Crónica

Entrevista exclusiva con Irina Karamanos


"Con Gabriel no hemos terminado ni vamos a terminar"

Mientras cumple con su compromiso de dejar la oficina de la Primera Dama y cerrar la Coordinación Socio Cultural de La Moneda, los ataques contra Irina no han cesado, principalmente aquellos que ponen en duda su relación con Gabriel Boric. La polola del presidente aclara que su vínculo amoroso nada tiene que ver con su decisión política. Detrás del estereotipo de la cuidadora, hay una infancia marcada por la presencia de un padre y su partida. Los cuidados, el arte y una vocación clara por la militancia en un sentido amplio. Irina Karamanos se abre tras dos largas conversaciones con Anfibia Chile. Revela las reflexiones que hizo mientras decidía en colectivo si ser o no primera dama. Y hoy, cuando entrega su cargo, asegura preocuparse por la autonomía de quienes acompañan a lxs presidentes de Chile. Lxs que vendrán después de ella.

Texto publicado el 29 de diciembre de 2022

Irina Karamanos creció en Santiago con un papá cuidador que se enfermó y murió muy pronto. De él aprendió la música, las risas, lo simple y a dejar sorpresas a sus seres queridos. Y también la fortaleza para encarar las adversidades: creció de golpe a los ocho años. Su mamá volvió a formar pareja tras quedarse viuda y le dio, entre otras cosas, la nacionalidad alemana. Irina estudió en Berlín y regresó a Chile, donde trabajó de telemarketer, garzona y profesora de escuela Montessori. Volvió para continuar sus estudios pero también para militar por la educación y el arte. Conoció a Gabriel Boric en 2018 en un encuentro del partido y desde entonces se acompañan mutuamente. “Lo admiro pero no es una cuestión desproporcionada, no es por eso la intensidad de nuestro vínculo.” A pesar de los rumores no están separados ni se van a separar, dice. Anfibia Chile la acompañó en los recorridos oficiales de diciembre y la entrevistó dos veces en un local de Yungay, el barrio presidencial. Irina cuenta su vida, sus vínculos y el proceso de transformación de la oficina de la primera dama.

Una crianza feminista

–¿Cómo fue tu infancia?

–El período de la infancia fue muy feliz, la verdad. Estaba como muy llena de risas, fue todo muy creativo: mi papá era particularmente gracioso y profundo a la vez. Teníamos una vida muy normal, no hacíamos grandes salidas. 

–Vivían tu mamá, tú y tu papá…

–Vivíamos los tres juntos. Era divertido porque la sorpresa fue siempre un elemento muy presente en mi vida. Mi papá a veces dejaba un dibujo o una frase debajo del plato, yo siempre buscaba. Cuando yo me acordaba, porque los niños son menos planificados, yo también hacía sorpresitas. Trataba de despertarme más temprano que ellos para hacerles desayuno. Me acuerdo que mi mamá solía estar durmiendo y mi papá la despertaba a medianoche porque había hecho un churrasco, que era lo único que sabía cocinar. Era una casa con mucha música griega. Él tenía un pequeño estudio de grabación lleno de cassettes, el lugar donde se mandaban a arreglar los juguetes, como un tallercito. 

–Te gusta la música.

–Si, me gusta la música. No tengo una banda favorita pero me gusta el jazz y el indie electrónico. Acabo de ir al excelente concierto de Chet Faker. Sí, mi infancia tuvo mucho de sorpresa, de risas, y también de aprendizaje. Mi papá fue profe y fue el que pasaba más tiempo conmigo. Había hartos momentos donde me enseñaba algo.

–¿Por qué él pasaba más tiempo contigo que tu mamá? 

–Cuando yo era pequeña él no trabajaba. Mi papá era harto mayor que mi mamá, era locutor y trabajaba en un programa de radio. No estaba trabajando en ese tiempo, mi mamá era la que trabajaba. Él me cuidaba. 

– ¿Se traducía en una distribución de tareas o ella mantenía el rol de cuidado?

–Él contribuía con el cuidado. Una cosa es estar y otra es estar atento, presente, pendiente de mis preguntas, mis dudas. Yo nunca quedé sin alguna respuesta de su parte. También él me transmitió una simpleza. No armaba grandes programas, pero era suficiente compartir. A veces él estaba viendo tele o jugando ajedrez con un amigo y yo me sentaba al lado. Era todo muy natural.

