13.05 del mediodía. Silencio en la transmisión de Radio 10. El locutor anuncia en seco: “Murió Diego Maradona”. Silencio. Millones de corazones argentinos producen un golpe fuerte al unísono, por un segundo. Remezón del síncope que arrancó de la vida al mayor ídolo popular argentino de las últimas cuatro décadas.
De manera paulatina se van callando en La Boca los equipos de música que reproducen cumbia. Este es el primer año que no se escucha reggaetón en el barrio. La pandemia se lo llevó puesto. El resurgir de la música en los patios de conventillos y en los edificios sin ascensor ni encargado, una vez levantado el aislamiento obligatorio, reventó bajo la forma de cumbia, una de las expresiones más espontánea de alegría popular.
No hay un alma en la calle Brandsen. Lentamente empiezan a congregarse silenciosos rostros compungidos. Algunos embozados en barbijos caseros con los colores xeneizes y argentos. Otros a barbilla pelada, rostros mojados, mezcla de lágrima y sudor. Sentados en la vereda de la cancha de Boca, se retuercen la boca con la mano, no terminan de caer pero su corazón lo sabe. Por la vereda de enfrente, junto al conventillo donde antes de la pandemia había un muñeco de Diego Maradona con rulos tamaño natural para que los turistas se saquen fotos y dejen un dólar, pasa un hombre joven con su esposa y prole, la nenita más pequeña sobre sus hombros, a babucha. El padre le enseña a la nena a cantar, muy fuerte y con orgullo, “Olé olé olé, Diegó Diegó”. Es la única voz que se escucha a las tres de la tarde del 25 de noviembre de 2020 en las veredas de Brandsen al 800, dirección de la Bombonera. Empiezan a llegar fotógrafos y camarógrafos. Las exequias comienzan allí extraoficialmente, de manera espontánea.
Mientras la devoción popular se desarrolla milimétricamente junto a la cancha y a la vía del tren de carga, las redes sociales primero difunden la noticia y pronto les usuaries se lanzan a la verborragia y a abrir la grieta con retroexcavadora. Se está de un lado o del otro. En varios canales. El canal futbolero, el canal de la política partidaria, el canal feminista. Diego Maradona es D10S o es el demonio patriarcal. Llueven opiniones a resguardo del aire acondicionado y del teclado virtual. Mientras en la calle dicen que hay sol húmedo y pegajoso y que la lluvia son las lágrimas y los mocos que no dejan respirar bajo el barbijo.
En la calle, la consigna es “D10S está con Dios”. Hay cusanismo intuitivo (del filósofo-cardenal renacentista Nicolás de Cusa) en esta sentencia. Es la coincidencia del máximo absoluto y contracto de la herejía maradoniana (que en la teología cusana es Jesús). Dios hecho hombre (contracto) que vuelve a la divinidad absoluta. La iglesia católica siempre fue reacia a la instrucción filosófica- teológica del pueblo, no más que catecismo irracional para los pobres. Pero el pueblo intuye y traspasa la barrera del cura. Se puede ser el ateo más radical del mundo, pero la matriz cultural básica argentina viene formateada por la la Iglesia católica. La idea de bien y mal, la elusión del castigo por el arrepentimiento o el pago de una comisión (el luteranismo no se lleva bien con el ser nacional), etcétera.
La crítica más fuerte de las redes sociales doctas se dirige al carácter religioso de la idolatría maradoniana. “Un feminismo interseccional debería criticar la idolatría”, se sugiere resumidamente desde el púlpito de Puan 480. En ese canal no suele haber mucho lugar para las herejías, menos para el saber intuitivo popular. Hay muchos dioses y se ajustan a los intereses de quienes los adoran. “El sueño de la razón produce monstruos.” Puede que la idolatría también. Habría que ver qué significa “monstruos” y para quién. Porque “monstruos” se dice de muchas maneras. Maradona también se dice de muchas maneras.
Pero no todas son críticas desde un sector de la academia. Otro gran tema que se abre en los canales feministas de las redes es qué ocurre para que grandes mayorías argentinas elijan como su D10S a un machista con denuncias por violencia hacia las mujeres y desconocimiento y abandono de muchos de sus hijos biológicos. Una nueva grieta se abrió en el feminismo argentino con la muerte de Diego Maradona: el feminismo radical que abstrae clase y raza y considera que solamente la opresión hacia las mujeres es la raíz de todas las opresiones, y los feminismos materialistas que incluyen en sus análisis de género las categorías de clase y raza, y leen una multiimbricación entre ellas.
