Crónica

Hernán Cattaneo en Córdoba


La pista tiene sus reglas

Un viejo taller ferroviario de doce mil metros cuadrados, que hasta hace poco era sede de la escena cuartetera, se convirtió en la meca de la música electrónica argentina. Allí se refugió el dj Hernán Cattaneo tras la tragedia de Time Warp en la que cinco jóvenes murieron por un combo de consumo de drogas, hacinamiento, calor y falta de agua. Hoy es el único evento nocturno en el que toca en Argentina: “No quería que la escena siguiese siendo un ghetto”, dice.

Fotos: Buenas Noches Producciones.

En el fondo de un valle, a las afueras de Cosquín y con las sierras de fondo, se levanta una mansión de estilo alemán. Techos a dos aguas con vigas de madera, paredes de piedra y terrazas con pisos de cerámica. Adentro, 32 personas se alistan para ir a una fiesta electrónica. Cada año, durante un fin de semana largo de junio, este grupo de amigos alquila la mansión para convertirla en un santuario de fanáticos de la música electrónica. El grupo está comandado por César, un kinesiólogo de Bahía Blanca de 32 años que hace un tiempo se reencontró con un amigo de la primaria en una de las fiestas de Hernán Cattaneo y unieron sus grupos de amigos para la siguiente edición. Esos amigos sumaron a otros amigos y ahora son más de treinta. Desde hace tres años viajan, además, desde La Plata, Concepción del Uruguay y Río Colorado. En el piso superior las chicas corren de baño en baño repartiendo maquillaje y glitter. Abajo, entre sillones antiguos, esculturas y cuadros clásicos, un pibe pincha unos temas en una consola. El vestíbulo huele a mil fragancias de hombre mezcladas. Alguien grita que ya llegó el colectivo, que es momento de partir.

Los 32 llegan temprano al Forja, una nave industrial convertida en centro de eventos, para poder acomodarse todos juntos frente al escenario. Cuando el DJ que abre la jornada termina su set, la música se detiene. Cattaneo sube a un escenario de reflectores sencillos, aplaude a su colega y se coloca los auriculares. Las 15 mil personas presentes dejan de bailar y lo miran tocar unas perillas. Cattaneo está concentrado en la consola, como si estuviera solo. El silencio es total. Todos respiran hondo y largan el aire por la boca en simultáneo. Administran la energía.

***

En el mundo hay miles de festivales de música electrónica. Algunos, como Tomorrowland, reciben más de 40 mil personas y duran días. Otros son en lugares insólitos, como el extravagante Burning Man, en el desierto de Nevada, donde -por unos días, la gente vive del trueque y duerme en motorhomes. También hay boliches gigantes e históricos, como Privilege, en Ibiza, donde entran 10 mil personas. Pero solo hay una discoteca, creada especialmente para la fecha de un solo DJ: el Forja de Cattaneo en Córdoba. 

El Forja es un viejo taller de trenes en el barrio de Talleres de 12 mil metros cuadrados. Hasta hace un tiempo, era reconocido por ser el lugar de encuentro de La Mona Jímenez con sus fanáticos. Hoy, también, es el único lugar de Argentina en el que Hernán Cattaneo toca de noche. Desde el 2017 -a excepción de los años de pandemia- visita la ciudad cada invierno para hacer una serie de dos shows para 15 mil personas cada uno. Los únicos que hace en un espacio cerrado en Argentina. 

—Lo que sucede en Forja no pasa en ninguna otra discoteca del planeta. A quienes les gusta Hernán, saben que el mejor lugar para verlo es ahí por la puesta en escena conceptual y la tecnología innovadora en pantallas, luces y sonido —dice Gabór, un fan húngaro, en inglés. 

