Por: Román Iucht
«Me gusta que mi equipo tenga posesión de pelota porque cuanto más la tenemos nosotros, menos la tiene el rival. Me gusta que tengamos capacidad para dañar al rival y que podamos recuperar la pelota no siempre en la zona de los cuatro defensores, sino un poco más adelante. Aspiro a que mis equipos tengan manejo de balón, variantes de ataque y consistencia defensiva. Eso es lo que a mí me gusta del fútbol».
La primera diferencia que Sabella notó al asumir como responsable del seleccionado argentino, fue que a partir de ese momento pasó a ser especialmente «seleccionador» dejando en un segundo plano la tarea de «entrenador». Esta alteración de lo que podía considerarse como lo habitual no implicó que dejara de trabajar en el campo, pero la imposibilidad de contar con los jugadores todos los días, como ocurre en un equipo, lo obligó a modificar los tiempos y su frecuencia. El técnico de una selección debe aprender a manejar la ansiedad, ya que aquellos errores que encuentra en un partido no siempre podrán ser corregidos al día siguiente.
Luego de vestir la camiseta argentina, los jugadores retornan a sus clubes pocas horas después del encuentro. En el mejor de los casos, Sabella sabe que tendrá que esperar como mínimo un mes para volver a contar con ellos en la siguiente convocatoria, pero en ciertas ocasiones el jugador al que necesitaba para repasar viejos errores puede no estar presente en la nómina por alguna lesión o suspensión. Cuando esto sucede, la corrección se hará con varios meses de retraso.
Además, el origen del error puede ser consecuencia de una falencia individual o estructural. Para trabajar sobre una falla específica será suficiente la presencia de ese jugador, pero si se trata de un error que involucra a un grupo, la complejidad será aun mayor por la cantidad de nombres involucrados.
Como se aprecia, nada sencillo. Por otra parte el seleccionado argentino cuenta con jugadores de gran jerarquía, que juegan en los mejores equipos del mundo y que son conducidos por entrenadores muy capaces y de gran prestigio. Sabella siempre pensó que para estar a la altura y tener autoridad ante sus hombres, debía ofrecerles una estructura basada en tres pilares: conocimiento, trabajo y honestidad.
El «conocimiento» se basa en el «saber» y en la capacidad para transmitir. Tener noción de diferentes sistemas de juego y cómo trabajarlos en el campo. Al mismo tiempo es importante explicar con fundamentos claros los motivos de la aplicación de cada uno de ellos y sus beneficios, para que al momento de ponerlos en práctica los jugadores los ejecuten con convicción.
El «trabajo» tiene que ver con múltiples situaciones de la actividad diaria y de la preparación de un partido. Por un lado el estudio del rival y toda aquella información que se le puede entregar al jugador para que conozca hasta el mínimo detalle. El entrenador y su cuerpo técnico preparan videos haciendo hincapié en las características esenciales del oponente, tanto a nivel colectivo como individual, con sus fortalezas y debilidades. Sabella no gusta del trabajo con líneas separadas, prefiere el juego asociado porque es la representación de lo que ocurre en los partidos. Busca automatismos para que en algunos movimientos los jugadores puedan jugar de memoria, así se logra ahorrarle un tiempo a la jugada y guardar energía física y mental. Por otra parte, es muy importante trabajar con los que menos juegan tanto como con los titulares, para que todos sientan que tienen la misma importancia con independencia de los minutos que tienen en cancha. Y por último cuestiones de forma que ayudan a ganar tiempo, como tener los ejercicios ya presentados cuando los jugadores van al campo o generar un ambiente ideal en el vestuario para que ese sea el lugar en donde poder conversar con ellos.
La «honestidad» implica no mentirle al jugador ni crearle falsas expectativas. Eso es imperdonable. No prometerle cosas que después no podrá cumplir. Sabella dice que «el que promete fácil, rompe fácil sus promesas y el que demora en prometer seguramente las cumple».
