De entre los múltiples repertorios y estrategias comunicativas de los movimientos-red, voy a centrarme en cuatro que, por supuesto, no agotan el amplio espectro de modos de ocupar el espacio y de habitar las superficies de inscripción digital, pero que me parecen relevantes para calibrar las transformaciones derivadas de las tecnologías en sus articulaciones con la acción conectiva y el trabajo de la imaginación. Se trata del streaming, los memes, el micrófono humano y el uso de hashtags.
Streaming, imágenes en tiempo real
El streaming, transmisión en vivo y en directo de marchas, asambleas, acciones, performances, llamó mi atención durante la fase alta de OWS, como una novedad para una recién llegada al mundo de la web 2.0.
Para los activistas de #15M, #OWS y #YoSoy132, esta «distribución digital de contenido», como la define Wikipedia, no era nada sencilla: requería de una serie de protocolos y altas destrezas tecnológicas. Hablamos aquí de tiempos en los que no existían Periscope, el streaming de Twitter, o Facebook Live, el streaming de Facebook, que hoy hacen posible esta hazaña para cualquier usuario promedio.
A través de estas estrategias comunicativas de altísima acción conectiva, fue posible mostrar, entre otras cosas, la represión policíaca en tiempo real, y hacer difícil de silenciar e invisibilizar lo que cientos de miles y en muchos casos millones de internautas, habitantes del espacio público expandido, estaban presenciando. No sólo se trata, como bien lo señala Rivera, de compartir fotos, videos o testimonios a través de la red, sino de abrirle un boquete a los muros del poder, por el que se filtran imágenes desobedientes que, además de generar visibilidad, obligan a los medios convencionales a modificar sus rutinas de silenciamiento y criminalización o a enfrentar, como de hecho sucede, el descrédito generalizado por su persistencia en seguir extendiendo un manto de protección sobre lo intolerable.
En su análisis sobre la figura del «streamer» en el caso del 15M, Pérez Rioja y Gil García profundizan en las implicaciones de estas formas conectivas y comunicativas para la construcción (y defensa) de un nuevo espacio público, no limitado a los emisores tradicionales. Señalan los autores:
La importancia y las posibilidades del uso de la tecnología inalámbrica para que el movimiento comenzara a autorrepresentarse y a contrarrestar el ataque desinformativo de grandes medios de comunicación quedaron claras desde el comienzo. Una de las primeras demandas desde Tomalaplaza.net fue un llamado a todas aquellas personas que quisieran ejercer de reporteras a través de sus móviles. Posteriormente comenzó a ofrecer consejos prácticos aglutinados en una guía técnica para la retransmisión en streaming. Quedaba así abierta la puerta a cualquiera con un móvil conectado a erigirse en cronista de la creación de la nueva esfera pública a partir de un ejercicio de periodismo de base, autónomo y descentralizado, con un sinfín de enfoques, tantos como individualidades, y con una capacidad de difusión antes inimaginable para una persona (2014: 22).
El tema de la autopresentación por parte de los movimientos sociales ha ocupado gran parte de mis preocupaciones y trabajo académico, ya que, junto con la represión directa, representa una de las dimensiones más complicadas y difíciles de afrontar para los movimientos, en tanto el poder de representación ha sido y sigue siendo brutal y, al mismo tiempo, crecientemente sofisticado en su capacidad para criminalizar, infantilizar y descalifi car los brotes «herejes» o insurrectos con el objeto de minar su legitimidad.
Llamo poder de representación a la acción de poderes visibles e invisibles, generalmente fácticos, que producen, distribuyen y sostienen, a través de diversas estrategias (libros de texto, noticias, editoriales, fotografías, mapas, encuestas, videos; figuras mediáticas, religiosas, «expertas», etcétera), ciertas visiones del mundo que buscan perpetuar o alterar los imaginarios sociales, siempre en función de intereses económicopolíticos.
Entre otras herramientas, el streaming ha permitido interrumpir y desnudar ese poder.
