Ensayo

La DANA revive la batalla cultural española


Las aguas bajan turbias

España está acostumbrada a otoños tormentosos e inundaciones moderadas. Pero no a que se les caiga el cielo encima. La posterior lucha en el barro de todos contra todos brindó un espectáculo político que horrorizó a una población ya golpeada por la muerte y la tragedia. El gobierno de Sánchez se subió sin casco ni guantes al ring de la batalla cultural y debió huir en su coche negro entre palazos, insultos y golpes. Por estos días, el discurso antipolítica de la extrema derecha hegemonizó el drama: reivindican a Franco y buscan desestabilizar al Gobierno bajo el lema: “sólo el pueblo salva al pueblo”.

Lo evidente, lo dicho: el gobierno español hizo (casi) todo mal en la gestión de la crisis ambiental generada por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) en la región de Valencia. España está acostumbrada a otoños tormentosos, e incluso a inundaciones moderadas. Pero no a que se les caiga el cielo encima, provocando riadas que arrasen todo a su paso sin dar tiempo a refugiarse. De pronto, los autos y sus alarmas se convirtieron en calabozos mortuorios de una pesadilla insoportable que aún resuena en los tímpanos de los vecinos de Valencia.

Los muertos, cuya cifra final se desconoce, se cuentan de a centenares. Más de 90 kilómetros de líneas férreas fueron destruídas, privando de esta vía de comunicación que hubiera permitido una ayuda más rápida y una evacuación más segura. Un verdadero escenario de miseria postapocalíptica para quienes el crecimiento económico de los últimos años les hizo olvidar que no eran inmunes a los embates salvajes de nuestro planeta.

El paquete de ayuda solicitado al Gobierno Español por Carlos Mazón (PP), presidente de la Generalidad Valenciana desde julio del año pasado en alianza con VOX, asciende a la suma de 31.402 millones de euros.

Una vez que las aguas bajaron, los supervivientes y los deudos que quedaron sepultados por el lodo debieron soportar un desastre comunicacional aún mayor, que exhibió lo peor de la gestión de crisis: mensajes tardíos, abandono, deshumanización de la comunicación, falta de coordinación, mezquindades políticas, intentos de uso deliberado de la crisis, falta de ayuda directa, desinformación e información tóxica.

La crisis ambiental se convirtió en una lucha en el barro de todos contra todos brindando un espectáculo político que horrorizó aún más a una población ya golpeada por la muerte y la tragedia.

No toda crisis técnica —como los desastres desencadenados por una inundación, un terremoto o un incendio— genera necesariamente una crisis política. Cuando un gobierno gestiona mal la comunicación de riesgo (la prevención) y la comunicación de crisis (la respuesta ante el desencadenante) puede generarse una crisis reputacional, y por lo tanto convertir la crisis técnica en una crisis normativa. El gobierno en lugar de ser la respuesta y la solución, se convierte en el Leviatán oportunista, perverso, incapaz y deshumanizado. Es entonces cuando la caída del gobierno se convierte en una alternativa de salida para resolver la crisis normativa.

Más allá del contexto político en el que la DANA desencadenó la crisis, se encuentra la metapolítica, el espacio en el que se da la batalla cultural y donde la derecha radical mejor hace pie. La metapolítica[1] se articula a partir de dos nociones: la decadencia de la civilización europea y la amenaza latente de la inmigración musulmana, el feminismo, el invierno demográfico y el pluralismo cultural[2]. La metapolítica es el ring al que el gobierno de Pedro Sanchez (PSOE), convidado por la corona española, decidió, en un nuevo gesto de torpeza política, entrar sin guantes ni casco de protección. Y de ese cuadrilátero tuvo que huir como un fugitivo en su coche negro entre palazos, insultos y golpes.

La indignación de la gente de Paiporta es comprensible porque ellos pusieron los muertos y no recibieron la ayuda que esperaban del Estado. Sin embargo, detrás del drama catártico se cuece una guerra política más profunda que vió en la crisis ambiental una oportunidad de sintonizar con la gran audiencia a un nivel explícito, sin necesidad de apelar a los prejuicios encubiertos, a los atajos identitarios, ni al camuflaje ideológico. “¡Solo el Pueblo salva al Pueblo!” se convirtió en una proclama de la extrema derecha que mejor expresó la bronca hacia un Estado ausente, incapaz e inhumanamente tecnocrático.

