A causa del robo de las tierras de la familia y el asesinato de sus padres cuando tenía 17 años, Da Silva se sumó a un cangazo.
Un cangazo era un grupo de personas que, en su gran mayoría, se habían quedado sin tierras o que empujados por la pobreza más extrema se organizaban para poder sobrevivir.
Cuenta la leyenda que por esos años, en un enfrentamiento, la balacera que disparó Virgulino fue tan rápida que los destellos del cañón de su rifle, como si fuera una lámpara (Lampião), iluminaron todo el lugar.
El número de integrantes del cangazo de Lampião fue cambiando con el tiempo: fueron desde 12 hasta más de 100. Llevaron a cabo más de 200 asaltos y enfrentamientos con la policía.
Los ataques de Lampião se dirigían principalmente contra las grandes familias o los gobiernos provinciales, a los que extorsionaba o enfrentaba en combates abiertos.
Los sectores más humildes del nordeste brasileño quedaban fuera de sus atracos y muchas veces eran recompensados por Lampião si despistaban a la policía o les brindaban refugios en sus casas.
Muchas veces, Lampião comunicaba por la radio su propia muerte. Así lograba que la policía dejara de buscarlo por un tiempo.
Otro truco que usaba para despistar a la policía era el de sacar las suelas de sus zapatos y darlas vuelta. Ponía el taco en la punta. Así, mientras ellos caminaban hacia el norte, las huellas indicaban que iba al sur.
En 1937, Getulio Vargas dio un golpe de Estado y desarrolló un gobierno centralizado y cada vez más autoritario. Impulsó una política para acabar con los cangaceiros que existían en Brasil.
El 27 de julio de 1938, Lampião y sus cangaceiros fueron emboscados por las Fuerzas Armadas en Sergipe, a unos 300 kilómetros al norte de Salvador de Bahía, donde fueron asesinados y decapitados.
Con el paso del tiempo, Lampião, su esposa y sus cangaceiros se convirtieron en ídolos populares. Sus historias aparecen en libros, historietas, folletos populares (literatura cordel), películas, una serie de telenovelas y obras de teatro. Incluso el club de fútbol Sport Recife tomó a Lampião como su “santo patrono”.