Crónica

Cómo construir una salud feminista


Cuidar es amor y trabajo

¿Cómo se construye una salud feminista? ¿Es posible pensarla desde una mirada en la que el saber médico sea solo uno de los saberes legítimos posibles a la hora de tomar decisiones? ¿Cómo ocupar esos espacios desde una ética del cuidado y no desde el sacrificio? Más de 60 trabajadoras del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires viajaron con algunas de estas preguntas al Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries y volvieron con una certeza: seguir construyendo consensos -aún con discusiones y tensiones- y transformar el mundo.

Desde nuestros feminismos y transfeminismos, trabajadoras del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires viajamos organizadas al Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries. Teníamos varios motivos para ir juntas, uno nuevo surgió en el transcurrir del encuentro: abrir un paréntesis al tiempo vertiginoso, de urgencia y emergencia que nos había marcado el cuerpo y el ritmo, la gestión de la pandemia por Covid-19 en la provincia de Buenos Aires. 

Partimos hacia la ciudad de San Luis más de 60 trabajadoras de salud bonaerenses de distintas áreas del ministerio, con roles distintos y múltiples pertenencias. Fuimos en 2 micros, algunas vinieron por tan solo 1 día, otras se sumaron en auto. Catorce horas después llegamos al lugar donde dormiríamos, una carpa inmensa que el viento puntano sacudía y llenaba de tierra seca. La potencia del encuentro se sintió en gestos colectivos; hacíamos de ese espacio un lugar habitable para todes: algunas compañeras trapearon la lona que cubría el piso de tierra para acomodar las bolsas de dormir, un grupito de 3 buscó una heladera para guardar la insulina de una compañera, otras consiguieron un dispenser de agua y varies desarmaron una de las luces donde colgaron un racimo de zapatillas para los celulares.

En este encuentro, el primero plurinacional, queríamos retomar la clave inicial desde la cual comenzamos a pensar la salud feminista: que otros saberes interpelen e inunden con su incomodidad el campo de la salud, abran preguntas, y con ellas la posibilidad de construir rondas de intersaberes, donde la medicina basada en evidencia y el saber médico sean sólo uno de los saberes legítimos posibles a la hora de tomar decisiones. Detrás de cada deseo buscamos en la grilla los talleres: deuda externa, ecofeminismo y antiespecismo, partidos políticos, trabajos de cuidados y reproducción de la vida, transfeminismos, visibilidad lésbica, acceso a la salud, entre otros. Fuimos para nutrirnos de discusiones que nos permitan re-pensar la salud en clave feminista y volvimos a confirmar que es en clave interseccional, por los márgenes, donde lo unívoco  se resquebraja y donde se encuentran las bisagras invisibles de lo que la razón capitalista patriarcal separó, ocultó, subyugó, violentó e intentó eliminar.

En la diversidad de temas y talleres hubo algo que se nos reveló: la importancia del diálogo intergeneracional, un diálogo entre quienes tienen un acumulado histórico en las calles y en las discusiones y entre las nuevas generaciones que traen nuevas preguntas que se potencian en el diálogo histórico de las luchas que nos precede. Comprendimos la importancia de caracterizar los nuevos temas y demandas en la perspectiva política de los feminismos para, de esa forma, recuperar la dimensión histórico-colectiva de las luchas buscando nuevos horizontes y estrategias para fortalecer la construcción de poder. 

En los encuentros hacemos democracia, la vivimos. Todas las voces cuentan, participamos en un marco de igualdad y reconocimiento de la diferencia como potencialidad, un ejercicio que las mujeres, lesbianas, travestis, trans, venimos practicando históricamente. Nos juntamos en talleres horizontales organizados por núcleos temáticos que no dejan de estar atravesados por discusiones transversales: construcción de poder, tareas de cuidados, identificación de agendas y estrategias para transformar la sociedad patriarcal, capitalista, racista, cisheteronormativa, violenta, desigual.

Nuestras conquistas son las primeras que se ponen en discusión en momentos de inestabilidad política, y eso nos hace vivenciar la vulnerabilidad y constituirnos en guardianas de nuestra soberanía frente al capitalismo salvaje. Fuimos por primera vez al taller de partidos políticos y encontramos diálogos, pensar juntes en tensión, consensos en las disidencias, desarrollo de estrategias de cuidado para sostener lugares de toma de decisión que vamos ocupando. Todas coincidimos “esto no se ve en otros espacios, ni en las propias legislaturas”. Pensar juntas cómo hacer de la política una “cosa de mujeres”, con nuestras propias maneras de “rosquear”, la capacidad de alcanzar consensos y un “diálogo real”, de transgredir las formas de construir que conocemos. Poder ocupar espacios con una ética del cuidado, más que del sacrificio. “La sororidad es acción, es verbo” dice una compañera apelando a abrazar a les compañeres que ocupan lugares de poder, para sostener, para ser más, y poder hacer de esos espacios lugares posibles para nosotres.

Una compañera se sorprendió en el taller de preservativos para vulvas, rodeada de mujeres jóvenes con avidez de que el Estado tambien piense en ellas a la hora de cuidar la salud sexual integral y evitar la transmisión de infecciones durante las relaciones sexuales. Construcción de otros relatos sobre el cuidado y el placer, otras políticas sobre sexualidad y soberanía. ¿Qué hacemos cuando necesitamos un producto que no existe? Nos organizamos y lo inventamos.