Memética, el mapa infinito de la imaginación
El contrapoder, en este caso de autorrepresentación, puede entenderse como una estrategia de una creciente eficacia simbólica, en la que la acción conectiva y el trabajo de la imaginación desplegados por las insurrecciones amplían los repertorios para disputar sentidos e imaginarios que viajan polinizando diferentes luchas a lo largo y ancho del globo.
Un ejemplo claro de todo esto lo constituyen los memes, esa suerte de imágenes textos que condensan, simplifican, mezclan y resaltan —en un tono casi siempre festivo— distintos elementos para elaborar y posicionar una idea. Los memes constituyen hoy un importante y nada desestimable arsenal de lucha simbólica de los movimientos.
Con una audacia sin límite, los memes mezclan elementos de la cultura popular, como uno de los epígrafes que acompañan este capítulo, que alude a la exitosa serie Juego de Tronos, utilizada en Turquía con un importante añadido: «Tayyip, winter is coming», para referirse a Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, y que ha circulado viralmente con la imagen de unos simpáticos pingüinos que aluden a la dura represión contra los manifestantes en Gezi Park en 2013.11 Mientras eso sucedía y muchas televisoras internacionales informaban de la represión, la cadena local turca de CNN pasaba un documental sobre pingüinos.
Juegan aquí, en una estrategia de eficacia simbólica, tres componentes en lo que podríamos llamar hibridación transmedia o narrativas cruzadas (Scolari, 2013): la apelación a la frase emblema del libro serie de Juego de Tronos; la mención al documental sobre pingüinos transmitido por la CNN turca en el momento de la represión, y el mensaje dirigido a Erdogan, que (le) advierte sobre la llegada del invierno y que, más allá de la genial metáfora utilizada por George R. R. Martin, el autor de la saga Juego de tronos, que habla sobre el fin de un ciclo que no termina y que precede a la primavera, constituye una condensación de sentido que abreva y extrae materiales diversos de la cultura popular, cinematográfica y cotidiana, y pone a funcionar todo este inventario en un registro crítico y humorístico, pero fácilmente identificable, descifrable y abierto para la mayoría.
De ese meme «inicial» —como sucede con todos los memes virales—, se derivarían varias mutaciones que son claves para calibrar la velocidad con que las insurrecciones se apropian y reelaboran los códigos de la protesta.
Estas dos imágenes (disponibles en la red con el término de búsqueda «Gezi Parkmemes») dan cuenta de la potencia de la crítica planteada por el meme inicial: en ambas imágenes, lo que se retiene del ADN que da paso a la cadena semiótica de reenvíos virales son dos ideas claves: la represión con los gases lacrimógenos utilizados por la policía turca y las máscaras antigás que representan la resistencia. Pero asistimos a una sofisticación del código a través de tropos de la imagen inicial. En la primera imagen encontramos el símbolo de Twitter, el pajarito —que intentó ser silenciado por el gobierno de Erdogan—, que utiliza la máscara antigás como una alegoría visual que vuelve equivalente la censura digital con la represión in situ. En la segunda imagen, el pingüino del meme inicial ha cambiado su estética: no es ya el pingüino del documental de CNN; es un pingüino rebelde, dispuesto a resistir los embates de la represión. La potencia viral (vírico, virus, propagación) de un meme se vincula, entre otros factores, a que los signos que lo conforman son susceptibles de reapropiación y reinterpretación sin perder la carga semiótica inicial.
El meme en la era digital puede ser considerado un lenguaje epocal, una lengua de hablantes que poseen las claves para su codificación, decodificación y transcodificación, pero que siempre apela a un acontecimiento o situación detonante. Quizás valga la pena acudir a Mannheim, el sociólogo húngaro de principios del siglo XX, para retomar una idea que me ha perseguido en estos intensos años de movilizaciones y revueltas que tienen como protagonistas principales a los jóvenes.
