Fondo Nacional de las Artes: la polémica por el género


Un concurso fantástico

El Fondo Nacional de las Artes anunció que este año premiará textos de ciencia ficción, género fantástico y terror. La noticia desató un escándalo en el mundillo cultural que cuestionó la discriminación a otros registros literarios. La exquisita poeta y escritora rosarina Beatriz Vignoli se suma al debate: ¿qué tiene de malo premiar a estos géneros plebeyos? ¿Qué viene a reparar esta política pública inclusiva y federal? La imaginación como armas y alas al mismo tiempo.

El Fondo Nacional de las Artes anuncia un concurso de literatura 2020 y las turbas linchadoras salen a darle lata y maza a su directora de Letras, la escritora Mariana Enríquez, contra quien desde púlpitos improvisados en el aburrimiento sacuden amenazantes monóculos finiseculares. Antes, todos eran Menotti: cualquier mesa de bar se llenaba de directores técnicos a la violeta que se creían capaces de pergeñar un mejor seleccionado argentino de fútbol que él. Desde el 20 de marzo, todes somos Pasteur: casi no hay quien no derrape por los arrabales de la virtualidad clamando un supuesto saber inoculado sobre epidemiología. Y ahora, de pronto, son todes Tzvetan Todorov, el lingüista y teórico literario que introdujo la crítica formalista rusa en Occidente, el autor de (entre muchas otras obras de cabecera) Introducción a la literatura fantástica y Los géneros del discurso. ¿Estaría Facebook dando cátedra salvaje gratis de teoría literaria del género si esas bases se hubieran emitido mientras al FNA lo estuviera dirigiendo, pongamos por caso, Elvio Gandolfo, por buscar un equivalente hipotético de Mariana Enríquez entre gente que también admiro? ¿Estarían buscándole la quinta pata al gato o el pelo en la sopa a las bases del FNA si tuviera “un director”?

(Pregunto en esa red social. Responde enseguida Elvio Eduardo Gandolfo: Jajaja. Eso, eso...)

¿Son conscientes de lo ridículo que es ponerse a explicarle a Mariana Enríquez, nada menos que a ella, que las actualiza en uno de los corpus de obra más relevantes de la literatura nacional en lo que va de este siglo, las categorías de la ficción especulativa?

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¿Qué pasaría si la energía que dedican en hacer circular una carta con firmas la destinaran a hacer lo mismo en reclamo de más presupuesto en salud pública, mejores condiciones laborales para lxs trabajadorxs de la salud y de la educación, o la libertad de lxs presxs políticxs de la comunidad mapuche cuyxs machis, cuyxs líderes espirituales, agonizan en una huelga de hambre en las cárceles de Chile? Ya lxs veo saltar diciendo qué tiene que ver, Chile está al lado, mapuche no es literatura, no me cambies de tema, etcétera. O bien corriendo contra las bases del FNA por izquierda: ¿pero por qué todo tiene que ser en castellano y por escrito, entonces qué pasa con las oralituras en lenguas aborígenes?

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Porque así como existe la carrera de fondo, existe el deporte de correr por izquierda, el favorito de les pseudointelectuales de Twitter que se autorizaron a dar por superadas las categorías de la ficción especulativa o a tacharlas de estrategias del mercado editorial. Y se les escapa una tortuga más grande que el cosmos. Tortuga 1: ¿Qué parte de “directora” no se entendió? ¿La “a”? Hay un punto político fundamental acá que concierne al poder como lugar de toma de decisiones. Una directora es una mujer, en un puesto de poder, tomando decisiones. ¡De eso se trata el poder! ¡Poder tomar decisiones! ¿Por qué se insiste en la pretensión de invalidar esas decisiones? ¿Se supone que debería obedecer? ¿A quién? ¿Seguir qué tradición, repetir cuál esquema? Sabemos el daño que hacen al orden simbólico las voluntades destituyentes, lo último que necesitamos en un momento como este. Se expresa en este clamor la hipocresía ideológica de un montón de gente: reclamamos que haya mujeres en el poder, se quejan de que no las hay, y cuando lo ejercen, ¡todes furioses!

Y quien rompió el techo de cristal, en este caso, detenta además la autoridad que emana de ser una figura que autoriza, y doblemente: autoriza y habilita desde su obra, autoriza y habilita desde una política pública inclusiva y federal. Abre como funcionaria las mismas puertas que abrió antes como escritora con una obra influyente y con una influencia conquistada a puro talento, oficio y prepotencia de trabajo. Es una de las autoras que están haciendo entrar en la literatura argentina lo que la estrechez colonial, machista, positivista y burguesa venía dejando afuera de ella: los mundos otros, los márgenes, los seres invisibilizados y por qué no los invisibles; las cosmovisiones del “otre”, de ese otre que es aquí, este otre que somos.

