Ensayo

Máxima


La realidad o la realeza de una serie

“Máxima”, la biopic sobre la reina argentina, no pretende ser “The Crown” versión holandesa. Es un producto de entretenimiento efectivo que dialoga con “Emily in Paris”. Pero la historia de esa heroína, trasplantada para vivir el cuento de hadas, tiene más política de lo que promete. Jorge Zorreguieta, el padre bueno que alienta a su hija, es la fuerza que desata el conflicto. La serie no se toma con liviandad su participación en el gobierno militar. No tiene matices con la dictadura, hasta es pedagógica. Tali Goldman y Mariana Levy se preguntan ¿de qué está hecha “Máxima”? ¿Es una serie for export o for dummies? ¿Cómo ven la dictadura desde afuera?

Primer plano, una lujosa araña de cristal. Se escucha de fondo: “Yo tampoco lo vi venir, Max”, “Espera, Max, vamos”. Sobre la lámpara de cristal sobreimprime: “La Haya, enero 2001”. Vemos a una chica de pantalón gris y remera bordó, rubia con rodete—es Máxima—, perseguida por un muchacho pelirrojo, vestido de camisa cuadrillé y suéter gris—es Guillermo Alejandro—. Máxima camina rápido y él la persigue. Por la decoración ornamental y el personal de servicio sabemos que es un palacio. La conversación entre ellos sigue, por momentos caminan, por momentos se frenan:

—Esto tampoco es lo que yo quiero. Estaba furioso—dice el príncipe.

—Bravo, bravo Alex.

—Max, esperá, por favor. 

—¿Por qué no me dijiste antes?

—Porque quería esperar al momento adecuado. No quería convertir esto en una gran cosa.

—Mi padre no puede estar en nuestra boda ¿y decís que no es la gran cosa?

—No es lo que digo. No quería que te preocuparas sin necesidad. 

—No, Alex, sos tan arrogante que creés que podés manipular las cosas a tu voluntad. 

—Max, por favor.

—Andate a la mierda, dejame sola. 

—¡Es solo política!

—¡Me cago en la política! Me escondiste esto.

Máxima se encierra en la habitación, mientras Alex sigue golpeando la puerta. La música va in crescendo, primer plano de Máxima. Funde a negro. 

En esta primera escena de la serie “Máxima”, disponible en la plataforma Max, sabemos, por ahora, pocas cosas. Sabemos, por ese breve diálogo, que Máxima y el príncipe aún no están casados, que efectivamente están en un palacio y lo más importante, que el conflicto que va a impedir el amor entre ellos o la boda en sí, está vinculado al padre de Máxima, algo que a esta altura todos estamos al tanto aunque aún no aparezca en el relato: su participación en la dictadura militar. Lo que aún no podemos saber es que va a haber mucho menos “palacio” del que nos imaginamos—teniendo en cuenta que es una biopic sobre la “realeza”— y, por el contrario, va a tener mucha más “política” de la que esperamos para una serie que promete ser una historia de amor. 

Pero, ¿de qué está hecha Máxima?¿A quién le habla? ¿Es una serie for export o for dummies? ¿Con quién dialoga? ¿Cuáles son sus aciertos y cuáles sus fallas? ¿Cómo ven la dictadura desde afuera? ¿Por qué nos atrapan tanto las biopics? ¿Estamos ante un “queen washing” de Máxima? 

¿For export o for dummies?

Un producto audiovisual que habla de Argentina, con una protagonista argentina, hecha por extranjeros, produce una sensación extraña. Para encontrar algo similar tal vez debamos remontarnos a la “Evita” de Oliver Stone. “Máxima” es una serie holandesa, producida en Holanda, escrita por holandeses, y con el público de los países bajos como principal target. 

Holanda no es un país con una historia de grandes series, o de series que hayan trascendido sus fronteras de manera resonante. Aunque hable de una mujer argentina, “Maxima” es la mirada que tienen los holandeses de la “historia de origen” de su reina holandesa que, casualmente, nació en Argentina. 

Vamos a obviar las ridiculeces como el cartel en medio de una calle que reza “Villa Crespo-Almagro”; el dulce de leche que Máxima y su papá se comen en medio del campo; la milonga en Manhattan con argentinos que bailan un tango for export, y también vamos a omitir que en una escena que sucede en plena dictadura militar, la familia de Máxima—cuyo padre era funcionario del gobierno de facto— cante “La cigarra” de María Elena Walsh, una canción que había sido censurada. 

Con toda la corrección política y con todo el cuidado que los holandeses tienen por algunas formas, sorprende que hayan omitido la importancia de incluir en un rol central en todos los episodios a guionistas argentinos que escriban y asesoren no solo sobre el significado cultural de ciertas cosas, sino sobre la verosimilitud de algunos momentos. La única guionista argentina que aparece con un crédito de escritura es Marcela Guerty, quien trabajó en dos episodios, al comienzo del proceso, pero no estuvo durante las versiones finales. 

¿Con quién dialoga?

