Por Beatriz Couto *
Máximo Badaró y Félix Bruzzone terminaban su conversación. Casi habíamos finalizando el encuentro. Una señora que paseaba por la feria escuchó algunas pocas palabras, se detuvo e interpeló: “¿Ustedes saben que Argentino Larrabure es un héroe? ¿Conocen la realidad de los presos militares en las provincias?” Las preguntas bajaron con tono imperativo, casi militar. Los autores anfibios se quedaron mirando. Hacía minutos Máximo había dicho: “escribí Hijos de represores: 30 mil quilombos” porque me gustan los temas que generan debate, que son como papas calientes”. Quedó constatado en el acto. Volvamos al inicio.
Visitar la Feria en un día feriado como el 1 de mayo es atravesar una multitud, mientras el resto de la ciudad parecía quieta. La invitación a los lectores anfibios para participar en distintas mesas con los cronistas de la revista nos da la chance de charlar sin mediaciones. Pensando esto, llego al Hall Central. Entre los monstruos de Clarín y La Nación, aparece, minimalista, mostrando sus fotos y frases con el diseño que reconocemos los fans: ahí está el stand y la gente de Anfibia que nos recibe. Los disertantes relajados se ubican en el centro. El ruido de fondo es intenso pero los seguimos concentrados. Con la ayuda de los micrófonos nuestra ansiedad por captar cada palabra disminuye. Es que la crónica “Hijos de represores 30 mil quilombos” que nos convoca ha sido muy movilizante.
Las preguntas comienzan por cómo eligieron el tema, cómo es que se han puesto a trabajar juntos, que método usan para dividir el trabajo. Máximo Badaró y Félix Bruzzone van respondiendo alternadamente: ellos, dicen, armaron su crónica intercambiando ideas y textos. Pero Máximo (antropólogo) no se encargó solo de lo académico (lo conceptual), ni Félix se ocupo exclusivamente de lo narrativo, sino que ambos por igual van escribiendo fragmentos para luego integrarlos. Para esta crónica, a la que fueron convocados por la revista, pensaron hipótesis antes de tener a los personajes reales de la historia en frente. Indagaron sobre lo que significa el parentesco en estas cuestiones, leyeron trabajos que trabajaban con este tipo vínculos filiales y, principalmente, se mostraron con espíritu crítico y abiertos a escuchar qué tenía para decir el otro. Finalmente, cuentan, ubicaron un colectivo que pretende intervenir en el campo de lo público con voz propia y distinta a los ya existentes como el que lidera Cecilia Pando: “Hijos y nietos de presos políticos”, un colectivo liderado por Aníbal Guevara.
Esperaban generar una situación social para hablar de todos los temas. ¿Cómo escribir sobre los años 70 habiendo un campo moral ya delimitado? “En este tema se suele caer en posturas binarias, por un lado los “buenos” y, los “malos”, por otro”, comentan ¿Cómo despegarse de esto? La propuesta de los autores es aplicar una sensibilidad distinta, no quedar atrapados solamente en esa lógica y tratar de captar las ambigüedades, las contradicciones sin caer en un relativismo poco comprometido.
Promediando la charla, a Félix le preguntaron si tenía muchos prejuicios con respecto al “tema represores”. Contestó que, como hijo de desaparecidos, primero le resultado raro. Luego lo sintió como un desafío: “las preguntas más interesantes no son las que vienen con respuesta incluida”, dijo. En ese sentido, Máximo agregó que la mayoría de los entrevistados no se consideraban ni víctimas ni cómplices, que la vida social revestía una complejidad mucho mayor y que por la antropología debía ir más allá.
¿Cómo construir a los personajes? Félix, escritor de cuentos y novelas, responde que una crónica no es tan distinta a una ficción. Él investiga, busca facetas, busca hasta donde puede profundizar en un personaje. “En definitiva, uno hace lo que puede: si me dieran como trabajo a escribir sobre Obama podría hacerlo tanto conociéndolo por los diarios o por la TV. Por supuesto que ambos casos son muy distintos, hay distintos modelos de abordaje, ningún estilo es limitante”, reflexiona. Y Máximo agrega: “La pretensión de cubrir la totalidad de un personaje está destinada al fracaso”.
Minutos después entró la mujer que pretendía convertir a Máximo y Félix en jueces o funcionarios supervisores de cárceles. Máximo contestó desde su saber, con la convicción de no caer en ni en provocaciones ni en facilismos: “hay distintas versiones de la historia que se han conocido sobre Larraburre. Los presos militares no están siendo objeto de una venganza, sino que tienen la misma situación que el resto de las personas privadas de libertad en las cárceles argentinas”.
Sabemos que tenemos que seguir pensando y disintiendo. Esta es solo una de las tantas formas de echar una mirada al tema. Me lanzo al mundo de la Feria. Quedan flotando las palabras genocidio, lesa humanidad, Estado represor, dictadura cívico militar, que esta vez no fueron parte del debate. Seguramente continuará.
*Beatriz Couto es socióloga, maestranda UBA. Fue una de las diez personas que se inscribieron para participar del segundo Encuentro Anfibio.
Repasá también el relato del primer encuentro.