Ilustración de portada: Tiempo Argentino - La Mujer
Células Madre vuelve a mostrar mi vertiente Marta Minujin, tan tristemente reprimida a lo largo de mi vida periodística en la que la única performance posible parece pensada para dos dedos, los mismos considerados culpables en los antiguos diagnósticos médicos por masturbación, de uña un poco mocha y precozmente artrósica por el uso de los apuntes en block. Es que mi vocación artística fue rápidamente desengañada. Carlos Gorriarena estalló de risa ante mis maternidades beatificas dibujadas con la estética de una propaganda de leche en polvo, Manuel Puig casi vomitó ante un cuadro que representaba niños pobres copiados de Berni y donde todos tenían los ojos como los de los peces telescopios, mis posters psicodélicos, hechos con pintura fluorescente, tenían la rigidez de la espada de Darh Vader. Es verdad que en las jornadas Mansilla que organicé en el centro Cultural Ricardo Rojas, hice preparar el puchero que se servía en Una excursión a los indios ranqueles, que Sebastián Freire hizo lo posible por tunear los espejos cuatriplicados con los que el general se hacía retratar como si él fuera muchos y no uno, que Graciela Camino hizo correr falsos indios por los pasillos mientras la voz recreada del general retumbaba desde las paredes donde se exponían sus caricaturas aparecidas en el periódico El mosquito y que Cristina Banegas recitó la causerie Catherine Necrasov ataviada con una gorra moscovita y bota Dr. Zivago. Que en otras jornadas dedicadas a la amistad repartí rosas blancas en homenaje al poema de Martí Cultivo una rosa blanca y en otras dedicadas a Rodolfo Walsh, lechugas como las que él había plantado en su allanada casa de San Vicente. Pero en Células Madre le dejé el factor performance a la artista Mariela Scafati que armó altares laicos para las feministas queridas y fallecidas, nuestras siemprevivas y me contenté con juntar fetiches políticos como la pipa porrera de Elena Napolitano, la última agenda de Marta Merkin, el carnet de abogada de Dora Coledevsky, el almohadón donde Néstor Perlongher (alias la Rosa) recostaba su neobarroca cabeza y a Marina de Caro no le corregí con mis ocurrencias de mal gusto sus Revistas en Movimiento que han derrocado definitivamente al machirulo hombre sandwiche, aunque a Juan Manuel del Mármol lo enloquecí pretendiendo que hiciera entrar en la pared todas las tapas de publicaciones feministas aparecidas entre la década del ochenta y noventa pero BIEN GRANDES. En el medio cubrí de injurias a mi sorora (esta palabra suena peor que las injurias) Mayra Leciñana que luego de escribir su Cronología en fucsia con los principales sucesos del feminismo local en los primeros años de la democracia, huyó a un country a cuidar un perrito mientras miraba el mundial por tv y yo pedía tortuguitas de adorno por Facebook para adornar el “altar” de María Elena Walsh y como homenaje a Manuelita o me devanaba los sesos para adaptar frases de Lohana Berkins a profecías político amorosas ya que la muestra tiene una ruleta bajo una gigantesca imagen de Lohana que, cuando se la hace girar, te tira un número al que corresponde un papelito de la suerte de manera que la travestiarca se transforma en una actualización del organillero: “Lohana te adivina el porvenir…pero no cuentes con que te vaticine un novio o una novia rubios de ojos celestes y un millón de dólares. Para ella, que es feminista, lo personal es político así que ¡Agarrate Catalin@!”
Ilustración Lohana: Pablo Suárez / Juan Manuel del Mármol
Yo misma me voy a sacar una foto con el fondo del mural con un collage de manifestaciones de hace treinta años y la pancarta que elegiré entre las ofrecidas en la sección Sacate una selfie con la Historia y revolveré el ropero de Sarita Torres que se promociona de la siguiente manera: “ni Biblia ni calefón. A La Biblia, Sara Torres (Gugleá con paciencia que tiene muchos links ), la perdió hace tiempo y al calefón lo tiene en la cocina. Este revoltijo en el que hay desde cartas en las que el poeta Néstor Perlongher la llama “Sara Osara Adorasara” hasta el comunicado Nº 1 de una Marcha Pagana de la década del ochenta, pasando por una enigmática notita que dice “¡Hacete la cama vos!”, es uno de los mayores archivos personales del feminismo argentino. Por favor, no dejes el número de un grupo de autoayuda de acumuladores compulsivos. Sería un acto flagrante de machismo.