Tiene 40 años y hace delivery de comida en Budapest. La primera vez que escuchó a Cattaneo fue en el 2000 cuando lo vio en vivo en su ciudad casi de casualidad. Un amigo le dijo que había un argentino que tocaba house progresivo, un género poco frecuente en una Europa del Este, donde los sonidos son más duros, como el techno. Fue poco convencido y volvió enamorado. Desde entonces lo sigue en sus giras europeas cada vez que su bolsillo se lo permite. Este año se hizo un regalo por su cumpleaños: un viaje hasta Argentina para ver a su ídolo en su tierra. De la mano de YouTube, los espectáculos de Cattaneo en Forja se volvieron mundialmente conocidos como un espacio mítico para escucharlo en su propia tierra. Mística que los mismos fanáticos argentinos se encargan de acrecentar en cada show del DJ alrededor del globo. No importa donde Cattaneo toque, en el medio de la pista, siempre hay un argentino que le dice a un extranjero: “Si querés ver la mejor fiesta de Hernán, tenés que ir a Córdoba”.

Que Cattaneo solo toque en formato nocturno en Córdoba tiene sus motivos: lo que idearon con Buenas Noches Producciones era algo imposible de hacer en Buenos Aires en 2017, cuando comenzó esta serie de shows anuales. La escena electrónica venía de un gran golpe con la tragedia de Time Warp en abril de 2016, en Costa Salguero. Allí fallecieron cinco jóvenes. Según la investigación judicial, la causa de muerte fue el consumo excesivo de estupefacientes. El discurso mediático se enfocó en que los chicos estaban drogados y que sus cuerpos no soportaron los excesos. También dijeron que el éxtasis  que habían consumido estaba adulterado. Pero las víctimas eran de grupos distintos, no se conocían y, según testimonios de sus amigos, tampoco habían consumido el mismo tipo de pastilla. El factor común de esa noche fue el hacinamiento (por sobreventa de tickets), el calor y la falta de agua (habían cortado el suministro de agua potable de los baños, algo muy común en boliches de Argentina hasta ese día, para que los pibes no pudieran recargar las botellas y estuviesen obligados a consumir en las barras). El cóctel de esa desidia fue mortal para los cinco pibes.

Si la escena electrónica ya cargaba con un gran estigma en Argentina tras la Time Warp la idea solo se acrecentó. El Gobierno de la Ciudad prohibió las fiestas masivas de este estilo. Con el tiempo, fueron volviendo, pero Cattaneo tomó distancia de la escena porteña y buscó alianzas en otros sitios: 

—Cuando volví a vivir a Argentina, la escena estaba totalmente golpeada, en muy mal estado y con muy mala imagen. Las fiestas no estaban buenas, la gente no quería salir porque la pasaba mal. Y yo no podía tocar. Volví a vivir a mi país para que mis hijas se criaran como argentinas, para tocar más acá y las cosas que me ofrecían no eran atractivas para nada —recuerda Cattaneo. 

En un viaje a Miami en el 2017 se juntó con los productores cordobeses “Vampi” Aballay y “Tori” Baistrocchi y pensaron algo grande en Córdoba, a la altura de los principales festivales de Europa. 

Finalmente en 2020 volvió a Buenos Aires con su formato Sunsetstrip. Si el problema es la noche, las luces y el humo, hagámoslo de día, al aire libre, donde nadie pueda ocultar nada, dijo. La música no tiene la culpa, agregó. Pero a la noche porteña no volvió. 

—Yo no quería que la escena siguiese siendo un ghetto que la gente aguanta para escuchar la música que le gusta. Yo quiero que disfruten de un espectáculo de primer nivel como sé que puede ser —explica en un mano a mano con algunos medios. 

En un contexto donde aún reina la desconfianza del público general sobre la cultura electrónica, el DJ entiende que para incorporar gente nueva -como los padres de las amigas de sus hijas, dice- es fundamental ofrecer una experiencia positiva. 

—Ya desde que pasás el molinete la tenés que estar pasando bien. La idea es que no estés haciendo cola una hora, que haya suficientes baños, que cuando preguntes algo te respondan con una sonrisa. ¿Por qué una fiesta electrónica no puede ser alegre como un Cirque Du Solei?. 

En la edición 2019 del Forja hubo bailarines oficiales de esa compañía de circo. Acróbatas colgados de aros y con zancos recibían a los asistentes y los guiaban con megáfonos por la fila.