–¿Más de grande te diste cuenta de que era una crianza feminista, porque tenías el papá en la casa?

–Súper tarde, una normaliza de niña y se va a adaptando según el contexto. Recién al compararme con mis compañeros me di cuenta de que era la única a quien se le había muerto el padre, a los 8. Probablemente recién a los 13 entendí bien lo que significaba eso. Yo lo había normalizado completamente. Cuando supe que estaba enfermo y podía morir, tendría 6. Estuvo enfermo como dos años: tenía un tumor en el cerebro así que igual tuvo ciertas percepciones modificadas, eso lo hizo actuar distinto y eso me hizo a mi ponerme más adulta también. Obviamente me hizo madurar muy rápido la situación. Mi mamá seguía trabajando, entonces yo convivía con él de otra manera, una manera donde yo tenía que estar más en alerta.

–Como que se redefinió el vínculo, no en términos de calidad, sino otras atribuciones…

–Sí, dejé de ser su hija.

–¿Pasaste a ser su cuidadora? 

–Yo era como su fiscalizadora. 

–¿Te tomaste la pastilla?

–Sí, una cosa así. O tenía ideas y yo le decía esto no es verdad, le discutía. En lo que más me concentré fue en guardarme los recuerdos, no olvidarlos, porque no iba a tener más recuerdos nuevos. 

–Más tarde, ¿cómo fue tu adolescencia junto a tu padrastro y, nuevamente, una familia de tres?

–Fue un período bueno porque me permitió relacionarme con mi madre más selectivamente. Las dos disfrutábamos haciéndonos el espacio para estar juntas. Con mi padre era una relación de a dos demasiado simbiótica, fue más dinámico que la nueva pareja de ella llegara. Con mi mamá desarrollamos una relación más forjada y más voluntaria también. Fuimos eligiendo nuestra relación y eso fue hermoso y es hermoso. Con su pareja me llevaba bastante bien. Igual peleábamos harto, una persona extrovertida y clara. Las cosas se discutían, nos reíamos, más marcado. Rompió un poco el silencio. Luego se separó de esa pareja, y después vivimos unos años juntas todavía y de ahí me fui a estudiar a Alemania. En 2009, a los 19. Viví con ella 6 meses y me fui. 

– Y una vez que uno se fue…

–Siiii. Me fui porque tenía una nacionalidad por parte de mamá. Me parecía necesario vivir sola, y la única manera de hacerlo era trabajando, y aquí no iba a ganar suficiente dinero como para trabajar y estudiar. Al final fue mucho mucho trabajo como garzona y como asistente en un departamento de posgrado. También me fui porque quise estudiar y trabajar sobre los sistemas de educación, cómo hacer sociedades más democráticas. Encontré una escuela de ciencias de la educación, muy ligada a la teoría crítica, Escuela de Frankfurt, me fui para ahí. 

–Una vocación tan clara, un objetivo tan específico. ¿De dónde salió eso?

–Mi primera escuela fue muy importante para mí, porque era un colegio Montessori, muy ortodoxo en el sentido del precio, de la escuela, de la diversidad real que había, en todo sentido: social, económico. Eso me hizo crecer de una manera en la que también esperaba que esas cosas se vieran reflejadas en la sociedad. Y por supuesto me di cuenta de que no era así, y en 2006 con la revolución pingüina ligué todo eso a la estructura, al sistema, a la educación y me hizo absoluto sentido la necesidad de cambiarla. Luego en 2008, cuando estaba estudiando Arte en la Universidad de Chile, también me urgía poder complementar estos estudios con Filosofía, con Arte, la combinación entre esta identificación de que en la educación está la base de poder modificar un sistema y la filosofía. Todo eso se mezcló, y además hice un voluntariado en un jardín Montessori en una comuna con sectores bastante pobres. 

Mi papá contribuía con el cuidado. Una cosa es estar y otra es estar atento, presente, pendiente de mis preguntas, mis dudas. Yo nunca quedé sin alguna respuesta de su parte.

–-¿Cómo fue eso? 

–Había sido un jardín que lo habían levantado las mismas madres de los niños, se llamaba Andalué pero ahora se llama Tricague. Yo leí esa historia y llamé para ver si podía aportar ahí..

–¿Esa fue tu primera militancia?

