Fotos: Télam
En nuestro lado del mundo, los medios de comunicación tradicionales que narraron insistentemente un desastre militar y una aparente derrota rusa en la guerra privilegiaron la voz de Ucrania, la Unión Europea, Estados Unidos y el Reino Unido. Más allá de la censura a sus medios informativos, Rusia perdió la guerra propagandística desde el comienzo: la voz de las potencias occidentales pareciera no necesitar verificaciones ni rigor periodístico.
Desde el comienzo de la operación especial militar rusa en Ucrania, Rusia se manifestó lista para las rondas de negociaciones, pero la parte ucraniana retrasó el proceso llegando tarde a los incipientes encuentros -entre otros contratiempos-. El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, dijo que el objetivo de su país es, además de la desnazificación de Ucrania, su desmilitarización. Kiev no debe bajo ninguna circunstancia adquirir armas nucleares, adoptando de esta manera un estatus no nuclear y neutral hacia Moscú. Esto supondría una importante garantía para la seguridad e integridad de Rusia.
Turquía aboga por el diálogo con Rusia, pero no hay que olvidar que este país es parte de la OTAN, por lo que es natural que la desconfianza aflore, asumiendo esta situación como poco prudente por parte del Kremlin, el que la mesa de negociación sea dispuesta por los otomanos. Pero deja a la vista que dentro de la organización existen distintos matices. Aun así, cabe preguntarse si se le puede considerar "neutral" a Ankara, que apoya la integridad territorial, la soberanía y la unidad política de Ucrania, cuando es justamente lo que se está disputando con una Rusia que sostiene como innegociable la pertenencia de Crimea al país.
Las primeras propuestas ucranianas presentadas ante Turquía -y que ésta envió a Rusia para su consideración- pueden interpretarse, en parte, como un paso positivo para Putin, que consigue los objetivos planteados, si tenemos presente que su país nunca se propuso "ganar" una guerra que no ha declarado. Mantener los canales de comunicación abiertos es de vital importancia si se pretende comprender las preocupaciones de Moscú en materia de seguridad y es que para Rusia, una Ucrania "otanizada" representaría una ‘casus belli’, pues no sería el primer país de la disuelta Unión Soviética en adherirse a la OTAN, posicionando misiles que apuntarían hacia Moscú, asegurando así un inmediato ataque global “preventivo” sobre Rusia.
En líneas generales, las conversaciones en Turquía fueron constructivas. Rusia contribuirá con la desescalada del conflicto reduciendo la intensidad de su operación militar en Kiev, la capital ucraniana, y en la ciudad de Chernígov, al norte del país; estrechando el problema que supone permanecer en Ucrania. Kiev estima como avalistas de su seguridad a Israel, Canadá, Alemania y Polonia, así como a los Estados miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y, muy llamativamente, al presumible país "neutral": Turquía. Esto significaría un sistema de asistencia garante de su seguridad futura por fuera del marco de la Alianza Atlántica, tras el frustrado intento de integrarse raudamente a ella.
Será muy arduo el sendero por recorrer para apreciar la firma de un venidero acuerdo de paz medianamente aceptable tanto para Ucrania como en especial para Rusia que, tras el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk por parte de Ucrania, despierta un comprensible escepticismo. Kiev debe comprometerse en el cumplimiento de sus propuestas y no hacerlo luego de una demostración de poder duro de su contraparte, pues eso es, como mínimo, irresponsable. Siempre es positivo fomentar la dinámica del diálogo y las conversaciones, sentándose a negociar antes de que la diplomacia falle, siendo la guerra el medio que resuelva las disputas, cuando se hayan agotado todas las medidas disuasorias.
El motivo primordial de Kiev en las negociaciones es el cese inmediato del fuego. Pronto Rusia dará a conocer su contrapropuesta a las realizadas por Ucrania durante el pasado encuentro del 29 de marzo, acontecimiento surgido a partir de la intervención turca dos días antes y que parten de una serie de negociaciones presenciales entre ambas partes hacia finales de febrero e inicio de marzo en Belarús, posteriormente continuadas por vía telemática. Podemos estimar sin temor a equivocarnos que Rusia considerará muchas de las declaraciones que argumentaron la ejecución de su operación especial militar en Ucrania emprendida el 24 de febrero: poner fin a las hostilidades ucranianas denunciadas por Rusia como “genocidio” en el Donbás, región conformada por las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, sumado a la exigencia del reconocimiento de la soberanía e independencia de ambas Repúblicas por parte de Ucrania que ha raptado, torturado y aniquilado a sus habitantes desde hace ocho años. Rusia prometió llevar ante los tribunales a los responsables de estos crímenes de guerra contra la población civil, está buscando garantías de protección y seguridad para los más de ocho millones de rusos en Ucrania, país fracturado por eurófilos en su parte occidental y por rusófilos en la oriental, y que urge unificarse si no se busca inducir una desmembrante balcanización eslávica.
Con "desnazificación" Rusia refiere a las entidades terroristas explícitamente nazis, especialmente adiestradas y armadas por el Estado ucraniano, como lo es el caso del grupo de extrema derecha Batallón de Azov, originalmente integrado por voluntarios, es un regimiento dentro de la Guardia Nacional ucraniana subordinado al Ministerio de Asuntos Interiores que participó de las hostilidades en el Donbás y que son señalados por sus métodos de guerra prohibidos. También alude a la utilización de lemas fascistas y rusofóbicos por parte del Estado, acuñados originalmente por la OUN-B y el UPA, cargados de un profundo significado histórico, propagandístico y militarista vinculado a los partidarios de Stepán Bandera que lucharon junto a los nazis en contra la URSS.
Es necesario repasar el persistente pasado que nos llega a la actualidad con una intensa influencia, como resultado de un progresivo proceso de enaltecimiento estatal a los colaboracionistas ucranianos con la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial junto a sus actuales seguidores que se aprecian en facciones del nacionalismo extremista ucraniano que ejecutaron sanguinarios actos en la historia reciente del país. No hay que ignorar que el Ejecutivo ucraniano es responsable directo, claro está, al no condenarlos, sino todo lo contrario, reconociéndoles como “héroes nacionales”, sumado al rechazo conjunto con los EE.UU a la resolución de la ONU que condena la glorificación del nazismo.
El inevitable conflicto híbrido imperialista entre países capitalistas reaccionarios es fruto de EE.UU y la OTAN, viejos compinches que llevan tiempo incitando a Rusia, en el que tanto la clase trabajadora ucraniana, como la rusa y colateralmente debido a las sanciones; la europea, sufren las consecuencias. Ambos confabuladores, tanto la Alianza Atlántica pero fundamentalmente los Estados Unidos, instigaron a Ucrania a ser hostil con Rusia y si Zelenski sigue ciegamente ese insensato juego, solicitando más armas y mercenarios e inclusive aventurándose en territorio ruso, terminará con su país destrozado e imposibilitando la continuidad de las negociaciones por la paz. La configuración de una Ucrania neutral sería lo óptimo porque hoy por hoy representa una amenaza militar real para Rusia, lo que concluyó en su intervención.
Ahora está abierto el canal diplomático que podría dirimir el conflicto entre los beligerantes. Es una oportunidad de ponerle un freno a la muerte, que dependerá del buen juicio de los autores.