El grupo Revuelta, una asociación de extrema derecha que funciona como grupo de juventudes de Vox, fue de las primeras en llegar a Paiporta camuflados como voluntarios y agredir al presidente del Gobierno. El partido de Abascal ofreció públicamente asistencia legal gratuita a los agresores involucrados. “Los patriotas” ya no eran violentos, sino héroes. Peor aún, las redes sociales se convirtieron en un foro abierto en el que, de mínima, se justificaba la actuación de los manifestantes y, en el peor de los casos, se los celebraba y alentaba a ser más radicales. La violencia caló hondo en el discurso político.   

Las imágenes de la “cobardía” de Pedro Sánchez, la “estoicidad” del Rey Felipe VI y la “empatía” de la reina Leticia recorrieron el mundo. Pocas veces los pueblos ven la ficción de la Corona y del Estado democrático tan frágil.

La crisis política desencadenada por la DANA le ha venido como anillo al dedo a la derecha radical para profundizar la “guerra” cultural a la que se sienten convocados. Le permite articularse territorialmente, conquistar el debate digital, poner contra las cuerdas al discurso mediático, deslegitimar al Estado, al partido socialista y,  más allá, a la Unión Europea y a la demonizada Agenda 2030. 

Se trata de una ultraderecha europea nutrida de las ideas y formatos de la ideología norteamericana de Alt Right[3] que agrupa a una generación de jóvenes precarizados, muchos de ellos “ni-ni”, que comenzaron a encontrarse y a converger a través de Internet, compartiendo sus frustraciones, odios y reivindicaciones. 

Más allá de los líderes que tempranamente financiaron e impulsaron estas corrientes, como Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, Le Pen o Abascal, la pandemia y las medidas de control que implementaron los gobiernos en el mundo sirvieron de incubadora para que estas setas pulularan por Occidente y ocuparan la centralidad de la discusión política.

Sin embargo, estas agrupaciones de extrema derecha seguían sin resolver la tensión entre las agendas locales —por lo general con una carga ideológica menor— con su programa de construcción de “etnoestados” y las discusiones globales de su catálogo ideológico. La crisis ambiental de Valencia les dio la oportunidad de poder articular exitosamente la agenda local con la global. De la muerte y la devastación en concreto a la denuncia general de la decadencia y la amenaza civilizacional de España, Europa y Occidente.

Las pérdidas humanas y económicas no son de extrema derecha. Tampoco lo son la indignación, ni la rabia, ni la furia, ni el dolor. Pero, en río revuelto, pudieron capitalizar esas emociones para dinamizar su agenda política y ganar simpatías impensadas.

“La gente está enfadada y hasta las narices. Un pueblo entero que rabia contra todos sus representantes políticos. La gente está harta. Esto significa que el miedo ha cambiado de bando, y la gente no quiere a sus representantes”, afirmó Pablo Lucini, miembro del partido xenófobo y racista Democracia Nacional, en un video difundido por las redes sociales. El espacio defiende las expulsiones masivas de migrantes y reclama la instauración del “derecho de sangre” como condición para acceder a la nacionalidad española. Combinan su discurso xenófobo con acciones sociales de “ayuda para los españoles” en Valencia, al tiempo que agitan las protestas contra el Gobierno.

Este discurso sintonizó automáticamente con la demanda popular. Desde los canales de televisión, Toñi, una funcionaria pública de la Généralité de Valencia, después de perder a su marido y a su hija de 24 años entre llantos denunciaba ante todo el país: “Son unos políticos de mierda. No son humanos. Solo buscan su beneficio. Son un atajo de ineptos que utilizan la política para jugar con las personas. Políticos, dimitid, os ha venido grande todo esto”.