-Si fue complejo, yo tenía 18 años, pero fue también un desafío, el espacio era muy estrecho, se cambiaron luego de lugar, había poco espacio y mucho que hacer. Yo llegué como privilegiada, decidiendo hacer un voluntariado ahí, y eso mismo fue también el prejuicio que había sobre por qué yo estaba ahí. Entonces la relación que forjé fue un proceso muy hermoso y muy duro. De articulación y tensión, de prejuicios de clasismo.

Distintas militancias

–La percepción es que eres muy cuica, ¿piensas que es un prejuicio que hay sobre ti?

–Sí, totalmente. Obviamente he tenido privilegios, por ejemplo lo de la nacionalidad. Hay algo de la historia de mis familias que impidió que yo me sintiera como una cuica, entonces ahí entré en conflicto con los entornos más cuicos, porque yo sabía de dónde había venido mi familia, cómo comenzó la historia: mi madre fue la primera en estudiar, mi padre no estudió, o sea, fue profesor normalista pero no universitario. De lo que se hablaba todo el tiempo en mi familia era de dónde veníamos, que habían escapado de la guerra, que habían empezado de cero tanto en Chile como en Uruguay. Mi padre nunca tuvo recursos y siempre se dedicó a trabajos que traían poco dinero. Entonces, en los entornos más cuicos, en el colegio alemán enfrenté mucho de relacionarme con ellos… 

¿Te quedó algún compañero de militancia en la vida más pública o más política que fuera de aquel momento? 

–Tengo pero están casi todos en Berlín. En la protesta en el colegio había mucho esa actitud de “ay, qué bueno que lo hagas”, “qué bueno que alguien se ocupe de los problemas del país”. Siempre hubo respeto. 

¿Por qué en un primero momento elegiste Arte? 

–Sentí que era lo mío. Había conocido y pasado todo el tiempo que pude con una pintora que me enseñó a dibujar, con quien forjé una relación, y fue parte del convencimiento. Se llamaba Carmen Silva, una mujer maravillosa. Ella me contaba lo que era vivir su vida como artista, y su vida social. Ella ayudaba a muchos niños a sobrevivir. Los criaba en su casa, en fin, fue muy importante para mí. Y con ella avancé con eso de sentir que el Arte era lo mío.

–Pero en 2009 te fuiste a Alemania, ¿cómo fue ese quiebre?

El arte era lo mío pero no me iba a conectar lo suficiente con la sociedad y con sus problemas. 

–¿En qué sentido? 

Sentí que el arte no se me iba a escapar, pero la urgencia que observaba socialmente sí. Por eso, el arte podía esperar. Tenía mucha sed de aprender sobre estructuras, sistemas, formas de análisis. Ahí me fui a Alemania y estudié Educación.

–¿Siempre fue tu intención volver a Chile o te diste cuenta allá? 

Para aplicar lo que había aprendido, el plan siempre fue volver. 

–Y aquí, ¿con qué te enfrentaste cuando volviste?

–Con ganas de militar. 

–Volviste en 2014 y empezaste a militar en 2016.

Sí, trabajé todo el tiempo para poder vivir sola. Trabajaba como telemarketer, vendía cursos de idioma. Era muy terrible porque quedaba absolutamente dolorida de los oídos, llegaba muy tarde a mi clase de magíster, el sonido del metro era insoportable. Trabajé mucho ese año.

–¿Cuándo te inscribiste al magíster? 

Volví en 2014, postulé desde allá a la UDP para Sociología.

–La idea de la educación es estructural en tu vida, ¿crees que tiene que ver con tu papá? 

Eso sería lo más obvio de pensar, pero no estoy segura. Yo creo que he tratado más bien de buscar como el punto más estructural del cambio. Cuando salí del máster, empecé a trabajar en la unidad de estudios del consorcio de universidades del Estado. En paralelo, empiezo a buscar para militar. En ese tiempo había muchas organizaciones políticas, como por ejemplo, Nueva Democracia, estaba Izquierda Autónoma, y estuve a punto de meterme en ND porque estaban haciendo escuelas militantes en todo el país. Me pareció una muy buena estrategia, pero leí la declaración de quiebre de la izquierda autónoma y me pareció muy convincente la declaración de quienes salieron, porque en el fondo apuntaba a que eran diversos frentes, diversas demandas, 

–Tremenda apuesta porque decidir por un espacio que se está quebrando…

Si. Hay varios momentos así en mi vida. 

–El quiebre como guía. 