Con la aplicación de estos tres elementos, el técnico busca lograr el respeto del jugador para obtener mejores respuestas a la hora de jugar los partidos. Desde un primer momento, así como el técnico evalúa a los jugadores en cada encuentro, ellos también observan con ojo agudo a su referente. Ante esa mirada crítica, el técnico tiene que estar preparado de la mejor forma y el objetivo es sacarle el máximo rédito posible a ese intercambio.
A pesar de trabajar hace ya cinco años y habiendo alcanzado el sitio al que aspira cualquier hombre que se desempeña en su misma función, hay un momento que sigue siendo el de mayor tensión para el seleccionador argentino.
«La charla técnica es el instante que me genera más estrés frente al jugador. No debe durar más de quince minutos porque luego de ese tiempo existe una dispersión natural, y en mi caso se compone de tres partes. La primera está destinada a cómo vamos a jugar y cómo se supone que nos va a jugar el rival. Es la que trata la estrategia del juego y la táctica que vamos a utilizar. La segunda apunta a la pelota parada y a todas las variantes que tenemos que tener en cuenta alrededor de ese aspecto. Estas dos etapas también me inquietan pero a diferencia de la última, las voy resolviendo con el trabajo que hacemos en el campo los días anteriores al partido, por lo tanto es un repaso teórico a lo que ya hicimos en la práctica.
La parte motivacional es la que más me estresa porque es la que tengo que hacer en ese instante. Por más que les adelante algún concepto en momentos previos para ir metiéndolos en el clima del partido, es ahí cuando tengo que llegarles al corazón, tocarles el orgullo y las fibras más íntimas, para lograr sacarles lo mejor que tienen adentro. Una vez que la termino siento que me libero, es como que me saco un peso de encima».
Para Sabella hay algunos mandamientos que favorecen el buen clima de trabajo y predisponen mejor al plantel. Son conclusiones que fue obteniendo a partir de sus experiencias de vida, sus años de jugador y fundamentalmente el tiempo que lleva como técnico. Representan su ideología y el modelo de liderazgo que supo construir para conducir un grupo, en la elite de un deporte profesional como el fútbol.
• El aliento, el apoyo y la ayuda son indispensables para alcanzar el objetivo.
• No hay éxito sin un equipo.
• Para ser mejor profesional hay que ser mejor persona.
• Hay que ser docente, pero no existe la docencia sin decencia.
• Cuando la comunicación se hace natural y las cosas están claras, se afianza el sentido de pertenencia.
• Los celos y los egos no llevan a nada. Nos autodestruyen. La gratitud lleva a devolver, a retribuir.
• Sin comunidad no hay entrenador.
• Hay que tener el valor de tener valores.
• El entrenador debe ser un ejemplo porque se educa con ejemplos, no con palabras. Las palabras son muy fáciles de emitir, pero la opción superadora surge desde el ejemplo, desde los hechos. El entrenador debe serlo, como también inteligente, sensible y coherente.
• La duda es algo positivo y contribuye a formar el equilibrio. Sirve y hay que recapitalizarla. Si no se duda se incurre en la soberbia. Hay que tratar de atenuar lascarencias y las deficiencias propias y para eso existe el auxilio del resto del cuerpo técnico. Respecto del entorno, no escuchar, no leer ni mirar la opinión de los demás es rayano con la soberbia. No hay que tener miedo de la mirada de los otros.
• La autocrítica es saludable y necesaria, pero si se la realiza en exceso se corre el riesgo de deprimirse. Hay que tener convicciones fuertes como para tener mucha autocrítica y no pasarse al otro extremo.
• No es condición indispensable haber sido jugador de fútbol para ser entrenador. A quien sea entrenador sin haber jugado profesionalmente le puede faltar conocimiento de vestuario, pero ha habido muchos entrenadores que no han jugado o lo han hecho muy poco.
Admirador de la ética, las convicciones y los conocimientos de Marcelo Bielsa, el equilibrio es su guía y la moderación el pilar fundamental de su vida.
Una máxima de Mahatma Gandhi forma parte de su decálogo de cabecera: «El día que perdamos la humildad habremos puesto el primer ladrillo para construir el edificio de nuestro fracaso». Lo repite, lo predica y lo pone de manifiesto. Así vive, así enseña y así trabaja cada día de su vida.