Por Raquel Robles, Victoria Liascovich, Maristella Svampa, Ernesto Semán, Verónica Gago, Marina Mariasch, Pablo Semán, Ezequiel Ipar, Leyla Bechara, Selva Almada, Dolores Reyes, Pablo Borda, Joaquín Furriel, Omar Rincón, Rossana Reguillo, Violeta Alegre, Mónica González.
¿Estamos todxs? ¿Estamos bien? Pasamos lista, miramos al costado, asumimos el golpe y después sí, pensamos cómo seguir. Javier Milei es el nuevo presidente de la Argentina pero acá no se suelta nadie. Los próximos serán años de resistencia, de pañuelos atados como bandera, de sujetos sociales y políticos construyendo un nuevo tiempo. No “volveremos”; construiremos un nuevo “nosotrxs”. Este movimiento democrático que sigue vivo puede crecer si continúa activo, preocupado, interesado, del modo en que quedó claro en el último tramo de la campaña electoral.
Toda resistencia debe tener una autocrítica. Para ser los protagonistas de esta nueva época, deberemos conducir los deseos de un momento, un lugar, un latir. Hicimos lo posible, más allá de nuestras diferencias políticas e ideológicas, para frenar a la extrema derecha. Pero no alcanzó. El modo en que llegó el gobierno a esta situación no le hizo justicia al esfuerzo colectivo de las últimas semanas. La micro-militancia debe estar acompañada de políticas públicas inclusivas; por algo quienes hablaron hoy no se sienten incluidos en los discursos del progresismo.
Los dos párrafos anteriores fueron construidos con las ideas de algunxs de los 17 referentes de la academia, las artes, el periodismo, la literatura convocadxs por Anfibia para interpretar la derrota de Sergio Massa. En el fervor de los resultados que dieron ganador a Javier Milei, se arriesgaron a pensar con nosotrxs. Son voces que nos acompañan desde hace más de once años para interpretar la realidad argentina y latinoamericana.
La resistencia
Dolores Reyes está tranquila porque sus hijxs votaron igual que ella, a favor de la democracia. La escritora y docente se siente orgullosa: en su barrio no hay festejos. En Caseros, donde está el jardín de infantes en el que votó Victoria Villarruel, el silencio de la noche es profundo, como cuando Boca perdió la Libertadores, dice. “Abrazarnos funciona”, piensa, y se aferra a la consigna que circuló en el Brasil de Bolsonaro: “Nadie suelta la mano de nadie”.
Marina Mariasch pasó la tarde en la puerta del búnker de Massa junto a un grupo de jóvenes de 20 años entre los que están sus hijos. La escritora y poeta rescata algunas frases que les escuchó decir, entre la bronca y las lágrimas: “Vienen cuatro años de construcción en términos políticos, sociales, afectivos. De pensar estrategias para que los sectores populares tengan un mejor presente y futuro. Será momento de pensar también una propuesta económica más nítida y deseable. Serán años de resistencia. Atemos los pañuelos blancos como bandera”.
Victoria Liascovich es referenta estudiantil, tiene 18 años y piensa en la historia del movimiento peronista. “Nos han querido desaparecer, balear y encarcelar”. Con el resultado en la mano, se detiene en la palabra “movimiento”, la revisa con otros lentes: “no hay que quedarnos quietos nunca”. Cree que hay dos caminos: llorar arrinconadxs o expandirse. Prefiere la segunda opción. “La violencia simbólica y la agresión serán moneda corriente, pero nada muy distinto a lo que hemos vivido antes”. “Después de esta derrota, vamos a resurgir. Tenemos que resurgir ―se convence Victoria―. Porque el pueblo argentino no es un pueblo sumiso”. La escritora Selva Almada coincide y, aunque los resultados la dejaron impávida, está segura de que “esto se resiste como se ha resistido siempre: en la calle”.
“Esta noche estamos en shock. Esta noche nos toca llorar. Esta noche recibimos la preocupación de amigxs de otros lugares del mundo, consternadxs. Esta noche se trata de asimilar que lo que no creíamos posible sucedió”, dice Verónica Gago. Sin embargo, para la politóloga perdura en el cuerpo un despliegue de militancia que lo dio todo con amor. Ahora, dice, habrá que rearmarse para atravesar lo que viene, hacer los análisis y las críticas pero, en el mientras tanto, “acá no se suelta nadie”.