Si, más bien el cambio. Porque, en realidad, quebrar por algo, se divide algo, no es que se desmorona… Hay una diferencia y eso se expresa en las declaraciones, y las declaraciones de quienes habían salido eran más amplias, de hecho al salir ellos dicen vamos a convocar a un congreso abierto para formar una organización política. 

No sólo Gabriel

–Queda clara tu vocación por la Educación, pero ¿cómo nace tu formación política?

Leía mucho, pero no tuve la suerte de militar desde pequeña y tener pares o ejemplos que me formaran en política. Era autodidacta. Fue una gran formación el ingreso a esa organización antes del congreso. 

Hay algo de la historia de mis familias que impidió que yo me sintiera como una cuica, entonces ahí entré en conflicto con los entornos más cuicos.

–¿Fuiste a un lugar, había una reunión, como empezó?

–Les escribí mucho, mucho por Facebook y no me contestaron. Publicaron que estaban comenzando a hacer campaña en una comuna en Ñuñoa. 

–Ahí Boric ya era famoso. ¿Cuál fue tu camino dentro del partido y cuándo lo conoces? 

A mí me molestaba mucho que se asociara el movimiento solo a Gabriel. Encontraba que era muy personalista y que las ideas políticas del movimiento tenían que ser mucho más grandes que ese personaje. Me acuerdo que esa fue la primera conversación que tuve con la persona con la que luego me encontré en la plaza de Ñuñoa, que me trató de explicar qué era el movimiento autonomista y le dije: sí sé, llevo meses persiguiéndolos. Me dijo “somos el movimiento de Gabriel Boric y dije: pucha, son mucho más que eso, ¿por qué eso es lo primero que dicen?”. Muy mala onda tiré. Dije que estaba disponible para lo que estaban haciendo e inmediatamente me metieron en un equipo de campaña por una concejala allí en Ñuñoa, luego fueron las elecciones y luego ya era el momento de decidir, ok, en qué comuna o en qué espacio temático voy a desplegar mi militancia y pregunté si había algo en cultura o arte, y me metí a un espacio que se llamaba Frente de Cultura y al comunal Santiago.

–¿Qué pasó más tarde? 

En 2017 estábamos construyendo la orgánica del movimiento y definiendo cómo es la cultura, cómo se puede movilizar el cambio. Pero por supuesto había una línea de trabajo que tenía que ver con los derechos de los trabajadores de la cultura. Y esa posición, esa perspectiva es la más fuerte hoy en nuestro frente de cultura. Nosotros en ese tiempo teníamos más bien la discusión en torno a cómo desde la cultura se podía subvertir…

–Incluso más conceptual.

Si. Muuuy conceptual ese tiempo. Hicimos un conversatorio sobre no me acuerdo ya el tema, pero invitamos a Gabriel de moderador de ese conversatorio. Ahí lo vi por primera vez en persona, ahí nos conocimos, al tiro que tuvimos interés, conexión, hablamos muchísimo de cada familia, de dónde veníamos. Fuimos luego a un lugar cerca, con mucha gente, pero nos sentamos al lado y seguimos conversando. De ahí se forjó una relación de mucho interés por el otro, pero muy como de compañeros, pero con harto interés. Él estaba en una relación, yo estaba comenzando otra, fuimos amigos. Ya en 2019 comenzamos el vínculo.

– Cuando uno está en una relación, cuando pasa un rato y formaliza y revisa hacia atrás, dice, esto era obvio. 

–Siiii, puede ser. La certeza de cuánto me importaba siempre fue personal, lo político también por supuesto pero a mí lo que me cautivó fue la personalidad. La parte política hay una admiración pero un compromiso conjunto más que una alabanza.

–Son pares. 

–Claro, obviamente lo admiro pero no es una cuestión desproporcionada, no es por eso la intensidad de nuestro vínculo.

–En 2019 fueron a vivir juntos, en el departamento de Esmeralda.  ¿Es la primera pareja con la que has vivido?

Es una pregunta difícil porque tuve una pareja en la universidad con la que prácticamente convivía.

De pareja a primera dama

– Desde que Gabriel Boric parte juntando las 20 mil firmas para su candidatura hasta que llega a la segunda vuelta con Kast, en esa línea del tiempo, ¿en qué momento dijiste “voy a tener que ser primera dama”?

Irina responde totalmente segura, como el voto duro de este gobierno, el cuadro disciplinado que no deja ver ni una pizca de vulnerabilidad.