En su discusión con Pinder (un pensador alemán interesado en el tema de las generaciones), Mannheim retoma la noción de «los colores del tiempo» para aceptar y rechazar simultáneamente la idea del peso de las generaciones en el cambio cultural (1993). Lo que me interesa destacar en esta discusión es el papel que las claves generacionales y de clase tienen en la configuración del sujeto en su devenir rebelde. Para Mannheim, estos dos factores, la generación y la clase, «limitan el terreno de juego».12 Voy a intentar desestabilizar el argumento: si bien estos factores marcan una cancha y delimitan las posibilidades de juego, también habilitan y abren posibilidades. Con relación a la acción conectiva y la imaginación, el factor generacional juega a favor de las insurrecciones, en tanto supone dos elementos claves: altas destrezas tecnológicas y tramas simbólicas (y epocales) compartidas.
Así, los memes tiñen de colores y claves, descifrables para los contemporáneos insurrectos, los temas, los lugares, los personajes, las personas y los modos de hablar el mundo, que, lejos de estar cifrados, apelan a una identificación con el tiempo que se comparte y sus productos culturales, es decir, los «colores del tiempo».
La unidad de una época no tiene impulso dinamizador alguno, no cuenta con ningún principio formativo unitario; carece, por lo tanto, de entelequia. Su unidad consiste, a lo sumo, en una situación de afinidad en cuanto a los medios que un mismo momento de tiempo pone a disposición de la generación para las distintas tareas. Existen, entonces, «colores del tiempo»; «verdaderamente existen —dirá Pinder—, pero existen de alguna manera como barnices que lucen débilmente sobre los varios colores de los grupos de edad y de la generación» (Mannheim, 1993).
Si no hay «entelequia» en las generaciones que protagonizan lo insurrecto, la generación no tiene, no representa un fi n en sí misma. Es decir, la ola de insurrecciones no agotaría su explicación o sentido en la agregación de personas a las que une, en su devenir rebelde, la edad o los grupos de edades. De acuerdo con la definición de entelequia formulada por la filosofía aristotélica, las generaciones o grupos de edades, lejos de representar una explicación finalista, teleológica, debieran ser considerados como potencia en acto o, mejor, como potencialidad de la condición juvenil, que no es intrínseca a un grupo de edades, que es, por definición y necesidad, extrínseca, no en el sentido de circunstancial o accesorio, sino en el de «adquirido», que proviene de las circunstancias o los acontecimientos. No todos los jóvenes son rebeldes, no todos, ellas y ellos, disienten, pero es indudable el protagonismo juvenil en las revueltas de la imaginación.
Me importa entonces subrayar lo que Mannheim, citando a Pinder, llama «colores del tiempo», que traduzco libremente como los modos, tonalidades y ritmos diferenciados para encarar la época y sus dimensiones. Ello permite operar un desplazamiento analítico, desde la arquitectura de una época y la biologización de las identidades rebeldes hasta los procesos objetivos (condiciones de acceso a la cultura mundo), y especialmente la subjetivación (hacerse persona política en la acción), que trazan las biografías y agenciamientos juveniles en la ola de insurrecciones.
En esa suerte de lenguaje epocal que es la memética, las expresiones del malestar contemporáneo, protagonizadas principalmente por jóvenes, constituyen una estrategia práctica que trae al centro de la escena las asociaciones y denuncias que faltan en el discurso ordenado de la modernidad, que marcan el autismo de la clase política, el cinismo de las clases económicamente poderosas.
El meme llegó de la mano de la generación más poderosa tecnológicamente hablando.13 Su arsenal es inagotable: al mapa fi nito de la política formal y sus estrategias de control se le opone el mapa infinito de la imaginación y el humor.
Y al igual que el streaming, interrumpe, desordena, trastoca el mapa de los poderes.
«El humor es una forma de sublimación más minimalista, menos heroica, que permite al sujeto soportar la excesiva carga de la demanda ética» (Critchley, 2010: 108).