Al movimiento democrático que se organizó para advertir los aspectos más violentos y perjudiciales de la candidatura de La Libertad Avanza le esperan grandes desafíos y, al mismo tiempo, la posibilidad de seguir creciendo, de seguir articulando y de poner límites desde las instituciones y desde los legítimos derechos a demandar y protestar. Ezequiel Ipar ―sociólogo, director del LEDA y especialista en discursos de odio― cree que ese movimiento democrático puede crecer si sigue activo, preocupado e interesado, como lo demostró en el último tramo de una campaña electoral. Las opciones que se presentaban en la contienda y el modo en que llegó el gobierno a esta situación no le hizo justicia a todo ese movimiento que se armó en ese tramo de la campaña. “Hay que seguir alertas, seguir pensando, seguir soñando”.
Para el escritor e historiador Ernesto Semán, nada de esto es irreversible. “La sensación de fin del mundo, aún si es real, sólo preanuncia la necesidad de construir uno nuevo. Preferentemente, aprendiendo de lo que hemos hecho”.
El actor Joaquín Furriel piensa en los derechos ganados. En luchar para no perderlos. “Este resultado invita a que estemos todos más comprometidos. Para no perder todo lo que se logró”. Porque “sobran las ganas, sobra la voluntad y sobran los recursos. Lo real se nos aparece, se apersona, se hace carne para hacerla pan, techo y trabajo”, suma la politóloga y streamer Leyla Bechara, que está “para todo” y no se resigna.
El historiador Pablo Borda cree que, al igual que en otras épocas, toca asumir las tareas históricas de nuestra sociedad. "Militantes, intelectuales, movimientos sociales, sindicatos, ciudadanos de a pie, mujeres y jóvenes deberán afrontar las tareas de este tiempo: construir una Argentina más justa, un mundo basado en los principios democráticos y el respeto a los derechos de las mayorías".
Violeta Alegre se reafirma, subraya lo que posteó en su Instagram unas horas después de que Massa asumiera su derrota. Violeta se reubica, se reposiciona, después de la sacudida, más allá de la incertidumbre, en su disidencia para elaborar un consuelo. “Vivimos en una resistencia. Soy creyente de la micropolítica: en hacer resistencia, en hacer tribu, trinchera”. Atrincherarse no es volver al closet, aclara, es promover el encuentro, volver a juntarnos, volver a dialogar.
Rossana Reguillo, investigadora y activista mexicana especializada en los estudios de la juventud, pone la mirada en el horizonte y en el futuro. Sabe que los jóvenes quieren el presente. Para la antropóloga, ese presente, el de este momento, es enfrentar las dificultades que se vienen para los derechos humanos: los feminismos, las diversidades, etc.
Reguillo cree que como latinoamericanxs, como argentinos, argentinas, como aliados en esta búsqueda de mundos mejores, hay que construir un acuerpamiento colectivo que permita resistir. Y cita al argentino Miguel Benasayag: “Resistir no es solamente oponerse, sino crear, situación por situación, la posibilidad de otras relaciones posibles”.
Mónica González, escritora y periodista chilena, mira con preocupación el escenario de la rabia y por ello afirma que Argentina no debe ir hacia atrás. Habla en plural de lo que ha logrado Argentina y lo que logró Chile con la construcción de memoria que se hizo después de las dictaduras. Resalta lo que ha costado encontrar a nuestros desaparecidxs, enterrar a nuestxs muertxs y condenar a los asesinxs. “Y de eso no nos podemos olvidar”, dice. Mantener esa construcción de memoria significa esperanza.
¿Qué falló?
Más allá de que lo vimos o no vimos venir, el golpe nos sacude, estamos impactadxs y debemos asimilarlo, dice Raquel Robles. Pasar lista, mirar al costado y preguntarnos: ¿estamos todxs? ¿Estamos bien? Y, después sí, pensar en cómo seguir.
“La cicatriz es una marca que señala el aprendizaje, la herida es una lección”, escribe Leyla Bechara. El sociólogo y antropólogo Pablo Semán alimenta esa idea: “En una herida y en un duelo no se trata de rechazar el dolor, tampoco de celebrarlo, sino de acogerlo y de hacer las cuentas. Esto que pasó podría haber pasado antes”.
Selva Almada ve un tejido social roto, ve que la mitad de la población es pobre y ve que esa mitad, en vez de volcarse al peronismo o a la izquierda, que siempre han sido los referentes de las clases trabajadoras y pobres, se vuelca hacia una fantasía absurda. Para Borda, esa fantasía plantea enfrentarnos a un mundo distópico en el que se mercantiliza todo tipo de relación social. “Estas nuevas expresiones nos amenazan con la disgregación de nuestros conceptos de comunidad, de pacto social e incluso de democracia”.