–Mientras más certeza se iba juntando respecto de su éxito electoral, se iba incrementando la necesidad de poner a discusión y reflexión el cargo de primera dama. Al comienzo lo que daba por hecho era no asumir porque no es un cargo democrático. La pregunta más tarde era, ok entramos y cambiamos toda esa forma para que la política se pueda hacer de una manera alternativa o lo dejamos tal como está. Alrededor de la segunda vuelta fue más intensa la pregunta. Tuvimos reuniones con feministas de otras generaciones, conversaciones por separado y en conjunto con ex primeras damas o ex directoras socio culturales.  

–Desde que comenzaste a aparecer en los medios tus declaraciones sobre asumir y disolver el cargo de primera dama siempre fueron en plural… ¿A quiénes te referías? ¿A ustedes como pareja, a ustedes como militantes? ¿Pensaste en no asumirlo?

Le gusta la pregunta, pues es un tema sobre el que le interesa hablar: el proyecto. Lo demás, lo personal, parece no ser parte relevante de su trabajo político. 

–Cada vez que he hecho algo en política ha tenido como base lo colectivo La decisión de militar es mía, llevo mis ideas, pero luego uno pone sobre la mesa lo que trae y luego se saca una conclusión colectiva. Al pensar en asumir esta figura, me parecía que tenía que ser una conversación colectiva. La relación con el rol, habitarlo, estudiarlo, interiorizarme, valorar y criticarlo, todo ha sido una tarea política. Ninguna primera dama se pone como objetivo llegar a hacerlo, probablemente eso nunca haya sucedido o yo no conozco un caso donde alguien honestamente diga eso. Tendría que alguien casarse entre medio.  Llegar a eso no tiende a ser una decisión previa. No es un camino que uno vaya construyendo para ser primera dama. En mi caso fue también un aprendizaje. No pensé que pasaría, luego cuando se abrió la posibilidad lo reflexioné muchísimo. Desde ahí en adelante y muy cuadrada, siguió siendo un trabajo colectivo.

A mí me molestaba mucho que se asociara el movimiento solo a Gabriel. Encontraba que era muy personalista y que las ideas políticas del movimiento tenían que ser mucho más grandes que ese personaje.

–Cuando dijiste a Don Francisco “ni primera ni dama”, ¿este sí colectivo ya estaba tomado?

-Sí. Al principio yo dije que había que repensar los cargos en el poder en general:creo que no solo para el caso de primera dama, en todos los casos. De hecho ha sucedido a mis ministras y compañeras y compañeros y también al Presidente, siendo muy criteriosos con actualizar sus roles. Esa frase se cumple para todo el gobierno, que es mi gobierno y que tenemos esa premisa desde hace mucho. Considerábamos y consideramos que las formas de hacer política son muy importantes al igual que el contenido y la estructura. Estamos muy convencidos de que hay que ir revisando siempre la forma en que uno hace política.  La segunda vez que fui a una entrevista con Don Francisco dije que iba a asumir para transformar el cargo. Quise dejar claro que asumir no era lo mismo que validar, ni que se me diga primera dama, ni que necesariamente el cargo está bien. Una cosa no es igual a la otra. Por eso dije “ni primera ni dama”. Partí con  “primera” porque hay muchas y todas después de mí. Y “ni dama” porque hay un imaginario, un preconcepto. La gente no está muy pendiente del tema pero tiene una idea, lo que implica que hay anidado en la cultura, algo en torno a la figura, forma parte del imaginario. 

–En esa entrevista, Boric dijo que aunque sea protagonista por el cargo en la pareja ambos son protagonistas, que los procesos de cada uno son iguales de importantes para el otro.

Creo que es todo más dinámico, mientras cada uno venga con lo suyo, somos personas que llevan la vida de manera desafiante, compartimos eso. No tenemos reglas sobre temas de conversación, sabemos que hay momento de relajarse, pero si hay que hablar de algo, se habla.

–Por otro lado, hay quienes ven la posición de la primera dama como un lugar de acompañante. 