Otra de las agrupaciones que se hizo presente fue España 2000, que se define como “un partido político de carácter social y patriota que defiende los derechos de los españoles ante las agresiones y canaliza todo su trabajo en apoyar las justas reivindicaciones del español medio, que es el gran olvidado en esta sociedad netamente mercantil”. Uno de sus miembros se acercó al Rey de España con una camiseta negra con el lema Sic Semper tyrannis (“así siempre con los tiranos”), palabras de Marco Junio Bruto antes de asesinar a Julio César.​ Una estética y proclama recurrente en la indumentaria ultra de varias de estas agrupaciones.

En otra de las imágenes se pudo ver como el rey Felipe VI agarró del brazo a un hombre que llevaba un tatuaje ligado a la grada ultra valenciana Mario Kempes, un grupo de extrema derecha que combina el deporte con la política, y fueran los responsables de realizar saludos nazis y racistas contra Vinícius Júnior, futbolista del Real Madrid.

Otro de los jóvenes que increpó al rey lucía una remera con el logo de “División 250”, en referencia a la División Azul, la unidad de extrema derecha que rescata el nombre de la división de infantería de voluntarios españoles que Franco envió en apoyo a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

El entramado de grupos radicales cuenta además con la participación de Devenir Europeo, la asociación que homenajea a Hitler y reivindica las “obras” del nazismo bajo el amparo de su registro como asociación “cultural” ante el Ministerio del Interior Español.

Desde el canal Alt Right España, usina fake news, también se promovió participar en los disturbios de Paiporta al grito de “¡Guillotina para Sánchez!”.

Otro de los actores que se hizo presente en Valencia fue Nucleo Nacional, una organización nacionalista de extrema derecha cuyos miembros encapuchados y vestidos íntegramente de negro con simbología neonazi proclaman desde su página web que darán voz a “la realidad silenciada por nuestros gobiernos” y crearán juntos “el Despertar Nacional, nuestra propia comunidad”. En sus redes exhiben un fuerte activismo y acciones de solidaridad con los damnificados, mostrando fotos de alimentos donados, limpieza de calles, envío de gabinetes psicológicos, entre otras acciones. Desde allí, proclaman: “Cuando el Estado falla, aparece la Nación”.

La respuesta del gobierno se enfrentó al dilema de no hacer nada contra estos grupos o avanzar con detenciones, aunque esos arrestos contribuirían a aumentar el clima insostenible de crispación. Tras ser evacuado de Paiporta, Sánchez los definió como “algunos violentos absolutamente marginales” que han agitado la bronca contra las autoridades, separándolos de la indignación popular. Para el Gobierno, lo sucedido no es “causa única” del malestar social, sino “obra de la extrema derecha y de los grupos ultras”, que han movilizado “su maquinaria” para intentar destruir a un Gobierno “elegido legítimamente” a través de instrumentos “que se alejan del marco de la legalidad”.

Sin embargo, el PP, un partido tradicional de derecha que lejos está de ser marginal, se sumó a los ataques contra el gobierno. La operación para controlar los daños contra Mazón se evidenció en la comparecencia de Alberto Núñez Feijóo (PP), quien arremetió contra la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), organismo estatal al que el Consell de Valencia desoyó sus reiteradas advertencias.

Tras la denuncia, la organización de extrema derecha Manos Limpias, interpuso una querella por delitos de homicidio imprudente contra la AEMET con el único fin de profundizar la crisis mediática y disputar el relato en torno al contexto de la crisis.

La presencia de la extrema derecha permitió desviar el foco de atención sobre la acción del gobierno de Valencia a cargo del PP y VOX. No fue casualidad el apretón de manos entre el operador de extrema derecha Javier Negre, un periodista condenado por la Justicia y director de la plataforma EDATV, con Carlos Mazón. Negre lo esperó estratégicamente para estrechar la mano delante de las cámaras al mismo tiempo que sembraba fake news contra el gobierno español: dijo que el radar de Valencia no había estado funcionando durante el incidente. La misma AEMET debió salir a desmentirlo.

El mayor beneficiado de la revuelta contra los reyes y el presidente del gobierno español fue Carlos Mazón, quien salió bastante limpio de los ataques, demostrando que las agrupaciones de extrema derecha no trabajan de forma aislada ni desarticulada con los partidos mainstream, aunque muchas veces desde los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales se enfrenten y los denuncien por ser demasiados cuckservative o normie[5].

