de lo valioso que es sentirse parte de algo colectivo.

— Cuidar no es solo asistir en la enfermedad. Es estar presente.

Juntas y Unidas es sede del programa provincial de formación y acompañamiento “Nueva Oportunidad”, que pese al cambio de gestión se mantuvo. Además de un espacio propio, esta política pública les permite tener trabajo. 

El camino cooperativo les dio la posibilidad de formarse, crear trabajo y hoy enseñar a otras. Todas enumeran los cursos, que además articulan con otros espacios culturales y sociales de la comunidad LGBTIQ+ rosarina: automaquillaje para quienes están haciendo su transición sexogenérica, moldería, costura y baile-escena Ballroom.

—El Estado no sólo nos ayuda, también nos necesita para implementar sus políticas. Y nosotras lo sabemos.

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Carlota Ramirez está llena de preguntas.

—¿Cómo metemos el deseo en la política de salud? ¿cómo disputamos sentido mostrando otra forma de pensar y construir el Estado?¿cómo gestionamos con poca plata? ¿cómo construimos diálogo con las masculinidades?

Quiere compartir lo que reflexiona con otras feministas como ella puertas adentro del Estado, ese lugar tan disputado. Es directora de Equidad de Género del ministerio de Salud en la Provincia de Buenos Aires. Desde allí, antes de que el acceso al aborto se convirtiera en ley, se creó una red con más de 500 equipos interdisciplinarios que garantizaron el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo, con una mirada puesta en el acompañamiento integral de la mujer. Fue de las primeras políticas creadas  en la gestión del gobernador Axel Kicillof, en 2019. 

Hoy las feministas de la gestión están en un contexto distinto al inicial. Con un gobierno nacional que va a contramano de sus iniciativas, para Ramirez en el campo de la salud es fundamental militar la autonomía de las mujeres y diversidades

—Es un momento donde los cuerpos de las mujeres están hiper tutelados.

Para Carlota, militante feminista de larga trayectoria, las alianzas territoriales son estratégicas. Lo cuenta mientras espera un avión, después de participar en un encuentro con otros países sobre políticas de salud y género. 

—Somos muchas las que disputamos en el campo de la salud la mirada patriarcal y no es posible hacerlo sin trasvasar otros campos, si no buscamos alianzas — dice.  

Uno de los desafíos es la transformación del modelo de atención y eso, para Ramirez,  implica pensar qué salud necesitan las mujeres. Según ella, la sociedad está organizada para cuidar la salud. 

—La pregunta es cómo dialogamos con la comunidad.  Esa para nosotras es una pregunta feminista— dice Carlota y agrega: —No sirve de nada tener consejerías llenas de misoprostol si cuando las mujeres van no se sienten bien tratadas.

El Plan Quinquenal de Salud que presentó el año pasado la Provincia de Buenos Aires propone un modelo de sistema sanitario basado en el derecho a la atención para todos, todas y todes. Como Carlota, habla de redes y perspectivas interseccionales. Es implementado a través de la Red Bonaerense de atención de la Salud. Una red que sirve para cuidar. Como las que arman las mujeres, las travestis y trans para sostener la comida y la educación. También los deseos.

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Denise Salazar sale de su casa en el Barrio Austral con sus hijxs sostenidxs de una mano y un bolso con cables en la otra. Camina dos cuadras por las calles empedradas, amplias y desiertas hasta llegar al Centro Municipal de Desarrollo Comunitario de Río Grande, en la provincia de Tierra del Fuego. Sus hijxs de tres, cinco y siete años van contentxs a jugar al Espacio de Cuidados y ella va al curso de electricidad que se dicta en el Programa Mujeres Construyendo Futuro, una iniciativa de la secretaría de Género y Desarrollo Comunitario del municipio de Río Grande. 

Hasta ahí la llevó la curiosidad. Hace unos meses vio un cartel. Le interesó aprender a hacer arreglos para evitar el gasto contratando a otres. Ahora sabe de normativas, amperaje y medidas de seguridad. Todo lo que aprendió lo puso en práctica en su casa. Hoy cursa un segundo nivel del curso, con el que va a poder tener matrícula profesional. Nunca imaginó trabajar en esto. Para ella, la electricidad era cosa de hombres. 

El año pasado la gestión municipal de Río Grande renovó su mandato. Con el triunfo de Javier Milei las mujeres al frente de la secretaría de Género sabían que algo iba a cambiar. Por pedido del Intendente, la secretaría de Género se unificó con la de Desarrollo Social. 

Todo lo conseguido lo sostienen como pueden: el patrocinio jurídico gratuito para mujeres en situación de violencia de género, las capacitaciones a mujeres emprendedoras, el refugio y hogar para mujeres. Lejos de achicarse, se agrandaron: el último 29 de octubre organizaron por segunda vez las Jornadas Municipales sobre Cuidados Igualitarios. Ahí se juntaron con otras mujeres de la gestión, organizaciones e instituciones de Argentina y Latinoamérica. La red sobre la que se apoyan. 