El micrófono humano: el habla que escucha
La noche cae lentamente sobre Zuccotti Park. El otoño es aún benigno y la luz permite ver los rostros, los cuerpos que se apretujan frente a las escalinatas de esa plaza, convertida ya en una micrópolis. En el centro, el orador de turno organiza su discurso en oraciones cortas, buscando mantener un ritmo que pueda ser reproducible por cientos de personas distribuidas de manera irregular en el espacio. Un poderoso grito rompe la algarabía y el continuo murmullo de voces que intercambian, en pequeños grupos, información, pensamientos, sentimientos, deseos: «mic check», pausa, «mic check», y después de un breve segundo, en un ejercicio coordinado de reproducción analógica, la multitud responde: «mic check», y así se abre el espacio para la escucha colectiva.
Se trata del «micrófono humano», que se convirtió desde los primeros días de la ocupación de Wall Street en un dispositivo efi caz, divertido y fundamental para encarar la prohibición del gobierno de la ciudad de Nueva York de utilizar equipos electrónicos de amplificación de sonido. El micrófono humano se ha utilizado en asambleas, marchas y diferentes reuniones y se incorporó como un saber hacer del movimiento ocupacionista.
La primera vez que participé en Occupy Wall Street en un ejercicio colectivo con el micrófono humano, experimenté tres cuestiones que me parecen fundamentales: reproducir con el propio cuerpo y la voz el discurso del otro imposibilita la escucha mecánica o distraída; el discurso de la otra o el otro penetra en el propio cuerpo, clarificando el sentido y produciendo comunidad de hablantes; las palabras se convierten en ideas. A partir de mi etnografía al movimiento, durante un poco más de tres meses, me pareció que el micrófono humano podía ser entendido como una táctica, es decir, como una práctica de resistencia de aquellos que juegan en cancha ajena, con balón prestado y árbitro en contra, por parafrasear la compleja teoría de la práctica de Michel de Certeau, quien considera que la táctica es un «arte del débil» (1996).
El micrófono humano, o the people’s mic, desafía y encara las concepciones modernistas de la tecnología, que asumen que ésta se reduce a la producción y utilización de artefactos con fi nes determinados. Seguramente la prohibición de utilizar aparatos de reproducción de sonido por parte del gobierno y la obsesión de la NYPD por confi scar toda clase de artefactos «subversivos», como los micrófonos, las bocinas, los generadores de electricidad (¡y también las sombrillas, consideradas como estructuras!, ya que se trata de entorpecer al máximo la disposición de los cuerpos en la calle), tienen su fundamento en esta compresión restringida de la tecnología que pierde de vista que ésta es siempre el resultado de la acción humana; que, en tal sentido, el artefacto responde a un complejo sistema de pensamientos, reglas e imaginación, y que su potencial subversivo no radica en el aparato, en la máquina, sino justamente en la acción.
Desafiando esta razón tecnológica o instrumental, Occupy Wall Street, entre otras cosas, convirtió el micrófono humano en un gran alegato contra el poder tecnocientífico. Al poner en relación palabra-cuerpo-multitud, el micrófono humano logró transformar un obstáculo en un gran aporte para los movimientos sociales en la calle y, lo que es más importante, al recuperar en su sentido más profundo una concepción humanística de la técnica (techné para los griegos), que asume que ésta implica una acción humana para producir una realidad que antes no existía, recolocó la centralidad del sujeto en el proceso de interacción comunicativa.
Es cierto que el micrófono humano no permite la emisión de discursos sofisticados, extensos, porque su potencia deriva, en primer término, de una enorme voluntad comunicativa por parte del hablante de turno, que debe acompasar sus ideas a un ritmo que sea reproducible por la gente. El hablante es una especie de DJ cuyo arte es no sólo el de entregar un discurso, sino el de saber interpretar el ritmo, el espíritu, las emociones que emanan y se coproducen en la relación DJ-cuerpos en la pista; así, la fuerza del micrófono humano radica en esa compleja relación de colaboración entre habla y escucha, entre hablante y cuerpos políticos en la plaza.