El laboratorio de la tragedia de Valencia permite vislumbrar una estrategia y un plan de acción que le resultó efectivo a la derecha radical para articular las problemáticas locales con su denuncia global. Hicieron ocupación efectiva del vacío que dejó el Estado y pusieron relato a la indignación, el dolor y la furia de los damnificados. Ganaron las calles, pero también las redes sociales y el debate público tanto sobre el contexto político en el que se desarrolló la crisis, como en el campo de la metapolítica donde se construyen los grandes consensos sociales.

La estrategia de lo micro a lo macro se articuló con una coherencia conceptual hilvanada por puntadas de realidades concretas, verdades a medias y mentiras de inteligencia artificial. Esa secuencia escalonada estuvo compuesta de las siete líneas de acción:

Las organizaciones de extrema derecha con poca o ninguna implantación social con los más desfavorecidos se convirtieron de la noche a la mañana en los grandes benefactores del pueblo valenciano, cargando camiones y furgonetas con donaciones de todo el país en dirección a las zonas afectadas por la catástrofe.

Estas columnas de voluntarios de extrema derecha —conformadas entre otras por Hacer Nación, Núcleo Nacional, Facta— se confundieron y se mezclaron con los voluntarios sociales que recorrían las carreteras y calles de la Comunitat Valenciana para auxiliar a los vecinos de las zonas más afectadas por la catástrofe.

Hasta Roro, la novia cocinera de Pablo, modelo de “trad wife” que se hizo viral en las redes sociales, llevó su comida a la organización Revuelta, supuesta ONG financiada por VOX. “No me importó, no le ví problema. ¿Por qué?, porque la gente estaba ayudando y eso es lo que hace falta ahora mismo: ayuda. Yo he aceptado una ayuda que se me proporcionó y que nadie me había querido dar. Y ya está”, se defendió desde su redes sociales luego de los ataques recibidos por mostrarse vinculada a VOX.

Pero Roro no fué la única, y los ataques ideológicos que recibían aquellos que trabajaron a la par de la extrema derecha no hacían más que mostrar una izquierda dogmática, insensible y cerrada. Una izquierda woke insolidaria que no se embarraba los pies.

Toda la actividad solidaria y de intervención en el terreno fue retransmitida en directo por redes sociales y medios tradicionales, mezclando propaganda con difusión: son los patriotas de derecha, y no el Estado español ni la izquierda comunista, quienes estaban salvando a Valencia y a su pueblo.

Las organizaciones ultras realizaron una tarea de difusión y propaganda sistemática en las redes sociales mostrando las tareas de ayuda y llevando a todo el país el mensaje de que España era un “Estado Fallido”, así como que el gobierno estaba ocultando la verdadera magnitud del desastre.

La guerra de la metapolítica se nutrió de la ausencia de datos sobre quién estaba llevando adelante la ayuda y cómo se estaba canalizando la solidaridad del pueblo español de forma orgánica. Hasta la Cruz Roja española fue acusada de pertenecer a la “casta” de burócratas.

La velocidad de las redes sociales, el interés sobre lo que estaba pasando y la capacidad de los usuarios de generar contenidos de difusión propios aceleró el uso estratégico de estos canales. Las redes sociales (sobre todo X y Tik Tok) son el territorio natural de estos grupos de extrema derecha, que crecieron alimentados por el algoritmo y la radicalización propiciada por la lógica del meme y su capacidad de combinar el humor con la propaganda.

Como si la verdad fuera una solución estadística, las comunicaciones oficiales del gobierno no lograron obtener la credibilidad ni la confianza para disipar el tsunami de fake news que circularon durante la tragedia. “La mayoría cree que hay más muertos de los que han dicho”, se convirtió en un mantra en las calles de Valencia, las redes y los medios de comunicación.

Los influencers agitadores siguieron al detalle el manual de comunicación estilo Alt-Right: atacar al enemigo blandiendo todo tipo de mentiras e invenciones para sacar una ventaja política. La duda sobre los muertos habilitó su cruzada contra el mundo científico y contra todo lo que sonara a izquierda, ecologismo, cambio climático o Agenda 2023. Todo formaba parte de la gran mentira que el gobierno estaba haciendo tragar a su pueblo y que ahora había quedado al descubierto. En este marco, las agencias oficiales no dan abasto para desmentir la cantidad infinita de “noticias” que todavía circulan.

