Memoria del seminario “Energía, recursos naturales y desarrollo: generación de capacidades productivas y tecnológicas en el marco de la transición energética”, un ciclo sobre recursos naturales y desarrollo sostenible coorganizado por CENIT-EEyN-UNSAM, CIECTI y Fundar.
En la provincia de San Juan todos los años se celebra la Fiesta Nacional del Sol. La contracara de las pocas lluvias que se registran en ese territorio es la intensidad de la radiación solar que incide en toda su superficie. Desde hace 50 años, esta característica natural se aprovecha para un evento cultural y social que cada febrero reúne a artistas y turistas de todo el país.
En 2010, tanta luz natural comenzó a aprovecharse, también, como fuente de energía fotovoltaica para generar electricidad y aportar a la transición energética nacional. Unos años después, la empresa provincial de energía (EPSE) se dispuso a instalar una fábrica de paneles fotovoltaicos para generar capacidades productivas y tecnológicas, crear empleo local y abastecer a los parques solares de todo el país con producción nacional.
Hoy, en San Juan funcionan 15 parques solares, y otros 11 están en construcción. Esta experiencia muestra cómo avanzar hacia una matriz energética con mayor peso de las fuentes renovables al mismo tiempo que buscar generar capacidades en el territorio.
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La transición energética se puede ver. Las sociedades avanzadas usan cada vez más dispositivos eléctricos y electrónicos para su funcionamiento. Esto ocurre gracias al cambio tecnológico que posibilita la conversión a electricidad de equipos y artefactos que usualmente operaban en base a combustibles fósiles. ¿Dónde se puede ver? En el ámbito del transporte se usan cada vez más autos, camiones y colectivos eléctricos. En las casas, la calefacción y los artefactos de cocina también se enchufan. En el ámbito productivo, cada vez más sectores acompañan la tendencia.
La “electrificación” de la economía se produce con cambios en la matriz energética: en la etapa de generación se advierte un peso creciente de fuentes renovables. No solo se usa más electricidad sino que la misma se genera a partir de recursos como el viento (eólica), el sol (solar fotovoltaica) y la biomasa (bioenergía), entre otros.
Existen dos factores interrelacionados que justifican las expectativas que existen sobre la aceleración de esta transición en el futuro. En primer lugar, la voluntad política de un creciente número de países –en especial los desarrollados– que se plasma en ambiciosos compromisos por transformar sus matrices y reducir emisiones de CO2 para mitigar. En segundo lugar, el establecimiento de marcos regulatorios y políticas que incentivan y acompañan nuevas olas de inversión y esfuerzos privados en investigación y desarrollo (I+D) para aprovechar los recursos renovables.
¿Cómo está Argentina en el marco de transición energética? ¿Cuál es el estado de la generación de capacidades productivas y tecnológicas locales? ¿Bajo qué condiciones nuestro país puede aprovechar los recursos disponibles en sus cuencas de hidrocarburos para abastecer una demanda (tanto interna como externa), aprovechar los recursos naturales y generar capacidades a nivel local?
La ventana temporal para Vaca Muerta
La transición energética es, por naturaleza, un proceso gradual. Durante varias décadas convivirán las fuentes fósiles tradicionales con las renovables. Argentina debe plantear qué oportunidades y desafíos ofrecen, durante este período de transición, los recursos de las cuencas convencionales y, en particular, no convencionales (shale y tight sands) de hidrocarburos.
Argentina es la cuarta reserva mundial de shale oil y la segunda en términos de shale gas, como señaló Nicolás Arceo (director de la consultora Economía y Energía). Solo considerando los recursos no convencionales de la formación geológica Vaca Muerta (16 billones de barriles de petróleo y 308 trillones de metros cúbicos de gas natural), se podría abastecer el consumo local de petróleo por casi un siglo, y el de gas durante dos. Una transición energética medianamente exitosa le pone fecha de caducidad a la posibilidad de aprovechar a pleno de estos recursos: se dejarán de consumir localmente y no habrá un mercado internacional donde venderlos.
