No vamos a decir que somos dos novatos en esto de hacer performances. Cada uno tiene algo ahí adentro.
MONICA ZWAIG: Participé de “Abogados manteros”, un proyecto ideado por el actor Diego Echegoyen para visibilizar aspectos problemáticos del uso del espacio público por los manteros, en el 2016.
FELIX BRUZZONE: Hice Campo de Mayo, una conferencia performática en la que cuento mi vida junto a la famosa guarnición militar, muestro parte del trabajo de campo que hice allí para una novela que hasta ahora no terminé, leo partes de esa novela, etc.
Sin embargo, como nos dedicamos a otras cosas, cuando nos pusimos a armar “Cuarto intermedio”, le confiamos casi todo a nuestra intuición. Y así, ahora que nos ponemos a pensar en ella, en lugar de performance, la pensamos como una perfromance. ¿Por qué? Porque, entre otras cosas (y quizá fundamentalmente), habla desde dos lenguas romances (el francés -Zwaig- y el castellano -Bruzzone-) sobre algo que siempre parece demasiado obvio pero a lo que nadie entiende demasiado bien, y a lo que muy pocos se acercan, ni en castellano ni en francés ni en ninguna lengua.
ZWAIG: Yo soy francesa y casi podríamos decir que aprendí castellano trabajando en los juicios de lesa humanidad.
BRUZZONE: Yo soy argentino y aprendí muchísimo sobre los juicios de lesa humanidad tratando de entender el castellano de Monica.
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En “Cuarto intermedio” hablamos de los juicios de lesa humanidad, de cómo nos relacionamos con ellos, y mostramos qué fuimos haciendo en este tiempo, queriendo sortear las dificultades que implican comunicarlos solo desde una sala de audiencia o solo desde una crónica.
Encontramos tres grandes problemas para hablar de estos juicios en “Cuarto intermedio”. El primero fue cómo abordar un tema lleno de testimonios duros, para no decir horrorosos, cómo pensar en eso; qué hacer con eso; en medio de qué tipo de dispersión de lenguas y lenguajes, sin pensar solo en horror y solo en llanto. Y esa tensión aparece en la tensión que hay entre nuestras propias voces puestas en escena (el francés, el castellano), algo que alude a la dispersión de las lenguas romances después del latín, y que nos permiten jugar con la idea de performance para volverla, más bien una perfromance.
El segundo gran problema era con qué material trabajar, porque si bien los juicios son orales y públicos, y suceden en vivo y en directo, no contamos con los registros de las audiencias. ¿Qué teníamos para mostrar? ¿Qué material público estaba a nuestro alcance para hablar de los juicios?
El tercer problema tenía que ver consaltear el discurso periodístico habitual sobre estos juicios, que los encierran en un callejón sin salida.
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También, pensamos en “Cuarto intermedio” como nuestro propio romance con esos juicios. Porque cada uno, a su manera, se metió hasta las orejas, como enamorado de ellos.
ZWAIG: Desde que llegué a la Argentina, hace diez años, trabajo con estos juicios. Pero no solo como abogada, que es mi trabajo remunerado: también como guía, llevando gente a las audiencias a que los conozca. Siempre quise hacer que en los juicios entrara más gente, gente alejada de ese mundo. Yo misma había estado lejos de todo esto. Si bien mis papás son argentinos, mi única referencia de este país siempre había sido el dulce de leche y Maradona. Ni siquiera hablábamos castellano en mi casa, lo estudié en el colegio, y no mucho... Yo me críe en Francia sin saber que mi papá había sido expulsado de Argentina en el 75 y mi mamá se había exiliado en el 76. Empecé a trabajar en derechos humanos sin conocer esta historia. Podría haber elegido otro camino para llegar a la Argentina, podría haber sido turista y trabajar en un bar, pero fue lo que tenía a mi alcance, por mi formación previa en derechos humanos. Sin duda, el trabajo en los juicios me permitió llenar los huecos de una historia familiar poco narrada pero también me enamoré de lo que veía: tengo un romance con el lado B de los juicios, esas anécdotas de lo cotidiano, de lo teatral que hay en una audiencia judicial, anécdotas de lo menos esperado, todo eso es lo que yo veo todos los días y quiero contar.
BRUZZONE: Desde que fui a mi primera audiencia de un juicio de lesa humanidad (el juicio ESMA 3), al igual que Monica, nunca dejé de pensar en hacer algo artísticamente con ellos. Sacarlos de Comodoro Py y de la bibliografía jurídica y testimonial, tan abundante, para ponerlos en otro lugar, para otra gente. El germen de pensarlo así fue la propia Monica, que es una performer constante dentro de los juicios. Una de sus frases favoritas, cuando te conoce y te cuenta dónde trabaja, es: “Si venís a un juicio te pago un café en el mejor lugar de Comodoro Py”. Y lo hace. Después, claro, te enterás de que ese café se consigue en el bar del entrepiso de Comodoro Py, ¡y que sale de una máquina! Pero no está mal. Es un rico café. El café del juicio.