Desde VOX compartieron noticias falsas sobre la demolición de represas impulsada por el socialismo. El mismo Abascal se refirió a la “ley criminal de voladura de presas”, en respuesta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que lamentó las inundaciones calificándolas como una “dramática realidad del cambio climático”.

Uno de los puntos críticos en la búsqueda de víctimas durante estos desastres son los aparcamientos subterráneos. Fue así que las miradas se dirigieron al centro comercial Bonaire, en Aldaia, después de que en las redes sociales y plataformas como WhatsApp o Telegram circularan mensajes que denunciaban la existencia de cientos o miles de muertos con el objetivo de generar terror  y caos. “En el parking de Bonaire hay muchos cuerpos, muchos cuerpos. Muchos”, escribió el periodista de derecha, Iker Jiménez, que cuenta con más de 800 mil seguidores en X. Otros usuarios afirmaban que el parking era un “cementerio” o que iban a aparecer “miles” de cadáveres. Luego de jornadas de intenso trabajo, los bomberos y policías revisaron todos los vehículos y no hallaron víctimas.

Cuando los cuerpos no aparecieron, surgieron las fakes sobre los camiones mortuorios y refrigerados que se llevaban los cadáveres de la morgue para ocultarlos. Una fake news alimentada por la memoria de la pandemia. Si bien se demostró que no eran ciertos, los mensajes siguieron circulando, se replicaron y se expandieron en el mundo virtual, no solo minando la confianza en el gobierno, sino que puso en duda todo el sistema de creencias de la metapolítica: la ciencia, el cambio climático, el interés público del gobierno y los criterios de verdad. 

La violenta recepción al Presidente Sanchez y a los reyes españoles por una turba de militantes con la cara tapada —y con simbología fascista y nazi— y de vecinos genuinamente indignados por la catástrofe fue una acción públicamente reivindicada por la derecha extrema.

Según elDiario.es, la asociación Revuelta se adjudicó el ataque con un palo a Sánchez. Adrián Campos, un supuesto “voluntario” ligado a la delegación valenciana de la organización, publicó en un grupo de WhatsApp: “Estamos los de mi asociación aquí, les hemos destrozado el coche, pero solo le hemos podido dar con un palo en la espalda”. El joven ultra añadió: “No sé qué habrá pasado después pero de nuestra zona ha salido vivo”.

Desde que se conoció que estaba prevista la visita oficial a Paiporta y a Xiva, las redes sociales vinculadas a la extrema derecha se lanzaron a boicotear a la comitiva. Influencers y pseudoperiodistas agitaron los disturbios a través de sus perfiles. Tras los incidentes, evitaron la condena a los violentos e incluso se reprochaban no haber actuado con mayor ferocidad.

La violencia discursiva precedió y justificó la violencia física. Así, la política española entró en un territorio inhóspito, en el que la convivencia y los desacuerdos ideológicos admitían como legítimo el uso de la fuerza rompiendo los consensos de la España post-franquista.

La mala gestión de la crisis de DANA permitió instalar la idea de España como Estado fallido a partir de la cual las agrupaciones de extrema derecha buscan la caída del gobierno de Sanchez atribuyéndole la máxima responsabilidad. La ultraderecha busca convertir la crisis en un frente contra el Gobierno. Los mismos grupos xenófobos que encaraban el mes de noviembre con movilizaciones contra los inmigrantes y en defensa del “derecho de sangre” como condición para vivir en España, han encontrado en el terreno devastado por la DANA un territorio propicio para redirigir y enfocar sus campañas contra Sánchez.

“Poco te han hecho por lo criminal de tus decisiones, pero lo vas a terminar pagando, no vamos a descansar hasta que así sea”, afirmó Hacer Nación en X.