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No es casual que sean escritoras mujeres las que abren esas puertas: Angélica Gorodischer, Mariana Enríquez, Gabriela Cabezón Cámara, Liliana Bodoc, Selva Almada, Mercedes Bisordi... (Dicho sea de paso, la poesía de ciencia ficción existe: Caro Musa, Cristian Monti). No es casual que el “interior” y lo “federal” aparezcan en este supuesto debate en torno al concurso como una de las piedras del escándalo. La otra parecería ser la cuestión de las categorías de género de la literatura de ficción especulativa como un invento del “mercado”, cuando son mucho más que eso. La imaginación fue, es y será un arma y una herramienta política; política de por sí, no para ser usada como medio por una agenda partidista en particular. La imaginación empodera, transfigura, trasciende, da alas, y esta propuesta de concurso para una literatura de la imaginación da alas a muchas de nosotras.

La imaginación es una llave. Abre saberes, los trafica bajo la fachada de la estética. La imaginación puede ser un método de conocimiento. Dice Walter Benjamin en su reseña de la novela Nadja, de André Breton, ese maravilloso y vigente ensayo de 1929 titulado “El surrealismo, última instantánea de la inteligencia europea” (Traducción de Jesús Aguirre, Taurus Ed., Madrid 1980): “Confesemos entonces que los caminos del surrealismo van por tejados, pararrayos, goteras, barandas, veletas, artesonados (todos los ornamentos le sirven al que escala fachadas); confesemos que además llegan hasta el húmedo cuarto trasero del espiritismo. Pero no le oímos de buen grado golpear tímidamente los vidrios de las ventanas para preguntar por su futuro”. 

Y en ese mismo ensayo, Benjamin cita a un contemporáneo suyo que pone estas palabras en boca del poeta Guillaume Apollinaire: “Abríos tumbas, vosotros, muertos de las pinacotecas, cadáveres de detrás de los biombos, en los palacios, en los castillos y en los monasterios; aquí está el fabuloso portero, que tiene en las manos un manojo de llaves de todos los tiempos, que sabe cómo hay que escaparse de los más encubiertos castillos y que os invita a avanzar en medio del mundo actual, a mezclaros entre los cargadores, los mecánicos, a los que el dinero ennoblece, a poneros cómodos en sus automóviles, que son hermosos como armaduras del tiempo de caballerías, a tomar sitio en los coches-camas internacionales, y a transpirar junto con todas las gentes que todavía hoy están orgullosas de sus privilegios. Pero la civilización acabará con ellos en breve”.

Cuando los estudiantes de la Facultad de Humanidades y Artes tomaron la Facultad dos días con su noche, decidieron hacerlo mediante una maratón de Harry Potter, proyectando todas las películas de la saga y adornando la casa de altos estudios con los blasones de Hogwarts. También hubo una breve conferencia y un breve concierto. Una de las ponentes contó que J. K. Rowling, la autora de la saga del niño mago, fue obligada por la editorial a usar sólo sus iniciales porque según los editores un nombre de mujer podría ahuyentar al público infantil. Rowling escribió la saga de Harry Potter en la pobreza, mientras criaba a su hija. Stephen King alimentó su mente con películas clase B de Roger Corman, y Philip K. Dick nutrió su cuerpo con comida para perros. Edgar Allan Poe murió en la miseria. Les campeones de la literatura fantástica, a quienes el mercado tarde o temprano bendice (en realidad haciéndose eco de una primera y secreta unción por parte de les lectores) suelen ser gente plebeya, que no habitan el interior de las fortalezas del conocimiento legitimado. Sepan que quienes se la juegan por ganarse las regalías del “mercado” son escritorxs que viven de su arte, no siempre bien, y no de un sueldo universitario o de una renta familiar.

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¿Qué tiene de malo entonces que un premio literario abierto sólo a los géneros del terror, la ciencia ficción y lo fantástico (y que incluye a la novela gráfica y a la poesía entre otros “formatos”) reparta dinero de los impuestos entre autores y autoras de las provincias?  

A quienes siguen esperando que además se incluya la literatura del yo, cabe avisarles de un malentendido: su fundador, el poeta Walt Whitman, cuando escribió aquella cantera de títulos de libros y versos de canciones que es el “Canto a mí mismo”, estaba expresando la filosofía del trascendentalismo, es decir, identificándose empíricamente con el cosmos. Ya nos avisó otro poeta, Arthur Rimbaud: “yo es otro. Se me escribe. Si el bronce despierta clarín, no es su culpa”. El “espacio autobiográfico” (un término de Leonor Arfuch) excede ampliamente la data autorreferencial. Hay autoras, como Julia Enríquez o Virginia Negri, cuya literatura del yo no se restringe a la mera representación de la persona social, a la máscara. Sino que la agujerea para volcar en el poema un inconsciente monstruoso (como hace Enríquez) o (como en la poesía de Negri) expande su voz en rizoma en un yo que incluye a otres, desde su propia comunidad de amistades hasta la naturaleza y divinidad.

Haciendo esta salvedad, me permito una anécdota personal. Estoy volviendo a escribir con toda la pila que me puso este concurso, que viene a dar oxígeno al género fantástico. Llevo 15 años dando vueltas a un texto que ahora remontó. He vuelto a ser feliz. Siento que ya lo gané por el solo hecho de estar volviendo a escribir con ganas y con mi country rock favorito en los auriculares. Me olvido de la hora, de la comida, de los pequeños incidentes domésticos con las cosas que se rompen y las arreglo y se rompe otra cosa; no me importa, todo es material para la literatura. Somos varies con esta felicidad y esta alegría. Gracias.