¿“Maxima” pretende ser “The Crown” versión holandesa? The Crown no es solamente una serie sobre la reina Isabel y sobre la realeza Británica, es una de las series más logradas de los últimos años escrita por Peter Morgan, uno de los guionistas más célebres de ficciones basadas en hechos reales. “The Crown” entra dentro de la categoría de “Prestige TV”. O sea, series que aspiran a tener una profundidad narrativa y estética que excede ampliamente el mero entretenimiento. 

Por el contrario, y sin quitarle mérito, Máxima dialoga más con “Emily in Paris”, una chica yanqui se va a vivir a París y tiene diferentes aventuras románticas graciosas debido a la diferencia cultural. Es un producto de entretenimiento efectivo con bellos paisajes y una historia de amor central. Busca que las chicas se identifiquen con esa heroína que es trasplantada, de su país periférico y su clase social, para vivir el cuento de hadas y ser coronada reina de un antiguo país europeo. 

No basta únicamente con una pareja protagónica atractiva para que un drama romántico funcione. Aunque en este caso Delfina Chávez y Martijn Lakemeier son un gran acierto, su química incluso traspasó la ficción—ellos blanquearon su relación en la vida real—. Para que un drama romántico funcione tiene que haber un conflicto. Ese es el gran desafío de escribir una biopic: más allá de la historia real, necesitamos un conflicto potente que permita sostener todo el arco dramático de un personaje y la trama de una serie.

¿De qué está hecha Máxima?

La serie está basada en el libro “Máxima Zorreguieta, Madre Patria”, publicado en 2022 por Emecé, escrito por una prestigiosa periodista holandesa, Marcia Luyten. Si bien el libro no es una biografía oficial y Luyten no tuvo acceso a nadie de la realeza, es un libro ciertamente “avalado” por Máxima. Así cuenta en el prólogo: “El servicio de Información del Estado hizo saber que no ponía objeciones al libro propuesto. Yo iba a poder entrevistar a familiares, amigos, compañeros de estudios y antiguos colegas, si ellos así lo deseaban (...) Con este exclusivo acceso a fuentes primarias, la información era limitada (...) las personas que están dispuestas a ser entrevistadas son muy cuidadosas. Le guardan lealtad, comprensiblemente”. Aún así y con todas estas salvedades, el libro es sólido y realmente tiene un trabajo de fuentes y materiales vastísimo, sobre todo, de la historia política argentina.

La serie casi no se corre del libro y por eso llama tanto la atención el disclaimer con el que abre cada episodio. “Inspirado por eventos reales. Mezclado con elementos ficcionales. Y dramatizado”. Traducción: “esto que van a ver no tiene demasiado que ver con la realidad pero nosotros necesitamos que parezca que así porque eso es lo que vende las bioseries”. 

¿Qué pasó en la “vida real” entre Máxima y el príncipe? Se conocieron, se enamoraron y se casaron. En la “vida real”, entonces, nada se opuso a que estuvieran juntos. Porque incluso para la sociedad holandesa—un pueblo “progresista”— el hecho de que su príncipe se casara con una plebeya del tercer mundo no era un problema. Esta historia, si quisiéramos contarla en una serie, como es el caso, carece de un arco dramático interesante. ¿Quién puede mirar eso durante seis episodios por más puentes de Brooklyn que mostremos detrás? 

Para que los espectadores inviertan en el deseo de que la pareja protagónica se junte tiene que haber algo suficientemente relevante que intente separarlos. Entonces, ¿cuál es esa fuerza que se les va a oponer? Su padre. Jorge Zorreguieta es el gran obstáculo entre Romeo y Julieta. Si bien es cierto que el padre de Máxima no fue a la boda, en la vida real eso jamás puso en riesgo la pareja de Máxima y Alex. El conflicto está algo “inflado” y sobredimensionado para darle estructura a la serie y agregarle algo de pimienta al cuento de hadas.

¿Cómo ven la dictadura desde afuera?

En el libro “Los malos” de Editorial Universidad Diego Portales, Leila Guerriero, que recopila perfiles sobre personajes literalmente “malos”, dice: ⁠“Toda decencia, toda luz, toda honestidad tienen su lado oscuro. Su inevitable viceversa—toda oscuridad, toda incidencia tienen su lado luminoso—es mucho más terrible. Qué mirar entonces: la exacta viceversa, ese peligro”. Siguiendo esta línea, según plantea la serie e incluso el libro, Máxima ama a su padre, lo considera buen padre, dice que todo lo aprendió de él. Máxima es su preferida y es la portadora del nombre de su bisabuela, la figura familiar más importante para Jorge Zorriegueta. 

Todo esto lo vemos. Vemos cómo él la protege y la moldea desde pequeña, “Vos tenés que ser Máxima”, “sos una Zorreguieta”, le dice. Vemos cómo la alienta en su juventud y cómo la ayuda en sus trabajos. También percibimos la diferencia con sus otros hijos, sobre todo con Dolores, su hermana mayor, quien en la serie y en la vida real cuestionaron el accionar de Zorreguieta en la dictadura. Y pese a que vemos a este padre amoroso con su hija Máxima, la serie no se toma con liviandad su participación en el gobierno militar. 