“¿Qué hacemos con eso?”, se pregunta Selva. No tiene una respuesta. “Hay que pensar cómo restituir esa cosa que se rompió y que no vimos hasta qué punto estaba rota”.
Pablo Semán visualiza movimientos contradictorios en los últimos 20 años: la emergencia de nuevas izquierdas nacionales, populares y democráticas y, al mismo tiempo, mientras el mundo cambiaba, se volvía hipercompetitivo y cada vez más belicoso, la aparición de cuestionamientos a las opciones nacionales-populares. La crisis del Estado hizo que dar respuestas y gobernar fuera cada vez más difícil. “Cada error dio lugar al crecimiento de enemigos radicalizados”, dice. “Más allá del resultado electoral, la sociedad se encuentra dividida y rota. Hay que acoger el dolor”.
En una noche que describe como “confusa”, Joaquín Furriel piensa sobre lo que viene percibiendo hace un tiempo: “un fastidio muy grande de mucha gente”. Ese fastidio, aclara, se ve sobre todo en la gente que no está pendiente de la política de manera constante. “Noté un hartazgo y también ―con cierta tristeza― noté que el abanico de la dirigencia política venía con discursos muy endogámicos y encriptados”.
Pedirle a la población que vote en nombre de la memoria, que priorice “valores” sobre su fastidio por un país que perciben como disfuncional ―dice Ernesto Semán― es contradecir lo más valioso que tuvo nuestra democracia desde 1983: la democracia también es tener la panza llena, es inclusión social y es inclusión política.
“Hicimos todo lo posible para frenar a la extrema derecha por encima de nuestras diferencias políticas e ideológicas y sin embargo no alcanzó porque, más allá de lo conmovedora que puede ser la micromilitancia si no va acompañada por políticas públicas e inclusivas su alcance es mucho más corto de lo pensado”, dice Maristella Svampa.
Cree, también, que se cierra el ciclo del kirchnerismo y que habrá que buscar o abrir la posibilidad de construir una fuerza de centro izquierda independiente del kirchnerismo, con una óptica integradora en términos de derechos para poder efectivamente interpelar a la sociedad, sobre todo a esa parte que hoy apuesta a Milei porque no puede más con el malestar que le produce la situación actual. Ese es nuestro gran desafío: interpelar a la gente que ha votado a Milei por malestar, por hartazgo, por no soportar más esta situación de pobreza e inflación. Selva Almada no lo entiende y al mismo tiempo lo entiende. “Cada vez veo más familias jóvenes de padres con bebés viviendo en la calle. ¿Por qué no atendimos a eso?”
Para Omar Rincón, periodista, académico y experto en comunicación política colombiano, ganó el “yopitalismo”. Cada uno votó con el “sálvese como pueda”, entonces ganó el Yo. Para Rincón hoy estamos, y se incluye en esa primera persona del plural, “como cuando uno queda al salir de una relación amorosa, con tusa”. Usa la palabra colombiana que describe el despecho para hablar de este momento y llama a ver qué hicimos mal.
El progresismo se alejó de lo popular, dice Rincón. “Dejamos de estudiar lo popular, dejamos de ir a lo popular, dejamos de estar con lo popular y el sentido común de la gente. La gente lo que quiere es: comer y fiesta. Y no quiere nada más. Tenemos que aprender de los derechos ganados que no podemos seguir en esta política de generar odios y de generar cancelaciones”.
Para la periodista y escritora chilena Mónica González, el periodismo tiene que salir a la calle a buscar las razones de por qué más de un 55% de argentinxs votó a alguien que dice que va a reinar la libertad y va a luchar por la libertad. No entiende esa incongruencia en la búsqueda de libertad en un país en el que no hay una dictadura.
Comprender el sentido de esta rabia puede ser una luz para entender otras crisis políticas del continente. Y advierte: “detrás de toda esta libertad hay un negacionismo que es criminal”, y en este negacionismo, aclara, hay un fundamentalismo religioso muy poderoso.
Victoria Liascovich siente que esta derrota nos va a dejar muchas enseñanzas: “No hay contratos eternos ni acuerdos vitalicios con el pueblo. Porque cuando uno no rinde, pierde. Ajo y agua. Es nuestro tiempo, seremos la nueva dirigencia, crearemos y desafiaremos. A quienes queden en el medio, la historia los juzgará. No ‘volveremos’ porque el nosotros ya es otro y quien se quede cómodo y quieto, pierde”.