En segundo término, su éxito depende de un ejercicio de escucha y repetición, que operan como moduladores de las ideaspalabras del hablante. Este último aspecto es central, porque esta modulación restituye politicidad al discurso. Al repetir las oraciones, al incorporar al otro que habla a través de mí, al que le presto mi voz y mi cuerpo, abro las compuertas para la construcción de un sentido en común que abraza o rechaza las ideas propuestas. Modular es el acto político de ajustar la idea y asumir al otro, a la otra, en una frecuencia compartida.
Así, en una reunión en Liberty Plaza, una niña de 10 años utiliza el micrófono humano:
Mic check: mic check, responde la multitud.
Mi nombre es Viviana: mi nombre es Viviana, expande el murmullo. Y no quiero que mis maestros sean despedidos: y no quiero que mis maestros sean despedidos, reproduce, modulando, la voz colectiva. Aplausos.
Mientras que en una reunión en Washington Square, un hombre mayor, que viene del movimiento obrero, intenta, sin éxito, utilizar el «human mic». Es una tarde festiva, el movimiento ha avanzado mucho.
Mic check: mic check.
Las luchas del pueblo estadounidense han sido largas y cruentas y ahora el neoliberalismo intenta asestar un duro golpe a la clase trabajadora: las luchas del pueblo estadounidense...
El discurso se interrumpe y los amplificadores humanos van guardando silencio, hasta que el orador pronuncia, solo, un discurso de cinco minutos que ya nadie sigue.
No se trata, en este caso, sólo de la extensión de la oración, sino de la actitud del orador, cuya cultura política –se aprecia claramente– proviene de una tradición asamblearia de largos discursos. La modulación opera aquí a través del paulatino silencio para regular los estilos, los tonos y las formas comunicativas que la gente en la ocupación ha decidido hacer suyas.
El micrófono humano contribuye así a la configuración de una transversalidad subjetiva que, mediante el habla, produce una comunidad política, si bien efímera en lo temporal, profundamente poderosa de cara a la política de los afectos y, en consecuencia, a la afectación de lo político.
Durante los casi tres meses en los que Occupy Wall Street pudo hacer de Zuccotti Park un espacio no sólo para la protesta, sino principalmente una polis para la deliberación de los muchos, los ocupacionistas mostraron su enorme capacidad para inventar, en el sentido de invenire, hacer venir, formas, procesos, prácticas que trastocaron la noción de copresencia y restituyeron la importancia central del nombre propio, de la participación individual en el tejido colectivo. Si el micrófono humano fue una reinvención de las formas de producir comunicación, no son menos importantes (aunque fueran poco visibles) las bicicletas que usaron para producir energía cuando les fueron confiscados los generadores eléctricos, con los que alimentaban las computadoras, la cocina colectiva y algunos otros servicios. Cuando la NYPD confiscó estos generadores por la supuesta peligrosidad que representaban, OWS respondió con generadores humanos, cuya lógica era «donar» tiempo de pedaleo en una bicicleta fi ja para producir esta energía alternativa. Más allá de la efectividad de esta máquina, lo central –me parece– estriba justamente en lo que Mumford llamaría el ámbito de lo simbólico (2010). Una tecnología del yo para una transformación emancipatoria de carácter colectivo.
Mic check!
Es el carácter festivo...
Es el carácter irreverente...
Es la voluntad de escucha...
La que otorga al micrófono humano...
Su potencia y su valor...
El de un discurso abierto...
En el que otro me habla y es hablado por mí.