Luz Torres es subsecretaria de  Mujeres, Género y Diversidad del municipio de Río Grande. Trabajó durante años al lado de Alejandra Arce, actual concejala, una mujer fundamental para las feministas de su ciudad, dice. Junto a ella y una decena de trabajadorxs hacían el litigio estratégico de casos en los que intervenía hace más de diez años el Consejo Nacional de las Mujeres. Hacían un poco de todo, cuenta Luz, y ese aprendizaje fue fundamental para todo lo que vino después. 

—Lo que nos pasa a las mujeres es que hacemos un montón pero después no estamos en la mesa chica. Eso con la presencia de Alejandra nos empujó a llegar hasta acá, además de la decisión del Intendente.

El año pasado, antes del cambio de gobierno nacional, Río Grande hizo la presentación de su Presupuesto 2024. En él detallaron una inversión de 119 millones de pesos destinados a erradicar las violencias de género y también a generar políticas de apoyo a las mujeres y sus familias. El presupuesto nombra más de veinte programas organizados por ejes: violencias, cuidados, trabajo. En la lista se mezclan palabras como redes, cobijar, cuidar, proteger, corresponsabilidad. 

Para Torres, experiencias como la de Denise y el espacio de cuidados son las que siembran semillas de cambio. Ella cree que el desafío es hablar con quienes no piensan igual, hoy más que nunca. La base de la política de género, dice, es estar en la comunidad de manera transversal.

—Si no logramos convencer a una pastora de la iglesia, no estamos llegando a todas las mujeres.

En Río Grande no hay jardines maternales públicos, sólo jardines de infantes para niñxs a partir de los tres años. Luz sueña con tener uno municipal: para eso teje redes y busca ideas de otros gobiernos locales: sureños de la patagonia o sureños del conurbano. Sabe que sin financiamiento externo la creatividad es central. 

Del sur del mundo al sur del conurbano, la experiencia del municipio de Avellaneda les da pistas, cuenta Luz. Este distrito bonaerense no forma parte de los 52 municipios que cuentan con presupuesto con perspectiva de género, según el informe 2024 de la Unidad de Género y Economía de la gobernación bonaerense. Pero tiene 30 jardines maternales municipales, trece de ellos inaugurados el año pasado. Estos espacios de cuidado son vitales: la educación en la provincia es obligatoria a partir de los 3 años. Antes de esa edad es opcional, pero para la mayoría de las mujeres trabajar no lo es. 

Todos los jardines son iguales: desde el primero en Dock Sud, a metros de un barrio popular, hasta el último en la Isla Maciel, todos tienen los mismos juegos, las mismas aulas, el mismo aire acondicionado y la misma línea educativa. 

Magdalena Sierra es jefa de Gabinete de la Municipalidad de Avellaneda, pero empezó su carrera como trabajadora municipal dibujando planos, mientras terminaba sus estudios como arquitecta. 

—Haciendo cloacas, asfaltos y construyendo viviendas sociales también revertimos las desigualdades de género.¿De qué te sirve ponerle medidas de protección a una mujer que ocupa el mismo terreno con su agresor?

El año pasado el plan de urbanización local incluyó la construcción de 3.316 viviendas, de las cuales un cupo estaba reservado para mujeres y niñxs en situación de violencia de género. Una parte de esas construcciones quedó detenida debido a la paralización de las obras públicas por decisión del gobierno nacional. Esta última semana, además, el gobierno formalizó la disolución del Plan Pro.Cre.Ar, del que dependían estos proyectos. 

El Consejo de Mujeres tiene un refugio para aquellas que deben salir si o si de sus casas de manera urgente. Lo construyeron durante la gestión del primer ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades nacional. Pero esa no puede ser la única opción para una mujer, cree Magdalena. 

—Tener una vivienda es tener dignidad— dice. 

El presupuesto municipal de Avellaneda se sostiene en más de un 90 por ciento con recursos propios. Fue un logro de esta gestión. 

Denise Salazar llegó a Río Grande hace trece años. Es peruana. Nunca se imaginó trabajar de electricista, tampoco hacer un curso de soldadura y otro de arreglo de lavarropas. Pero lo hizo. Con sus compañeras pensaron en crear una cooperativa y también lo están haciendo. Todo esto es posible, para Denise, porque tuvo un lugar accesible y gratuito para formarse. Y también tuvo a alguien que cuidara de sus hijxs. Por las noches ella trabaja cuidando a una persona mayor. Durante el día, cuida a sus hijxs, pero esa tarea no es paga. 

—Tener un lugar para ir con mis hijos y que los cuiden fue muy importante. También el apoyo de todas las chicas, mis compañeras y las chicas del municipio. De otro modo, hubiera sido imposible.

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En el manual de mapeo colectivo de Iconoclasistas hay ejemplos de iconos y símbolos. Funcionan para sacar a la superficie aquello que se está mapeando. Las imágenes gráficas y los colores son fundamentales: agrupar información es más simple cuando vemos patrones comunes pero ¿es posible encontrar íconos puros en los territorios? 

Si el mapeo feminista es un mar de fueguitos ¿cómo simbolizarlos? Cada cual brilla con luz propia, como escribió Eduardo Galeano. Todos son distintos y parecidos a la vez. No hay pureza en este mapa. Todos los fuegos se cruzan, se enredan. Todos encienden una llama común.