¿Se puede leer la figura de Diego Maradona solamente bajo la categoría de sexo-género? ¿Existe en el mundo concreto el género separado de la extracción de clase y la condición de racializado o no-racializado? La discusión recuerda un poco a la polémica libertad-situación entre Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Sartre decía que el ser humano es pura libertad y cuando toma una decisión es completamente libre. Simone de Beauvoir le decía: ojito, Sartre, que existe la situación. A veces no se puede elegir lo que uno querría si fuera completamente libre porque la situación no lo permite. Se lee mucho El segundo sexo, pero muy poco Para qué la acción, de la Simona. (Esa lectura se la debo a Puan 480. Pero eran clases muy excepcionales. La profesora Eva Carrizo enseñaba la fenomenología del espíritu de Hegel en turno noche, mientras el olor a choripán procedente del patio de la Facultad de Filosofía perfumaba gloriosamente el aula).
La situación no es meramente coyuntural. Es un conjunto de estructuras y de representaciones con y sobre las cuales nos construimos y asentamos, tomamos sentido común “naturalmente”, lo procesamos, lo criticamos.
¿Por qué produce tanto rechazo a las feministas el machismo de Maradona? ¿Por qué produce menos rechazo en términos feministas el despojo estructural que causó Mauricio Macri y la banda de fugadores seriales de divisas, y no se llega a leer como violencia machista el saqueo del Estado? Mauricio Macri y los fugadores, ¿habrán abandonado hijes? No sabemos. ¿Habrán consumido prostitución adolescente? No sabemos. No son racializados, eso sí sabemos. Su vida privada no es escrutada todo el tiempo. El Poder Judicial no se va a encargar de perseguirlos y encarcelarlos como a Carlos Monzón, pese a que muchas mujeres murieron por necesidades básicas insatisfechas y falta de acceso a la salud debido al saqueo del Estado y la fuga de capitales. ¿Cuántas? Nunca podremos calcularlo como las cifras de femicidio individual. Tampoco los va a encarcelar o juzgar demasiado postmortem. De hecho el femicida Jorge Neuss reposa junto a su mujer destripada y aquí no ha pasado nada.
Monzón mató y fue a la cárcel, las pocas que militábamos feminismo en 1987 peleamos duro para que eso sucediera. Pero se nos escapó el análisis de la racialización de Monzón porque estábamos plenamente embarcadas en el feminismo radical. La dirección del feminismo porteño en aquellos años pertenecía a la clase media blanca, la mayoría eran profesionales independientes (abogadas y psicólogas). Todo lo sucedido en torno a la condena a Carlos Monzón, campeón de mundo de boxeo (un deporte de negros violentos que no tienen para comer, así suele leérselo), hizo posible visibilizar la violencia machista en los hogares, lo que por entonces se llamaba “violencia doméstica”. Pero dejó fuera muchos otros elementos. Uno de ellos, que el Poder Judicial argentino activa sus herramientas punitivas solamente si el agresor es racializado y proviene de extracción de clase D1, D2, E (las clases bajas para los estándares estadísticos de la sociología y la medición de consumo).
Otro tema para desarrollar, si hay coraje para hacerlo (muchos dirán qué horror, no es el momento), es el tema de la homobifobia en la cultura del fútbol masculino. Por qué en esa cultura se promueve la exhibición extrema del consumo violento de mujeres. El peor de los insultos en la cultura argentina es PUTO. Con mayúscula sostenida como DIOS. Ese insulto es el gran ordenador de la cultura masculina argentina. Ordena el control del sistema operativo heterocoercitivo. Sin una transformación cultural a gran escala que borre para siempre de la faz de la Tierra este insulto, es imposible pensar en una vida digna y sin violencia patriarcal.
La exhibición del consumo violento de mujeres es como el merthiolate que crea una curita invisible sobre la herida para que no entre la homosexualidad por los poros. No nos vamos a engañar. Se sugirieron amores masculinos en la vida de Diego Maradona. Las feministas nunca estuvimos en su cama ni somos quienes para afirmar nada. Pero las feministas lesbianas sabemos mucho de amores que a veces son sexuales y otras veces no, sabemos mucho de continuum lesbiano. Y también conocemos de cerca los estragos que causa la represión sexual en todos los órdenes de la existencia.
Repasemos los videos de youtube donde Diego Maradona habla sobre la homosexualidad. En uno de ellos dice, por un lado, que hay que sacarse las caretas (“Si sos puto, bancatelá”) y por otro que educó a sus hijas Dalma y a Giannina en el amor por el continente en que nacieron (sus ideas políticas anticolonialistas). Lo dice riéndose y haciendo a propósito ademanes maricas ante los movileros mandados como perros de presa por los grandes chimenteros guardianes del machismo y la heterosexualidad con sede en los estudios de la televisión abierta. Un Maradona lúcido gambetea a los perros de presa y se les ríe en la cara.
Lo concreto para el feminismo argentino es que la muerte de Diego Maradona abre el tiempo de dar fuertemente el debate sobre género, clase y racialización.