Sí, claro, ahí está todo lo de la pareja, los estereotipos, pero también es un espacio institucional y ese es el que nos interesaba cambiar. Si se termina el cargo, ¿se termina la pareja? Como todo lo que tiene que ver con las relaciones del presidente, su pareja, sus hermanos, su papá, su mamá, sus hijos, son parte del entorno social del anillo más cercano de una persona, como todas las personas tendrán su anillo, esté configurado como esté configurado. Ahora, lo tradicional de todo esto, es que nosotros hemos presentado figuras binarias, las hemos puesto arriba de la sociedad, para mostrar un modelo, por así decirlo, que luego tiene su réplica y eso tiene una repercusión como de ejemplar que nosotros también queríamos interrumpir, porque lo ejemplar de una mujer pareja de un hombre poderoso no tiene por qué ser, o no queremos que sea una mujer silenciosa, discreta, vestida de una manera discreta, nunca atractiva, solo muy formal, también tiene que hacer cosas, pero limitando qué tipo de cosas.

– No puede brillar más que el presidente…

Pero además los temas, también tienen que ver todos los temas con el cuidado, entonces ahí como que hay otro espectro de lo cultural que construimos de las parejas que están en el poder, o que están en lugares muy visibles.

–¿Qué reflexiona sobre la polémica que originó el gabinete Irina Karamanos?

–Algo positivo es la cantidad de cosas que se dijeron, fueron muy diversas y en su mayoría eran cosas que habíamos reflexionado antes, como equipo y con compañeras del partido. Todas las cosas tenían que ver con ser una figura ilegítima, esa persona con nombre no fue electa, por mucho que el gabinete apareciera con mi nombre, eso cristaliza que a esa persona no le deberíamos dar tanto poder, nuevamente aparece el hecho de que al asumir me gusta la idea ser ilegítimamente poderosa. 

Pese a todo el trabajo de este año, la sensación es que no se conoce mucho quien eres… Se dice que eres militante, que eres feminista, que eres “la pareja de Boric”… 

Desde antes de la candidatura de Gabriel, ahora y después de diciembre he sido, soy y voy a ser militante. Este rol y desafío fue una puesta al servicio difícil y muy militante, yo me convencí de que esto le servía al proyecto político, pero también desde una perspectiva feminista, porque sí creo que con una mirada feminista tenemos que ser sujetas con agencia dentro de muy diversos espacios, incluso ese. Desde mi mirada, este año para mí fue principalmente de 14 horas al día de militancia intensa. Esto no fue un trabajo, no fue solamente estar más cerca de Gabriel, fue un año muy militante desde mi convicción feminista. Hay otro plano que es la relación con Gabriel. Eso continúa, cambian los tiempos, los espacios donde encontrarnos. Hay algo complejo de explicar pero me parece interesante: como gobierno progresista, yo siendo feminista, todos los que estamos ahí un poco lo somos, que yo lo haya asumido de alguna manera me envuelve en una cosa ilegítima, y eso yo diría que también que esa supuesta cercanía adentro de los espacios institucionales con el presidente, no sean tan cercano, porque ninguno de los dos considera que ese lugar sea guau, que tenga que utilizar. Por eso no he usado los medios, solo en radios comunitarias pero para hablar de las fundaciones.

Lo cotidiano y lo político

– Don Francisco también le preguntó a Boric si lo retabas. 

¿Si lo retaba? (Se ríe) No me acuerdo de eso. ¿Qué contestó él?

–Cuando corresponde, dijo él. ¿Lo retas mucho?

No lo reto (ríe), obviamente soy muy crítica, somos apasionados.

–¿Crítica del rol o la relación?

De todo, me gusta cómo revisa las cosas. No nos guardamos nada, eso es lo importante. 

–¿Cambió la relación desde que es presidente, la forma de relacionarse, comunicarse, el tiempo? 

Obviamente ambos tenemos registro de las prioridades del momento, pero no siento  un cambio importante en la manera de comunicarnos. 

– ¿Qué cosas tuviste que dejar de hacer?

Trabajar, ser la jefa de departamento donde trabajaba, iba a ser investigadora. 

–Hay un tema también con el cuidado que se extiende a las apariencias. ¿Sientes que parte de la mirada pone un peso en eso, el cuidado sobre la ropa que se ponen, que si el zapato, que si el pantalón, si está arreglado o no está? ¿Son tema de conversación, son tema de chiste? ¿Hablan sobre eso entre ustedes?

–Ese tipo de cosas las escucho todas, me parecen interesantes incluso. Más bien hablan de otra cosa, de que quizás uno también se pregunta por las formas de hacer política. Entonces claro, una manera bien evasiva de abordar esa pregunta es hablar de esas cosas superficiales. Pero justo por debajo de eso hay una discusión sobre liderazgo, cómo se puede liderar, sobre las formas de hacer política. Ya si volvemos a este rol, hay un tema interesante, toda una expectativa de que debe hacerse cargo de todo lo que sea cuidado, independientemente de que haya ministerio lo que muestra es que el rol está construido para esa persona independientemente de que sea necesario para el Estado. 

