Eran las 8:30 y a María Elena Calfuquir, hermana de Patricio Calfuquir no le importaba que no hubiera un café para capear el frío que rebota en el piso de mármol de la Corte Suprema Chile. Mientras millones de chilenos amanecían expectantes por el debut del seleccionado en el Mundial, un puñado de compatriotas esperaban los alegatos por el desafuero del diputado Rosauro Martínez. Podía ser un día histórico: el primer desafuero de un parlamentario después del de Augusto Pinochet, en 2004.
La petición de desafuero de Martínez fue acogida el 12 en la Corte de Apelaciones de la ciudad de Valdivia, al sur de Chile. El parlamentario fue acusado de ser responsable de los homicidios calificados de los miristas Próspero del Carmen Guzmán Soto, Patricio Alejandro Calfuquir Hernández y José Eduardo Monsalve Sandoval, ocurridos el 20 de septiembre de 1981, en el sector de Remeco Alto, comuna de Panguipulli, en la pre cordillera al sur de Chile.
Cada tanto, María Elena Calfuquir palpaba la foto que lleva en el pecho enganchada al abrigo negro, como si ese gesto la acercara a esos recuerdos vívidos que tiene de él. “Esta foto es la que se sacó para sus pasaporte falso para entrar a Chile”, dijo y se acomodó una melena prolija. Para ella, Patricio está ahí.
Patricio y sus compañeros nunca advirtieron la llegada de un destacamento de Tropas Especiales de la Compañía de Comandos N°8 de Valdivia al mando de Martínez. Algunos agentes de la Unidad Antiterrorista (UAT) de la CNI, respaldaron la operación, al mando de del teniente del Ejército Conrado García Gaier. Junto a ellos estaba también el capitán de Ejército Enrique Sandoval Arancibia, jefe de Brigada en el cuartel Borgoño de Santiago, grupo que tenía como objetivo exterminar al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Les dispararon con fusiles automáticos. Patricio Calfuquir y Próspero Guzmán murieron en segundos. Eugenio Sandoval quedó herido y escapó por una ventana. Lo alcanzaron a los pocos metros y le dispararon en la cabeza.
Los alegatos duraron dos horas. El cortejo de periodistas seguía a los abogados de un lado a otro en fila india, esperando el resultado del acuerdo de los jueces. Pasado la una y media, la puerta se abrió y fue el propio abogado del diputado Martínez quien dio la noticia: “Se ha ratificado el fallo”. No alcanzó a decir nada más porque estallaron los gritos de alegría, los aplausos y los abrazos. La Corte ratificó el desafuero. “No la impunidad”, corearon los presentes, ese cántico inmortalizado en la dictadura. María Elena levantaba los brazos y agitaba una hoja con el rostro de un Patricio más joven que la foto en su pecho.
El ex coronel Martínez parecía intocable, sostenido por su partido, por las altas votaciones en su distrito que lo avalaban como el diputado cercano, campechano y sin pasado. El Mosquetón, como lo llamaban los conscriptos, ya estaba desaforado, lo que significaba que ya no estaría investido de ese escudo que impedía procesarlo. El desafuero de Martínez tiene, además, otras consecuencias políticas: un parlamentario desaforado queda suspendido de su cargo y no puede asistir al recinto del Congreso ni trabajar en las comisiones mientras dure el proceso judicial. Es decir, la coalición política de derecha Alianza- integrada por los partidos Renovación Nacional y la UDI- pierde un voto clave.
En los alegatos, los jueces escucharon que los militares al mando del Mosquetón buscaban eliminar a los guerrilleros, que para ese entonces ya estaban enfermos y se alimentaban con hojas y tubérculos. “Incluso Calfuquir tenía fiebre, estaba enfermo”, dijo Magdalena Garcés, abogada querellante por los familiares de las víctimas, en los alegatos para graficar el uso de la fuerza desproporcionada de la patrulla dirigida por Rosauro Martínez.
“Estoy feliz, en la noche me devuelvo a Temuco”, djio María Elena antes de despedirse con un beso de todos y seguir llamando a sus familiares por celular para contarles la buena noticia.