Para aprovechar sus recursos no convencionales, la Argentina tendría que incrementar su producción y destinar una porción sustantiva al mercado mundial. Esto implica valorizar estos recursos lo más rápido posible, ya que hay una ventana de oportunidad para la comercialización en el mercado global que en algún momento del próximo siglo se va a cerrar. Arceo, que se desempeñó como vicepresidente de administración y finanzas de YPF entre 2012 y 2015, estima que si la Argentina lograra desarrollar la mitad de estos recursos generaría aproximadamente 37.500 millones de dólares adicionales de exportaciones en las próximas décadas. El volumen de recursos plausible de ser extraído equivale a unos 66 años de exportaciones del complejo oleaginoso argentino.
Vaca Muerta ofrece oportunidades para alcanzar este crecimiento. Si bien no garantiza per se una fase virtuosa de desarrollo económico, sí implica la posibilidad de revertir la restricción externa. Una condición considerada necesaria, aunque no suficiente, para generar capacidades tecnológicas y productivas que traccionen a otros sectores y reviertan medio siglo de estancamiento económico.
Sobre esto reflexionaron Marcelo Neuman (UNGS) y Graciela Landriscini (UNCo y diputada nacional por Río Negro). Coincidieron en que el aprovechamiento del complejo hidrocarburífero para apuntalar el desarrollo industrial y tecnológico depende de la generación de condiciones y de políticas públicas orientadas a fomentar la innovación y el upgrading tecnológico.
Según Neuman, una estimación de las compras de las operadoras petroleras indica que el 83% está concentrado en el upstream (exploración, perforación y producción). La mayor parte está explicada por servicios especiales, como estudios sísmicos, perforación, workover, inyección, testeo de pozos y manejo de residuos, provistos por grandes multinacionales globalizadas que dominan la industria (Halliburton, Schlumberger, Nabors, entre otras).
Las empresas nacionales que participan de la cadena son mayoritariamente pequeñas y medianas, y dominan un nivel tecnológico intermedio. Algunas de ellas exportan a otros países de la región. Un elemento positivo es que muchas de estas empresas también venden a otros sectores, como la minería, las energías renovables, la energía nuclear y la industria química. Por ende, en un escenario de largo plazo podrían reorientar una creciente parte de su capacidad productiva hacia el aprovisionamiento de estos sectores.
El desarrollo industrial y tecnológico local no se produce de modo automático, sólo a partir de la expansión productiva en el upstream. Si bien mayores inversiones pueden potencialmente ejercer mayor tracción sobre la cadena de proveedores, si no hay políticas públicas que contemplen incentivos para el desarrollo de la industria local, la generación de capacidades no se producirá. Para esto, no solo es necesario integrar y aprovechar el sistema científico-tecnológico, sino lograr una adecuada coordinación de la política energética (que incluye la Ley de hidrocarburos), productiva y tecnológica nacional con políticas a nivel provincial, dado que los recursos naturales son de las provincias, una particularidad que tienen pocos países en el mundo.
¿Cómo pensar el futuro de Vaca Muerta desde una dimensión ambiental? Este tipo de reservorios requiere hacer fracturas hidráulicas en la roca (fracking), inyectando agua, arena y otros componentes químicos para poder extraer los fluidos. Laura Forni, investigadora del Stockholm Environment Institute (SEI), reflexionó sobre el impacto ambiental que tiene la perforación y producción en yacimientos de hidrocarburos no convencionales. Respecto a Vaca Muerta, señaló que, si bien el uso del agua para la producción de gas natural es relativamente bajo en relación a otros usos, hoy solo se explota el 5% del gas natural contenido. Un escenario de rápida expansión de la industria, como el sugerido por Arceo, representa un riesgo y una amenaza, no tanto en términos de cantidad sino más bien de la calidad del agua superficial y subterránea. Una mayor producción implica más pozos, mayor caudal de agua y de materiales para la fractura, así como una mayor eliminación de aguas residuales. Hoy solo un bajo porcentaje de estas aguas son recicladas, mientras que los flujos restantes se inyectan bajo tierra o se almacenan en estanques en la superficie.