–En muchos países el manejo de fundaciones y su origen fundacional se ha asociado a prácticas de corrupción, ¿este proceso podría ser una oportunidad para impactar en su financiamiento y ese nexo público privado?

–Estas fundaciones son privadas y reciben fondos públicos por presupuesto, a través de una glosa. Yo diría que en tanto reciben financiamiento público hay que hacer rendiciones de esos fondos y eso es un vínculo con el Estado que estas fundaciones tienen permanentemente. Al ser privadas pueden recibir donaciones, o si la presidenta de una fundación quisiera hacer un proyecto piloto que tuviera que ver con algún tema podría proponer hacerlo a través de la fundación y ahí es donde a mi parecer habría demasiadas libertades potenciales sobre todo si esta figura (de primera dama) no es democráticamente electa.

–Hay algo simbólico sobre la primera dama. Por ejemplo, una de las cosas que se ha dicho es que tienes problemas con Gabriel, por eso estás terminando con esto. Es decir, no se hace una lectura política sobre este proceso, de los viajes o las invitaciones oficiales, por ejemplo.

Hay risas. Irina pide que le aclaren la pregunta. ¿Qué, quiénes van a terminar? 

La cercanía sigue siendo lo que somos. No hemos terminado y no vamos a terminar. El tema de los viajes, el tema de a qué lugares ir, hay ciertos rangos de cosas que se dan con naturalidad, no sé si es tanto privilegio, por ejemplo, una obra de teatro. Es el Presidente, lo invitan a instancias de alta visibilidad, mucha cultura, muy ceremoniales, a varias hemos ido como pareja, incluso hemos considerado que queremos ir juntos más allá de la política, sino como pareja.

—Hay privilegios que has tenido en este rol, como por ejemplo poder hablar con Judith Butler.

Respecto de Judith Butler, yo tenía una relación académica con Berkeley, la conversación fue sobre el rol. En el fondo el privilegio de interesarla en la conversación fue por el rol que estoy ocupando. Es una muy buena pregunta porque está al filo permanentemente. Poder verla fue a propósito de un viaje del presidente, pero siempre apunté y apunto a usar un criterio, por ejemplo, en este caso yo me propuse una modificación de este rol y entonces hablar de esto donde sea que estuviera con el presidente es parte de hacer acciones políticas, fue parte de la tarea de este año.

Desde mi mirada, este año para mí fue principalmente de 14 horas al día de militancia intensa. Esto no fue un trabajo, no fue solamente estar más cerca de Gabriel, fue un año muy militante desde mi convicción feminista.

–¿Y a partir de ahora, con tu salida del cargo? 

–Para el próximo año, hemos pensado decidirlo vez a vez, pero va a ser mucho menor, porque no va a haber una representación institucional o de temáticas asociadas al ser primera dama, que conversa con las de otro país.

–¿En tus propias palabras cómo se siente estar envuelta en esta ilegitimidad que has descrito en este rol?

–Te digo la verdad… Yo lo veo un poco… tengo una imagen demasiado artística, me imagino como una nuez, como una cascarita, dado el tiempo llega la primavera y se abre, la más propia tiene que ver con la institución misma, no es tan complicado, es una investidura de un rol tradicional, que no está normado, si se sostiene, vestirse de eso, quizás la mejor manera de guardarlo con cuidado sea haber estado dentro. Hay varias cosas positivas de haberlo podido habitar.

Paso a paso

–¿Cómo ves el haber vivido el rol de primera dama?  