Hashtag, movilizar y acuerpar
The police ask to speak to the leader. We told them that there is no leader. Theydidntunderstand. #TakeWallStreet #OccupyWallStreet #Sep17
@anonpos en Twitter
17 de septiembre de 2011
Los hashtags (etiquetas) son una serie de caracteres simples o compuestos que van precedidos por la tecla numeral, también llamada «gato», #. Su finalidad es la de etiquetar información, ideas, eventos, personajes, y hoy constituye un dispositivo clave, principalmente en Twitter, al posibilitar a los usuarios que utilizan esa etiqueta compartir una opinión personal, una fotografía o un enlace a algún portal. El hashtag en Twitter opera como una especie de cluster o racimo de nodos o lugares de enunciación articulados por el o los términos de referencia, en el que los usuarios del hashtag colaboran (y se encuentran), discrepan (y disputan sentidos) o atacan (descalifican, contraargumentan o amenazan).14
A lo largo de los intensos y ajetreados años de la oleada insurgente, y asumiendo siempre la perspectiva nómada que adopté para entender las configuraciones de «lo juvenil», fui entrando paulatinamente al análisis de redes y al big data.15 La mezcla de etnografía situada, etnografía en línea, y posteriormente el análisis de grandes cantidades de datos a través de diferentes herramientas que han supuesto un desafío y un acelerado aprendizaje, me llevaron a formular la hipótesis de que el hashtag, más allá de sus componentes tecnológicos, opera fundamentalmente como un articulador de subjetividades políticas; es decir, la serie de caracteres precedidos de la tecla gato representa una convocatoria intersubjetiva que posibilita una articulación de imaginarios y deseos. Como lo dijo un zapatista en 1996: «Cuando estamos juntos somos asamblea, cuando nos separamos somos red.16
En lo que he venido llamando aceleración tecnológica, el hashtag constituye uno de los brazos performativos de las revueltas, formas de rebelión y creación colectiva. En el lenguaje de la protesta, las insurrecciones han aprendido a utilizar los HT para movilizar y acordar, para denunciar y enunciar, para construir consensos y disensos.
Como dirían Hardt y Negri, «el lenguaje siempre se produce en común y jamás es producto de un solo individuo, sino que siempre lo crea una comunidad lingüística en comunicación y colaboración» (2004: 237). Desde esta perspectiva, podríamos decir que los movimientos-red a escala planetaria y sus múltiples conexiones pueden entenderse como comunidades lingüísticas y «tecnopolíticas», que Toret entiende como «la articulación entre el uso estratégico de las tecnologías de comunicación para la acción y la organización colectiva» (Alcazan et al., 2012: 51), que operan en contextos indeterminados, inestables y riesgosos, y que van aprendiendo en el curso de la acción. Una secuencia de acciones (performativas) que de pronto ganan fuerza e impulso, pierden velocidad, se detienen, revierten su curso o vuelven a suceder nuevamente, mientras sus múltiples repercusiones no cesan de expandirse y desplegarse a través de sistemas y subsistemas enteros.
La imagen de la página 134 corresponde a un grafo que elaboré justamente para iluminar este punto. Se trata de la descarga de 52.000 tuits que fueron tuiteados entre mayo y octubre de 2012 con #YoSoy132.17 A partir de estos DataSets,18 analicé los resultados con el programa Gephi, una herramienta de open source, que sirve para analizar y visualizar grandes cantidades de datos que permiten explorar, analizar, filtrar, generar grafos y exportarlos a diversas plataformas.
El grafo permite captar la centralidad del HT #YoSoy132 y su ecosistema en la red. Se trata de 23.203 nodos (posiciones de enunciación en la red), de 36.928 aristas (interacciones entre los nodos) y de 1195 comunidades (o clusters) participando en la conversación, es decir, agregaciones que en Twitter construyen vínculos de «conversación». En este grafo opté, a través de los algoritmos que utilicé,19 por invisibilizar o minimizar las etiquetas de los nodos, con el fi n de proteger la identidad de los actores en un contexto de altísima represión y vigilancia digital sobre las disidencias. Lo que importa de la imagen de este grafo es que permite calibrar el impacto de la palabra y el proceso de articulación de múltiples subjetividades o de la «multitud conectada».
El grafo de la página 135 visualiza la actividad en Twitter de la insurrección francesa #NuitDebout el 20 de abril de 2016. Los términos de búsqueda fueron #NuitDebout y #GlobalDebout. Se constata una vez más la importancia del HT como una forma de acuerpamiento de las subjetividades insurrectas y como una clara expresión del malestar colectivo que se articula y teje en red.