Núcleo Nacional prepara un calendario de movilizaciones convocadas para noviembre. Una está prevista realizarse en la calle Ferraz de Madrid, donde pretenden reactivar las protestas más violentas contra el PSOE y el Gobierno. El video promocional de la movilización divulgado en redes sociales consiste en imágenes de enfrentamientos con la Policía Nacional. España 2000, que suele ofrecer formación en tácticas de defensa personal a sus militantes, anunció que respalda la convocatoria de los neonazis.

En las últimas dos décadas solo se han ejecutado tres demoliciones y se trata de azudes —estructuras mucho más simples y pequeñas (con menos de seis metros de altura) que las represas— pensados para derivar o distribuir el flujo de agua. Cuando la extrema derecha plantea que buena parte de lo sucedido se debe a la “criminal voladura de represas” destinadas a contener el agua en caso de posibles riadas, en realidad oculta una pretensión de legitimar el pasado de la dictadura franquista. Solo se han ejecutado tres demoliciones.

Según su relato, uno de los principales logros de Franco fue la construcción de obras hidráulicas por medio de las cuales los cauces discurrían por donde Dios manda, los pueblos no se inundaban y España aumentaba su productividad. Sin embargo, la realidad histórica difiere. El objetivo de todos estos programas era, principalmente, incrementar la producción alimentaria en un país eminentemente agrario por medio de embalses construidos a cargo del Estado con mano de obra semiesclava, muchos de ellos prisioneros políticos, para irrigar las tierras de los señores terratenientes y cultivadas por trabajadores agrícolas con sueldos de miseria.

Además, los pantanos no fueron una idea genial del Caudillo de España. El primer programa de presa es de 1902 y los cambios decisivos llegan con la dictadura de Primo de Rivera. Ya en 1933, con la Segunda República, se diseña el Plan Nacional de Obras Hidráulicas con foco en la cuenca Mediterránea, que es el precedente más inmediato de los proyectos franquistas.

La Gaceta de la Iberosfera, una web propiedad de la Fundación Disenso, conocida por ser el laboratorio de ideas de Vox, mantiene en portada una pieza titulada “España lidera la lista europea de demolición de presas con más de 500 en los últimos 20 años”. Allí relacionan directamente la muerte de cientos de personas con la destrucción de infraestructuras fluviales. Todo sirve para acusar al “gobierno marxista” del PSOE y reivindicar la figura de Franco. Rediscutir el pasado es un paso necesario para reinterpretar el presente.

En el año 2023, Mazón (PP) junto a VOX y Ciudadanos presumió del radical recorte que implementó en las políticas contra el cambio climático al considerar que se trataba de “otro chiringuito más” (para la jerga de la Argentina mileísta, “un curro más de la política”) redirigiendo esos fondos públicos a fomentar las actividades taurinas (sí, a las corridas de toros). Bajo esta premisa, la extrema derecha vació de recursos a las políticas de protección ciudadana frente a la emergencia medioambiental negando la existencia del cambio climático.

Resulta natural que aquellos que denuncian como fraudulento la existencia del cambio climático, y de su articulación en políticas públicas de transición energética y mitigación del daño con financiamiento europeo e internacional, se opongan a las instituciones que promueven dichas políticas y asignan esos recursos. 

Mientras el Gobierno de Sanchez solicitaba formalmente la ayuda del Fondo Europeo de Solidaridad y la aprobación de recursos para paliar los daños causados por desastres naturales, Abascal se enfrascaba en una discusión con las autoridades de la Unión Europea por ser portadoras de una falsa ideología.

La agenda local quedó articulada a la denuncia al status quo global, responsable de usar y financiar a los gobiernos democráticos (de izquierda, pluralistas, contra el cambio climático y a favor de políticas de reparación contra minorías) contra los intereses de los verdaderos pueblos blancos.

En todo sistema de gobernanza complejo, lo que ocurre en un país no está aislado del resto de países. El destape de la derecha radical de España no puede entenderse sin compararlo con los disturbios ocurridos en agosto en este año en Reino Unido, donde la extrema derecha usó el asesinato de unas niñas para volcar su islamofobia sobre comunidades musulmanas.

Cualquier desencadenante de crisis, en contextos políticos gobernados por fuerzas políticas de izquierda o centro izquierda, puede servir como plataforma para que la derecha radical denuncie los marcos ideológicos sobre los que se asientan los consensos de la metapolítica.

