Fotos interior: Senado
Mi primera pantalla es la del 13. Minutos después de las 10 de la mañana, está dividida en tres. La primera mitad le corresponde a Raúl Alfonsín en 1983. En la del medio, bailan los tempraneros de la Plaza de Mayo. En la tercera, una foto de Alberto y Cristina Fernández. La decisión del programa es encarar esto como un “festejo de la democracia”, como la alegría de que al fin un gobierno no peronista termina su mandato y la transición se desarrolla en paz. El programa es Nosotros a la mañana, panelismo matutino que en este momento tiene entre sus filas a Sandra Borghi, Agustina Kämpfer y Nicole Neumann, entre muchos otros como Tomás Dente, por ejemplo, que se retiró antes del final destrozado por la muerte de la cantante de Roxette, ocurrida hoy (la Argentina padece un insólito amor por el dúo sueco y Tommy es un fan).
Nicole Neumann dice “estoy media Eva” por su rodete rubio y desde la plaza el móvil le muestra un puesto de comida vegetariana. Nadie le contesta el comentario sobre Eva. El móvil también muestra a gente “refrescándose” y se intuye que, si hoy no fuese el día de la asunción de Alberto y Cristina, sacarían algún chiste sobre las patas, la fuente y el peronchismo, pero la mañana ardiente no está para la burla, ni siquiera en Canal 13. Incluso entrevistan a un Papá Noel al borde del golpe de calor sin ninguna ironía: “Todo va a cambiar”, dice el hombre de colorado. “La economía va a arrancar”.
La gente ha decidido creer. Hace meses. Cualquier tipo de objeción se recibe a la defensiva y resulta insoportable. Los medios tradicionales, alineados en general con el gobierno de Mauricio Macri, tardaron mucho tiempo en darse cuenta de este estado de ánimo. Hoy, sin embargo, tratan de acomodarse. El resultado es diverso y la decisión bastante básica: hablar de este día como si se tratara de una fiesta y a ver si sale todo bien, y quién comete un exabrupto, y quién se sale del protocolo y qué se pusieron y si la banda presidencial queda floja o justa.
Es un poco aburrido.
Miro Twitter a ver si la mañana levanta. Quintín, en su ya clásico modo ultra, dice “amigos, a 15 minutos del traspaso, quiero decirles algo. Es muy grave lo que va a pasar. Estos tipos no dan la talla y además son monstruos”. Agrega: “son invasores de Marte”. No hay muchos que le contesten. Suena tan estrafalario que es difícil saber qué decirle o ejercer el ingenio. Vuelvo a la tele: América. Antonio Laje hace un chiste sobre “cajas”. Volvieron las cajas. También él destaca la transición democrática y ordenada con una economía destrozada, y con Chile, Bolivia y Colombia “con gente en la calle y en llamas”. Se podría decir más sobre los procesos que atraviesan los tres países, tan diferentes, pero faltan minutos para la asunción y todo es trazo grueso.
La preocupación de la mesa de América, ahora, es si Alberto va con Fabiola o con Cristina. Fabián Doman acota: “Si sos Ameal, no vas con Riquelme”. La comparación futbolera escapa la comprensión de algunos. No importa. El movilero en Constitución, frente a la casa de Florencia Kirchner, donde está Cristina, dice que está lleno de militantes. En Puerto Madero, donde espera para salir Alberto, la concurrencia es menor pero están los del Cotillón, que son una belleza: tienen cada uno una letra enorme, plateada, globos que forman ALBERTO. La “L” está un poco desinflada, pero funciona.
En Twitter el hashtag es #chaupelotudo.
En América dicen que somos el país más estable de la región. Luis Novaresio habla de un “salto de calidad”.
Crónica va por otro lado. Una mujer joven dice que no puede llegar a fin de mes y tuvo que pasar a segundas marcas y le cuesta pagar el colegio de su hija; y confía, confía y confía: las cosas van a cambiar. Un gasista dice que se vivió una catástrofe y que lo que espera de Alberto es peronismo y más peronismo. Una pareja de dos chicos hermosos vino desde Salta y dicen “en nuestro tren”. Dos minutos más de Crónica y la casa es un mar de lágrimas pero ya arranca todo y pasa lo que, a esta hora, ya se tuiteó y gifeó y reprodujo de montones de formas: Alberto en camisa blanca y en su auto, manejando, con la mano afuera, saludando a la gente: su construcción nestorista-alfonsinista, hombre de diálogo pero firme, hombre rockero mente abierta aceptante de la diversidad y aliado de las mujeres y también capaz de, en criollo anticuado, cantar las cuarenta. Ese tema desvela a los de América: ¿este hombre es capaz de contener a Cristina? A Luis Novaresio no le gusta que maneje él, quiere chofer y custodia y protocolo. Doman trata de contener su rezongo.
Alberto se pone el traje antes de salir del auto. Cristina está de blanco. Fabiola también un color claro. Dyhzy con un peinado vagamente emo, una cruz de arete y un pañuelo de la diversidad en el saco. Es delgado y frágil y está emocionado y es hermoso. Antes dijo que el día era diez de diez y amamos.
