Fotos: Carlos Noriega
El Colegio católico La Salle sigue dando presidentes al Ecuador. Es una cantera de la política local y un gran articulador con redes ligadas al poder económico y político. Por esa institución guayaquileña pasaron Otto Arosemena, Alfredo Palacio, Rafael Correa y el nuevo primer mandatario: Guillermo Lasso. Estos dos últimos poseen algo más en común, además de ser guayaquileños: padecieron los infortunios económicos de sus padres y ejercieron como super ministros de economías.
En estos meses Guillermo Lasso se afirmó como la única opción posible de derechas, aglutinó una mayoría anticorreísta, sorteó cualquier asociación “dañina” con Lenin Moreno y el 11 de abril le ganó el balotaje con el 52,46 por ciento de los votos al candidato del correísmo Andrés Arauz. Lasso triunfó en varias provincias, principalmente de la Sierra, pero perdió en la suya que es también la de sus aliados del Partido Social Cristiano. El correísmo, por otro lado, perdió en la Sierra y parte de la Amazonia, en los territorios donde se encuentran los más importantes movimientos sociales. Con este resultado anticorreísmo estabilizó en un largo camino iniciado en 2017.
Las elecciones presidenciales del 7 de febrero habían presentado un escenario político sorpresivo para el amplio universo de analistas ecuatorianos. Si bien el candidato del correísmo Andrés Arauz consiguió el 32% de los votos, no ganó en primera vuelta. No pudo sumarse al triunfo del binomio boliviano Arce-Choquehuanca pese a los intentos de pegarse a este proceso. El segundo lugar fue disputado entre Guillermo Lasso, candidato del Movimiento Creando Oportunidades (CREO) y Yaku Pérez, el candidato del Pachakutik, quien articuló a un espacio significativo del movimiento indígena y a movimientos sociales nucleados en torno al ecologismo y al feminismo. Luego de un litigio entre ambos candidatos por el recuento de actas en 16 provincias, el 21 de febrero el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó los resultados oficiales que dieron ganador a Lasso (19,74%) frente a Perez (19,38%). Ambos coincidían en su anticorreísmo. Antes de los resultados definitivos, Yaku Perez había sentenciado: “el que pase a segunda vuelta, en el supuesto de que no sea yo, necesita la autoridad moral y legal para derrotar al correísmo”, mientras que Lasso expresaba: “coincidimos en que no queremos que retorne al Ecuador aquel modelo autoritario opresor, violador de derechos humanos, civiles y de la libertad de expresión”.
Algo de esa constelación de expectativas se puso en marcha en Ecuador: si a estas posiciones sumamos los apoyos logrados por Xavier Hervas, un candidato progresista de Izquierda Democrática que había obtenido el cuarto lugar con el 16% de los votos, el rechazo al espacio de Correa cobró un volumen significativo.
Sólo la posibilidad de tener en segunda vuelta al candidato del Pachakutik había creado un clima electoral distinto: derrotar al correísmo desde una opción progresista donde sus candidatos, como es el caso de Yaku Pérez, se habían formado en la militancia de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). La performance de Pérez expuso al correísmo que había dejado de monopolizar el espacio del progresismo. Durante los diez años de gobierno, sus concepciones coercitivas respecto a derechos y políticas extractivistas lo habían distanciado de un importante sector del movimiento indígena y de los movimientos ecologistas. Y sus posturas en contra de la legalización del aborto lo alejaron además de los movimientos de mujeres y de los colectivos LGTBQ. Esos distanciamientos explican en parte que se viera confrontado en las urnas, con resultados eficientes, por espacios que lo interpelaban por sus posturas conservadoras y por su ejercicio autoritario del poder. Finalmente Yaku quedo tercero, pero con fortalezas y capacidad de resonar en el sistema político. Y Lasso en paso a segunda vuelta.
En el proceso que se abrió con el balotaje, el Pachakutik se instaló como el “otro” actor, el tercero a seducir. No sólo llevo a cabo movilizaciones y acciones legales para un recuento de votos que nunca se produjo por parte del CNE, sino que estableció una alianza de su bancada de 26 asambleístas con la de los 16 electos por la Izquierda Democrática. Con este acuerdo proyectó un espacio legislativo importante en la dinámica de la próxima Asamblea Nacional. Esta alianza se transformará en un actor clave con el cual todos los demás deberán negociar, inclusive el actual presidente quien reúne sólo 31 bancas con sus aliados.
Lasso, entonces, se encontrará con dos grandes grupos legislativos: el correísmo que obtuvo 48 parlamentarios y aquel organizado por Pérez y Hervas. Las futuras leyes que necesite el oficialismo lo pondrán a negociar con actores que marcaran también el pulso en la calle.