Un desafío es la gran complejidad que se ve en los diferentes usos y conexiones de una cuenca que requiere de una gobernanza multi-actor para ser abordada. Se vuelve fundamental el intercambio de datos y la transferencia de información entre las empresas petroleras para diseñar un sistema regulatorio interprovincial que incorpore la mirada global, a nivel cuenca, y considere la multiplicidad de usos y características de cada provincia. Para esto, es clave una perspectiva de gestión integrada de los recursos hídricos a escala regional y en el territorio.
¿Acompañan el desarrollo industrial y tecnológico local?
La disminución gradual del peso de los hidrocarburos en la matriz energética argentina se deberá ver más que compensada por el incremento de la generación de electricidad a partir de fuentes renovables. En 2015, se sancionó una nueva Ley de Energías Renovables (27.191/15) que fijó como meta que el 20% del consumo eléctrico del país se produzca a partir de fuentes renovables en 2025. Ese marco legal fue complementado por el programa RenovAr, que promovió una importante oleada de nuevas inversiones en el sector para aprovechar los recursos en diferentes provincias y regiones del país. Para esto, se realizaron cuatro rondas de licitaciones entre mayo 2016 (Rondas 1 y 1.5) y noviembre 2018 (Ronda 3) que dieron lugar a contratos de compra de energía renovable a largo plazo entre Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA) y los proyectos con precios más competitivos
A partir de eso, en el marco del seminario se analizó en qué medida y bajo qué condiciones es posible cumplir con el doble objetivo de, por un lado, incrementar el peso de la energía renovable en la matriz energética y, al mismo tiempo, generar las capacidades tecnológicas y productivas para hacerlo posible.
Energía eólica
En base a una investigación del CIECTI focalizada en energía eólica de alta potencia, quien escribe argumentó que en los últimos 25 años Argentina no logró implementar una política que pudiera atender a los dos objetivos simultáneamente. En términos de inversiones y capacidad de generación eólica, el programa RenovAr produjo resultados que representaron un salto muy importante con relación a lo invertido hasta ese momento. Los aerogeneradores que en octubre de 2020 estaban produciendo electricidad multiplicaban por 8 la generación eléctrica eólica pre-existente.
Si bien este resultado es importante en términos energéticos, una diferencia entre el programa RenovAr y lo que pasó en el período anterior (en el marco de la Ley N° 26.190/2006 y el Programa GENREN) es que el 30% de los aerogeneradores instalados entre 2006 y 2016 fueron aportados por dos empresas tecnológicas nacionales: NRG Patagonia e IMPSA. Por el contrario, la tecnología instalada más recientemente es totalmente importada, aunque con participación de proveedores nacionales de algunos componentes y partes (por ejemplo, torres y el ensamble de las góndolas). Algunos de estos proveedores están radicados en Santa Fe, que adoptó como estrategia fomentar la industria asociada a la transición energética, como explicó en su presentación Juan D’angelosante (ENERFE, Santa Fe).
En la política pública vigente en los años del programa RenovAr, hubo una suerte de pulseada entre el Ministerio de Energía, que reglamentaba la ley y estaba orientado a incrementar la capacidad de producción de energía eólica lo más rápido posible, y el Ministerio de Producción, que en ese momento trataba de fomentar la industria nacional y de generar valor y empleo. En esa puja prevaleció la visión de política energética del primero, en detrimento del desarrollo local que propiciaba el segundo, y se puso de manifiesto el choque de intereses de las diferentes carteras y la necesidad de coordinarlas para lograr que el desarrollo energético se haga con capacidades tecnológicas y productivas propias.