***

Mara Alejandra Pereyra había volado desde Misiones a Córdoba con su pareja. En el avión llevaron algunas pastillas de éxtasis que tomaron antes de entrar a la fiesta. Un rato después, ya adentro, comenzó a sentirse mal. El equipo de prevención la atendió y la derivó a un centro médico con una arritmia que los médicos no pudieron detener. Finalmente, después de dos días en terapia intensiva y tres paros cardíacos, murió. Según la investigación, la causa de muerte fue una intoxicación a partir de un autoconsumo voluntario.

A diferencia de otros casos de muertes en fiestas electrónicas, la noticia tuvo baja presencia en medios. 

***

Es mediados de 1970. En la Argentina de la dictadura la censura funciona en casi todos los niveles. Los discos que entran al país son pocos y son caprichosamente elegidos por los militares. Basta que una canción contenga una palabra provocativa para que el gobierno de facto prohíba su circulación. Aún así, algunos álbumes internacionales llegan a la casa de los Cattaneo en Caballito.

Un Hernán de siete años pasa sus días pegado al combinado Winco en el living de la casa. Desmenuza cada canción que encuentra entre los discos de sus hermanas mayores: Creedence Clearwater Revival, Billy Joel, Eagles, Alan Parsons. Los reproduce una y otra vez. Se sabe hasta las partes dañadas que hacen saltar la púa. Mira las portadas, lee los créditos, da vuelta el long play y comienza otra vez. 

A medida que crece, su curiosidad lo lleva a revisar los álbumes de cada casa que visita. Sus vecinos del edificio le presentan discos de Jimmy Hendrix, Toquinho y Vinicius de Moraes. En la casa de unos primos escucha por primera vez la voz de Donna Summer. Ya en la primaria, invita a sus amigos y selecciona canciones del Dark Side of the Moon de Pink Floyd. Luego los interroga sobre las sensaciones que experimentaron. Esa intención se volvió una constante en su vida y terminó marcando su sello como DJ. 

Como si fuese un juego, empezó tocando en algunos asaltos y cumpleaños de amigas de la primaria. Luego en las fiestas del Club Italiano en Caballito, en cumpleaños de quince y en boliches de Villa Gesell. Lo que comenzó con algunos turnos en las matiné, siguió con 10 años girando por distintas cabinas de Buenos Aires. Después, la famosa residencia en Pachá lo catapultó a la escena internacional en 2001 hasta llegar a ser el número 6 del mundo. Durante 14 años vivió en Londres y Barcelona, desde donde viajaba a las principales discotecas de Europa para hacer tres shows semanales.

En 2015 volvió a Argentina. Desde entonces, cada quince días toma un avión para viajar a cada una de sus 130 presentaciones anuales, que casi siempre incluyen lugares nuevos o ciudades a las que no suelen ir DJs de su nivel.

Se dice que su mayor destreza es saber leer muy bien la pista. Que sabe qué tocar y cómo tocarlo. Pero, sobre todo, sabe cuándo hacerlo.

—Para explicar qué hace Hernán a alguien que no escucha electrónica, hay que aclarar que va mucho más allá de los soniditos raros del género. Es un fanático de la música en general. Le gusta mucho el rock, entonces mezcla todas esas influencias en un set. En una noche podés escuchar un remix de The Smiths y al rato otro de Billie Ellish —dice Javier, un fanático de 25 años que vino desde Concepción en Chile. 

***

Además de las dos fiestas, en cada visita a Córdoba el DJ tiene una larga lista de actividades vinculadas a la cultura de la música electrónica: charlas para productores y público general, entregas de premios y meet and greets con fanáticos. 

El campus de la Universidad Siglo 21 a las afueras de la ciudad, es sede de la jornada más extensa. El día de Cattaneo empieza con una ronda de prensa. En una sala en un segundo piso, sentado frente a un banner de la productora y rodeado de plantas de plástico, da una entrevista tras otra. 

Después le sigue una clínica con su DJ invitado de Australia y es entrevistado por Eial Moldavsky sobre “la inspiración” en un auditorio explotado por 300 personas. 

—La historia de mi vida vinculada a una pasión, es una historia que inspira a muchos. Si fuese por mí me pasaría todo el día hablando de música, pero entiendo que soy un referente y tengo que estar a la altura. Y eso involucra crear y participar de espacios de conversación. 