–Primero hubo pasos como bucear dentro de cada institución a través de otros ojos. Había que aceptar que existían estas fundaciones y quienes más podían mirar eran los trabajadores y trabajadoras. La primera reunión fue con los sindicatos. Luego, entender cómo estaban funcionando para trabajar en mejorarlas por dentro (salarios, designaciones, etc.) para luego hacer cambios y acercarlas cada vez más a sus funciones o misiones, que se relacionaban con distintos ministerios (cuanto más se esclarecía su objetivo), pero también transparentarlas con exigencias de lo público. Un último paso es afirmar ese cambio por ley. Ahora el presidente puede decidir quién va a presidir las seis fundaciones y por tradición cae en la primera dama. En el futuro va a haber un presidente para cada una designadas por el ministerio respectivo conforme criterios de idoneidad. Siempre digo esto, es muy poco planificado que yo sea la presidenta. Gabriel no elige a su pareja pensando que va a ser primera dama y que va a ocupar ese cargo sin elecciones, ¡por favor! Luego está la otra parte que tiene que ver con la oficina de la primera dama. Este rol fue mutando y tiene dos espacios: las fundaciones y la oficina misma, donde puede haber un equipo ocupando dependencias del Palacio de La Moneda. Entonces estamos explorando, evaluando quizás una vía legislativa, una manera de evitar que esa oficina exista. Hay que buscar la manera de que una persona que está con el presidente pueda tener autonomía profesional. 

- O pueda tener incompatibilidades.

- ¡Claro! Hay incompatibilidades descritas para otros cargos menores, pero no para presidente.

–Este gobierno desde su inicio se enmarca en ser más relajado, más cool, lo que por supuesto ha traído críticas, como tu foto con zapatillas arriba del sillón al recibir a Francia Márquez. 

–Uso mucha zapatilla, pero el problema de esa foto fue el sillón. Me gusta por supuesto que vayan cambiando esas fotos, que vayamos despeinando no para desordenar, para acercar un poco: que si uno trabaja todo el día visitando personas para conversar con ellas, uno camina harto, está bien usar zapatillas. Ese tipo de cosas son más superficiales, pero le quitan rigidez a esta figura de político empaquetado.

–¿Sientes que has recibido parte del fervor que hubo inicialmente por la elección de Gabriel y la conformación del gobierno de Apruebo Dignidad? ¿Qué ha sido lo más entretenido o que te ha gustado?

–Empecé a ver todas las series de época y de reyes y todas, The Crown, la emperatriz, el último zar, he visto varias españolas muy malas pero interesantes porque habla de los temas que hablan los libros de filosofía, estas series, mi vida cotidiana y todo al final. que tiene que ver con poder, amor, envidia, con todas las emociones que el mundo y el teatro siempre ha tratado de retratar. A propósito de lo que tu dices del fervor, el palooza, como soy muy analítica, en muchos momentos me hago una preguntas sobre si seré yo o será el rol, pero hay casos claros donde es por cosas que he dicho yo, donde la figura propia genera atracción o interés. El rango etario me fascina, me ha emocionado y me ha hecho sentir orgullosa, son niñas en general entre 12 y 22, 24, en algunos casos les he preguntado, ¿por qué?.

Vas a dejar este cargo, pero políticamente ¿dónde te sientes más cómoda? ¿Te ves como ministra, diputada, concejala o te acomoda el detrás de cámara, asesora o en la academia…?

–No me veo en un cargo de representación, no me veo en una campaña política. Tengo una activa resistencia a pensar que está detrás toda la otra estructura política. Me gusta mucho articular espacios pero en términos de tensionarlos también. Lo que me hizo más cómodo dentro de los espacios fue tensionar nuestras certezas políticas y formas de pensar. El rol de actualizar nuestro actuar político, me viene bien. Seguiría haciendo eso feliz en el ámbito político, esos son espacios de debate, o pueden ser plataformas o proyectos… Puede ser articulación de diversos actores pero sí sé que no voy a apostar por una figura de representación pública. Y la academia como actividad necesaria me interesa mucho, creo que también es muy política sobre todo si una la tensiona para que ingrese a la política pública, o apunte a interrogantes del momento. Creo que debería articularse más la política con otros sectores, creo que ahí la interdisciplina es un poco más dinámica, y sí ese es el ámbito que más me gusta.

El futuro

–En general los seres humanos nos contamos una historia para hacer las cosas que hacemos, para darle sentido a un proyecto de vida y a las decisiones que tomamos, para llegar a algún lugar, lo logremos o no. ¿Cuál es la historia que tú te cuentas hoy?

–Me gustaría mucho investigar más y descubrir cómo hacer más fácil para evitar el pensamiento autoritario en el sistema de educación y algo más pop, me encantaría desplegar más arte en mi vida, dedicarme más a mi faceta artística: hacer grabados y dibujos, pero estoy tan concentrada en el presente, hay muchos días en un día que no llegó tan adelante. Me imagino terminar este año con un ciclo importante de cierre de este rol y que nuestro gobierno logre cambiarle la vida a millones de personas.