Pero, ¿qué es Células Madre? Acá en Anfibia todos saben que odio dar datos, lo considero una interrupción de mi asociación libre. Menos mal que escribí un espich para la muestra. Es éste:
Células madre (La prensa feminista en los primeros años de la democracia)
El 8 de marzo de 1984 una morocha argentina subía con tacos altos, cartera bolsa y chemisier claro, a la Plaza de los dos Congresos. En su mano derecha llevaba una pancarta que decía “No a la maternidad, sí al placer”. Era la militante feminista María Elena Oddone, la foto, todo un emblema de la lucha actual por el aborto legal, libre y gratuito.
Arte y Diseño Gráfico: Juan Manuel del Mármol
Durante los primeros años de la democracia un feminismo incipiente dejó registro de sus reivindicaciones en torno a la equidad jurídica; abrió un debate sobre el contrato sexual, se fue articulando con el espacio de los derechos humanos, mujeres militantes de los partidos políticos lograron introducir la discusión sobre género entre sus compañeros y algunas activistas acercaron su lenguaje al de la cultura alternativa: mientras hacían historia difundían publicaciones que iban del suplemento en un diario a la revista libro, del panfleto mimeografiado al fanzine. Lugar de Mujer –un tinglado amigable para talleres de reflexión, fiestas profanas, tramados de las primeras movilizaciones no mixtas y escuchas empáticas a través de las llamadas reuniones de autoconciencia –, las jornadas de ATEM con su proyecto temprano de cruce entre feminismo y derechos humanos, las manifestaciones del 8 de marzo como pedagogía para la sociedad toda, los primeros encuentros nacionales de mujeres con su estallido de la hegemonía porteña, fueron espacios y acontecimientos heterogéneos y potentes que dejaron una variedad de documentos, volantes, revistas y periódicos que dan cuenta de una gran diversidad ideológica.
Realizar una exposición de esas experiencias gráficas y audiovisuales, volver a poner en circulación artículos y nombres propios es tanto “inventar nuestras precursoras” como proponer legados a discutir, astillar, pervertir. Por eso “Células” es menos un término del diccionario de la biología que el que designa al grupo insurgente, a menudo clandestino, siempre libertario que es tradición del feminismo de la segunda ola y “Madre” alude menos a la figura que se arrastra como exigiendo agradecimiento desde el tango canción, que a aquello capaz de acoger como espacio simbólico que es siempre político.
El acopio de materiales -que incluye diarios y revistas albergados en el CeDInCI (Centro de Documentación e investigación de la Cultura de Izquierdas, UNSAM) y en el Centro Cultural de la Cooperación- no empieza justo en el 83’ ni se detiene diez años después, una cronología no puede tener la exactitud de un metro patrón, se descontractura para incluir a Persona, la revista feminista perseguida por la dictadura cívico militar, y se estira hasta acariciar el cuerpo disidente de Lohana Berkins para separar la femineidad de su destino anatómico hasta jaquear el símbolo feminista del triángulo invertido como representación fáctica de la vagina.
Imagen: Sebastián Freire / Modelo: Cecilia Palmeiro (Ni Una Menos)
Células madre es un secretaire político abierto de par en par. No se planta como archivo mayor del feminismo local ni como cartografía cantada en la que reconocerse, si no que propone una autoridad opuesta al poder, a la manera con que define esta palabra la filósofa feminista Luisa Muraro, según su traductora Gemma del Olmo Campillo:
“La práctica de autoridad consiste en que una persona "hace crecer" a otra con los conocimientos que posee pero, a diferencia del poder, la autoridad no se impone, se reconoce.” Es la persona interesada quien tiene que reconocer la autoridad y hacerlo libremente. La autoridad, entonces, es relacional y depende de su acceso para todas y todos, es decir de su multiplicación y derramamiento. Células Madre quiere aumentar el conocimiento sobre el pasado cercano de las luchas feministas en Argentina, a través de sus documentos, fundamentalmente en la ciudad de Buenos Aires pero aspirando a una expansión federal.
El lesbofeminismo, la revolución que empieza por el cuerpo y sus humores en los dos sentidos, la sororidad sin tabú del incesto que las italianas tradujeron en afiddamento, la belleza de la huelga como potencia y brillo , la política como fiesta y levante mundial, las femineidades y masculinidades trans que jaquean el monocorde catálogo genital del presente, tal vez puedan leerse entre líneas de estos papeles insurrectos, a menudo en medio de tramas de apariencia aplicada, contenidas, ya que recién se salía de la dictadura, de su sistema de cautiverios escondidos, silenciados por el terror como es testimonio este espacio donde la muestra se exhibe, hoy ganado por un centro cultural, el Conti. Es que más allá de sus paredes pero muy cerca, a nuestro alrededor, quedan los fantasmas queridos de las mujeres que supieron arrancar su libertad de su suplicio escribiendo, inventando, dándose calor mutuo, resistiendo con imaginación, en el campo de exterminio pero contra la muerte: a esas sombras dedicamos esta muestra.