No hay matices sobre lo que pasó en la Argentina: hablan de 30 mil desaparecidos, de asesinados y tirados al río. Vemos a una familia pidiéndole a Zorreguieta, en su rol de secretario de agricultura, por el paradero de su hijo—también esto está basado en el caso de la desaparecida Lidia Inés Amigo, cuyo padre era conocido de Zorreguieta—. Incluso vemos a unas jóvenes madres de Plaza de Mayo pidiendo por sus hijos.

En este sentido, la serie es tan pedagógica como la película “Argentina, 1985”, en un momento tan significativo, en donde un grupo de diputados de “La libertad avanza” visita a Astiz en la cárcel, sin ningún tipo de sanción, y donde la vicepresidenta, Victoria Villarruel, llama a tener “memoria completa”. 

La serie plantea que Máxima realmente nunca había hablado con su padre sobre lo que él “había hecho” en la dictadura. O en realidad, que eso no era algo “importante” de lo que tenían que hablar. No solo eso. Nos muestran a una Máxima casi ignorante sobre lo que había pasado en la dictadura ¿Es posible esto? 

Máxima, que en 1976 tenía 10 años, se crió en un sector de élite, con una familia que apoyaba el golpe de Videla, en una escuela en la que tenía que hablar en inglés. A principios de los 90´ efectivamente se va a vivir al extranjero y cuando conoce al príncipe a finales de esa década, Argentina todavía se regía bajo las leyes de impunidad, el 24 de marzo no era feriado, las “Madres y Abuelas” todavía batallaban en soledad, y la ESMA aún no había sido recuperada. ¿Es posible que no supiera? O la pregunta más precisa sería: ¿Es posible que no fuera algo trascendente o un “tema” en su vida? No es descabellado pensarlo. A su padre recién lo llamarían a sentarse en el banquillo de los acusados muchos años después. 

En la serie, Máxima no enfrenta a su padre en ningún momento. La única escena en la que confrontan es porque Zorreguieta le falló a Alex con una carta publicada en el diario La Nación. Pero no vemos una escena en la que la hija lo confronte por lo que hizo. ¿Lo necesitaba la serie aunque en la vida real eso no haya ocurrido? Tal vez sí. 

¿Un "queen washing" de Máxima?

La historia está fechada en el 2000 pero fue escrita en el 2023. ¿Le hace justicia a su protagonista la serie? Es pedagógica en cuanto a la dictadura y la historia argentina, pero ¿qué pasa con el rol de la mujer?

Durante toda la serie vemos a una mujer hipersexualizada. Claramente la “humaniza”, nos permite empatizar con esta plebeya que se va a convertir en princesa. La vemos acostarse con uno y otro, incluso vemos escenas de sexo con el príncipe—algo que parece haber generado escándalo en Holanda—. La serie parece decirnos que la conexión entre Alex y Máxima pasa únicamente por lo sexual. No sabemos qué lo atrae a él de ella y a ella de él, salvo lo físico, salvo la química evidente que hay entre los dos actores, algo que por supuesto en el libro no está y es un recurso narrativo. ¿Dejar toda su vida para irse a vivir a Holanda y ser parte de la realeza no le genera ninguna contradicción? ¿Qué es lo que Alex—un soltero codiciado—ve en esta chica argentina que no sabe una palabra en neerlandés, como para jugarse por elegir una consorte tan poco convencional con los contratiempos que esto le puede ocasionar? No lo sabemos. Quizás sea esto lo que podremos ver en la segunda temporada, que ya está en proceso de producción. 

Más allá de lo que le pasa al príncipe con ella…¿qué le pasa a ella? La serie se llama “Máxima”, no “Alex”. ¿Qué aprendemos de la protagonista más allá de que se enamora del príncipe y que tiene que enterarse mirando la televisión holandesa que en Argentina tiraban gente viva al mar?

Hay una escena en el último episodio que posee una tensión inédita en una serie, que es muy simpática y entretenida, pero sin esa fuerza dramática. No es una escena real que la serie reconstruye para que después podamos ir a ver el original en Youtube, como sí lo es la conferencia de prensa de la escena final. Tampoco tiene grandes escenarios, ni vestuario vistoso. Dentro de una habitación cerrada hay cuatro personajes alrededor de una mesa: Máxima, su padre, el príncipe y un representante del gobierno holandés. Están lidiando con algo muy concreto: la redacción del comunicado que Jorge Zorriegueta va a emitir explicando su ausencia a la boda. Leen oración por oración, discuten palabra por palabra. Ella redacta, traduce, reescribe. Quiere quedar bien con su padre y con el príncipe. En esa escena, Máxima está sentada literalmente entre los dos. Ahí, en esa mesa, donde radica la metáfora, la fuerza de esa imagen que no llega a reflejarse en el resto de la serie. Máxima está en el medio, sumida sin salida, en esa tensión, entre su padre y su príncipe. Entre dejar de ser la niña mimada e inocente—algo que realmente no quiere, podemos ver la angustia que le genera que su padre al que tanto ama no esté presente en la boda—y ser una mujer que va a entrar en la historia de la realeza y que tiene una responsabilidad institucional con su nuevo pueblo, el holandés.