El grafo muestra 62.000 tuits que fueron recolectados entre el 2 y el 20 de abril, a través de la herramienta de paga Socioviz, durante la fase más alta de la insurrección. Se trata de 25.678 nodos (posiciones de enunciación en la red) y 42.315 aristas (interacciones entre nodos), y está conformado por 2105 comunidades discutiendo y participando alrededor de los HT #NuitDebout y GlobalDebout.
Frente al silencio de los medios convencionales con respecto a estas insurrecciones, el HT y la altísima interconectividad deslocalizada que permite el espaciored, a través de plataformas como Twitter, representan la posibilidad de romper el cinturón de protección que los poderes tienden sobre la esfera pública. Si, por un lado, la vigilancia, la creación de programas y dispositivos espías para frenar la acción colectiva y someter a las personas a constante vigilancia han crecido, también lo ha hecho la tecnopolítica, es decir, la creación de espacios, modos y dispositivos que potencian la acción colectiva.
El cada vez más poderoso arsenal o instrumental tecnopolítico de las expresiones del malestar colectivo en la contemporaneidad no se agota en su dimensión tecnológica, aunque ésta sea una de sus fortalezas; su fuerza principal proviene de su capacidad de producir presencia y, con esto, producir reconocimiento y alterar con ello el mapa policial de lo posible, tal como lo entiende Rancière.
A propósito de los repertorios tácticos utilizados y ampliados por Occupy Wall Street, Pablo Benson elabora una idea que me parece central para repensar la acción política más allá de los marcos de intelección moderna y canónica.
Al enfocarse en innovar la forma o metodología de amplifi car nuestras demandas —en lugar de articular las demandas mismas— Occupy Wall Street dibujó un boceto sobre cómo hacer que nuestras demandas sigan demandando. Una constelación vertiginosa de grupos de afinidad, grupos de trabajo, grupos de interés, campañ as, acciones directas, movilizaciones, proyectos e iniciativas, fueron el resultado. La nebulosa de Occupy sirvió como prodigiosa incubadora de nuevos mundos cuyas órbitas inicialmente se centraban alrededor de la plaza, pero terminarían proyectadas por todas partes (Benson, 2015: 114).
En Estambul, el 28 de mayo de 2013, un grupo de ecologistas se reunieron para proteger el parque Taksim Gezi, que se pretendía transformar en un centro comercial. La desmedida represión policiaca, el uso de cañones de agua y gases, dio origen a una importante movilización social que saltó a las redes bajo el hashtag #OccupyGezi y que convocó a las insurgencias de distintas latitudes. Occupy Gezi fi gura como una de las nuevas expresiones del malestar colectivo que articuló el descontento y mostró la potencia de la acción conectiva.
11. Carles Feixa realiza una interesante aproximación al tema de las generaciones. Véase Feixa (2014).
12. Y al mismo tiempo la más vulnerable, como intenté argumentar en el capítulo I.
13. Volveré sobre este importante asunto al final de este libro.
14. A través del impresionante trabajo de Laslo Barabasi, una introducción a la ciencia de redes puede encontrarse en el siguiente enlace: http://barabasi.com/network sciencebook/content/book_chapter_1.pdf. Recuperado el 20 de junio de 2017.
15. «La teoría de la selva. Contra el neoliberalismo y por la humanidad», de Pablo González Casanova en La Jornada (1997). Disponible en http://www.jornada.unam. mx/1997/03/06/perfil.html. Recuperado el 20 de junio de 2017.
16. Agradezco a mi colega Fabio Malini, del Laboratorio de Imagen y Cibercultura de la Universidad Federal de Espíritu Santo en Brasil (LABIC), no sólo su apoyo invaluable en la descarga de este dataset, sino además sus enseñanzas y la paciencia con la que me ha introducido al mundo del big data y el análisis de redes.
17. Los DataSets son conjuntos de datos que han sido obtenidos a partir de un proveedor de datos, en este caso Twitter, a través del uso de un script o código, en este caso el script de LABIC.
18. Open Ord y Force Atlas 2 de Gephi.