Anfibia en la Feria del Libro


Cambio de piel a sala llena

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Por Hernando Florez
Fotos: Victoria Gesualdi y Pablo Carrera Oser

La noche en que conoció a Cristian Alarcón, el sociólogo Ariel Wilkis recibiría una crítica fulminante. Hablaban en un restaurante peruano del Bajo Belgrano sobre los ejes para escribir una crónica de La Salada con Sebastián Hacher cuando Alarcón lo interrumpió: Ariel, no veo tu historia. Wilkis quedó desconcertado, en un rincón frío. Pensó “y yo no veo tu concepto y no te digo nada”, pero no lo dijo, calló como nunca antes. Anoche, en la presentación de la nueva Anfibia durante la Feria del Libro, dos años después, se despachó: “convertí esa amenaza contra mi cuerpo intelectual en una ganancia, en un laboratorio sobre cómo pensar conjuntamente y construir una narración”.
Su vivencia es una síntesis anfibia: un académico y un cronista enfrentados -o no- como hermanos para construir conocimiento. Lo escucharon más de 150 personas en la sala Javier Villafañe de La Rural. Junto a él estaban, Carlos Ruta, Rector de la Universidad de San Martín, Mario Greco, Director de Lectura Mundi UNSAM, Mariana Enríquez, escritora y autora de varios textos en Anfibia y el propio Cristian Alarcón.

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“Han pasado dos años y eso quiere decir que estamos un poco más maduros. Anfibia está en un estadio impúber, casi adolescente. Ahora habitamos lo digital con la conciencia de que es un impulso hacia la innovación, por eso nos leen en celulares y tabletas. ¿Hacia dónde vamos? Hacia un nivel de exigencia al que nos empujan nuestros lectores y nuestros 370 autores. Hacia mirar al otro para que todo esto tenga sentido”, abrió Alarcón la noche del cambio de piel Anfibia, de la presentación del nuevo diseño de la web.
“El desafío de Anfibia es cuestionar la posibilidad de que el canon de la crónica se instale como un lugar ideal al que debemos llegar”, dijo Mario Greco, Director de Lectura Mundi, el programa de la UNSAM en el que habita Anfibia. Y agregó: “también es un desafío soportar a Alarcón”.
En algo estuvieron de acuerdo todos los invitados: Anfibia no es un modelo, es un interrogante abierto. “Me encantó escuchar que esta revista es una incertidumbre. Creo que tenemos la necesidad de producir textos no ensimismados, densos, que se alejen de Wikipedia. Y esa densidad se da en el diálogo con la academia y con los analistas, lo cual produce un reflejo periodístico”, dijo Mariana Enríquez vestida de negro, siempre de negro. Y tomó como ejemplo dos crónicas anfibias: El último desnudo de Effy y Algo más que humo.
El público siguió el diálogo muy atento. Los que estaban parados al fondo contra la puerta miraban fijamente a la mesa como abstraídos en una divagación que ocurría en muchos espacios. Adentro, los oradores y una pantalla con imágenes del nuevo sitio web. Afuera, una samba maracatu retumbaba en la sala y a medida que uno se acercaba a ella le saltaba en el pecho. El cambio de piel anfibio era una fiesta.

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Abandonar la piel es un estado liminal que merecería un texto escrito por un etnógrafo y un escritor. Podría ser el antropólogo Arnold Van Gennep que definiría al concepto de liminalidad vivido anoche como un “rito de paso en el que alguien deja de ser quien era y comienza a ser otro”. Y como escritor Vladimir Nabokov quien propondría el primer párrafo de su adorada Lolita: "Anfibia, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. An-fi-bia: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. An.Fi.Bia.".
“Una de mis preocupaciones era no seducir a los académicos y resulta que el movimiento fue inverso. Ahora Anfibia ha dejado de ser una revista exclusiva de crónicas y está habitada por los ensayos”, señaló Alarcón.
“Gracias a Cristian y a su equipo por invadir nuestra universidad que también es de ellos. Para la UNSAM, Anfibia es una bisagra”, dijo Carlos Ruta, pausado y sin apuro, como quien planea una estocada. “El futuro de Anfibia es convertirse en un gran ágora donde miles de argentinos cuenten sus historias y nosotros seamos, como diría Gramsci, el intelectual orgánico”.