Energía solar fotovoltaica
Victor Doña, presidente de la empresa Energía Provincial Sociedad del Estado (EPSE), brazo ejecutor de la política en energías renovables de la provincia de San Juan, presentó los logros y desafíos del Proyecto Solar San Juan señalados al comienzo de esta nota.
La provincia inició las actividades en 2010, con la construcción de la Planta Piloto FV Ullum (de 1,2MW de potencia). Luego, fue sumando capacidad instalada, aprovechando el marco regulatorio del Programa RenovAr y los contratos del Mercado a Término de Energía Eléctrica de Fuente Renovable (MATER). Así, en 2021, había en operación 328 MW de potencia nominal distribuidos en 15 parques en el territorio provincial, que representan un tercio de la demanda eléctrica total de la provincia. Había casi 400 MW adicionales por construir y/o adjudicados, lo que posiciona a esta jurisdicción como la líder absoluta a nivel nacional en esta tecnología (55% del total de plantas FV y 60% de toda la energía solar FV generada).
A partir de estos auspiciosos resultados, desde EPSE se tomó la decisión de invertir: se puso en marcha la construcción de una fábrica integrada de paneles fotovoltaicos con capacidad de producir 71MW de potencia en paneles por año (generando el equivalente al consumo eléctrico de 60.000 hogares). Se espera que la planta sea inaugurada y comience a producir en el cuarto trimestre del 2022.
El mercado en el que operará este proyecto es muy competitivo. Evelyn Goldstein, presidenta de la Asociación de Mujeres en Energías Sustentables, señaló que se requiere una escala mínima de producción, que la tecnología es muy dinámica y que quien lidera el mercado a nivel mundial es China, con quien es muy difícil competir. Esto abre un interrogante sobre el sostenimiento del eslabón industrial del proyecto sanjuanino.
Coordinación política para el desarrollo productivo
Ya se han generado algunas (por el momento, modestas) capacidades productivas y tecnológicas locales para la transición energética al inicio de la cadena productiva. Las oportunidades y desafíos por delante son significativos. La velocidad de la transición dependerá de un menú de políticas públicas multisectorial y coordinado.
Sergio Drucaroff (CIPPEC) presentó una proyección de la matriz eléctrica hacia el 2050. En base a diferentes supuestos y escenarios de ampliación de la oferta energética, y contribuciones del componente renovable, el estudio estima que se podrían generar más de 297 mil empleos totales –139 mil en la industria y 158 mil en la construcción– y 68 mil millones de dólares de actividad sobre la base de encadenamientos productivos locales. Se debe abordar al sector de modo integral (teniendo en cuenta todas las tecnologías de generación renovables y no renovables) y apoyar a muchos proveedores que operan en varias cadenas simultáneamente (por ejemplo, eólica e hidrocarburos). Es necesario pensar un plan que integre a todas las tecnologías y, de ese modo, favorecer los derrames inter-tecnológicos. Desde esta perspectiva, todas las empresas que tienen capacidad productiva, competencias y habilidades podrían aprovechar este mercado.
Que la energía se pueda constituir en un vector de desarrollo productivo y tecnológico dependerá de, al menos, tres factores. 1) De la capacidad de generar exportaciones: el mercado interno no tiene la capacidad suficiente para motorizar cambios tan significativos en las distintas tecnologías. Son las exportaciones las que, en definitiva, van a dinamizar el mercado de proveedores. 2) Del acceso a financiamiento que respalde esta transición. Hay varios escenarios cuyos precios no permiten la autogeneración y el autofinanciamiento de los proyectos de inversión. 3) Del diseño e implementación de marcos regulatorios y políticas públicas integradas intersectoriales, un policy mix que alinee al menos tres áreas la política productiva con la política energética y la política tecnológica. Es inevitable que surjan intereses contrastantes, y es necesario pensar esos equilibrios.