Esta idea de romance con los juicios es tan así, que nos llevó a incluir, dentro de la obra, la anécdota de una mujer que, en los 90’, enamorada de Mel Gibson, iba a todas las funciones de Arma mortal 4: gritaba “¡Te amo, te amo!” en plena función cuando Mel Gibson aparecía en pantalla, y le daba besos a los afiches de Mel Gibson a la salida del cine. Esa mujer estaba loca. Pero algo de la locura fanática de esa mujer guía nuestra relación con los juicios y es un poco lo que intentamos que quede plasmado en “Cuarto intermedio”. Que genere esa sorpresa, esa distancia, ese deseo de descubrir qué cosa hay en los juicios que puede generar amor.
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El aporte del director, Juan Schnitman, implica la llegada a “Cuarto intermedio” de un nuevo lenguaje. Al castellano, al francés, al lenguaje judicial, al literario, al teatral, se le agrega el lenguaje del cine. Porque él es director de cine, y acá hizo algo cinematográfico. Y tanto él como su hermano, Milo Schnitman, muy frescos en el acercamiento a los juicios de Lesa humanidad, rápidamente encontraron las zonas de la comedia negra que también es “Cuarto intermedio”. Además, usó a su antojo el lugar que el Fondo Nacional de las Artes nos ofreció para hacer la puesta en escena. Con Juan no sólo pensamos qué hacer con ese espacio particular que es la Casa Victoria Ocampo, montando una sala de audiencias en el comedor, y convirtiéndola en un espacio por el cual el público circula como si se tratara de una visita guiada a un juicio de Lesa humanidad. Nos preguntamos también qué hacer con la misma figura de Victoria Ocampo en esta historia. Ella fue la única mujer latinoamericana en ser invitada y en asistir al primer juicio de lesa humanidad del mundo, el de Nuremberg. ¿Habría ido a algún juicio ESMA? Hay en ese interrogante algo que todos podrían preguntarse.
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Cada uno de nosotros llegó a “Cuarto intermedio” por caminos muy diferentes.
ZWAIG: Yo sabía que esos juicios eran algo inédito pero no sabía hasta donde tenía que ir para desentrañarlos. Me lo dijeron cuando llegué al CELS como pasante: si querés trabajar en los juicios, tenés que ser abogada argentina. Hice muchos esfuerzos: borrar mi acento francés, aprender el idioma abogadil, revalidar la carrera de derecho. Este esfuerzo transformó mi vida en una performance cotidiana. Si bien me parecía raro andar por los pasillos de Comodoro Py, fue un placer ver que lograba integrarme, entender las trampas, negociar con los operadores judiciales. Elegí comunicar esta experiencia desde un personaje francés, para contarlo de lejos y de cerca a la vez. No quería contar los juicios como abogada porque hay miles de abogados argentinos más calificados que yo para hacerlo y lo hacen. En “Cuarto Intermedio” quería contar otra cosa, quería contar lo que yo veía desde afuera. Mi exigencia fue no pretender decir la verdad ni aportar una información trascendental. Esta performance es la puesta en escena de un engaño al espectador: lograr hablar de un tema serio y grave llevándolo por otro lugar. Quiero abrir el tema, hasta caer en el precipicio de lo absurdo, sin preocuparme por las convenciones del teatro o de la performance. El tema de los juicios es inabarcable en los 45 minutos que dura la performance, es imposible decir todo. Y es imposible saber todo en 10 años. Había que ser arbitrarios, y a mí la arbitrariedad me gusta bastante.
BRUZZONE: En lo personal, la posibilidad de hablar de los juicios de este modo y no a través de un libro, que sería lo más esperable para un escritor, implica algo central: poner el cuerpo. Y es lo que hacemos en “Cuarto intermedio” y lo que cada uno, a su manera, hizo en estos años con los juicios. Porque si hay algo que todos los que participan en estos juicios hacen es poner el cuerpo. No se puede asistir a ellos de otra manera. Y esto es tan así que, aún envuelto en toda la maquinaria judicial, en esos rituales del proceso judicial, un testimonio de una víctima, por ejemplo, es mucho más un cuerpo que un relato. A tal punto que uno ahí podría ver una verdad más contundente que la contundencia del relato. Aún al escuchar un testimonio construido luego de décadas de elaboración personal y colectiva, uno puede ver que el cuerpo es el que está hablando, porque revive lo que dice, cuando lo dice, y no parece haber otra verdad que esa.