Alberto ayuda a Gabriela Michetti con la silla de ruedas. Ella le habla y le habla: es el día más importante de la vida de este hombre y él la escucha, o hace como si. Después: el abrazo con Macri, que le dice al oído “suerte, que salga todo bien”, dos veces; Cristina, de blanco –y la única de blanco, porque ella es la que carga con el símbolo de la persecución injusta y viste la inocencia-- le da la mano al ex presidente pero no lo mira y su expresión es una cara de orto épica que será reproducida durante toda la tarde.
En unas horas, esa cara será el hashtag #maleducada. Ahora es celebrada. Es Mauro Viale el primero en poner la foto a toda pantalla y también en preguntarse por qué Cristina firmó el acta con una lapicera diferente a la de Alberto (quiso usar la propia). Antes de todo esto, el Congreso le canta la marcha peronista en la cara a Mauricio Macri: es un ruge la leonera. Antes, también, la locutora oficial presentó a Fabiola Yáñez como la “señora esposa” de Alberto Fernández y no como lo que es, su pareja, su novia.
Cristina espía el discurso, lo lee, asiente. Cristina enciende el micrófono cuando Alberto no encuentra el botón. La relación entre ellos, en cámara, tiene una distancia justa. No hay excesos de confianza ni de afecto ni de sonrisas. Es una puesta de compañerismo sobria.
La salida del Congreso es brutal. Desde la cámara privilegiada que sigue al auto presidencial –Dyhzy adelante, Alberto y Fabiola en el asiento de atrás-- se ve a custodios y otros integrantes de la seguridad pelear con miles de personas, un partido de rugby con 36 grados centígrados, la Casa Rosada que queda lejísimo. Mientras el auto lucha, en TN dicen “qué raro que no haya hablado de la interrupción ilegal del embarazo”. La vieron nerviosa a Cristina. “Me llamó mucho la atención que se haya mostrado como un presidente que quiere escuchar”. La cobertura va perdiendo los aires de primavera alfonsinista. Jorge Rial, poco antes de empezar su programa, Intrusos, participa de una mesa. Le preguntan cómo lo ven a Macri ahora, en su nuevo rol. “Va a hacer lo que mejor sabe hacer”, dice. “Irse de vacaciones, hablar de fútbol”. Silencio en la mesa. “Yo creo que el opositor, hoy, es Larreta”, remata. Y termina: “los periodistas van a dejar a cobrar de los servicios”.
TN zocaliza con “recibimos un país frágil, postrado y lastimado”, y lo contrasta con la gente bailando en la plaza, asándose de felicidad. La gente eufórica, esperanzada, alborotada, muerta de calor, deshidratada, dichosa, enamorada, desesperada, apretada, embanderada, la Cámpora, la Whipala, MUP, globos, fotos de Cristina, Néstor no se murió, Alberto presidente, SOMOS, celulares que transmiten en vivo, que sacan selfies, un niño de nueve años con un cartel que dice volvimos, banderas que dicen la patria es el otro, banderas de Juan Manuel de Rosas y del Uruguay. Volvimos. Volvimos. “El mensaje fue antigrieta total”, dicen en TN.
El auto llega milagrosamente a Casa Rosada y baja la familia presidencial que en un rato se sacará una foto, varias fotos; en una, el hijo queer sostiene el bastón de mando. Un politólogo brasileño, Amaro Grassi, retuitea la foto y comenta: “qué país incrível é a Argentina”. C5N ha decidido poner a sus periodistas en la plaza seca frente al CCK: no es el día más adecuado para hacer exteriores. Pablo Duggan lo menciona. Espero que hayan sobrevivido.
Rock, jura de ministros –la mayoría lo hace por la patria-- y ya de tarde es el momento de ver a Eduardo Feinmann, porque no hay cobertura que pueda dejarlo afuera, ni morbo que no vaya en su busca, a ver cuánto y cómo se supera.
Eduardo es feliz con el hashtag #maleducada, previsiblemente. Empieza con su tono de siempre a decir que es un día conmovedor para él porque siempre vive los traspasos presidenciales con emoción. Es la típica previa de Feinmann, las frases suaves antes del ataque. Primero pone la foto del abrazo de Macri con Alberto F. Los llama “dos caballeros”. Después pone la foto de Cristina con su cara de ojete. Y dice: “Ahí está La Maleducada. Patética, arrogante, ordinaria, soberbia y sobre todas las cosas antidemocrática, no puede con su odio y con su agresividad. Me da mucha pena la vicepresidente multiprocesada. Una persona que no mira a la cara. Tiene más defectos que virtudes. Espió el discurso. Se la vio incómoda porque no era la protagonista”.
Sigue un rato más. Lo interrumpen Javier Calamaro y Adriana Varela, en el show. Javier dice: “Ustedes no saben qué gran tipo que es y va a ser un gran presidente”.
La plaza y la gente en la plaza. Se ven hermosos. Las luces de la Casa Rosada tiñen de fucsia, de violeta, las cabezas se extienden por Avenida de Mayo, dicen que se llega hasta 9 de julio. Cristina domina el escenario que antes usaron los músicos, de blanco. En su discurso hay algo de traspaso, de despedida. Presidente, le dice a Alberto, este pueblo no lo va a abandonar. Le pone a la gente en las manos pero ya no es una entrega. La gente está enamorada de Alberto. Canta Alberto presidente. Él está emocionado. El fallido es reproducido en redes: “Volvimos y vamos a ser mujeres”, dice. Pero no cierra con eso. Cierra con algo mucho mejor. “A todo o nada a partir de mañana”, grita. “A trabajar”.