Si la violencia ha comenzado a calar en las sociedades democráticas es porque en Occidente no entendemos a nuestra propia extrema derecha. Trump, Farage, Modi, Erdogan, Orban, Netanyahu, Putin, Le Pen y Meloni no son populistas, son nacionalistas mayoritarios. Cada uno de ellos tiene el mismo objetivo: tomar las mayorías nominales en sus países (definidas por la raza o la religión) y convertirlas en mayorías autoconscientes y supremacistas, decididas a remodelar sus naciones a su imagen y semejanza y a reducir a las minorías religiosas, étnicas y sexuales a la condición de ciudadanos de segunda[6].

La fuente histórica del nacionalismo mayoritario no es el populismo, sino el nazismo. El Holocausto descalificó el mayoritarismo del ámbito político mainstream en la Europa de la posguerra. La Guerra Fría, a su vez, congeló la imaginación nacionalista en ambos lados del Telón de Acero. Pero el concepto maestro del nazismo de un estado-nación mayoritario, basado en el chivo expiatorio de las minorías “inferiores”, siguió siendo una inspiración para los supremacistas que llega hasta nuestros días.

No sirve de nada ignorar la realidad del sentir general: la política se está convirtiendo en un impedimento para lograr los sueños y anhelos de muchas personas. El desprecio hacia la política es el sentimiento con el que se identifican muchos ciudadanos de democracias plenas. Precisamente porque la política mainstream está dejando muchos huecos en la vida de la gente que son llenados por la extrema derecha. Valencia es el ejemplo más próximo de ello.

Las crisis son una oportunidad única para que ingrese el virus. En Argentina ocurrió durante la pandemia. Y una vez que la metapolítica es hackeada, los votos se cuentan solos. Por eso Millei, en Argentina, estuvo siempre más preocupado por dar la guerra cultural en la metapolítica que en formar y organizar un partido político con existencia real en el territorio. No se necesita eso para que una sociedad caiga rendida a los pies de la serpiente. “¡Enhorabuena al presidente Donald Trump! Hoy tenemos que celebrar también la importancia del voto hispano en esta victoria del mundo libre. Es la hora de los patriotas. Es la hora de la libertad”, celebró Santiago Abascal en su cuenta de X el martes por la noche. Una nueva riada de lodo se avecina. 

Sin una respuesta firme y democrática que interpele a la sociedad en su conciencia moral, estos brotes de odio y de violencia van a seguir expandiéndose, sembrando el terreno para el terror y la violencia del Estado. Es tiempo de que víctimas y victimarios vuelvan a ocupar sus casilleros.


[1]  Griffin, R. (2000). Between metapolitics and apoliteia : The Nouvelle Droite’s strategy for conserving the fascist vision in the “interregnum.” Modern & Contemporary France, 8(1), 35–53. https://doi.org/10.1080/096394800113349

[2] Zúquete, J.P (2024) Os Identitários - O Movimento Contra o Globalismo e o Islão na Europa; Lisbon, Portugal: Edicões 70.

[3] Dewey, Caitlin; Ohlhelser, Abby & Team Fix (August 25, 2016): “Hillary Clinton’s alt-­‐right speech, annotated”. The Washington Post.

[4] Reguera, Marcos (2017) Alt Right: radiografía de la extrema derecha del futuro (CTXT, Contexto y Acción).

[5] Cuckservative (cornuservador) = Cuckold es el que observa cómo otro hombre realiza el coito con su esposa. Político profesional conservador que defiende el pensamiento políticamente correcto y ataca a la Alt Right // Normie (convencional) = Persona normal conservadora que sigue los dictados de una sociedad izquierdista por adherirse a lo políticamente correcto. Potencial seguidor de la Alt Right una vez sea liberado del pensamiento políticamente correcto.

[6] Kesavan, Mukul (28 de junio de 2024) The West Misunderstands Its Own Far Right. The right-wing parties poised to take power aren’t populist. They’re something much worse. Foreign Policy. https://foreignpolicy.com/2024/06/28/far-right-populism-france-rn-le-pen-trump-united-states-modi-india-majoritarianism/