Al terminar la ronda de prensa, las charlas y la entrega de premios de la productora, Cattaneo lleva unas siete horas de actividades en la universidad. Aún resta el meet and greet con fanáticos. Afuera, bajo una temperatura invernal, la fila da la vuelta al edificio. Está compuesta por fans de tres generaciones: la de Cattaneo, los millennials y los centennials. 

***

El escenario que montó Duki para su show en el estadio Bernabeu en Madrid para 100 mil personas utilizó 1800 mts2 de luces LED. La misma cantidad que hubo en los shows de este año de Cattaneo en Forja para 15 mil. Para lograr una fiesta envolvente, los productores rompieron los límites estructurales del galpón: instalaron una especie de viborita del Nokia 1100 de pantallas interminables que serpenteaba entre las columnas de hormigón armado que separan la nave central de los laterales. El escenario casi no tiene luces. Cattaneo se pierde entre los 40 metros de pantalla que van de un ancho al otro del lugar, mientras se proyectan imágenes de bosques, hojas prendidas fuego o códigos de computadora. 

Desde la primera edición, el DJ y la productora trabajan con el mismo equipo técnico y creativo compuesto de talentos argentinos en arte digital. Las luces y los láser están a cargo del histórico iluminador de Pachá, Walter Buchholz, la puesta en escena y las visuales son de Arte Nómade, una productora de entretenimiento digital de una pareja de artistas visuales argentinos radicados en Ibiza. Cada noche tiene un concepto creativo distinto como hilo conductor: los viajes en el espacio, el paso del tiempo, la evolución de la arquitectura o incluso imágenes de texturas que componen una fábrica como caños, cables y metales.

Ese despliegue de arte digital justifica que los fans paguen el ticket más caro de la escena nacional. Este año, cuando las entradas salieron a la venta en marzo con un valor promedio de 90 dólares, se agotaron en solo dos horas.

***

La invitación para la cobertura es para las dos noches. En la primera tengo conocidos, a la segunda voy sola. Los fanáticos que conocí en las charlas me ofrecen su cobijo. Esa noche mi teléfono estalla de mensajes.

Cattaneo toca unas seis horas. El Forja está al máximo de su capacidad y moverse se vuelve un desafío. La gente está en un viaje que no hay que interrumpir. La mayoría a causa de los efectos del MDMA (el componente principal del éxtasis). Algunos lo toman en pastilla, que tiene otros condimentos como la anfetamina. Los más puritanos —o con mejor presupuesto— la consumen pura en polvo.

La pista tiene sus reglas. Para moverse entre la gente hay que hacerlo bailando. A diferencia de cómo se maneja una persona en un pogo de rock, en el cual para llegar al frente del escenario hay que poner el pecho y avanzar, en la fiesta electrónica hay que fluir con el groove. La gente baila sincronizada y muchos tienen los ojos cerrados por un largo rato. Para evitar los empujones existen tres palabras claves: “Permiso”, para que el que está bailando sepa que necesitás que se mueva; “perdón” porque siempre te podés llevar puesto a alguno sin querer y “gracias”, muy útil cuando un grupo de doce personas se abre para que puedas pasar.

Estando sola me muevo rápido entre los cuerpos. Además de las palabras claves, me funcionan otras de aliento o de elogios. Una chica se hizo unas trenzas en toda la cabeza, así que le digo que su peinado es una obra de arte y ella me abraza. Me ofrece agua, por si necesito aliento en mi trayecto. Un poco más adelante un pibe alto de remera blanca me impide el paso. Baila mientras se agarra la cabeza. Está mirando al techo con las gafas puestas. En realidad, sé que tiene los ojos cerrados y que está metido en su viaje. Necesito que sepa que estoy ahí para moverlo y seguir mi rumbo. Le pongo suavemente una mano en el hombro y le digo al oído: “Qué bien que la estamos pasando, ¿no?”. El pibe se levanta los anteojos, por un momento me mira desconcertado porque no me conoce, pero inmediatamente me sonríe con todo el rostro y, mientras se corre para dejarme pasar, me responde: “Vos sabés que sí, reina”.