La segunda vuelta estuvo marcada por una campaña más que interesante en términos visuales. Andrés Arauz llegó tarde para reacomodarse: no encontró un tono inicial o lo ubicó en lugares de disputa más tradicionales y binarios. Lasso además de interpelar al universo anticorreísta desarrolló una campaña inédita. Hizo de su bastón un gesto de fortaleza y por momentos su campaña estuvo caracterizada por altas dosis de juvenilismo. Si bien pertenece al Opus Dei sugirió la posibilidad de discutir el aborto a través de una consulta. Propuso combatir la discriminación por elección sexual y se afirmó en la defensa de la naturaleza y animales. Congregó a un anticorreísmo heterogéneo, donde no todos ni todas esperan lo mismo para el futuro de un país en una profunda crisis. El gobierno de Lenin Moreno deja una deuda del 63% del PBI y un Estado sin liquidez.
El anticorreísmo movilizó y articuló malestares diversos, odios, temores, revanchas y miradas distintas sobre el ejercicio del poder. Los perfiles políticos de Pérez y Hervas se alejan bastante de los de Arauz y Lasso pero la polarización ubicó su preferencia por el ex banquero. Nada es seguro ni lineal en política. Y las lealtades, siempre de carácter móvil, pueden variar a futuro. Si consideramos el actual escenario político quedan cuatro actores relevantes: Lasso, el presidente, ex ministro de economía de Jamil Mahuad y ex banquero. Andres Arauz, economista, que inició su carrera política durante el gobierno de Rafael Correa. Yaku Pérez, un abogado profesional con trayectoria de militancia en el movimiento indígena que se define como una izquierda flexible y abierta. Y Xavier Hervas, quien logró reposicionar al otrora extinto Izquierda Democrática, un empresario que se autodefine como “exportador, comerciante y transportista”, y cuya propuesta de “reactivar al Ecuador desde la agricultura, desde el campo, por la industria y la exportación” atrajo su caudal de votos. De aquí en más puede pasar de todo: reacomodamientos políticos en el correísmo, así como en el movimiento indígena que ahora se convierte en un actor central para la gobernabilidad democrática.
De alguna manera, Lasso rompió con los estilos de liderazgo y figuras de la derecha tradicional ecuatoriana como el de los socialcristianos y las ligadas a dirigentes ineficientes o corruptos. Yaku Pérez rompió con la maldición de un exiguo caudal electoral indígena y logro el apoyo de la CONAIE. Y por último, Xavier Hervas impidió la desaparición de ID. Los tres fueron audaces y renovaron sus espacios. Arauz, mientras tanto, quedó a medio camino entre el peso de Correa y las nuevas agendas progresistas.
El correísmo tuvo su propio desafío en la segunda vuelta. Le costó acomodar el liderazgo de Correa e hizo esfuerzos para correrlo de la línea de tiro. Durante la primera vuelta su imagen monopolizó la atención. En la segunda, a pesar de la estrategia de distanciar su imagen de la campaña, Correa se resistió y mantuvo sus diatribas y discursos a través de las redes sociales. Las redes y entrevistas fuera del Ecuador posicionaron su presencia y poder. Bélgica queda demasiado lejos para dirigir una campaña electoral en el siglo XXI y conocer el pulso político cotidiano, pero demasiado cerca para la circulación global y mediática de los discursos.
Andrés Arauz intentó acercarse a los pueblos indígenas. Incluso recibió el apoyo del presidente de la CONAIE Jaime Vargas, pero eso le costó el rechazo de la misma organización. El candidato correísta elaboró nuevas interpelaciones pugnando por regresar a la formula simbólica que los había llevado al triunfo en 2007. Expresiones como plurinacionalidad e interculturalidad se afirmaron más en su discurso e intensificó su presencia en las provincias con mayor población indígena. Arauz se apropió del lema de campaña y nombre del proyecto de Pachautik, “Minga por la vida”. Empezó así a hablar de mingas para ganar el voto indígena y propuso “una minga por la desnutrición infantil” y planteó un compromiso “con los pueblos y nacionalidades indígenas, con el Estado plurinacional e intercultural y con la Minga por la Vida“.