¿Debe ser vertical la construcción política? Una compañera advierte: “El que dijo que la construcción era de arriba hacia abajo y no al revés, nos mintió y era varón”. Las risas inundan el aula de la Universidad Nacional de San Luis. Surgen interrogantes que quedan en el aire para seguir pensando: ¿son las comisiones o espacios de género el lugar donde nosotras tenemos que dar la discusión o es desde donde empujar hacia otros espacios para llegar a más lugares de representación? ¿Cómo transversalizamos las discusiones y rompemos el cerco de los lugares de género? ¿Cómo ocupamos espacios de poder sin masculinizarnos? ¿Cómo logramos otro ejercicio del poder en roles históricamente patriarcales?. La sensación de complicidad, de confianza a pesar de sabernos desconocidas, permite una franqueza que nos moviliza.

Terminamos esa tarde de sábado en una asamblea de Ni Una Menos en la plaza Pringles, festejando el encuentro pero convocándonos a los temas urgentes de la coyuntura. Muchas de distintas provincias, incluso de otros países de Latinoamérica. Mapeamos juntas para visibilizar, para hacer cuerpo colectivo, para hacernos fuertes en la lucha. Una compañera asegura frente al megáfono: “los mismos que deciden no implementar la ley de IVE son los mismos que forman parte del partido judicial, que atentan contra la democracia, que nos endeudan, que son extractivistas y nos persiguen”. Aplausos, risas, abrazos y más fotos. Somos muchas en una plaza llena de ferias, trabajo artesanal, colores y olores diversos.

El domingo, antes de la marcha, una compañera nos cuenta que es su primer encuentro: “Viste que dicen que algo cambia en cada mujer que participa… Bueno, es cierto, yo no vuelvo igual que como llegué, vuelvo siendo otra”. 

En el taller de cuidados una mujer de más de 40 años nos regala: “No puedo creer todo lo que estoy viviendo. Las veía como locas y hoy soy una loca más”. Hicimos de la ternura y el amor una práctica política y en los encuentros la cultivamos sin vergüenzas ni restricciones. Nos abrazamos, bailamos, nos reímos, lloramos y aprendemos a reconocer la risa de la compañera a la vuelta de la esquina. Es una de las llaves que abren la puerta a la salud feminista que deseamos. La alegría y el amor como política pública.

Los edificios públicos están vallados. Las vallas, amuradas al piso. Los vecinos de la capital puntana, en su mayoría varones cis, se sorprenden que somos “buenas y limpias”. El miedo que había circulado se diluyó a medida que transcurría el Encuentro. Porque estábamos organizadas y alegres frente a la fragilidad del imaginario capitalista. La violencia fue otro eje muy presente en el encuentro. ¿Cómo generar espacios de disputa libres de violencia? ¿Cómo combatir la violencia política hacia las mujeres, lesbianas, travestis, trans, personas no binaries, intersex? Dotar de sentidos colectivos a las consignas, preservar los espacios de diálogo y construcciones colectivas de los encuentros como verdaderas experiencias de construcción democrática. Intercambios de prácticas, de experiencias y de discursos que transforman las consignas en políticas públicas y en potencias transformadoras de los procesos culturales. 

Después de haber logrado, tras casi 20 años de lucha, la sanción de Ley Nacional de Interrupción Voluntaria del Embarazo, nos encontramos todavía en diálogos que buscan una nueva bandera que integren nuestras acciones políticas, con la potencia que tuvo el aborto para todas las colectivas y movimientos feministas. La lucha es larga y compleja pero estamos convencidas de que hay otro corazón del patriarcado que queremos derribar, y que viene asomando con fuerza y atraviesa muchos de los talleres: la desigual distribución de las tareas de cuidado y el sostenimiento de la reproducción de la vida. 

Necesitamos encontrarnos a pensar, discutir y construir consensos: ¿Es trabajo no pago, cuándo lo es, es trabajo precarizado?. Trabajos remunerados en áreas como educación y salud, ¿son trabajos de cuidados? ¿Es trabajo y no es amor? ¿Nunca, siempre, a veces? ¿Hay posibilidad de cuidar sin amor, sin ternura, sin afecto, sin afectación? ¿La clave es sólo redistribuir tareas o también transformar una sociedad que esclaviza a quienes cuidan niñeces, personas adultas mayores, personas con discapacidad? ¿Cómo se da esta discusión en los sindicatos? 

Cuidar es planificar, es otra forma de acompañar y asistir, es amor y es trabajo. Hay un costo en cuidar que no es solo económico. ¿Cómo cuidar a quienes cuidan? Nosotras trabajamos para transformar el modelo de atención para que sea un modelo de cuidado, que también involucre amor, ternura, y afectación. Otra llave para construir saludes feministas: que las prácticas en salud sean de cuidado, que nuestras instituciones sanitarias se inunden de amor y ternura, que nos dejemos afectar por el padecimiento y necesidades de quienes llegan a ellas.

Asoma un consenso fuerte: estamos hartas de sostener solas la reproducción de la vida, sabemos que es otro de los nudos críticos de las inequidades y violencias que padecemos. Decimos como ronderas feministas en el micro de vuelta: “participemos en la recuperación y relanzamiento con fuerza de la Campaña de Socialización de los Cuidados que habíamos construido con varias colectivas, logremos consensos con tensiones e incomodidades, y transformemos el mundo”.  Marchamos inventando consignas nuevas, de todas ellas “libertad, libertad a las machis por luchar”, fue tal vez la que se gritó con más fuerza y más furia. Caminamos y bailamos tejiendo nuevos horizontes mientras la luna llena nos ilumina como un faro o como una promesa.