El candidato del correísmo intentó también un giro en el tono de la campaña al proponer una reconciliación. En su cuenta de twitter Arauz publicó “El odio ya pasó de moda. En mi gobierno, jamás perseguiremos a ningún opositor. Sobre todo, después de ver lo que han hecho con nuestros compañeros y compañeras y ver el dolor de sus familias. Quien tenga que rendir cuentas, lo hará con una justicia independiente, sin presiones”. Quiso salir de la polarización pero la presencia de Correa siempre volvió sobre el escenario. Las grandes confrontaciones del ex presidente, e inclusive sus miradas conservadoras, que dinamitaron el cambio discursivo que proponía Arauz. En una entrevista del 4 de febrero de 2021 el ex presidente Correa dijo: “Por ejemplo, Yaku Pérez es el que te dice que está de acuerdo con el aborto hasta los tres o cuatro meses como en Holanda, Francia, sin ningún requisito. No es aborto por violación. Es aborto por hedonismo. Me quedé encinta porque me dediqué a una actividad frenética sexual; entonces a los tres, cuatro meses puedo quitarme el hijo sin ningún requisito”. Con este mensaje Correa ponía en duda lo que Arauz sostenía a favor de las mujeres, los indígenas, los movimientos sociales.
Guillermo Lasso fue más plástico, tuvo más facilidad para dar un giro y acercarse al feminismo, el ecologismo y los indígenas. La primera acción fue darle una imagen más juvenil a su campaña al iniciarse en la aplicación Tiktok, siguiendo el éxito que habría tenido Hervas. La segunda fue presentarse no como un ex banquero rico sino como alguien que había realizado muchos esfuerzos sin poder acceder a un título universitario. Esa historia se oponía a la de éxitos académicos, colegios caros y universidades internacionales por las que había transitado el propio Arauz. Hay algo de ese esfuerzo individual que conectó con una parte significativa de la población y que disparó sobre el meritocratismo que el propio Rafael Correa había incorporado en su experiencia gubernamental.
El triunfo de Lasso, entonces, puede comprenderse a partir de varios elementos. Por un lado, la presencia de un sentimiento anticorreísta tan fuerte como determinante. A pesar de los llamados desde analistas, académicos, e incluso actores políticos a no polarizar el país en esos términos, fue la razón por la que la mayor parte de los votantes de los otros candidatos se volcó a Guillermo Lasso.
El voto por Lasso tuvo también un alto componente de rechazo a las propuestas económicas del candidato Andrés Arauz, que generaban incertidumbre no sólo en el sector privado de las grandes empresas o de quienes tienen sus capitales fuera del país, sino de amplios sectores de la población cuyo sustento se origina en la pequeña y mediana empresa. Vieron amenazada la estabilidad y las condiciones de seguridad para su funcionamiento.
En lo político, el voto de Lasso fue en rechazo a un clima de arbitrariedades y corrupción que dejaron los últimos años de gobierno de Alianza País y que durante la gestión de Lenin Moreno no se eliminaron, sino que salieron a relucir sobre todo por el mal manejo de la pandemia, donde estallaron escándalos de corrupción y una crisis institucional de graves dimensiones.
El modelo económico que pretende desarrollar el nuevo presidente supone una confrontación con el modelo estatal que se inició en 2007. Gran parte de su propuesta pro-mercado quedará librada a las trayectorias de negociación, presión y acuerdo que se logre con los diversos actores en la Asamblea Nacional. Los consensos con sectores sociales como el movimiento indígena, mujeres, ambientalistas, transportistas, trabajadores, trabajadoras, maestros, maestras, entre otros, serán fundamentales para no repetir otro Octubre de 2019.
Un elemento nuevo y a tomar en cuenta de los resultados de segunda vuelta es el resultado de los votos nulos. La convocatoria de Yaku Pérez a “votar nulo” tuvo un fuerte eco en buena parte de su electorado. El nulo subió de su promedio histórico del 10% al 16%. El resto de votos de Pérez en su gran mayoría fueron para Lasso. El voto indígena en 2017 ya se había volcado a Lasso en rechazo al correísmo, cuando la opción era Lenin Moreno, quien se pensaba sería su continuidad. El rechazo del voto indígena a Correa se consolida luego de cuatro años.
Si tomamos en cuenta su victoria territorial en la Sierra y en parte de la Amazonia, Guillermo Lasso obtuvo el voto de la clase media y alta de esas regiones, pero también el voto indígena, porque fueron las provincias con mayor porcentaje de población indígena las que le dieron un triunfo contundente. La articulación del voto de las clases medias y altas sumado al voto indígena lo catapultaron a la presidencia. En esta segunda vuelta funcionó algo del poliamor político en el universo anticorreísta. Todavía queda por ver hasta dónde llegará. Pero también hay una porción del triunfo que podría otórgaselo a la inestabilidad que abrió la pandemia en Ecuador, a la manera en que el actual gobierno la gestionó y por último, a la inestabilidad que la mayoría creyó o entendió que el correísmo sumaba a esta crisis.